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Capitulo 8

A la hora acordada, Claudia ya estaba lista, aunque desde mucho antes estaba dando vueltas como loca de los nervios que tenía. 

Es que Él nunca llegaba tarde, y tenía la sensación de que no iba a aparecer. Realmente estaba nerviosa ¿Y si no aparecía? Pues se lo tenía merecido, por fácil -se repetía ella una y otra vez- 

No quería llamarle.  No lo conocía, no de verdad. De echo ella solo Sabía lo que el resto sabía.

Bruce Black era un magnate en los negocios, el CEO más aclamado por el género femenino, pero realmente no lo conocían. 

Se sentía estúpida, es que fue muy facil, una estúpida sonrisa encantadora y ya le estaba abriendo las estúpidas piernas ¿En serio Claudia, en serio?

Triste y se dejó caer en su cama.

Era obvio que no iba a ir. Se sentía estúpida realmente.

Cómo la profesiónal que era en reprimir sus sentimientos eso hizo, toda su vids vivio reprimiendo sus sentimientos.

Volvió a suspirar sintiendo un peso en el pecho, odiaba eso.

Resoplo al escuchar el timbre, salió de su cama y fue hacia la puerta. 

Abrió la puerta con el ceño fruncido al ver su preciosa cara llena de culpa mientras él estaba de pie en el pasillo.

—Claudia, lo siento, de verdad. 

Claudia no sabía qué decir. A decir verdad nunca decía nada… a nadie, no le gustaba contwrle sus problemas a los demas prefería tragarse la rabia y no demostrarla, desoues de todo era buena reprimiendo los sentimientos.

A de más ¿A quien le importaba sus sentimientos? ¿A él que apenas la conocía?

—¿Qué te ha pasado?— pregunto con la voz más neutra. Sin emociones.

—Estaba de camino, iba a llegar pronto pero atropelle a un perro y no lo tuve que llevar al veterinario.

Claudia lo miró boquiabierta, esa era la excusa mas estúpida que había escuchado en su vida.

—¿Es en serio?

—¡Si! No te miento —Él se acercó y la agarró por la parte superior de los brazos— Sé que todavía no confías en mí. Lo puedo ver en tu cara. No me mires así, Odio esa mirada. —Le acarició las mejillas con las dos manos hasta que ella se relajó visiblemente, que estúpida era, en serio—. Quería que esta cita fuera especial y lo he fastidiado por completo.

Se cacheteó mentalmente  por estar recordando cosas indebidas, indebidas hechas por él, en la cama, de muchas formas, no, basta de estupideces. 

— Pensaba que no ibas a venir.

—Claro que iba a venir. Me moría por verte. —Él se rio

Acaricio su mejilla detallando sus ojos bicolor que le gustaban tanto.

—estás preciosa. Y tus ojos, no me canso de decir que son hermosos.

Ella sonrió mientras su corazón se aceleraba sin control.

La media hora de espera la había hecho pensar en muchas cosas que había

dejado a un lado. En cosas que no quería pensar. De alguna manera, ese hombre era capaz de hacer que se sintiera estúpidamente feliz y terriblemente molesta.

No estaba segura de que le gustara la idea.

Él deslizó el brazo alrededor de su cintura en el ascensor y la besó en la cabeza.

—Siento haber dañado tu noche.

Ella no era capaz de mirarlo. Lo único que podía hacer era permitir que su cuerpo se quedara paralizado para no sentir nada más. No quería sentir nada más 

—Claudia, sé que no estás de muy buen humor ahora mismo y que yo soy el culpable, pero ¿te puedo pedir un favor?— le dijo cuando estuvieron en el carro 

—¿Si? —Ella en serio estaba intentando  animarse

—¿Podemos parar en el veterinario para ver cómo está el perro?

A Claudia le dio papito al ver su cara tan... Mierda ¿Cómo era posible que se preocupara tanto por un animalito? Bueno en cierto modo el fue el causante tiene que estarlo.

Pero ver  La súplica le hizo ablandarse  y, al instante, ella le creyó. No estaba poniendo una excusa.

Estaba diciendo la verdad. No era el tipo de hombre que caería así de bajo, y ella se reprochó mentalmente el haberle juzgado mal.

—okay —Y, cuando ella sonrió esta vez, lo hizo desde el corazón.

El perro  resultó ser un callejero, pero tenía las patas delanteras fracturadas y el veterinario estaba trabajando en ello. 

Claudia  acarició al perro inconsciente y vio que Bruce la estaba mirando. 

Una amplia sonrisa se dibujó en la cara de ella y deslizó la mano alrededor de su cintura.

—Creo que no me gustas mucho —bromeó ella.

La mirada de Bruce se llenó de lo que ella solo podía describir como adoración, algo que ella pensaba que solo vería en películas.

Él presionó los labios con fuerza sobre un lado de su cabeza y le susurró al oído:

—Y yo creo que me gustas demasiado para mi propio bien.

Estaba estúpidamente feliz, que idiotez. 

Era la primera cosa que había dicho él

para mostrar que estaba realmente interesado en lo que fuera que estaban haciendo. La primera noche que habían salido juntos había perdido el control.

Bruce era maravilloso y ella no era capaz de decidir si sería estúpida por confiar en él completamente o si sería realmente inteligente.

Bruce  deslizó la mano entre sus dedos y aparcó enfrente de lo que ella creía que era una pista de patinaje sobre hielo.

—¿Qué hacemos aquí?

Él sonrió y le puso el brazo sobre el hombro. Ella  se dio cuenta de lo diferente que estaba. No llevaba traje, y era la primera vez.

Con una camisa negra y unos pantalones a juego, él parecía un pecado peligroso y cautivador al que ella sucumbiría mil veces sin miedo a las repercusiones.

Literalmente era el hombre más sexi que se había follado jamás.

—Vamos a patinar sobre hielo.

—¿Es un chiste cierto? — tembló un poco de solo imaginarlo

—vamos, Será muy divertido.

Ella se detuvo fuera de la pista, donde unos adultos se deslizaban airosamente sobre el hielo, y ella entrecerró los ojos.

—Yo... Yo no puedo hacerlo Me romperé el culo al solo poner un pie allí.

Él la tomo por los brazos y la giró hacia él, haciendo que su pecho golpeara sobre el suyo. Respirando hondo, le puso un mechón de pelo detrás de la oreja.

—no te va a pasar nada ¿De acuerdo? Te voy a cuidar

A Claudia se le olvidó cómo respirar y su corazón le saltaba en el pecho como loco . «No, no, no, no. Son solo palabras. No les hagas demasiado caso. No seas estupida».

Tenía la sensación de que podía contar con él, pero sabía que en realidad era tan seguro como caminar sobre brasas ardiendo.

Aun así, ella sonrió cuando él agachó la cabeza para besarla. Entonces ella se liberó y empezó a ponerse los patines.

—Vamos a hacerlo.

Bruce se rio ante su entusiasmo y la ayudó a ponerse los patines. Ese hombre tan poderoso arrodillado a sus pies y poniéndole las tiras y las hebillas hizo que su corazón se retorciera de deseo.

Es que a ver, ¿cómo no mirarlo y querer saltarle encima?

Cuando él le dijo que estuviera quieta sobre el hielo mientras ella se agarraba a la barandilla, ella respiró hondo y el aire salió rápidamente de sus pulmones.

—Deberías saber… —dijo ella mientras él se deslizaba a su lado como si estuviera caminando en la sala de su casa en vez de sobre hielo mientras ella temblaba como gelatina — que esto es lo más arriesgado peligroso que he hecho desde que estaba en kinder

Ambos rieron. Para luego mirarse como  un par de tontos.

Justo cuando ella pensaba que él se había inclinado para darle un beso en la boca, ella se cayó de culo con un quejido.

—¡Caray! —bruce la levantó en cuestión de segundos —. ¿Te hiciste daño?—preguntó él con una leve risa.

—creo que no —Ella se ajustó el casco, alegrándose de que estuviera obligada a llevarlo. Y entonces se cayó de culo otra vez.

—Por el amor de Dios, mujer, ponte las pilas —bromeó él y la levantó, sujetándola con firmeza esta vez mientras la ayudaba a moverse por el hielo

—. Creo que cuando has dicho que te romperías el culo lo decía en serio.

Ella  se estaba riendo cuando él la besó bruscamente en la boca, con prisa, rápidamente, y el calor le atravesó los huesos durante la siguiente hora mientras él no la dejaba caer de nuevo. Porque no la soltaba. Cuando finalmente se cayó, él interrumpió la caída deslizándose por debajo de ella.

Cuando por fin salieron de la pista, ella lanzó los brazos alrededor de su cuello y le atrapó la boca en un beso, dándole un beso aoiradon y apasionado.

Él le rodeó la cintura con los brazos  y le empujó la cabeza hacia atrás. Mientras sus lenguas se enredaban, Claudia gemía en su boca y ralentizaba los movimientos de sus labios, dejando que él tuviera el control.

Él deslizó las manos por la parte frontal de su cuerpo, le cogió la cara con las manos e interrumpió el beso. Él clavó la mirada en su cara levantada y agitó la cabeza.

—Me estás volviendo loco

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