強力なダークロード
¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones.
Isaías 14:12
La caída de Satanás y sus ángeles ha estado envuelta en misterio desde siempre. A lo largo de la historia de la Iglesia, los cristianos han considerado al diablo y a sus secuaces como ángeles que fueron creados por Dios pero cayeron en el pecado y la miseria. Sí, es una buena historia. Sí, tiene sentido cada parte de ella y no sería tan difícil para un creyente pensar que la caída de Lucifer pasó exactamente como se narra en la biblia. Sí, tiene sentido... Tiene sentido hasta que oyes la historia real detrás de la caída del ángel más majestuoso que ha pisado el cielo. Y si nada de lo que te contaron tus abuelos sobre el diablo fuese cierto, ¿cómo reaccionarias? ¿Te atreverías a explorar lo más profundo de la verdad nunca antes contada? ¿Estarías listo para saber, finalmente después de tanto tiempo, quién es el príncipe de las tinieblas del que tanto hablan?
En el cielo, antes de su rebelión, Jungkook era el ángel más honrado de todos. Su semblante, tan precioso que alcanzaba una perfección que sólo era posible para él, era apacible y denotaba felicidad. Una luz especial resplandecía sobre su rostro y brillaba a su alrededor con más fulgor y hermosura que en los demás ángeles. Él fue el encargado de encender las primeras luces del universo, sus poderes no podían ser comparados por los de ningún otro ángel. Es por eso, que después de darle luz al mundo, Dios empezó a llamar a Jungkook como Lucifer, estrella de la mañana.
Pero al contrario de lo que cuenta la biblia, Jungkook jamás dejó que el poder que se le había otorgado se le subiera a la cabeza. Él nunca creyó que era mejor que los otros ángeles, ni decía merecer la adoración de todos. Tampoco tenía la intención de subir al trono y ser semejante a el "altísimo".
No, él nunca llegó a pensar que era mejor que Dios o su hijo Cristo. Porque para él, el único Dios más grande que Jehová, era cierto ángel risueño de rizos rubios y ojos color miel.
Sonrisa resplandeciente, risa inefable y unos labios, que irónicamente, significaban el más grande de los pecados. El ángel Jimin tenía la boca que ningún otro ángel tendría jamás, el ángel Jimin le parecía perfecto de formas que sólo un cristiano creería que Dios podría ser. Sus muslos eran majestuosos, tallados para ser fuertes. Su piel de vainilla brillaba, blanca como la nieve, y su torso marcado era la cura de todos sus males. El ángel Jimin le daba vida, una vida que ninguna oración le daría.
En un tiempo sólo lo había visto como un amigo, como un ángel más. Pero eso no duró mucho. Porque cuando empezaron a pasar más tiempo juntos, en el cielo y fuera de el, Jungkook se enamoró del ángel Jimin. Tanto que, cada vez que Dios los enviaba a una misión juntos, hacía todo lo que estuviese en su poder para que esta fuese bastante larga.
Así comenzó su amistad con Jimin. Al principio sólo hacían misiones juntos, pero habían terminado siendo los mejores amigos que el cielo tenía. Desarrollaron un vínculo más íntimo que el que tenían Dios y Jesucristo, algo tan puro y profundo como nunca lo hubo antes. El amor verdadero. El más inocente, genuino, y grande amor, que era y sería por los siglos de los siglos. El amor verdadero de los besos de los cuentos de hadas, ese amor. El amor que nadie había conocido, pero ellos sí.
Cuando se daba la ocasión, se bañaban juntos y desnudos en el mar de cristal. Corrían tomados de la mano por el campo, dormían abrazados debajo del árbol más alejado. No sabían lo que hacían, pero sí lo que sentían... Aunque no terminaran de descubrir que estaban enamorados. Se admiraban, se respetaban y deseaban la felicidad del otro sobre todas las cosas. Así se amaban, de esa manera tan intensa y pura. También se demostraban lo que sentían con besos en la frente, en la mejilla o abrazos largos y cargados de amor y ternura. Y se miraban, sí que lo hacían. Lo harían sin descansar ni un segundo. Se miraban, como si apreciaran desde lejos una obra de arte... Y se les notaban las ganas de poder rozar con la yema de sus dedos cada precioso detalle de esa obra de arte que tenían cara a cara.
Entonces, el ahora conocido como diablo, se dio cuenta de que lo que sentía por el ángel Jimin no era amor de amigos. Se dio cuenta de que estaba enamorado de la manera más sincera que podía llegar a existir. Lo amaba con locura, lo honraba. Quería compartir con él cada pensamiento suyo, cada angustia, cada alegría. Siempre que algo ocurría, por más pequeño que fuese, sólo quería hablarlo con él. Cada cosa que veía, del cielo o de la tierra, lo hacía pensar en él. Lo adoraba desde las curvas de su cuerpo hasta las de su cerebro y alma.
Amaba esos días cuando hablaban de cosas que no le dirían a nadie más, y también amaba cuando se quedaban en silencio y se abrazaban. Y se dio cuenta de que no imaginaba una eternidad sin él, y quiso proponerle matrimonio. Quería que sus almas fuesen una sola. Quería ser de Jimin, y que él fuese suyo también. Pero pertenecerle bonito, para ser libres juntos y desplegar sus alas hasta más allá del trono de Dios.
Y pensando que sus sentimientos serían bien recibidos por Dios, Jungkook le contó su plan de pedirle a Jimin que se casara con él.
Pero Dios enfureció, le dijo que no era posible que pagara así de mal todo el poder y esplendor que le había regalado. Que los ángeles no podían enamorarse de otros ángeles, porque era un pecado.
Dijo que los ángeles sólo podían casarse con hadas, que era el pecador más grande de todos y que por sus pecados pagaría si no se arrepentía.
Le dio siete días para pedir perdón y alejarse del ángel Jimin, o sino a ese precioso de rizos dorados le cortarían las alas.
También fue castigado con cuarenta latigazos, lo humillaron y lo desnudaron en una reunión pública para que todos viesen su sufrimiento.
Jimin se acercó a el lugar cuando escuchó todo el ruido, y casi se le sale el corazón al ver lo que le hacían a su precioso niño. Gimió asustado, soltó un alarido, y en su desespero, corrió hacia Jungkook sin importarle que Dios le ordenase furioso que no se acercara.
— N-No, no puede ser... ¿Qué es lo que te han hecho, mi ángel? — lloró el ángel Jimin, devastado. Y lo tomó en sus brazos y lo arrullo en ellos, ignorando el escándalo que eso causaría.
Jungkook hundió su rostro en el pecho del ángel, llorando como un pequeño niño asustado. Se aferró a sus ropas, las apretó en su puño y sollozó.
— Está bien, mi amor. — le susurró al oído Jimin, pasando sus pequeñas manos por las heridas abiertas de Jungkook, que lo mancharon de su sangre enseguida —. Está bien. — le consoló. Y entonces, para la sorpresa de todos, sus heridas empezaron a desaparecer y el llanto desgarrador de Jungkook se redujo a jadeos —. Estoy aquí, siempre estaré aquí. Hasta el final de los tiempos.
Algunos se maravillaron, otros no. Pero todos estaban igual de sorprendidos por la habilidad de curación que tenía el ángel Jimin.
Entonces vio Dios que el ángel también amaba a Lucifer de la misma manera profunda y pura.
— Jimin, mi ángel. — también le susurró Jungkook, esta vez llorando de alegría. Y se unieron en un abrazo que los hizo sonreír a ambos.
Dios habló nuevamente con Jungkook en privado, y esta vez le dijo que si no se arrepentía lo expulsaría para siempre del cielo a lugares secos y de tortura. Hasta ahí llegó la inocencia de Lucifer, siendo arrebatada por el mismo Dios. Porque finalmente podía ver las cosas como realmente eran, igual que como había pasado con Adan y Eva en el edén.
Lucifer sólo tenía una cosa en mente: todos tenemos derecho a unir nuestras vidas, amar, besar o desear a quién queramos. Y si este Dios no me lo permite, ya no quiero su maldito cielo.
Movido por dicha opresión, el odio, el rencor y la tristeza... decidió revelarse contra Dios. Él creía que todos debían ser libres para seguir su propia voluntad, y que la ley era una restricción de esa libertad.
Sabía que los ángeles lo honraban, y se dio cuenta de que tenía una misión especial que cumplir.
Entonces fue y habló con cada uno de sus amigos ángeles. Menos con el ángel Jimin, porque Dios lo había enviado a una misión para mantenerlo lejos.
Les declaró a los demás ángeles que él los había congregado para asegurarles que no soportaría más esa invasión de sus derechos y los de ellos: que nunca más se inclinaría ante Dios; que tomaría para sí la honra que debiera habérsele conferido, y sería el caudillo de todos los que estuvieran dispuestos a seguirlo y a obedecer su voz. Les prometió un nuevo gobierno, mejor que el que tenían entonces, en el que todo sería libertad. Muchísimos expresaron su propósito de aceptarlo como su dirigente y comandante en jefe.
Y lo apoyaron, por ser el primer ángel en no quedarse callado y oponerse a la ley de Dios. El primer guerrero de todos los tiempos.
Pero los ángeles que eran leales a Dios se apresuraron a llegar hasta este y le comunicaron lo que ocurría entre los ángeles, así que Dios declaró que pondría fin para siempre a la autoridad que había asumido Jungkook. Dijo que daría a los rebeldes una oportunidad para que midieran su fuerza contra él. En esa batalla cada ángel elegiría su propio bando y lo pondría de manifiesto ante todos.
Todo el cielo parecía estar en conmoción. Los ángeles se ordenaron en compañías; cada división tenía un ángel comandante al frente.
Entonces Jungkook, con lágrimas de indignación y furia en los ojos señaló a sus simpatizantes, que eran cerca de la mitad de los ángeles, y exclamó: —¡Ellos están conmigo! ¿Los expulsarás también y dejarás semejante vacío en el cielo?
Entonces hubo guerra en el cielo. Pero claro, Dios no podía soportar que alguien finalmente abriera los ojos y fuera contra él, así que cuando ganó expulsó a Jungkook del cielo junto a todos los demás ángeles que también luchaban por lo que merecían.
— ¿Jungkook? — susurró Jimin confundido. Detuvo su paso, cuando muy lejos de donde ocurrió la batalla, el desgarrador grito de Jungkook alcanzó a escuchar. Sintió que su corazón se detenía por un instante, y decidió volver a el cielo.
Y cuando regresó y supo lo que había ocurrido, todos le contaron que "Satanás" había iniciado la guerra porque quería ser más poderoso que el mismo Dios, y que ahora que había perdido había sido enviado a la tierra.
Jimin supo que Jungkook nunca iniciaría una guerra por esa sola razón, pero Dios no lo dejó bajar a la tierra a buscarlo cuando se lo pidió.
Y el ángel lloró, pidiendo desde lo más profundo de su ser, que le dejasen estar con quién más amaba en el universo una vez más.
Pero en venganza por haberle desafiado, Dios no expulsó a Jimin como lo hizo con Lucifer.
Entonces el ángel lloró tan desconsoladamente que desató una tormenta que regó la tierra, y Jungkook pudo sentir las lágrimas de su ángel en su rostro una última vez.
De la tierra que mojó la lluvia, surgió un gran trono de espinas. Y sonriendo de manera sombría, Jungkook se acercó a él.
— Saluden a el rey del infierno, demonios. Soy quién ahora lleva la corona, y la muerte es tan mía como lo son las almas. — gritó, y su voz se oyó hasta el cielo.
Ante su figura imponente, los demonios que antes eran ángeles se postraron y adoraron.
(...)
Jimin y Jungkook siguieron siendo amigos, pero sólo podían verse a escondidas y por un muy corto tiempo. Siguieron riendo juntos y pasándola bien, y Jimin jamás juzgó a Lucifer por lo que hizo a pesar de que él había decidido fingir frente a el chico que era verdad todo lo que decían de él en el cielo.
Pero no había pasado mucho tiempo para que Dios se enterara de que se disfrazaban de humanos e iban a la tierra a tener citas, por lo que Jungkook temía por la vida de su ángel y le había dicho que no se podían volver a ver nunca jamás.
— ¡Alejate de mí, jodido ángel! — le había gritado fingiendo estar furioso, tomándolo por los hombros y sacudiéndole como para hacerlo entrar en razón, pero su voz se rompía y en cualquier momento empezaría a llorar. Se decía a sí mismo que era lo correcto, que debía protegerlo —... Te odio, te odio a ti y a todo lo que viene del cielo.
— ¡Joder, Jungkook! Mi corazón está donde tú estés, no en el puto cielo. — zafándose bruscamente del agarre del diablo, gritó con lágrimas en sus ojos —. Eres mi mejor amigo, el cielo nunca ha sido mi casa, sino tú. — una mueca cruzó por su rostro, y Jungkook supo que estaba a punto de llorar.
— No puedo ser amigo de un ángel. — susurró, bajando la mirada y retrocediendo dos pasos. Sólo quería correr, alejarse. Tenía tanto miedo de lastimarlo.
— ¿Qué quiere que haga para usted hoy, gran señor de las tinieblas? — la voz seductora de aquella mujer lo sacó de sus pensamientos. Ella estaba arrodillaba frente a su trono, y le besaba la mano. Otras chicas y chicos bailaban a su alrededor.
— Dime, belleza. — ladeando una sonrisa e inclinándose hacia adelante, la tomó con fuerza del mentón y unió sus frentes bruscamente —. ¿Qué te hace pensar que quiero algo de ti? — le susurró sobre su boca, y sus oscuros ojos miraron directamente a los suyos.
— Usted me mandó a llamar... — susurró la mujer de regreso. Su nombre era Medusa, ella era un monstruo ctónico femenino. Estaba enamorada de la bella diosa Persefone, pero el corazón de Persefone pertenecía a Satanás.
— Sí, para que bailes como todas las otras, no para que vengas a joderme el puto día. — la apartó, gruñendo. Ella rió con satisfacción, amaba cuando Jungkook se irritaba por nada.
— No te preocupes, Lucifer. Yo a ti no te toco ni con un palo. — riéndose todavía, se puso de píe. Lo cierto era que, el diablo había entablado una extraña amistad con Medusa, en la que molestaban constantemente al otro y se reían de sus desgracias —. Hoy no has ido a ver a ese ángel, ¿es por eso que estás de tan mal humor?
— No. — apretó la mandíbula, desviando la mirada.
— Príncipe infernal, te conozco como si fueses mi hijo. Estás jodidamente enamorado. — lo miró con una sonrisa, feliz por el amor de su amigo. Pero nunca le diría que era así.
Medusa no sabía toda la historia de Lucifer y el ángel Jimin, ya que él había decidido contarle otra versión y le había inventado que se habían conocido hace unos años en la tierra y no habían podido romper la conexión que había entre ellos desde ese momento.
— Me gustaría amar y ser amada cómo tú. Ojalá mi hermosa Persefone sintiera lo que yo siento. — se lamentó la mujer, bajando la mirada.
Jungkook suspiró, quedándose en silencio por unos segundos para organizar sus pensamientos. Medusa también decidió callar, recordando los verdes ojos de su amada. Y por primera vez, ninguno hizo bromas malas sobre el sufrimiento del otro.
— Nunca más lo volveré a ver, Medusa. Se acabó. — le confesó con gran tristeza, cansado de toda esa mierda. Porque él haría todo por Jimin, y si para evitar que sufriera algún daño tenía que alejarse, lo haría.
(...)
Jungkook sabía que aunque hiciese todo lo que se podía para no ver a Jimin, eventualmente lo haría. Tal vez se encontrarían por casualidad, de la manera más tonta. Tal vez a Jimin en una ocasión le tocaría recoger almas el mismo día que a él, o tal vez estaría presente cuando tuviese una de sus tantas pesadas y largas reuniones con Dios.
Pero no imagino que volvería a verlo tan pronto. El mismo día que le pidió que se alejase, para ser exactos.
Y es que justo cuando estaba en su descanso, le llegó la noticia de que un ángel había entrado al infierno. Y que no era cualquier ángel, sino el ángel Jimin... El ángel que todos los demonios tenían prohibido lastimar.
— Ya le hemos puesto obstáculos, pero los ha vencido todos. Si tan sólo usted nos dejase atacarlo de verdad-... — antes de que su asistente terminase de hablar, Jungkook gruñó. El joven de anteojos saltó en su lugar, entre sorprendido y asustado.
— Ni siquiera está permitido pensar en lastimarlo. — contestó fríamente, sin mirarlo —. Y tú no quieres perder tus privilegios ni nuestra amistad, ¿no es así?
— No, claro que no. — se acomodó los anteojos, y garabateó algo en su libreta —. Es sólo que cuando el ángel atraviese el mar de tormento... Llegará hasta la sala del trono. En cualquier momento.
— No podemos hacer nada más... — suspiró, y sin darse cuenta, ladeó una sonrisa llena de orgullo —. Mi chico está tan listo como siempre.
Entonces las puertas hicieron un gran estruendo al abrirse, y el sonido de una acelerada respiración hizo eco en el salón.
Jungkook escuchó pasos.
Firmes, decididos, enojados. Era el ángel Jimin acercándose.
Jungkook alzó la mirada despacio, con cuidado. Temía que sus ojos brillasen al encontrarlo ahí, probablemente listo para correr a sus brazos y pedirle que no lo alejase. Listo para tirarse al infierno sólo por él.
Y sí, se encontró con los ojos del amor de su vida enseguida que alzó los suyos en busca de ellos.
Pero supo controlarse.
Y sólo le dedicó una mirada fuerte y helada, fija. Una de esas miradas que escudriñan, que parecen estar cargadas de odio.
Pero Jimin no se sintió intimidado, conocía a Jungkook desde hace demasiado como para saber perfectamente cuando estaba fingiendo.
Así que lo miró a los ojos de la misma manera, sin intenciones de perder aquella pequeña guerra.
Jadeando, con sus rizos de oro enredados y una cortada abierta en su mejilla, lo retó con sus ojos. Con sus dientes apretados, sus ojos que lo miraban fijo, de frente. E inevitablemente, el diablo sólo lo deseó más.
— ¿Te perdiste, gatito? — ladeó una retorcida sonrisa, riendo burlón —. El cielo está ahí arriba. Este no es lugar para que pequeños cómo tú jueguen. — su expresión cambió mágicamente, volviéndose dura. Su voz se distorsionó y se volvió escalofriante, como si millones de voces gritaran potentemente al mismo tiempo. Sus ojos se tornaron completamente blancos, su cuello se ladeó hacia un lado, y él se elevó hasta que sus pies abandonaron el suelo —. Fuera de aquí, sucio ángel.
— Oh, no te atrevas. — gruñó, y a la velocidad de la luz, abrió sus imponentes y fuertes alas. Todavía estaba jadeando, con sus cabellos desordenados y vestiduras rotas por haber escapado de tantos demonios en un sólo día —. No te atrevas a decirme que no puedo estar aquí cuando tu patético trono salió de mis jodidas lágrimas. — le lanzó una mirada furiosa que mataría a cualquiera, y los ojos de Jeon volvieron a parecer los de un celestial y no de un demonio —. El infierno me pertenece, cariño. Dios te quitó todos tus poderes... y yo te los regresé ese día con la lluvia. ¡Este maldito lugar sería imposible sin mí! Todo lo que eres, todo este reino... Es por mí. Y vengo a reclamar mi maldito trono.
Sin darle tiempo a Jungkook para nada, avanzó hacia él como un rayo y sus gigantes alas zumbaron en el aire.
— ¿Para qué quieres jugar a ser rey, angelito? Sólo te estarás condenando a ti mismo. — lamió sus labios, sonriendo burlón. El ángel llegó hasta donde estaba, y tomó sin piedad su cuello entre sus dos manos.
— Sé que no me odias tanto como te llenas esa deliciosa boca diciéndolo, así que dime algo que sea cierto y dame una buena razón para olvidarme de ti como tanto me lo pides. Porque maldita sea, no puedo. Has sido mi mejor amigo por tantos años... Y simplemente no te imagino siendo el diablo desalmado del que todos hablan. — sus ojos se cristalizaron, pero su mirada furiosa no abandonó su rostro —. Ni siquiera creo que antes de tu caída, iniciaras una guerra con Dios solo porque le tenías envidia. ¡No, no creo en esas mentiras! No creo que me quieras lejos, ni que me odies... Ni que sólo me mantengas vivo para no quedarte sin poderes. — con tan sólo hablarle así, sostener su rostro y mirarlo a los ojos, ya lo estaba desarmando —. Jungkook, yo sé que entre nosotros hay más que este jodido vínculo de poderes. Así que por favor, dime por qué iniciaste esa batalla en el cielo. Dime quién te obliga a decirme y hacerme cosas que no quieres... — le pidió, hablando sobre sus labios, mirándolo con necesidad. Y Jungkook lo veía de la misma manera —. Dime, Jungkook. Tendrás que decirme... Porque si no me dices...
— ¿Qué pasará si no te digo? — lo retó.
— Si no me dices, nos enfrentaremos. Y cuando seas derrotado por mí y yo sea tu rey, te torturaré en este infierno hasta que me digas todo lo que sabes. — le contestó fríamente, endureciendo sus facciones.
Pero Jungkook sabía que Jimin no hablaba enserio.
Jungkook sabía que Jimin había entrado haciéndose el enojado y gritando esas cosas sólo para hacerle creer que no tenía escapatoria y que tenía que decir la verdad.
Jungkook sabía que aún si no le confesaba en ese momento que Dios era la razón por la que lo alejaba, Jimin no intentaría quitarle el trono.
Sólo se iría, e intentaría volver al día siguiente.
Jungkook sabía que Jimin jamás lo lastimaría, y que siempre pensaría lo mejor sobre él.
Aún si en ese momento no confesaba la verdadera razón por la que hubo aquella gran batalla en el cielo.
— ¿Enserio quieres saber la verdad? — le preguntó con una sonrisa cargada de amargura, ya sintiéndose derrotado.
Y Jimin sabía que Jungkook mataría a quién le hizo aquel resguño en la cara, aún si la herida ya estuviese cerrando debido a la magia que poseía en todo su cuerpo.
Jimin sabía que Jungkook mataría, si pudiese, a cualquiera que tuviese un mal pensamiento acerca de él.
— Sí, quiero la verdad. — pronunció con confianza.
Jimin sabía que Jungkook sólo era aquel famoso diablo desalmado cuando se trataba de él.
— Que te amo, pero no como los mejores amigos ángeles que éramos allá en el cielo. — confesó en un susurro, con su honesta mirada en la de Jimin. Las alas del ángel dejaron de aletear. Y ambos, cayeron despacio de rodillas al suelo en un abrazo. Sus miradas no se desconectaron ni un segundo —. Yo te amo porque estoy enamorado de ti. Te amo porque eres lo que más admiro y respeto de todo el universo, te amo porque significas todo en mi vida. Te amo, porque para mí eres el ser más maravilloso que existe. Estoy enamorado tan mal de ti, pero Dios no aceptó eso. Me pidió que renunciara a ti, y yo no voy a renunciar a ti por nada ni nadie, porque te amo. Y cuando hice esa batalla, quise ganar el cielo para nosotros. Pero perdí. Y te perdí a ti, porque ahora tú estás allá arriba y yo aquí abajo. Pero lo peor es que... sacrificaría mi felicidad una y otra vez para solamente intentar ganar el cielo para ti, y lo haría todo para que Dios cortara mis alas y no las tuyas. Y bueno, mi amor, es por eso que estoy aquí. Es por eso que te alejo. Ese es el porqué de todo. Porque te amo.
Jungkook ni siquiera se dio cuenta de que, mientras estaba hablando sobre todo eso, cerró sus ojos con fuerza y se ocultó el rostro entre las manos.
Cuando apartó sus manos y sus ojos se abrieron para volar hacia Jimin, sólo vio a un ángel hecho un mar de lágrimas que lo miraba como si él también fuese el gran amor de su vida.
Como si fuese su tesoro, su razón de ser.
— J-Jungkook, si tan sólo me hubieses dicho antes. Yo desde hace mucho habría intentado ganar el cielo para nosotros una segunda vez. — entre sus dos pequeñas manos, tomó el rostro del chico. Lo acarició, y dejó que su frente cayera sobre la contraria —. Porque yo a ti también te amo.
Lo más cierto de esta historia es que la razón principal por la que Jungkook se rebeló en contra de Dios fue el amor.
Su amor por el ángel Jimin.
¿Que cómo lo sé?
Lo sé porque soy él, el diablo del que nunca te hablaron.
El diablo que lo hizo todo para no perder a el ángel Jimin, su estrella de la mañana.
Luego de que Jimin me confesara que también me amaba, lo besé. Y en ese momento toda mi vida empezó a tener sentido, todo empezó a encajar.
Pero no estamos en un cuento de hadas.
Cuando corté el beso, Jimin cayó en mis brazos, inconsciente.
Porque con ese beso Luficer hechizó a el ángel, para hacerlo olvidar quién era él y también el camino que conducía hasta el infierno.
Y así el ángel nunca iba a saber que lo amaba,
Porque ya no había manera de que se volviesen a ver.
— Nuestros sentimientos están envenenados, lo siento. — sollozando, lo sostuve entre mis brazos una última vez —. No permitiré que nadie se robe tu felicidad, ángel. Ni siquiera yo mismo. — cerré mis ojos. Sentía que moría, que ardía en un infinito fuego de dolor. Mi tristeza no se comparaba con nada.
Le besé la frente. Estar atrapado en el infierno por la eternidad valía la pena por esa preciosa sonrisa.
(...)
4371 palabras. Es el oneshot más largo que he escrito, y probablemente también el más aburrido. 😔💗
Tiene un segundo final, no es necesario leerlo si prefieren quedarse con este. ☁
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