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Capítulo 9.

La sorpresa de Samantha fue grande cuando Aylin salió del baño vestida con la ropa que le prestaron, esa... ¿Esa era la misma chica...?

‹Wow...›

Su cabello ondulado caía suavemente por sus hombros, mostrando que en realidad era bastante largo. La ropa que le habían prestado ciertamente era masculina: una simple camiseta blanca con rayas negras, unos pantalones negros y una camisa a cuadros azul oscura, pero a Aylin le quedaba bien el estilo tomboy. Por alguna razón, ella también se había quitado la mayoría de sus piercings, sólo dejando tres en cada oreja y el del labio.

La ropa dejaba mucho a la imaginación y Samantha no pudo evitar pensar que ella se vería bien en un vestido.

— Gracias por la ropa —sonrió Aylin, y pudo jurar que esa sonrisa era digna de un comercial de pasta dental.

Al notar la mirada de Samantha, la mirada de Aylin tuvo un destello de malicia y se acercó a la chica que jugaba con su perro sólo para susurrar.

— Luces como si hubieras perdido el aliento —comentó, teniendo ganas de molestarla, aunque claramente no se esperaba la reacción de Samantha.

De pronto Samantha la tomó de los hombros y en ese momento Aylin tuvo un muy mal presentimiento...

— Por favor, acompáñame a mi habitación.

— ¿Ah?

Ese mal presentimiento estuvo en lo correcto, prácticamente fue arrastrada por Samantha hacia su cuarto para hacerla probarse parte de su ropa.

‹Me quiero ir› pensó Aylin mientras mantenía una expresión neutra, completamente resignada a la situación porque la madre y la abuela de Samantha estaban ahí también. Ellas se habían unido a este extraño juego de vestirla cual muñeca.

‹Dios, es tan linda› pensó Samantha, ignorando olímpicamente el sufrimiento de Aylin. ¿Este era el encanto de la protagonista de una novela para jóvenes adultos?, era diferente al de Amber.

— ¿Es necesario que me ponga esto...? —preguntó Aylin, con un vestido en mano. Era bonito, pero no quería ponérselo.

— Absolutamente necesario —dijeron las tres generaciones a coro.

— Agh...

¿Qué clase de gusto extraño tenía la gente por vestirla como si se tratara de una muñeca? Joel también hacía eso...

— Te ves muy linda —sonrió Joel, trenzando su cabello para que combinara con el vestido que le había puesto.

—...—tomó el envase de helado, su incentivo/soborno para no resistirse a esto— No quiero ser linda...

— ¿Eh? ¿Por qué? —el chico miró con confusión a la niña de seis años— A las niñas les gusta verse lindas ¿No?

— Una vez me degollaron porque mi padre rechazó una propuesta de un rico mercader para que me casara con él...—comentó como si nada, mirando a algún punto de la pared del sótano— Ser linda es peligroso.

— Pero eso fue hace muchos años, ¿No...? —intentó animarla, terminando con su tarea para luego colocar su mano en su cabeza— Además, yo estoy aquí. Nadie te va a- ¡Auch! —el chico chilló cuando la niña le puso el helado, aún no abierto, en su mejilla golpeada.

— No sé si eres muy valiente o muy tonto para decir eso cuando ni siquiera puedes defenderte a ti mismo.

En la mejilla derecha de Joel había un gran moretón con forma de puño cerrado, de hecho todo su cuerpo estaba cubierto de moretones y heridas, algunos recientes, resultado de la última golpiza que su padrastro le dio, mientras que otros eran heridas más viejas se negaban a sanar.

Suspiró al ver a una niña diez años menor que él regañarlo— No puedo hacer nada, es el esposo de mamá...—desvió la mirada, apartando el helado de su mejilla— Además, incluso si soy débil está Phillip. Él-...

— La situación Phillip no es diferente a la tuya, por eso viene aquí después del trabajo —le recordó, abriendo el envase del helado— Te van a terminar matando —dijo, mirándolo de reojo— La gente así no se detiene a menos que haya un alto o un muerto...

— Tienes razón, Javier no se detendrá hasta que yo muera...—admitió, y entonces Joel sacó un brillante frasquito de su bolsillo con un polvo blanquecino en su interior— Así que sólo debo asegurarme de que él sea quien muera primero, ¿No? —sonrió, poniendo su dedo sobre sus labios, pidiéndole que hiciera silencio.

— Vaya, que curioso —comentó Melissa, quien estaba peinando su cabello para hacerle una trenza cascada que combinara con el vestido— Tienes una marca de nacimiento aquí —dijo, tocando su sien con su dedo, específicamente en la región parietal— Parece una luna creciente.

— ¿Es raro...? —se atrevió a preguntar.

— Bueno, un poco —admitió, notando que era una marca de nacimiento vascular— A tu edad la mayoría de las marcas de nacimiento de este tipo se habrán borrado, sobre todo una tan pequeña, pero, eso la hace más especial —sonrió— Algunos dicen que son muestras de buena fortuna o marcas de cómo moriste en una vida pasada.

Al escuchar eso Aylin sonrió un poco— Esa es una interesante teoría —admitió, riendo con suavidad.

...

Una parte de mi corazón dice que debería dejar de cortar los capítulos, pero luego recuerdo que esto lo hice en un chat de Instagram y que es muy difícil ponerlo en formato historia normal (っ˘̩╭╮˘̩)っ

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