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Capítulo 27.60.

Hoy es mi cumpleaños (⁠~⁠‾⁠▿⁠‾⁠)⁠~

...

— ¿Ha pasado algo? —preguntó el sheriff, notando que la oficina estaba agitada de pronto. Eso era raro, este pueblo era bastante tranquilo, ¿Qué había pasado?

— Han entrado a una casa a las tres de la mañana, tiraron la puerta principal y la del baño, donde estaban las dos chicas que viven ahí —respondió su subalterno, explicándole lo que ocurrió mientras él había ido a comprar algo de comer— Aunque la patrulla llegó a tiempo, el intruso escapó.

A decir verdad, el sheriff estaba muy sorprendido de esto. ¿Tirar la puerta principal y la del baño a las tres de la mañana? Eso no fue un robo, el intruso parecía tener otras intenciones si estaba apuntando a donde estaban las chicas, pero, hacer tanto ruido en medio de la noche... Eso no sonaba como un plan inteligente.

‹ ¿Tal vez era un drogadicto? › se cuestionó en su mente, pero en el pueblo no había mucho tráfico de drogas y todos los casos que habían encontrado eran de microtráfico de sustancias menores, como marihuana, nada capaz de provocar algo como lo que decía Johnson— ¿Hubo heridos? —decidió indagar un poco más.

— No, las chicas, Amber Smith y Aylin Vogel, escaparon por la ventana del baño cuando el intruso estaba a punto de tirar la puerta del baño —estas palabras lograron que el hombre dejará su café de lado un momento.

— Espera, ¿Dijiste Aylin Vogel?

— Em, sí...—admitió, sin entender porque su jefe cambió de actitud de pronto— Una de las chicas se llama Aylin Vogel...

Aylin Vogel, conocía ese nombre.

‹Ella juega béisbol con mi Jago› dejó de lado su aperitivo nocturno y se levantó de su silla— Johnson, puedes retirarte. Yo me encargo de esto.

Su hijo, Jago, le había hablado de ella, decía que era una chica muy extrovertida, un poco burlona y que se tomaba muy en serio su posición de pitcher. Estaba seguro que él se preocuparía cuando supiera las noticias, lo mejor es que él ayudara en esto.

— Oh, bueno...—aceptó el oficial Johnson, un poco confundido ante esto. Al jefe no le gustaba meterse en casos menores, pero si él insistía ¿Por qué no?

Cuando el sheriff Brown entró al cuarto donde estaban esas dos pudo ver que una de las chica parecía muy nerviosa, algo normal para la situación, pero la otra estaba muy silenciosa y quieta. Ambas estaban en pijamas, dejando en claro que ninguna pensaba salir antes de lo ocurrido.

‹3:30› leyó en su reloj, el cual estaba en la mano donde traía su café— Un gusto en conocerlas —les dio una sonrisa amable, sentándose en la silla donde su subordinado se sentó con anterioridad— Tengo unas cuantas preguntas relacionadas a lo sucedido —miró a la chica de cabello castaño claro, la chica que parecía no estar en shock— ¿Qué ocurrió? —le preguntó de manera directa pero suave, sabiendo que en estos casos las víctimas se sienten abrumadas.

—...

Esta chica pareció vacilar un momento, mirando a su compañera de reojo, pero luego volvió su mirada a él. Parecía nerviosa y un poco ansiosa.

— Ella fue al baño en la noche y noté que estaba tardando mucho, así que fui a la sala. Ella estaba en el piso, mirando a la puerta y... la puerta...—se estremeció ante el recuerdo de aquello— Alguien... estaba tocándola muy fuerte, era como si quisiera tirarla...—admitió con la voz en un hilo, aferrándose a su pijama gris— Él... estaba llamándome...

— ¿Él? —repitió, interesado en esa parte— ¿Viste al sospechoso?

Negó con la cabeza— No, no lo vi, Aylin me tomó de la mano y me metió al baño antes de que él tirara la puerta.

— Entonces, ¿Cómo sabes que es un "él"? —cuestionó, notando que la chica con la que hablaba era Amber y la amiga de su hijo, Aylin, estaba muy silenciosa. ‹ ¿Acaso está en shock? › se preguntó, pensando que, quizás, había reaccionado así ante el trauma.

— Su voz...—vaciló Amber, sin saber muy bien cómo describirlo— Su voz era un poco ronca, como la voz de un hombre que lleva fumando mucho tiempo —aseguró— Y... daba mucho miedo la forma en que golpeaba la puerta...

— Ya veo...

La situación no pintaba bien. No creía que hubiera sido un robo, los ladrones normalmente atacan en la mañana o tarde, cuando la mayoría está trabajando o estudiando, y definitivamente un ladrón no tiraría una puerta para entrar, mucho menos rompería una puerta para llegar a estas dos chicas. De hecho, lo normal es que un ladrón hubiera entrado por la ventana y huido al notar que las ocupantes estaban despiertas, tomando lo que fuera que tuviera a la mano, esto parecía un ataque personal.

— ¿Han tenido problemas con alguien este último tiempo?

— No, no los he tenido...—apartó la mirada.

‹Está mintiendo› pensó Robert, notando que esta chica evitó mirarlo cuando pregunto eso. Tal parece ser que este incidente sí había sido algo personal, pero lo dejaría pasar, por ahora— Está bien.

Concluidas las preguntas básicas a Amber, el sheriff y la protagonista dirigieron su mirada hacia Aylin, quien estaba con las manos sobre la mesa y las manos juntas, como si estuviera rezando, apoyando su frente en ellas. Su cabello negro, desordenado por haber despertado poco antes de tener que echarse a correr en medio de la madrugada, les impidió ver su rostro.

— ¿Aylin? —la llamó Amber, notando que no estaba reaccionando. Ella normalmente reaccionaría de inmediato ante las miradas— ¿Te sientes bien...?

Fue así que finalmente Aylin bajó las manos lentamente, dejando ver su rostro. Estaba pálida, pero era un pálido enfermizo que Amber podía jurar que no tenía hace un rato no tenía; acompañado de un par de ojeras bastante marcadas y, gracias a la iluminación del cuarto, ambos pudieron notar que ella estaba sudando mucho y que su mirada se veía pérdida y cansada, como si a duras penas pudiera mantenerse despierta.

— ¿Aylin...? —Amber le puso la mano en el hombro, notando que estaba temblando.

— Yo...—la voz de Aylin sonaba apagada y parecía tener dificultad para hablar, volviéndola incapaz de gesticular correctamente. Trago duro, pasando la saliva que inundaba su boca— Me siento... mal...—admitió con la voz en un hilo.

Finalmente los efectos de "superar los límites" había desaparecido, dejándola en mal estado por tener que lidiar una situación de alto estrés y adrenalina, una situación que nunca había tenido que experimentar cuando el insomnio y el hambre por usar esa habilidad ya habían hecho mella en ella. Sentía como su corazón palpitaba con fuerza, acompañado de un punzante dolor de cabeza mucho peor que el que sentía cuando Amber llegó, uno que vino junto a una fuerte sensación de náuseas y mareo; podía sentir un hormigueo en sus manos y como su cuerpo sudaba y temblaba, pero... se sentía muy aturdida, como si estuviera en un sueño.

‹Esto es horrible› Aylin se apoyó en la mesa, intentando controlar el temblor de su cuerpo, y levantó la mirada para ver al policía delante de ella, pero... vio dos policías— ¿Ah...?

Algo... no estaba bien...

Al verla así de mal, como si estuviera a punto de desmayarse, el sheriff se alarmó— ¿Esta chica bebió alcohol o consumió algo? —le preguntó a la otra chica, acercándose a Aylin para checar su presión. Ella ni siquiera reaccionó a que le tomara el brazo. ‹Su corazón está latiendo muy rápido› pensó, notando que su piel se sentía un poco fría.

— No, ella no ha bebido nada —aseguró Amber, comenzando a asustarse al ver al sheriff y a Aylin actuar así.

‹Entonces, ¿Por qué está...? ›

— Papá... Me siento mal...

— ¿Ella ha comido algo?

Esto se sentía escalofriantemente similar a la vez que su hija, Paige, tuvo su primer episodio de hipoglucemia. ¿Acaso esta chica era diabética...?

— Comió algo en la cena, pero... no ha estado comiendo bien desde hace días —admitió Amber, sin mirarlo.

El sheriff suspiró al escuchar esto. Hace años había oído que cuando un diabético tenía un episodio de hipoglucemia actuaba como si estuviera muy borracho, y después de que su hija sufriera su primer episodio de hipoglucemia, podía decir que sí, y que los síntomas eran muy similares a los que esta chica estaba experimentando.

— ¿Puedes levantarte? —le preguntó y, aunque ella asintió, de no ser porque todavía la tenía sujetada del brazo cuando dio el primer paso ella se hubiera estrellado contra el suelo. ‹Demonios› pensó— ¿Es diabética?

— No, no lo es, pero, se pone muy mal cuando no come —respondió Amber.

— La hipoglucemia puede ocurrir también en pacientes no diabéticos.

Al recordar las palabras del médico cuando le explicó sobre la hipoglucemia, asegurándole que su hija no moriría mientras recibiera azúcar o asistencia médica oportuna, Robert decidió que si estaba así de mal podía llevarla al hospital, pero si era lo que él creía...— Espera aquí —ordenó, sentando a la chica en la silla una vez más— Asegúrate de mantenerla despierta o tendré que llamar a una ambulancia.

— S-Sí...

El sheriff entró a la sala de descanso y entonces tomó lo primero que vio: una caja de leche, la cual rápidamente vació en una taza limpia que había ahí.

— Espere, jefe, esa es mía...

— Te la repondré —sentenció, sin mirarlo, mientras le echaba un sobre de azúcar a la leche. Hubiera sido mejor jugo o alguna gaseosa, pero no había nada de eso y no podía ir a comprar a esta hora, tampoco podía arriesgarse a esperar más tiempo— Bébela —puso la taza en sus manos, notando que en los pocos minutos que estuvo fuera Aylin parecía haber empeorado.

Un cuadro de hipoglucemia podía ser muy grave. En su tiempo, había tenido muchos compañeros de clase que se desmayaban en la escuela por no haber podido desayunar, algunos incluso tuvieron que ser llevados al hospital por culpa de la caída. Si este era el caso, era normal que se pusiera así por no haber comido y haber tenido que salir corriendo de la casa en medio de la noche.

— Gracias...

Como pensó, pasados unos minutos Aylin pareció recuperarse, momento en que le dio parte de las donas que compró.

— ¿Cómo supo que era eso? —le preguntó Amber, notando que ahora Aylin parecía estar más despierta mientras comía de buena gana las donas que le dio.

— Mi hija... ella tiene diabetes —admitió con cierta resignación— Diabetes tipo I —agregó, notando la mirada que la chica le dio— He tenido que tratar más bajadas de azúcar de las que quisiera...

Una vez el susto pasó, el sheriff por fin pudo obtener la versión de la amiga de su hijo.

— Ah, era un monstruo —respondió Aylin cuando le preguntó si había visto al intruso.

— ¿Un monstruo...? —repitió, preguntándose si esta chica sólo se estaba refiriendo al intruso de manera metafórica al llamarle "monstruo".

— Sip, peludo, muy alto, sus ojos brillaban como los de un animal en la oscuridad, además, rompió la puerta con las manos —a pesar de estar diciendo eso, Aylin hablaba del "monstruo" como si del clima se tratase— También olía como a madera podrida —agregó antes de darle otra mordida a la dona.

— Ya veo...

Tal parece, esta chica tuvo la bajada de azúcar mientras dormía...

Suspiró— Bien, ¿Hay algún adulto que pueda cuidarlas por ahora? —preguntó con un aire de resignación, viendo a Aylin comerse la que iba a ser su colación de la noche.

—...

Aylin entonces miró a Amber, quien desvió la mirada con cierto nerviosismo— Mi tía...

Fue bastante fácil para él contactar con la tía de Amber, Gretel. Ella parecía bastante consternada al escuchar lo ocurrido y, aunque dijo que no podía ir pues estaba en otro estado, dijo que llamaría a una amiga para que cuidara de su sobrina. Por otro lado...

— No contestan —dijo Aylin, después de llamar tres veces a sus padres por su teléfono.

— Déjame intentar a mí —tomó el celular de la chica y vio el número de contacto de sus padres, decidiendo que iba a llamarlos desde el teléfono de la oficina. Para su sorpresa, respondieron al tercer tono— ¿Hola? Habla Robert Brown, soy el sheriff del condado donde está su hija y-...

— ¿Ahora qué hizo esa chica? —lo interrumpió una voz masculina con un tono lleno de fastidio.

— ¿Disculpe...?

— ¿Qué hizo esa chica? —repitió el hombre al otro lado, sin siquiera molestarse en controlar su tono pese a estar hablando con un policía, un sheriff de hecho.

—...—parpadeó, sin entender muy bien qué estaba escuchando— Señor, llamo para informarle que la casa donde su hija se aloja ha sido atacada, y ahora mismo hay una investigación en curso. Necesito-...

— ¿Amber está bien?

—...—Robert miró a Aylin, quien al verlo tan confundido sólo le dio una mirada que parecía decir "te lo dije"— Sí, ambas están bien... pero, señor, su hija necesita un lugar donde quedarse.

El hombre dejó salir un resoplido ante esto— Mire, oficial, estamos de vacaciones con mi familia en Japón y no puedo ir para allá. ¿No puede dejarla en un albergue o algo?

— ¿Acaso va a dejar a su hija así? —cuestionó, comenzando a molestarse por la actitud del hombre.

— ¿Qué más puedo hacer? No puedo ir allá —respondió como si fuera obvio.

Robert en ese momento quiso decirle que muchas cosas, como llamar a un familiar, un amigo, alquilar una habitación o algo, o quizás cancelar sus vacaciones ya que su hija estuvo a punto de ser secuestrada o algo así por un tipo extremadamente violento, pero decidió no hacerlo. Personas como el padre de esta chica no eran del tipo con las que pudieras razonar— Entiendo. Tenga un buen día —cortó sin esperar una respuesta de su parte, acomodando el teléfono en su base.

— Se lo dije —dijo la chica, notando su expresión— Incluso si decía algo más, era seguro que pondrían la excusa de que estoy emancipada o algo así para lavarse las manos.

Quizás lo que más molestó a Robert de la situación no fue la reacción completamente indiferente del padre de Aylin hacia su propia hija, sino que la propia Aylin no parecía sorprendida en lo más mínimo por dicha actitud, como si estuviera acostumbrada a este tipo de trato por parte de sus padres.

‹Esto no está bien›

¡Era su hija! ¡¿Cómo podía sólo decir un "llévela a un albergue" cuando le dijo lo que acababa de pasar?! Si él escuchara que a Paige o a Jago le hubiera pasado algo mientras él y su esposa estaban de vacaciones no dudaría en correr de vuelta. ¿Cómo podía sólo lavarse las manos y ni siquiera preguntar si a su hija le había pasado algo?

— ¡Amber! —y, entonces, una mujer latina entró a la comisaría, muy agitada y alarmada, vestida con lo que parecía una chaqueta sobre el pijama— Oficial, escuché que Amber Smith está aquí, ¿Lo está? —le preguntó de inmediato a uno de los policías que estaban de turno.

— ¡Tía Mónica! —la llamó la chica, viéndola desde la oficina, la cual tenía la puerta abierta.

— ¡Amber! —de inmediato la mujer se lanzó a abrazarla— ¡Dios, estaba tan preocupada cuando tu tía me llamó y me dijo lo que pasó! ¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Tienes frío? ¿Hambre? ¿Te duele algo?

El contraste entre la absoluta indiferencia que recibió Aylin por parte de su padre con respecto a la reacción que obtuvo Amber por parte de su "tía" fue obvia para todos los policías presentes, quienes no pudieron evitar sentir lástima por la joven, quien sólo se quedó mirando como Amber era abrazada por la madre de William, Mónica, quien parecía haber corrido hasta aquí, en pijama y en medio de la noche, sólo para asegurarse de que ella estuviera bien.

— Señora, ¿Usted qué es de ella? —preguntó Robert, viendo la escena con cierto pesar por la chica.

— Oh, sheriff Brown —de inmediato la actitud de la mujer cambió un poco, un poco nerviosa por estar cerca de un policía. Mónica entonces se alejó un poco de Amber y, aunque estaba un poco nerviosa, le respondió mirándolo a los ojos— Soy una amiga de la familia Smith. Mientras su padre está fuera yo velo por la seguridad de Amber —explicó, logrando que Aylin rodara los ojos al escuchar a la mujer decir algo así. Eso era mentira, ella era la que tenía que asegurarse que Amber no quemara la casa haciéndose un sándwich al punto de que, en realidad, esta era la primera vez que veía a la madre de William.

— Ya veo —el sheriff se aclaró la garganta— Como sabe, ocurrió algo muy grave y, actualmente, la vivienda no está en condiciones para que ellas estén ahí, sobre todo con este clima tan frío y con el culpable estando prófugo de la justicia, por eso ¿Podría acoger a Amber en su casa hasta que terminemos la investigación y la vivienda sea reparada?

— Sí, claro, por supuesto —aseguró la mujer sin siquiera dudarlo.

— En ese caso...

— Tía —lo interrumpió Amber— ¿Podemos acoger a Aylin también?

— ¿Eh? —sólo entonces la mujer cayó en cuenta de la otra chica que había en el cuarto. Pálida, ojerosa, llena de piercings, con unos cuantos tatuajes y vestida con una especie de bata abierta que dejaba mucho a la vista, un short, una camiseta blanca y unas sandalias cerradas. ‹ ¿Ella es Aylin...? › se preguntó, un tanto nerviosa al verla. Amber era una chica muy amable, al igual que su familia, de seguro se sentía responsable de ella y por eso la dejaba vivir con ella, pero...— Creo... Creo que eso sería difícil...—se excusó, sin querer meter a un delincuente juvenil en su casa.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— No tenemos suficiente espacio para eso. Lo siento...

— Pero tía, ¡Tienes un cuarto libre! —le discutió, recordando ese cuarto donde su tíos y Will dejaban sus cosas guardadas. Sí tenían espacio, ¿Por qué ella estaba diciendo eso?

— Sí... eso... Ahora no podemos acoger a nadie más —desvió la mirada.

— Pero-...

— Ven, es tarde —la tomó del brazo, sin querer lidiar más con esto— Vamos a casa, ¿Sí?

—...—al escuchar eso, Amber no pudo evitar mirar a Aylin antes de irse, pero ella sólo le dio una pequeña sonrisa e hizo un gesto de despedida con la mano.

‹Parece que me quedaré en la comisaría un tiempo› pensó Aylin, sin darle mucha importancia al descarado rechazo que la madre de William había mostrado hacia ella.

— ¿Estás bien?

Miró con curiosidad al sheriff— Sí, ya me siento mejor —admitió, dándole un sorbo a la botella con agua que le dieron.

Negó con la cabeza— No, no hablo de eso.

— Ah, es eso...—en ese momento, el sheriff Brown pudo jurar que esta chica le dio la mirada más condescendiente que alguna vez alguien le dio, sólo para luego sonreír y decir— Estoy acostumbrada.

No es como si la familia Feld le debiera algo o tuvieran alguna responsabilidad con ella. Si la madre de William no se sentía cómoda con ella ¿Qué se podía hacer? No era su casa, era la de ellos y eran libres de dejar entrar a quien ellos quisieran.

A decir verdad, si Aylin estuviera con sus hermanos estaría súper nerviosa y angustiada por la idea de no tener donde quedarse, pero, no lo estaba. Thoma y Yona estaban con sus padres, estaban relativamente seguros y eso estaba bien. Si estaba sola podía con ello, varias veces a lo largo de su existencia había vivido en la intemperie y este pueblo era bastante seguro, podía con esto.

‹Quizás debería hablarle de esto a Phillip› pensó por un momento, recordando que él había sido asignado a una base que estaba a un par de horas de aquí. No podía pedirle ayuda a su tío porque de seguro habría grandes problemas, otra vez, pero si era Phillip...

Ante esta respuesta, el sheriff apretó los dientes. ¿"Estoy acostumbrada"? ¿Qué clase de respuesta es esa?

— Puedes dormir en la sala de espera —le dijo, levantándose de la silla y caminando hacia su oficina. No había forma en que pudiera quedarse con los brazos cruzados en esta situación, pero tendría que esperar un poco, todavía era muy temprano para poder hacer algo, pero cuando saliera el sol la situación cambiaría.

Al ver al hombre tan frustrado, Aylin no pudo evitar soltar una pequeña risa— Como ordene, sheriff Brown —accedió, levantándose de la silla para ir a la sala de espera. Las sillas de ahí no eran las más cómodas, pero, bueno, era mejor que el piso.

A este punto, Robert no sabía qué le molestaba más: si el abandono absoluto que estaba recibiendo esta chica o el hecho de que a ella no le parecía importar que todos estuvieran tratándola como si tuviera la peste. Sólo tenía dieciséis años, ¡Maldición, era sólo una niña! Si no estuviera emancipada ya habría denunciado a sus padres por abandono a un menor de edad.

‹Además, ¿No se supone que sólo puedes emanciparte si tienes un trabajo estable y dónde vivir? › se preguntó, sintiéndose malhumorado por culpa de la situación. Estas situaciones lo ponían de mal humor, pero esto pronto cambió al recibir el reporte inicial de sus subordinados respecto al incidente en la casa de los Smith— ¿Qué es esto...?

— Señor, esas son las impresiones de las manos que encontramos en la puerta —sentenció uno de los policías que envió a investigar.

— ¿Estás bromeando? Eso imposible —señaló, mostrando las fotos— Esta mano es más grande que mi cabeza —hizo énfasis a esto poniendo la foto cerca de su cabeza. Esta mano medía unos 40 centímetros según la regla junto a esta, pero no existía ningún humano tan alto; las manos de Robert Wadlow, el humano más alto de la historia, medían poco más de 30 centímetros.

— Esas son las huellas que encontramos, señor —señaló el chico, muy serio— Y eso no es todo.

— ¿No es todo? —entrecerró los ojos.

El joven policía asintió— Las huellas que había en el suelo eran marcas de pies descalzos.

— No, estás mintiendo...

— No, señor. Estas marcas incluso estaban frescas cuando llegamos a la escena e incluso tenían las huellas dactilares marcadas.

— ¿Me estás diciendo que el intruso era tan pesado y tan alto que pudo dejar marcas así de grandes y profundas y que, además, tenía un pie totalmente volteado? —gruñó, mostrándole las huellas que encontraron, con un pie totalmente girado para atrás mientras el otro apuntaba para adelante— ¿Qué clase de m-...?

— Era un monstruo.

Eso sonaba tan absurdo que...

—...olía.

— ¿Qué? —preguntó el oficial, viendo con confusión a su jefe. ¿Dijo algo?

—...La casa, ¿A qué olía? —repitió otra vez, pero más alto para que el joven escuchara.

— ¿...? —lo miró raro, sin entender la razón de la pregunta— Bueno, olía como a madera húmeda...—rememoró, un poco confundido.

— También olía como a madera podrida.

— Agh...—se apoyó en su escritorio, completamente confundido al notar que el relato de la chica que ahora mismo dormía en la sala de espera de la comisaría, el cual sonaba fantasioso por decirlo mínimo, concordaba con las pruebas físicas en la escena. Nada de esto tenía sentido.

— Señor... ¿Está bien?

— No —se llevó las manos a la cara, sin saber qué creer. Quería creer que era una broma, pero las fotos y mediciones eran concluyentes. ‹Creo que iré yo mismo a comprobarlo› pensó, mirando de reojo su reloj, notando que ya había amanecido— Discutiremos esto más tarde. Ahora mismo tengo que hacer unas cuantas llamadas...

— Sí, señor.

Esa mañana Aylin, quien estaba dormitaba en la sala de espera de la comisaría del pueblo, sintió entre sueños como alguien la agarraba del brazo, contacto físico que fue suficiente para sacarla de golpe de su sueño ligero.

— ¿Ah...?

— Aylin —su confusión fue mayúscula al ver a Patrick delante de ella ¿Qué hacía su compañero ahí?— Vine a buscarte.

— ¿Buscarme? —repitió, sin entender. Su cerebro seguía adormilado por aquel episodio de insomnio. Todavía no había dormido lo suficiente— ¿Por qué...?

El chico sonrió— Para llevarte a casa, por supuesto. Nosotros seremos tu familia de acogida hasta que puedas volver a casa de Amber.

— ¿Eh?

Alguien a quien le importará lo suficiente para hacer algo...

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