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Capítulo 51

Tres meses habían pasado desde la partida de Jimin. El otoño teñía de amarillo las hojas de los árboles y el sol calentaba menos. Era una estación que iba acorde al estado de ánimo de Jungkook. A veces se sentía como aquellas hojas, secándose y a punto de caer.

La partida de su princeso lo había golpeado más duro de lo que pensó. Su partida en cierta forma lo había cambiado. Había un Jungkook antes de Jimin, y uno después de Jimin. El muchacho despreocupado, alegre y optimista había dado paso a un hombre taciturno y silencioso. Nadie en el Golondrina sabía el porqué de ese cambió. Sólo Yoongi vislumbraba algo, pero guardó silencio.

Ése día domingo después de la partida de Jimin, Ma'Elena le había entregado un sobre color rosa que Jimin le había dado para él. Con manos temblorosas lo abrió sacando un papel escrito. Tenía miedo y a la vez unas ansias incontenibles de leer.

"Jungkook, ni siquiera se cómo empezar...no quería irme sin que supieras lo importante que llegaste a ser éste verano para mí, porque nunca te lo dije. Cada beso, cada caricia, cada entrega, fue sincera. Se qué para ti también lo fue. Por eso quiero pensar que seguirás adelante al igual que yo, que siempre te recordaré y te tendré en un lugarcito de mi corazón. Ojalá encuentres esa persona especial que pueda hacerte feliz y caminar a tu lado... De corazón lo espero. Extrañaré que me llamen princeso. "

Sonrió y dobló cuidadosamente la carta y la metió en el bolsillo de su camisa. La letra de su princeso iría pegadita a su corazón. Su sinceridad dolió, pero también lo hizo feliz. Su princeso tenía un camino que seguir. El siempre lo supo, sólo que nunca pensó enamorarse de esa forma. Seguiría adelante, pero ya no podía ser el mismo.

Jungkook ahora se había sumergido de lleno en el trabajo, una forma de pensar menos y cansar el cuerpo para que al llegar a la casona y tirarse en su cama, caer rendido. Algunas veces lo lograba y otras simplemente vagaba por la casa en busca de los recuerdos que en ella quedaban de su princeso. No había vuelto a su plantación de frambuesas. Simplemente dolía demasiado, así que cuando estaba cansado de mostrar su careta de "todo va bien" se refugiaba en la casita que había sido de sus padres. Sentía un ligero consuelo en aquel lugar al recordar su corta vida llena de amor familiar. Trueno era su único compañero inseparable y su paño de lágrimas cuando colapsaba.

Claro que ahora tenía otro compañero eventual, al que sacaba todas las tardes después del trabajo a dar una vuelta. Bruto.

El pequeño potrillo había resentido la falta de Jimin. Los primeros días no quería recibir el alimento, por más que Yoongi trataba. Así que Jungkook se hizo cargo personalmente de él. Podía entenderlo porque él se sentía igual. Con paciencia y cariño, Bruto, volvió a comer, pero desarrolló una dependencia por Jungkook a tal punto, que no obedecía ni dejaba acercarse a nadie más.

Jungkook decidió que no sería entrenado como caballo de rehabilitación. Sería su caballo al igual que Trueno. A ambos los unía el amor y recuerdo de Jimin. Al final ambos terminaron siendo domados por aquel hombrecito descarado que vestía ropa de diseñador.

Durante esos tres meses, Jimin, había llamado exactamente tres veces y sólo había hablado con su tía. Jungkook sospechaba que llamaba cuando sabía que él no estaría con Ma'Elena. ¿Tan poco había significado ése verano para su princeso qué no había sido capaz de llamarlo ni una sola vez para saber cómo estaba? Pensarlo, de igual forma, lo hería porque sinceramente creyó qué su princeso, si bien no lo amaba, por lo menos algo de cariño le había tomado. Eso decía por lo menos su carta. Pero se dicen tantas cosas al calor de la pasión, que no quiere decir que no sean verdaderas, pero que el tiempo las borra como si nunca hubieran existido. ¿Eso le habría pasado a su princeso?

En los días más negros estos pensamientos no lo dejaban en paz y se culpaba a sí mismo por el desastre interno que vivía. Nadie lo obligó. El tomó la decisión de estar con Jimin en un plano amoroso. ¿Pero podía culparse por dejarse llevar por lo que Jimin le provocó? No. Habría sido imposible. Fuera la razón que fuera por la que su princeso no le había hablado, no iba a renegar de lo más hermoso que había vivido.

- Muchacho, tengo que pedirte un gran favor - le dijo Ma'Elena mientras cenaban.

- Claro- Jungkook sonrió - ¿De qué favor se trata?

- Necesito que vayas a Seúl...

-¿Seúl?- Jungkook dejó la cuchara a medio camino de su boca.

- Sí, mi niño - la Sra Elena lo miró - Necesito enviarle unos papeles importantes a mi hermano para que los firme- hizo una pausa- sobre los terrenos que nos heredaron nuestros padres. Ya estoy vieja y quiero dejarlo resuelto, una nunca sabe cuando Diosito se va a acordar de uno - sonrió nuevamente - ¿Harías eso por mí?

Jungkook estaba perplejo. Ir a Seúl, específicamente a casa del Sr Park, significaba ver nuevamente a Jimin.

-¿Porqué no vas tú, Ma'Elena? Hace mucho que no te tomas un descanso.

- Odio la ciudad y todo ese barullo me hace enfermar. Por favor, de verdad necesito que vayas.

Jungkook suspiró pesadamente. ¿Podía decirle que no a la mujer a quien le debía tanto? Imposible. Tendría que meter su corazón en una caja y cerrarla con llave porque sabía que iba a quedar destrozado si veía nuevamente a su princeso. Ni siquiera sabía como recibiría él su visita. ¿Sabría Jimin qué iría a Seúl? Jane era la única que se había comunicado con él durante esos meses y él evitaba preguntar por Jimin. Lo más probable es que ahora estaba con su novio, ocupado en los ensayos de su presentación. Lo más probable, es qué Jimin ni siquiera tenía tiempo para pensar en un vaquero bruto que conoció por jugadas macabras del destino. Su princeso, a diferencia de él, debió retomar su vida, tal y como la dejó. Jungkook había sido un pequeño receso, nada más. Y eso estaba bien. Jimin nunca hizo promesas o le habló de un eventual futuro juntos.

- Está bien, Ma'Elena. Haré eso por ti. ¿Cuándo debo partir?

La Sra Elena sonrió mucho y eso hizo dudar un poco a Jungkook de sus verdaderas intenciones de mandarlo a Seúl.

- Gracias, corazón. Sabía que podía contar contigo.

Jungkook entrecerró los ojos.

-Dime la verdad, Ma'Elena... ¿Es por la única razón que me envías?

La Sra Elena se puso roja.

- Sí, bueno y también para que puedas ver a Jimin.

-¿Qué? ¿Porqué? - casi gritó.

- No seas necio. Nunca lo hablamos, pero yo sé y punto. Necesitan hablar una última vez. Necesitas darle paz a tu corazón. Ya sea para bien o para mal. Pero al verlo y hablar, por fin podrás avanzar. Éste Jungkook, no es mi Jungkook. Quiero verte sonreír de nuevo.

Jungkook se derrumbó y se levantó a abrazarla. Después de un momento, de caricias cálidas de ella, Jungkook levantó la cabeza.

-¿Y sí Jimin no quiere hablar?¿Sí Jimin está bien y se olvidó de todo?

Ma'Elena sonrió con ternura.

- No lo sabrás hasta que lo veas. Simplemente escucha a tu corazón. El te guiará.

- Te quiero mucho. No se que sería de mí si no te tuviera.

Ma'Elena le besó la frente.

- Eso no es verdad. Eres bueno de aquí - la Sra Elena le señaló el corazón - recuerda siempre, mi niño bello, conmigo o sin mi, siempre serás un hombre de bien con un corazón de oro.

Jungkook la miró con todo el amor que se puede mirar a quién lo amaba como si fuera su madre. Definitivamente la vida había sido generosa con su desgracia. Le había quitado a sus padres, pero le había regalado a Ma'Elena.

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