Estrella fugaz.
Cuenta la leyenda que hace más de mil años, mucho antes de que el hombre conociera la electricidad, cuando la luz de la Luna era la mejor guía de la noche, una de sus hijas ―las que hoy conocemos como estrellas― vio desde el cielo infinito que las personas que vivían abajo en la Tierra eran infelices, habían perdido toda esperanza de ver sus sueños hechos realidad y ahora se sumían en un mundo sin ilusión. Compadeciéndose, la Estrella decidió que se convertiría en estrella fugaz para así cumplir los deseos de las personas faltas de esperanza. Acudió a su madre, la Luna, y le pidió de todo corazón que le enseñara a serlo. Pero la Luna no vio bien que una estrella tan joven llegara a convertirse en estrella fugaz.
–Te prometo, pequeña Estrella,
que estrella fugaz serás,
mas debes tener paciencia,
tu momento aún está por llegar.
Pero la Estrella era demasiado tozuda y su tozudez la llevó a desobedecer a su madre. Llegada la noche la Estrella se ocultó entre sus hermanas fugaces con el fin de saltar junto a ellas y sobrevolar el cielo cumpliendo los sueños de los desdichados humanos. Por desgracia para la Estrella, las cosas no salieron tal y como había planeado. Saltó con todas sus fuerzas, pero aun así fue insuficiente. La Estrella cayó y cayó del cielo a la Tierra sin poder evitarlo.
Y en lo alto de una cumbre, rodeada por los inmensos árboles del bosque, la Estrella a la Luna lloraba rogando su ayuda para volver a brillar en el cielo de la noche, prometiendo, arrepentida, que nunca jamás volvería a desear ser estrella fugaz.
Pero la Luna no contestó a sus suplicas. La Estrella debía aprender una lección que solo así podría llegar a aprender.
Noche tras noche la Estrella suplicaba a la Luna sintiéndose sola, con miedo y desesperanzada, sentimientos tan humanos que terminaron por convertirla en eso. Sus incesantes lágrimas apagaron su luz y cuando esta se extinguió del todo, la Estrella se convirtió en una hermosa joven de cabellos blancos y piel lívida, que al llegar la noche suplicaba en soledad el perdón de su madre, la Luna. Pasaban los días y la Estrella seguía perdida y sin consuelo. Sus lloros se escuchaban por las noches aplacando el silencio de su alrededor hasta llegar al punto de formar parte de los sonidos nocturnos.
En una aldea cercana a la cumbre donde se lamentaba la Estrella, los aldeanos empezaron a preguntarse por la procedencia de los extraños ruidos que rompían la paz de la noche. Muchos, atemorizados, se encerraban en sus casas con tan solo ver el primer rayo de luna, por miedo a ser devorados por una bestia o animal enfurecido. Sin embargo, no todos compartían ese pavor hacia los llantos de la Estrella, sino que abriendo sus oídos y prestando atención, algunos distin- guieron sus lamentos y alaridos hasta el punto de que sus corazones mismos se llenaron de tristeza y compasión.
Ese fue el caso de un joven aldeano, quien una noche se atrevió a salir de la aldea con la esperanza de hallar a la persona de tan dolidas súplicas. Y así cruzó el bosque y subió la montaña hasta su cumbre donde encontró a la Estrella, en su forma humana, mirando al cielo rogando a la Luna. Con cierto reparo el joven se acercó y armándose de valor lanzó su pregunta:
–Muchacha, ¿por qué lloras?
Dime por qué derramas
tus lágrimas
hasta tan altas horas.
La Estrella, saliendo de su sopor, se giró y contempló al joven que la miraba con enormes ojos curiosos a la vez de piadosos. Asombrada por hablar con un humano, se secó las lágrimas y contestó:
–No soy muchacha sino estrella,
que caída del cielo
perdió su fulgor,
que por desobedecer la voz
de la Luna ahora llora
y se lamenta en su dolor.
Desde aquel momento la Estrella dejó de llorar, pues desde entonces, llegada la hora en la que el sol caía, el aldeano abandonaba su hogar para pasar la noche en compa- ñía de la Estrella. De aquellas visitas surgió una amistad que cambió sin previo vio aviso, tan rápido como cambia el viento, para pasar de amistad a amor y de amor a algo más, pues desde aquel entonces Estrella y aldeano compartieron promesas, promesas de amor eterno y verdadero, de esas promesas que hacen los ingenuos enamorados cegados por las emociones sin ver nada más allá, pues de cegados que estaban se olvidaron de mirar al cielo y prestar atención a la Luna, quien observaba con detenimiento a su hija.
Cierta noche, cuando el joven enamorado volvió a visitar a la Estrella, se encontró con que ella había vuelto a dejar caer sus lágrimas.
–¿Qué ocurre, Estrella?
¿Por qué has perdido
tu felicidad?
Con un tremendo dolor en el pecho, la Estrella se sinceró:
–Lloro porque mi tiempo
se ha acabado,
porque mi vida aquí terminó.
La Luna, llamando mi nombre,
a casa a por mí volvió.
Quiere convertirme
en estrella,
en estrella fugaz.
Perderte ahora debo,
no volver a verte más.
La Estrella volvería al cielo. La Luna así lo dictó. Había visto que su hija por fin había comprendido lo que conllevaba ser humana e incluso se había enamorado de uno. Aprendida la lección era hora de volver. Una luz cegadora rodeó a la Estrella
mientras aún se despedía de su amado con gran amargura, sosteniendo sus manos con fuerza, deseando poder evitar su destino. Cuando la luz se desvaneció, el aldeano quedó solo en la cumbre, con la sensación de haber sostenido una estrella. Entre sus manos Arriba en el cielo una última estrella se unió a sus hermanas. Pero, lejos de estar feliz, la Estrella lloraba y con sus lágrimas traía a la Tierra el rocío de la mañana.
–¿Qué ocurre, Estrella?
¿Por qué has perdido
la felicidad?
¿No eres estrella fugaz ahora?
¿No ves tus sueños hechos realidad?
–¡Oh, Luna, madre mía!
La tristeza es ya parte de mí,
pues cuando lloré
no me escuchaste,
y cuando por fin reí
me trajiste aquí.
¡Para qué quiero
ser estrella fugaz!
Dejé mi corazón a un hombre
y ya no puedo sentir.
–¡Oh, Estrella, hija mía!
¿No aprendiste aún la lección?
Una estrella fugaz cumple,
cumple deseos del corazón.
¿No sueña tu amado?,
¿no tiene él tu corazón?
Su deseo es verte cada noche.
¡Baja a la Tierra y cúmplelo!
Pues estrella fugaz eres
y cumplir deseos es tu don.
Aún hoy se cuentan en la aldea que un joven se volvió loco atestiguando haber conocido a una
estrella. Un día el joven desapareció. Lo hallaron en lo alto de la cumbre afanado en construirse una casa y dispuesto a quedarse a vivir en ella. Por mucho que se le insistió no hubo forma de hacer entrar en razón al muchacho y finalmente lo dieron por demente y por perdido dejándolo en aquel lugar desolado.
Sigue contando la leyenda que cada noche puede verse a una joven de tez blanca como la nieve y reluciente como el sol, pasear por la cumbre a la casa del antiguo aldeano. Muchos dicen que es tan solo un sueño, otros un espejismo, una simple ilusión, pero con lo que ninguno cuenta es que cuando la joven está presente una estrella desaparece del cielo. ¿Será pues, un espejismo, un sueño o una ilusión? ¿No será la estrella fugaz enamorada que baja a cumplir los deseos de su amor?
Existen miles de leyendas, pero todas son simplemente eso: leyendas sin fundamento. ¿Y tú qué crees ahora después de esto? ¿Crees en la existencia de esta historia de amor? Al caer la noche fija la mirada al cielo y cuenta las estrellas. Verás que falta una... ¿Dónde podrá estar?
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