Capítulo 60
La despedida fue agridulce. No querían separarse, pero tenían que hacerlo, y ambos lo entendían.
Esa mañana no podían dejar de besarse. Era como si quisieran guardar el sabor de sus bocas por todo el tiempo que estarían sin verse. Jungkook le había pedido respetuosamente al padre de Jimin dormir con él esa última noche que les quedaba.
-¿Dormir? - preguntó burlonamente el señor Park.
-Sí, señor. Sólo dormir. No haré nada indebido, señor - dijo Jungkook sonrojándose.
-Por supuesto. Lo indebido lo hicieron en casa de Elena...
-¡Papá! - dijo Jimin avergonzado.
Jungkook se mantuvo calladito. No podía negarlo.
-Es broma - dijo el padre de Jimin - tienes mi permiso, muchacho. Yo también fui joven alguna vez.
-Gracias, señor - Jungkook seguía colorado. La situación lo tenía avergonzado. Nunca pensó que el padre de su princeso fuera dado a bromear.
-No le hagas demasiado caso, cariño - la madre de Jimin intervino sonríendole a su recién estrenado yerno - él se colaba a mí habitación a escondidas.
Jimin se largó a reír.
-Ustedes dos, me están avergonzando- Jimin regañó a sus padres, tomando de la mano a Jungkook antes que sus padres empezarán a hacer más confidencias íntimas.
-Ahora sé, princeso... - dijo Jungkook cuando estuvieron en el dormitorio de Jimin.
-¿Qué sabes? - preguntó Jimin abrazándolo.
-De dónde heredaste lo descarado.
Jimin se largó a reír y empinándose le dio un toponcito de labios.
-Sí, mis padres, ambos son descarados. Y a ti te encanta que yo lo sea, ¿verdad?
-Sí - Jungkook sonrió - como a ti que yo sea bruto.
Jimin le dio otro toponcito.
-Sí, no me quejó.
Jungkook lo miró con tanto amor. Simplemente no podía mirarlo sin que su corazón se sintiera lleno de ese sentimiento. Luego lo besó. Sin prisas, sin otra intención que sentirlo junto a él. Jungkook no le mentía al señor Park. Esa noche sólo quería tener a Jimin pegadito a su costado, rodearlo toda la noche con sus brazos, y escuchar sus latidos hasta quedarse dormido.
La despedida llegó tan pronto como solo dos amantes pueden entender. Un abrazó que no quería terminar, fue lo último antes que Jimin se alejará a cumplir sus sueños.
El señor y la señora Park también estaban tristes con la partida de su hijo. Se acercaron a Jungkook y lo abrazaron mientras los tres miraban a Jimin hasta que ya no fue visible.
Jungkook se regresó también inmediatamente al Golondrina. Les agradeció la hospitalidad y el cariño a los padres de Jimin y ellos le arrancaron la promesa de que de vez en cuando iría a visitarlos. Ésta vez no vio a Jane. Había salido de la ciudad con unas amigas por el fin de semana. Eso hizo feliz a Jungkook. La negra lo estaba haciendo bien.
La vida siguió transcurriendo de manera normal en el Golondrina. Había días más ajetreados que otros, Ma'Elena lo mimaba más que antes y el se lo agradecía. Tenía un calendario en su pieza donde iba tachando los días. Cada vez que lo hacía, sonreía un poquito más. Era un día menos para ver a su princeso.
Jimin le enviaba todos los meses, postales y fotos de los lugares donde se presentaba con el cisne negro. Jungkook recortaba y pegaba en un cuaderno cada reseña o reportaje que salía de sus presentaciones. Su princeso lo llenaba de orgullo. También había ido tres veces a visitar a sus suegros. La relación con ellos había crecido. Ellos ya no lo veían como el novio de su hijo, ahora era un hijo más. En una de sus visitas le llevó a la madre de Jimin una mata de frambuesas de su plantación para que la pusiera en su jardín. Ella amaba la jardinería y al igual que su hijo las frambuesas. Jungkook mismo la plantó y le enseñó los cuidados que la planta requería. Pequeñas cosas como esas fueron las que ganaron el corazón de sus suegros. Bueno también la cerveza artesanal que Jungkook a escondidas de su esposa le llevaba en cada visita a su futuro suegro.
Cuando habían transcurrido seis meses se metió de lleno en dos proyectos : la construcción de un pequeño hostal para que los pacientes tuvieran un lugar para quedarse durante las terapias con los caballos y, la contratación de un equipo multidisciplinario para hacer más rápida las rehabilitaciones. Y la otra, la que más lo ponía feliz, era la construcción con sus propias manos de una pequeña casita al lado de Ma'Elena para cuando Jimin regresara. Tal vez se estaba adelantando, pero tenía fe que su futuro tenía nombre de princeso. No le importaba terminar exhausto al ir a dormir, quería tenerla lista cuando ése año terminará. Sería su regalo para su princeso, si nada hacía cambiar esos sentimientos en el transcurso de los meses que restaban.
A medida que pasaban los días, Yoongi se sumó entusiasta a la tarea de Jungkook y los fines de semana sin falta aparecía para darle una mano. Esa colaboración terminó por convertirlos en amigos, y Jungkook se abrió a él. Yoongi lo escuchó en silencio y luego le confesó que ya lo sospechaba y que de su parte sólo les deseaba felicidad.
También lo tranquilizó respecto a los demás trabajadores del Golondrina. Eran un poco reacios a lo diferente, pero terminarían por comprenderlo o por lo menos aceptarlo. Y en última instancia, era su vida y nadie tenía derecho a opinar.
Jungkook se sacó un peso de encima con las palabras de su amigo. Yoongi tenía razón. Su vida y como la viviera y con quien la viviera, era sólo decisión suya. Y su princeso, siempre sería su decisión más acertada.
El último mes, Jungkook sentía que el corazón iba a explotarle de felicidad, cada vez que tachaba un día más en el calendario. La casita estaba en sus últimas terminaciones y con ayuda de Ma'Elena y Rosita escogieron muebles y todo los detalles para hacerla acogedora.
Cuándo faltaba una semana, el padre de Jimin se dejó caer por la casona.
- Hijo, te tengo una invitación. Y no acepto un no por respuesta.
-¿De qué se trata, Goon? - le dijo Jungkook que ahora lo tuteaba.
-Jimin tiene su última presentación en los Estados Unidos. Tengo los pasajes reservados para que vayamos a verlo.
-¿Jimin lo sabe?
-No. Será una sorpresa. También invite a Elena y su pequeña acompañante, Rosita. También irá Jane.
Dios santo eso le iba a salir un ojo de la cara.
-Aceptó, pero yo corro con los gastos de mi pasaje.
- No me ofendas, hijo. Nunca he invertido mejor mi dinero.
Jungkook lo abrazó emocionado. No sólo había ganado un novio. Ahora también tenía una familia.
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