Capítulo 1
Jimin miró el gigantesco letrero tallado en madera que colgaba del portón de la entrada al fundo Golondrina. Pegó un chillido cuando el bruto saltó del caballo dejándolo sólo sobre la bestia.
- ¡Arghhh! Deja de chillar- le ordenó el pelinegro- estás estresando a Trueno.
- Me dejaste arriba de la bestia...
- No soy mago para abrir el portón con la mente, princeso- le hizo un gesto burlón y abrió el pesado portón de tablas de alerce.
- ¡Deja de decirme princeso, bruto!- gritó Jimin más asustado que enojado.
- Cuando dejes de decirme bruto, tal vez lo haga. Tal vez se me ocurra otro...- el pelinegro levantó una ceja y sonrió burlón. Jimin le aplicó la ley de la indiferencia y no volvió a decir palabra. Eso sí se afirmó fuerte a su cintura para no salir volando, porque el imbécil le metió prisa al caballo y éste empezó a galopar. Ya no sabía si le molestaba más el bruto insolente o el trasero adolorido y magullado de tanto golpeárselo con la grupa del caballo. Porque obvio como buen bruto, troglodita y neandertal no le ofreció la montura y tuvo que sentarse sobre un saco en las ancas de la bestia. La bestia era enorme y Jimin pensó que nunca en su vida había tenido las piernas tan abiertas. ¡ Lo odiaba, definitivamente lo odiaba!
A medida que avanzaban y el caballo empezó a trotar suavemente se atrevió a mirar por donde iban. Nunca pensó que el fundo de su tía abarcara tanto terreno. Estaba lleno de árboles, por donde miraba todo verde, tan distinto de la cuidad de Seúl. Después pasaron por un tramo dónde habían muchas casitas con rejas de madera pintadas de blanco algunas con mecedoras y sillas de mimbre en sus pequeñas terrazas.
- Son las viviendas de los trabajadores- le dijo el pelinegro.
Jimin que casi se había olvidado de él, arrugó la nariz y no dijo nada. No le hablaría a menos que se disculpara por ser un insolente.
El pelinegro largó una risotada.
- ¿Te comieron la lengua, princeso?
Jimin bufó molesto como única respuesta y él volvió a reírse y ya no volvió a hablarle hasta que llegaron a un tremendo caserón rodeado por árboles y un gigantesco jardín lleno de rosas blancas.
Una mujer esperaba en la escalinata de la entrada y Jimin reconoció a su tía Elena. Una mujer bajita y corpulenta, con el pelo blanco, y vestida con pantalones y botas gruesas además de un colorido chaleco que le llegaba casi a las rodillas.
El pelinegro saltó del caballo, pero está vez Jimin no le dio el placer de su chillido. Aunque ganas no le faltaban y esperó pacientemente a que el hombre odioso lo ayudara a bajar. Cosa que no hizo porsupuesto. En cambio amarró el caballo en un palo de madera de la entrada, tomó la maleta y la puso en el piso de la terraza.
- Ma'Elena- beso la mejilla de la mujer con cariño.
- Gracias mi niño. No pude avisarte antes y tuviste que salir sin siquiera haber comido algo...
- No hay problema Ma'Elena- Jungkook le dio otro beso.
- ¿Jimin?- la mujer puso ahora su atención en su sobrino todavía sobre el caballo- ¡pero mira qué crecido estás, muchacho!
Jimin apenas le sonrió. Estaba aterrorizado y no quería chillar. Miró al pelinegro y le hizo un gesto.
- ¿Algún problema? Puedes bajar, ya llegamos- dijo con tono burlón.
Jimin lo fulminó con la mirada y con la poca dignidad intacta que le quedaba se dignó a hablarle.
- Bájame- la voz le salió estrangulada y apenas entendible.
- ¿Qué?
- ¡Bájame idiota!- gritó Jimin y adiós a los restos de dignidad.
La tía miraba de uno a otro sorprendida. Luego esbozó una sonrisa enigmática.
- Ya muchacho, ayúdalo. No seas maldadoso- la Sra. Elena le habló con cariño pero con firmeza entendiéndose que era una orden.
Jungkook le cerró un ojo desvergonzadamente y le dio otro beso en la mejilla antes de ayudar a Jimin.
- Me las vas a pagar, bruto- le susurró cuando lo estaba bajando.
- Soñar es gratis, princeso- Jungkook lo dejó de golpe en el suelo y Jimin si no fuera por sus gajes de bailarín habría terminado nuevamente con el trasero en el suelo.
- Déjame darte un abrazo muchacho. Hace siglos que no te veía- la Sra. Elena lo abrazó fuertemente y Jimin se sintió mejor.
- Hola, tía. También me alegra verte- Jimin le sonrió después de ser soltado del abrazo de oso.
- Es bueno tener a gente joven por aquí. Estaba feliz cuando tus padres me dijeron que venías.
- Mmmm, sí. Luego hablamos de eso- miró al pelinegro que recostado en el barandal los miraba- en privado.
- Jungkook es familia, muchacho. No tengo secretos con él- dijo la Sra. Elena- algún día será el dueño de mi fundo.
Jungkook le cerró un ojo con insolencia y burla. Definitivamente odioso.
- De igual forma. Yo no lo conozco. Prefiero hablarlo en privado contigo.
- Tarde- dijo Jungkook- ya sé todo lo que hay que saber. Seré tu superior en las labores que realices. ¿Porqué a eso viniste no? A trabajar. Según tú padre no son vacaciones.
¡Lo odiaba con todo su ser! Chilló internamente Jimin aguantándose las ganas de patearle el trasero.
- Basta muchacho. No lo hagas rabiar- lo reprendió cariñosamente la Sra. Elena, luego miró a Jimin- Jungkook dice la verdad, tu padre habló directamente con él sobre lo que quiere que hagas durante tu estadía en el Golondrina. Pero eso será a partir de mañana. Hoy descansaras de tu agotador viaje. Vamos te mostraré tu habitación para luego sentarnos a cenar.
Jimin asintió. Se sentía totalmente humillado y todo por culpa de su padre y ese bruto llamado Jungkook. Hasta el nombre era de bruto. Siguió a su tía agarrando con fuerza la maltrecha maleta y la siguió al interior de la casona.
Al rato la Sra. Elena bajó y se encontró a Jungkook esperándola al pie de la escalera que conducía al segundo piso.
- No seas tan duro con él, mi niño. Tú eres paciente y generoso. Dale tiempo para que se acostumbre y para que te conozca y lo conozcas. Quiero que seas amable y le tengas paciencia. ¿Crees poder hacerlo?- la Sra. Elena lo miró con ternura.
- Por tí, Ma'Elena- dijo Jungkook dándole la mano para llevarla a la cocina.
- Ese es mi niño, sabía que no me fallarías- la Sra. Elena le palmeó la mano cariñosamente.
- Nunca y te aprovechas de eso, bribona- Jungkook le cerró un ojo coqueto.
La Sra. Elena largó una risa poco decorosa. Un grito aterrador la dejó fría y Jungkook entornó los ojos resignado mientras movía la cabeza de lado a lado.
- ¡Empezamos!- suspiró Jungkook gimiendo dramáticamente.
- Ve a ver que le sucede, no seas malo, está pobre vieja no soportaría subir nuevamente las escaleras.
Jungkook movió la cabeza. Ma'Elena era fuerte como un toro. De dos en dos subió los escalones al segundo piso y se dirigió a la habitación que ocuparía Jimin. Justo al lado de la suya. Estaba tentado de cambiar de habitación. De seguro no tendría paz en mucho tiempo con Jimin de vecino.
- ¿Qué te sucede? ¿Sólo sabes chillar?- preguntó Jungkook mirándolo al entrar al baño donde Jimin congelado se miraba al espejo.
- Es...estoy todo sucio y...- Jimin no podía dejar de mirar su reflejo. Tenía la cara manchada de polvo humedecido por sus lágrimas y sudor, la ropa arrugada y sucia. Jamás pensó que se veía tan lastimosamente. ¡Se veía horrible!
- ¿Por eso gritabas? - dijo Jungkook asombrado- A Ma'Elena casi le da un infarto ¿y sólo gritaste por tu aspecto desaliñado?, ¡increíble!
Jimin salió de su estupor y lo miró furioso.
- Un bruto como tú nunca entendería algo así- le escupió Jimin.
- Te lo dije princeso y tú no me creíste- dijo Jungkook burlón.
- ¿Qué? ¿Qué dijiste imbécil?
- Qué apestabas- Jungkook largó una risotada y alcanzó a esquivar un cepillo antes de llegar a la puerta- un baño. Mi recomendación es un baño de forma urgente. Apestas princeso.
El chillido de Jimin estremeció los pilares de la casona.
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