Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Estoy contigo

Los copos de nieve caían sobre las escasas praderas de Berk, con una elegancia y sutileza dignas de aparecer en un poema heroico de guerras vikingas. La brisa vigorosa azotaba los cabellos de Hipo, causando que por momentos los mechones semi rojizos cubrieran los ojos esmeraldas del escandinavo.

El clima invernal y los cielos grises le recordaba a su padre. Estoico era un hombre rudo, tal como el clima inhóspito de las islas escandinavas, era valiente y sagaz, terco como un jabalí, pero amable cual viento veraniego de altamar. Inspiraba paz a sus seguidores, y también a él. De su mente no podía borrar todos los momentos que vivió junto a él; su gruesa barba, y sus manos como lijas eran lo primero que sentía en cada abrazo, o en cada reprimenda. Durante un tiempo pensó, que la muerte de su progenitor sería el peor suceso de su vida, pero estaba muy equivocado.

—¿Estas bien? —le pregunto al vikingo una voz profunda.

Hipo, pasmado giro lentamente la cabeza. Eret se encontraba a solo metros de él. "¿Cómo me encontró?", pensó el vikingo de ojos verdes, "este lugar es mi secreto, ni siquiera Astrid sabe que vengo aquí"

—Si...se lo que dirás ¿Cómo demonios me encontraste Eret? ¿Acaso me estabas siguiendo? —soltó el moreno, imitando la voz de Hipo.

—¡Esto no es gracioso Eret! —gruñó el jefe de Berk, posando su mirar nuevamente en las praderas nevadas.

—Lo siento...—se disculpó el hombre, acercándose silenciosamente a Hipo —sabes, esto me duele tanto como a ti ¿Crees que no me destrozo el ver a Brutilda y a Astrid? ¡Pues claro que me destrozó! — bramo Eret, con los ojos brillantes por las lagrimas que comenzaron a salir.

Hipo no respondió, solo se limito a mirar fijamente los copos de nieve que se amontonaban sobre el pastizal.

—No sabes cuantas ganas tengo de ahorcar a ambas, estoy tan...—el moreno guardo silencio. El rostro afligido de Hipo le preocupaba. Ese hombre cuya pierna de metal se comenzaba a congelar, era el jefe de Berk, era el quien debía encargarse del pueblo, si el lucia así, Berk se hundiría con él. —Sabes...¿Por qué no nos olvidamos de esto? —le pregunto a Hipo.

—Lo intento...pero aun amo a Astrid...yo...

Las palabras de Hipo fueron interrumpidas por Eret, quien tapo la boca del castaño suavemente con su dedo índice.

—No hables más...—le pidió el vikingo fornido, mientras guardaba su dedo en su puño —Amas a Astrid por que es la única persona con la que has estado, yo te ayudare con eso, después de todo ya ha pasado casi medio año desde que nos enteramos, tenemos que seguir con nuestras vidas ¿verdad?

—Eso creo...—susurro Hipo, alejando la mirada de su compañero.

—Te ayudare amigo, ¡Ya veras que te olvidas rápido de esa mujer! —exclamo Eret, mientras tomaba el delicado rostro de Hipo entre sus manos.

Eret jamás lo demostró, pero estaba locamente enamorado de Hipo. El día en que lo vio por primera vez supo que era especial. Su rostro angelical, su cuerpo delgado y su extraña inocencia fueron las cualidades de Hipo que lo impresionaron. Se caso con Brutilda para engendrar hijos, la misión primordial de todo vikingo; por desgracia esa unión no tuvo ningún buen resultado; dos abortos y un niño deforme que murió a los pocos días de nacer fueron los frutos de la relación. Pero a pesar de todo el moreno admitía que durante un tiempo llego a querer a la rubia, sin embargo, su repentina traición con la esposa del jefe, causo que todo el cariño que había logrado sentir por ella de desvaneciera.

El moreno entro a la casa que compartía con Brutilda y causando un estruendo brutal, cerro la puerta. La rubia lo miro por el rabillo del ojo. Desde el incidente no se hablaban mucho, prácticamente ni se miraban.

El desorden era el rey en aquella cabaña. La ropa sucia y los platos usados rondaban por doquier. Eret quería sorprender a Hipo, deseaba que todo fuera perfecto, y no dejaría que su floja esposa lo arruinara.

—Hipo va a venir...—soltó el moreno enojado.

—Bien...—dijo Brutilda secamente, sin parar de afilar una espada.

—Necesito que ordenes...

Las palabras de Eret fueron un golpe para Brutilda. Con la espada en alto, se puso de pie y desafío al moreno que había osado darle órdenes.

—¡Ordenaras tu mismo! —gruño la mujer —¡Y si vuelves a hablarme así juro que te cortare el pene yo misma! —amenazo Brutilda, para luego ir en busca de su abrigo, y desaparecer por la puerta principal.

La luna ya estaba en su punto más alto. Ni un alma se arrastraba por los callejones del pueblo vikingo. Como un ser demoníaco, Hipo caminaba por Berk, su gruesa capa de piel era tan larga que llegaba hasta el suelo y su cabello atado en una coleta pequeña brillaba gracias a la luz nocturna.

Cuando llego a la cabaña de Eret, toco sin dudar. Dos golpes bastaron para que el vikingo saliera a recibirlo.

—Eres puntual...—dijo Eret con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—¿Dónde quedaría mi honor de jefe si te hago esperar? —respondió Hipo, mientras penetraba en la casa del moreno.

La cabaña estaba ordenada, todo el su lugar, el piso brillaba a la luz de las velas, que Eret cuidadosamente había acomodado. Dos platos de madera descansaban sobre un tronco que Brutilda y su esposo utilizaban como comedor.

—¿Qué es todo esto? —pregunto Hipo pasmado.

—No es nada...solo un poco de comida...—respondió nervioso Eret tocándose la nuca.

—¿Y eso me hará olvidar lo que hizo Astrid? —dudo Hipo

—Lo que viene después lo hará.

La cena transcurrió con normalidad, Hipo comió y bebió muy poco, tal como Eret esperaba. El estomago del vikingo era pequeño, por lo que no se necesitaba mucho para llenarlo.

Las miradas de Eret incomodaron un poco al castaño, quien levanto la vista para posarla en su anfitrión.

—¿Pasa algo? —pregunto Hipo, nervioso.

—No pasa nada, es solo que...—Eret cerro su boca por unos instantes —Es solo que...¿Estas listo para la siguiente fase? —consulto el moreno, con una sonrisa en el rostro.

—Eso creo...—respondió Hipo

—Bien, prométeme que confiaras en mi...—pidió Eret, para luego beber los últimos restos de vino que quedaban en su vaso.

—¡Bien lo haré! —exclamó Hipo moviendo la cabeza.

Eret se puso de pie y saco de su bolsillo una tela negra, con la cual tapo los ojos de Hipo. el paño era suave al tacto, lo que motivo al castaño a pensar que pertenecía a uno de los vestidos de Brutilda.

—¿Tanto la odias? —pregunto el vikingo delgado, sin moverse de su lugar, refiriéndose al origen de la tela.

—Como no tienes idea—contesto Eret, mientras terminaba de cubrir los ojos de Hipo. —Ahora tendrás que acompañarme a otro lugar —le pidió el moreno a su huésped.

—Ja,ja.ja ¿Qué clase de broma es esta? —se burló el hombre de los ojos vendados

—Solo confía en mí...—dijo el vikingo fornido, tomando el brazo izquierdo del castaño.

Hipo se puso de pie al instante. La curiosidad lo estaba matando, quería saber lo que Eret había planeado. Cientos de preguntas rondaban por su cabeza "¿Qué escondería? ¿habría mujeres? ¿realmente quería estar con una mujer que no fuera Astrid?"; todas esas interrogantes lo obligaban a pensar en si había hecho lo correcto. En lo más profundo de su corazón deseaba irse a casa. Añoraba que todo volviese a la normalidad, que todo fuera como cuando él y Astrid se casaron, pero era imposible, el daño ya estaba hecho.

Eret guiaba al vikingo ciego. Con cuidado lo tomo de los brazos y lo condujo a su habitación, la misma que antes compartía con Brutilda. Sutilmente abrió la puerta, y sin soltar al castaño empujo el trozo de madera. Una cama cubierta con pieles de yak, sogas y un par de almohadas descansaban el cuarto, cuya única fuente de luz eran tres velas que se encontraban sobre una pequeña mesa. Eret guio a Hipo hasta el catre, le pidió que se sentara y que no se quitara la tela de los ojos. El líder de Berk obedeció y sin mostrar preocupación se tendió en la cama.

El moreno tomó una de las cuerdas y sin que Hipo pueda advertirlo lo ató al respaldo del lecho. El castaño trataba de librarse retorciéndose como un animal herido, pero le era imposible, Eret era mucho más fuerte que él.

—¡¿Qué te pasa?!—exclamó Hipo con el miedo a flor de piel —¡¿quieres matarme?!

—Solo cálmate y confía en mí —respondió el moreno, mientras tomaba otra soga — Lo vas a disfrutar —explicó, para luego sacar la pierna de metal de Hipo y culminar de inmovilizar a este.

El sudor comenzó a recorrer el cuerpo de Hipo. Sus ropas y cabellos se empaparon de liquido rápidamente lo que le daba un aire débil y seductor.

El cuerpo de Eret reaccionó inmediatamente a la escena provocadora que Hipo protagonizaba. Su miembro viril no tardo en ponerse erecto. El pantalón del moreno paso de ser una prenda abrigadora, a una inútil y molesta.

—¡Eret suéltame por favor! —clamo Hipo, sin parar de contorsionar su cuerpo, curvando su espalda, inconscientemente de una manera erótica.

—Tranquilo Hipo...—susurro el moreno, mientras se acercaba al vikingo atado —Créeme, esto te encantara —murmuró con sensualidad a solo centímetros de la boca del castaño.

Las grandes manos de Eret tomaron el pantalón verde musgo del hombre cojo, y lo arrancaron de su dueño con una fuerza digna de un vikingo. El pene de Hipo quedo a la vista, a diferencia del de Eret, no se encontraba listo para copular, cosa que motivó al pelinegro a comenzar el acto sexual. La boca del varón musculoso engullo el falo de su compañero. Un débil gemido salió de la boca del vikingo de cabello marrón, cosa que alentó a Eret a chupar delicadamente el glande de su amigo, que tenía un leve sabor salado a causa del sudor.

—Aggg—gimió Hipo, mientras mecía sus caderas de arriba hacia abajo —Su...su...suéltame...—dijo entre jadeos el cojo.

Eret hizo caso omiso a las peticiones de su invitado, y dejándose llevar por la excitación, comenzó a lamer el miembro de este. Con movimientos rápidos pero suaves, el moreno logro que el pene de Hipo se endureciera. Una ligera sonrisa picara se dibujo en la cara de Eret cuando vio el resultado de sus acciones.

—Admítelo, te gusta...—soltó el pelinegro, mientras subía lentamente por el cuerpo de Hipo, dejando pequeños y en momentos brutos besos en el acto.

El pálido rostro del castaño había adoptado el rojo como su color principal. El cuerpo de Hipo ardía como si se encontrase en un desierto, la transpiración que emanaba de él era tibia. Sentía que en cualquier momento explotaría. Los besos de Eret causaban que un fino y a la vez placentero cosquilleo recorriera cada centímetro de él, lo que lo obligaba a preguntarse "¿Por qué me está gustando esto?"

Cuando el moreno llego a la boca de Hipo, saco la lengua y salvajemente la metió dentro de la boca este. Eret sentía como el hombre de ojos esmeralda trataba de zafarse del beso, de una manera hipócrita.

Finalmente, Hipo se rindió y comenzó a mover su lengua de la misma manera salvaje que lo hacía Eret. El corazón del vikingo cojo comenzó a latir con fuerza, y de improviso sintió que el aire le faltaba. Eret percibió la ansiedad que invadía a Hipo y termino el erótico beso.

Ambos jadeaban. El olor masculino había inundado la habitación, pero a ellos no les desgradaba, al contrario, ese aroma causaba que Eret deseara más.

Hipo respiraba entrecortadamente, su pecho se elevaba con cada suspiro. Su cuerpo ya sentía las consecuencias de la excitación, quería que Eret siguiera, quería ver lo que el vikingo hacía con él, y también quería actuar y lamer cada centímetro del moreno.

—De...de...desátame...—exigió el jefe de Berk, dejando de lado su actitud débil y compasiva

—Pe...pero....

—¡Dije que me desates ahora! — gruño Hipo, adoptando una actitud dominante.

Eret no tuvo alternativa, y con el corazón destrozado libero al castaño de las sogas y de la tela negra que cubría sus luceros color esmeralda.

—Lo sien...

Un beso salvaje y repentino de parte de Hipo interrumpió la disculpa de Eret. Asombrado y a la vez maravillado el pelinegro se dejo llevar por la muestra de afecto, y rodeo el delgado cuerpo semidesnudo del vikingo.

—¿Qué fue todo eso? —pregunto pasmado el moreno, sin soltar el cuerpo de su compañero.

—Solo...solo quiero que sigas...mas bien que sigamos...—respondió Hipo con el rosto ruborizado.

Las palabras de Hipo fueron música para los oídos de Eret, quien luego escuchar la petición de su jefe se tiro sobre la cama de una forma torpe. Picaronamente el castaño se monto sobre el moreno, y comenzó a besarlo apasionadamente. Primero solo en la boca, pero luego el sabor de los labios lo hartaron y decidió bajar hacia el cuello, lugar en el que decidió morder la dura y salada piel de Eret.

—Ahh —gimoteo el moreno entre jadeos —¿Te gusta lo rudo eh?

Hipo no respondió, no deseaba hablar, su plan era seguir pegado al cuerpo de Eret, lamerlo hasta que se enrojeciera cada parte de él.

El castaño no tardo en cansarse del cuello, cosa que lo motivo a seguir mas abajo, eso lo obligo a desnudar al moreno por completo. Quito primero el grueso abrigo de Eret, y después su camisa, cosa que dejo al descubierto los músculos bien formados de aquel hombre. La curiosidad hizo que Hipo bajara más, hasta la entrepierna del moreno, lugar en el que libero el miembro de su compañero.

—Gracias —dijo Eret nervioso, y burlescamente —estaba a punto de reventar...

Hipo no le tomo atención al agradecimiento de Eret. El gran falo del moreno lo dejo aturdido por unos momentos, no se podía imaginar como entraría todo eso en su boca, o en su trasero. Aquella reflexión lo obligo colorarse más, se propuso a si mismo no dudar, y sin meditarlo se tragó la punta del pene de Eret. La boca húmeda y pequeña del vikingo hizo sentir al trigueño en el paraíso y un cosquilleo placentero, recorrió todo su miembro.

Hipo, movió su cabeza de arriba hacia abajo, intentando saborear mas del falo de su amigo, pero sus pequeñas facciones se lo impedían, por lo que sus esfuerzos solo le permitieron llegar hasta la mitad.

El cuerpo de Eret temblaba ligeramente cada vez que Hipo intentaba tragar mas de su miembro. Sus movimientos eran suaves, tenían la suficiente presión como para hacerlo sentir en un sueño.

Hipo quito su boca del pene de Eret dejando un rastro de saliva, hecho esto, el castaño saco su pequeña lengua y saboreo al moreno desde los testículos hasta la punta de su miembro. Con cada lamida las extremidades del hombre se sentían deliciosamente débiles, no quería que Hipo parara, pero si deseaba que acelerara, por lo que en un movimiento tomo la cabeza del castaño y lo obligo a tragarse su pene nuevamente.

El miembro de Eret llego hasta la garganta de Hipo y, aun así, faltaban unos cuantos milímetros para que estuviera completamente cubierto por la boca de este. El castaño sentía que se ahogaba, pero al mismo tiempo, eso le provocaba una intensa sensación agradable. Con rudeza el moreno alejo la cabeza del ojiverde y luego, de la misma forma, lo acerco nuevamente a su pene, obligándolo a devorarlo completo.

De una manera feroz, Eret meneaba sus caderas mientras sujetaba la cabeza del castaño con fuerza. Los movimientos violentos del trigueño obligaban a Hipo a mantener los ojos cerrados. La bestialidad de su compañero ya lo estaba cansando, ya no sentía su mandíbula, y un deseo intenso de ser consentido había aparecido repentinamente. Anhelando sentir una presión en su entrepierna, Hipo, mordió el miembro de Eret con la fuerza suficiente como para que lo soltara. El moreno retrocedió instintivamente ante la molestia que le provocaron los dientes del castaño al enterrarse en su glande.

—No...sabia...que eras...tan rudo...—dijo el vikingo mordido, mientras masajeaba su enrojecido pene.

—No...no lo soy siempre...—respondió el castaño, para luego besar suavemente al moreno. —Date la vuelta —le pidió a Eret, mientras acariciaba los labios de este con su lengua. 

El atezado obedeció las ordenes del vikingo, y teniendo de cuidado de no lastimarlo se tumbo boca abajo dejando a la vista sus bien trabajados glúteos. Los ojos de Hipo brillaron picaronamente. El vikingo pecoso extendió su mano hacia el trasero de Eret y comenzó a tocarlo. Era duro y firme, pero eso no disminuía la excitación de Hipo, al contrario, esa extraña cualidad lo motivo a frotar su miembro en la cola del trigueño.

Súbitamente, Eret tomó una de las manos de Hipo y la llevó hasta su boca. Lamió los dedos índice y medio, de una manera muy sensual, cosa que incrementó el apetito sexual del castaño.

El castaño arranco su mano de los labios de Eret, e inmediatamente los introdujo en el ano de este, causando que un gemido áspero saliera de la boca del moreno. Estimulado por los quejidos del vikingo musculoso, Hipo decidió mover sus dedos que estaban en el interior del recto del varón fornido.

—Así...sigue...—emitió entre eróticos jadeos Eret, mientras mecía sutilmente sus caderas.

Hipo, quito sus dedos del interior del moreno, hecho esto, se dispuso a lamer el trasero de este, primero con roces delicados y sutiles, que hacían quejarse de placer al fornido escandinavo; luego el vikingo de ojos verdes incremento la velocidad y la fuerza de las lamidas.

Eret se retorcía a la sombra de los besos de Hipo. Tensaba la mandíbula, intentado no soltar ningún rugido capaz de llamar la atención de los vecinos, pero a pesar de sus esfuerzos no pudo vencer al placer que le producían las lamidas del castaño.

Hipo detuvo su acción cuando el trasero de Eret estuvo lo suficientemente húmedo. El castaño se retiro lentamente dejando un hilo de saliva. Las manos del vikingo pasaron de estar pegadas en los glúteos de Eret a masajear el falo de este, con movimientos lentos y tenues.

—Hi...Hipo...—soltó el trigueño, mientras disfrutaba de las caricias de su compañero. —Metete...—pidió en un hilo de voz.

—No te oigo...—dijo Hipo, sin detener su acción.

—Penétrame...— le rogó el moreno al vikingo de una pierna.

Una sonrisa se dibujo en el rostro de Hipo, quien paro de masajear el pene del moreno. El castaño subio su falo hasta las nalgas del moreno y lentamente lo introdujo en el ano de este.

—Ahhh...—gimió Eret, mientras sentía un leve cosquilleo por toda su zona inferior.

El recto del moreno estaba apretado, mas de lo que Hipo imagino, a duras penas pudo introducir su miembro dentro de el hombre. Cuando ya estuvo dentro, el castaño movió sus caderas, provocando que su pene entrara y saliera del ano de Eret.

—Ah...Hipo...sigue...—soltó el moreno, mientras sujetaba las pieles de la cama.

Los movimientos del castaño se hicieron mas bruscos y veloces. El estrecho ano del moreno tenia la contextura perfecta. El pene de Hipo estaba bastante apretado al interior del trigueño, tanto que ya se había olvidado de Astrid.

 Las embestidas de Hipo eran tan bruscas, que Eret tuvo que sujetarse del respaldo de la cama para mantener el equilibrio. Sentía como el glande del castaño rozaba su próstata, cosa que le provocaba una sensación electrizante.

La excitación de Hipo era tal que se sujeto de los hombros de Eret para llegar mas adentro. Acelero aún más sus movimientos, lo que obligo al moreno a moverse al mismo ritmo que él.

El cuello de Hipo se torno de un rojo intenso, ya lo sentía venir, podía percibir los cosquilleos previos al orgasmo.

El miembro de Eret comenzó a estremecerse, y un placentero hormigueo recorrió todo su cuerpo. El liquido blanquecino no tardo el salir disparado del miembro del moreno, causando que, al mismo tiempo, Hipo sintiera el orgasmo de su vida dentro de Eret.

El trigueño se desplomo sobre la cama, como siempre de una forma salvaje, el débil cuerpo de Hipo que tiritaba por el clímax cayo encima de la espalda del moreno.

Las respiraciones de ambos eran agitadas, el sudor tibio y sus rostros enrojecidos decoraban sus cuerpos desnudos, que yacían tendidos sobre las pieles de la cama.

—Deberíamos...hacer esto...mas seguido...—dijo Hipo entre jadeos, para luego besar la musculosa espalda del moreno.

—Si...—respondió Eret, mientras gozaba las caricias del paliducho.

—¡¡Hipo!! —grito una voz a lo lejos.

El vikingo de cabello marrón giro su cabeza a todas direcciones, pero no encontraba la fuente de aquella voz.

—¡¡HIPO DESPIERTA!!—gruño la voz nuevamente, causando que repentinamente la habitación de Eret comience a desvanecerse.

Los ojos esmeraldas del vikingo de abrieron de golpe. Astrid lo miraba con un gesto de preocupación en el rostro. Hipo se sentó en su cama inmediatamente, desorientado miro hacia todas direcciones, y no encontró rastros de Eret por ninguna parte.

—Era un sueño...—dijo el castaño, para luego mirar los bellos ojos de su esposa, que brillaban a la luz del sol mañanero.

****

espero no haberles causado un trauma muy grande jejeje.

gracias por leer, espero haya sido de su agrado. como explique en la advertencia, no soy muy buena con el lemon, pero quería intentarlo :) hice lo que pude.  
Si les gusto, dejen su estrellita 😄, por fis.

bueno sin mas que decir, me despido...

cuidense! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro