Aylin encendió una de las luces de bengala y vio con fascinación cómo ardía y comenzaba a tirar brillitos.

— ¿Nunca habías encendido una? —le preguntó Samantha, encendiendo la suya con la que le dio a Aylin.

— No —admitió, sin desviar su mirada de esta. ‹Aunque he hecho explotar cosas más grandes...› pero nunca una luz de bengala, estrellita o como fuera que le llamaran.

— ¿En serio? Son normales en los pasteles de cumpleaños de los niños.

— Eso suena peligroso —comentó, viendo la bengala arder. Había oído que estas cosas podían arder a más de mil grados, no creía que dársela a un niño fuera buena idea.

— Tienes razón...—admitió Samantha, recordando que unos cuantos pacientes llegaron con quemaduras por culpa de no tener cuidado con estas cosas— Aylin, ¿Cuándo es tu cumpleaños?

— Ah, ya pasó —respondió ella con simpleza.

— ¿Ehhhh? —soltó, sin poder creerse esto. ¿Cómo se había perdido el cumpleaños de Aylin? ‹Qué injusto› pensó, un poco frustrada al saber esto.

— Chicas, entren antes de que se enfermen —la voz de Melissa las sacó de su ensimismamiento con las chispas de la bengala, las cuales, momentos después, terminaron de consumirse.

Al escuchar a su madre, Samantha suspiró. ‹Demonios...›

Había perdido la oportunidad de preguntarle cuándo era su cumpleaños.

Aunque Samantha no sabía si tendría otra oportunidad para preguntarle cuándo era su cumpleaños, sí sabía que mañana habrían un montón de adultos con resaca o borrachos, consecuencia de la fiesta de Año Nuevo.

— Ya voy —dijo la rubia, asegurándose que su estrellita se apagara con ayuda de la nieve para luego entrar a la casa, acciones que Aylin imitó.

A pesar de no poder estar con Matt y con todo lo que estaba pasando, fue un buen Año Nuevo...

...

Llegaron a la meta de mil estrellitas, así que el siguiente será un especial (⁠｡⁠•̀⁠ᴗ⁠-⁠)⁠✧