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Capítulo 27.40.

[Advertencia: Este capítulo puede contener temas que pueden afectar la sensibilidad del lector, además de mucho texto. Se recomienda discreción.]

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‹ ¿"Memoria de alguien"? › fue todo lo que su mente, intoxicada por el somnífero que tomó minutos antes, pudo procesar. ¿Qué se suponía que significaba esto? ¿De quién era esa memoria...? ‹ ¿Tendrá relación con esto? › se preguntó, mirando el anillo en su mano de reojo. Bostezó, sintiendo que sólo le quedaban un par de minutos antes de dormirse. ‹Supongo que acepto...›

Lucía como que hoy no tendría dulces sueños...

[Una memoria se está filtrando...]

— ¿...?

Miró sus manos, notando que... estaba consciente en esta memoria, una memoria muy extraña para alguien que nunca había entrado en un castillo o tenido un sueño lúcido, pero ella había tenido ambos. Esto era similar a esos "sueños" en los que entraba en su mente, pero esta vez entró a la mente de alguien más.

— Edelweiss, me equivoqué. Estaba realmente equivocado...

La mirada de Aylin se dirigió hacia la voz de un hombre que pudo reconocer con cierta dificultad, pero logró reconocerlo gracias al libro de historia que su tío le hizo leer hace años. Era el abuelo de su bisabuela, el rey Willem III de los Países Bajos.

‹La mente de alguien muerto...›

Aquel anciano rey, quien en ese momento debería estar en sus últimos años de vida, rogaba de rodillas a una mujer que no vestía las ropas que uno esperaría de una mujer noble, todo lo contrario, eran simples ropas de una mucama, pero, de alguna forma, estas ropas le daban a esta mujer un aire de inocencia difícil de explicar.

Edelweiss Cunera, una joven que tenía el mismo nombre de la flor de las nieves, la flor de Edelweiss, mientras que su apellido era en honor a la santa Cunera de Rhenen, una referencia a sus orígenes: un expósito abandonado en una iglesia local; fue la mujer capaz de hacer rogar a un rey de rodillas, un rey conocido por tener un temperamento horrible y por ser un mujeriego ¿Y cómo lo logró?

‹Esta mujer... ¡Es demasiado hermosa! › pensó Aylin, sintiéndose incapaz de quitarle los ojos de encima. En toda su existencia había conocido muchas personas hermosas, tanto por fuera como por dentro, pero, aun cuando había vivido muchísimos años a través de muchas vidas, Aylin podía jurar que esta era la humana más hermosa que había visto alguna vez, al punto de que incluso ella se sintió deslumbrada por Edelweiss.

De cabello negro y ojos azules, Edelweiss poseía una piel blanca sin ningún tipo de imperfección, sin marcas de viruela ni de acné o de alguna quemadura solar, su piel lucía tan suave y tersa que contrastaba mucho con la vida que sus ropas dejaban ver junto con una silueta delicada. Una mujer con una belleza digna de un ángel, Edelweiss era tan hermosa que no se sentía...

‹Humana...›

¿Esta mujer era humana...?

— Así que... no me tires, ¿De acuerdo? Edelweiss, por favor...

Este hombre llorando y aferrándose a esa joven que no parecía cumplir los dieciocho años...

— Un rey no debería arrodillarse ante una simple plebeya —declaró Edelweiss con un tono solemne y suave. Al igual que su apariencia, su voz también era hermosa, pero daba una sensación fría y vacía, como si se tratara de un robot hablando se tratase— Su Majestad, realmente no me importa lo que haya hecho.

— ¿No te importa...?

En ese momento, Aylin de alguna forma pudo sentir la frustración crecer en el rey. ‹ ¿Eh? ›

Arrugó su ya arrugado ceño— ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué no te enojas?! ¿No estás enamorada de mí?

— Te amo...—su tono de voz no cambió al decir eso, su mirada seguía siendo la misma, la misma que veía en sus familiares y en ella misma cada día: una mirada indiferente que reflejaba aburrimiento.

‹Eso... ¿Es verdad? › se preguntó Aylin, sin poder reconocer ningún tipo de emoción en esta mujer. Su expresión era incluso más difícil de descifrar que la de Joel.

— Apuesto a que ya tienes a alguien más —presionó más Willem.

Entonces, Aylin lo escuchó: la voz de sus pensamientos.

‹Eso explicaría todo, eso explicaría porqué ignoró mis errores ¿Quién sabe? Tal vez no es sólo un hombre, sino varios...› la expresión de Willem había cambiado, ahora estaba llena de ira. ‹Ni siquiera puedo imaginar cuántos hombres debe haber seducido con su piel de porcelana y su cuerpo voluptuoso›

— No lo tengo.

— Hah...—el rey se cubrió el rostro con una mano. Se notaba tan molesto que en un punto Aylin llegó a temer por la seguridad de la mujer.

A pesar de su edad, Willem era un hombre excepcionalmente alto incluso para los estándares actuales con una estatura que bordeaba los dos metros, esto sin mencionar que tuvo una carrera militar bastante buena. Aquel rey era alto y fuerte, mucho más que aquella joven mucama.

— ¿Ese niño que llevas en tu vientre siquiera es mío?

— Lo es, Su Majestad.

La reacción a esto fue algo que Aylin no se esperó, pero tal parece ser que Edelweiss sí.

— ¿Qué mierda fue eso? —gruñó el rey, tirándole todo el contenido de una copa con vino que tenía al lado, logrando que Aylin, quien estaba a su lado, se echara para atrás, pero Edelweiss no lo hizo— ¿No tienes orgullo? Eres una perra tan aburrida.

‹Este tipo está loco› pensó Aylin al verlo actuar así con una mujer embarazada, embarazada de su propio hijo.

‹ ¿Por qué tendría orgullo? › esta vez, la voz que se filtró fue la voz de Edelweiss, quien no levantó la mirada y sólo aceptó los gritos y el vino en silencio. ‹Sin padres, sin amigos, sin habilidades, nada que quiera hacer, sin razón para vivir. Es imposible que tenga algo de orgullo...› se aferró al borde de su vestido.

La reacción o, mejor dicho, la falta de reacción de Edelweiss, pareció sacar de sus casillas al rey, quien terminó yéndose de la habitación, dejando sola a su amante ahí. A este punto, Aylin pensó que este sería el fin del recuerdo, pero no lo fue, por alguna razón seguía ahí y siguió ahí todo el día, así que se dedicó a seguir a su antepasada con la esperanza de que esto acabará, lo cual no fue muy interesante, al fin y al cabo era una mera sirvienta, pero...

— No sé qué es lo que el rey vio en ella. Además de su apariencia, no hay nada más en esa huérfana.

— Su mirada es tan fría, ¿Siquiera tiene emociones...?

‹Los rumores corren rápido, eh› pensó Aylin, sin estar sorprendida. Leyó que el rey era un mujeriego, un gran mujeriego, al punto de que los rumores de sus amoríos cruzaron el Atlántico y fueron publicados en el New York Times, mientras que, por su parte, Edelweiss era una mujer demasiado tranquila e inexpresiva que trascendió en su familia de manera meramente anecdótica, de hecho, sólo se supo su nombre por un registro de bautismo de su hijo. ‹Aun así...› extendió su mano hacia la mujer que dormía en la cama, pero su mano la traspasó. ‹Sí, esto es sólo una memoria› pensó, viendo su mano. No fue muy diferente a tocar aire.

¿En qué año estaban? ¿Por qué aún no volvía? Estar atrapada en el siglo XIX la estaba desesperando, ni siquiera pudo dormir, pero... dormir en un sueño sería extraño, aunque no es como si esta fuera la situación más normal.

— Estás despedida.

—...

Ni siquiera cuando al día siguiente fue expulsada del castillo la expresión de Edelweiss cambió, pero...

‹El anillo› pensó Aylin, reconociendo el anillo que había recibido junto a una carta, la cual Edelweiss no se molestó en leer, sólo tomó sus cosas y se marchó sin mirar atrás, dejando en claro que en realidad era muy orgullosa, sin embargo, antes de marcharse, ella escuchó algo que su antepasada no.

— Esta mujer —suspiró el ama de llaves— La hubiera ayudado a quedarse si hubiera llorado un poco.

Y entonces, volvió.

‹ ¿Qué fue eso...? › se cuestionó, abriendo los ojos para ver el techo de la sala de los Smith. Ahora sólo tenía más dudas que respuestas, pero los muertos no hablan y Edelweiss y Willem llevaban más de un siglo muertos— Qué problemático —suspiró, sentándose en el sofá. Sabía que por esa parte de la familia era descendiente de la corona neerlandesa, rusa y, si mal no recordaba, prusiana, pero verlos era algo completamente diferente... ‹Ya sé de quién heredamos esa mirada› pensó, levantándose para ir a la cocina para hacerle el desayuno a Amber, porque ella no tenía hambre.

Aylin sólo pensó que eso era algo anecdótico, que este anillo era raro pero eso era todo, no obstante... no fue así.

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‹ ¿Otra vez? › se cuestionó, sintiendo como el somnífero hacía efecto. ¿Ahora de quién se supone que sería la memoria?

Aun así, llena de dudas, Aylin aceptó ver esa memoria.

[Una memoria se está filtrando...]

Ahora se vio a sí misma en una especie de cabaña o casita en una ciudad que parecía muy diferente al estilo que había visto ayer. En una carta en la mesa pudo ver muchos florines neerlandeses, y en la silla pudo ver a un niño albino aferrándose a una mujer que se le hizo conocida: Edelweiss.

— Mami...

Ahí estaba su tatarabuelo, quien todavía era un niño, en brazos de su madre mientras lloraba, pero... la mirada de Edelweiss ni siquiera en ese momento cambió.

— Shhh, mi pequeño príncipe. Nadie tiene que saber tu dolor.

‹ ¿Qué le está enseñando a un niño? › pensó Aylin, sin saber cómo sentirse con... algo que, de hecho, le habían enseñado.

— Tu corazón es tuyo y sólo tuyo, lo que hay ahí nadie necesita saberlo. Aprende a controlar tus emociones o pueden ser usadas en tu contra.

Esta vez todo fue mucho más rápido, demasiado, muchas memorias cortas de esos dos, pero todas esas memorias se sentían frías y vacías. Por un momento se preguntó si es que su tatarabuelo tenía un nombre cuyo significado fuera "príncipe", pues Edelweiss en ningún momento le llamó por su nombre, ni siquiera cuando él hacía algo mal.

— ¡Ya estoy harto, mamá! ¡Ya no quiero ser el príncipe, quiero ser tu hijo! —y finalmente, a los doce años el chico se rompió y quiso que aquello cambiara. Para ese punto, aquel joven muchacho de cabellos blancos estaba desesperado por obtener el amor de su madre, lo había visto, sin importar cuánto se esforzará nunca recibía más que un frío "como se esperaba del príncipe" por parte de su progenitora.

— No puedo hacer eso.

— ¿Por qué no puedes? —cuestionó con los ojos llenos de lágrimas sin derramar.

Edelweiss sonrió, una sonrisa fría e indiferente— Porque eres el príncipe.

Esta escena, muy diferente a la memoria anterior, le puso los vellos de punta a Aylin. No sólo porque la tranquila frialdad con la que Edelweiss trataba a Idris se sentía innatural, sino porque le recordaba a ella misma. Ese sentimiento de no sentirte reconocido por tus propios padres, crecer con el sentimiento de que no fuiste suficiente como para que te eligieran sobre alguien más...

— Madre, ¿Tú me quieres? —se aferró a los brazos de la silla en la que ella estaba en un intento de que dejara de evitar su mirada.

—...

— Responde...—pidió, con la voz rota y temblorosa.

Suspiró— Amar es una palabra muy fuerte...

Para Idris, esa respuesta se sintió como una puñalada en el pecho— ¿Te preocupas por mí? —insistió.

— Por supuesto.

— Entonces, ¿Por qué...? ¿Por qué no eres capaz de reconocerme como tu hijo? ¿Por qué? ¿Por qué sólo soy "el príncipe" y no "Idris"...? —sollozó.

Cerró los ojos— No deberías preocuparte por lo que los demás piensen de ti —tomó su mano y dejó en esta ese anillo que recibió del rey— Ya eres mayor, debes aprender a vivir.

La mirada de dolor del joven al ver que su madre lo estaba echando fue difícil de ver. Se veía dolido, traicionado, triste, desesperado, y aún así...

— Lo entiendo... Yo... lo entiendo —se limpió torpemente las lágrimas, entendiendo finalmente que el corazón de su madre nunca estuvo ahí. Él sólo... era el príncipe, un príncipe ilegítimo— Ya no te molestaré más...

Entonces, el príncipe Idris tomó sus cosas y se marchó para no volver porque sabía que lo único que deseaba nunca podría cumplirse. Ella no lo veía a él, no veía en él a su hijo, sino al príncipe ilegítimo de los Países Bajos.

Pero...

Una vez Idris se fue, Edelweiss se encogió en sí misma en el asiento mientras se cubría el rostro con los antebrazos, dando una imagen tan hermosa como triste y desesperanzada la cual ningún pintor podría retratar en todo su esplendor.

‹Mi bebé, yo no sé lo que significa amar›

‹"Yo no sé lo que significa amar..."›

Aylin en ese punto no sabía si sentir lástima por Idris, un joven que anhelaba el amor de su madre, o por Edelweiss, una mujer que no sabía amar ni siquiera a su propio hijo.

— ¿Segura que no tienes hambre...?

Esa fue la pregunta que Amber le hizo al notarla tan demacrada. La apariencia de Aylin se veía desganada, débil y sin fuerzas, ella se había deteriorado mucho en cuestión de días y ya comenzaba a preocuparle.

— No tengo hambre —respondió la chica con un tono plano. Era cierto, no tenía hambre y aunque su cuerpo exigía comida no se sentía capaz de comer; desde que activó "superar los límites" a lo mucho había comido un par de tostadas y media porción de pasta. Tampoco tenía sueño y se le habían acabado las píldoras para dormir que Joel le envió. ‹Ah... esto es malo› pensó, sirviéndole el almuerzo a Amber mientras se preguntaba si podría comprar más de esas píldoras o melatonina para dormir.

Se supone que no tendría sueño ni hambre en dos días y después todo volvería a la normalidad, pero no, ya iban tres días y seguía sin cambios. No importaba lo que hiciera, seguía sin tener ni una gota de sueño o hambre, pero a la vez se sentía débil por no hacerlo, una sensación que se le hacía asquerosamente familiar.

— A-Aylin —escuchó Amber llamarla mientras ella masticaba un pedazo de pan como si fuera un chicle, porque no tenía hambre— Verónica me invitó a una fiesta, por eso, quizás llegue tarde...

— ¿Fiesta? —repitió Aylin, tragando el pan pulverizado en su boca. ‹Mmmm, esto huele a desastre›

— Sí. Puedo ir, ¿No?

— Sí, sólo...—suspiró. ¿Esta chica desde cuándo le pedía permiso para hacer algo?— Por favor, no hagas nada peligroso.

No se sentía bien y no quería agregar un dolor de cabeza a la lista sólo porque esta idiota hizo algo extremadamente estúpido, aunque sabía que era la protagonista y que por ello haría algo extremadamente estúpido en esa fiesta.

— Lo prometo —sonrió.

‹Esto no va a terminar bien, ¿No es así? › pensó, metiéndose una cucharada de comida en la boca. ‹Agh, qué difícil es comer cuando no tienes hambre›

Un par de horas después, Amber se fue a casa de Verónica, dejándola sola en casa. No sabía si la fiesta fue ahí o no, pero no le importaba, se sentía muy mal incluso con el anillo puesto, así que sólo se recostó en el sofá y esperó a que la melatonina que compró hiciera efecto.

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‹De nuevo...› pensó, pero esta vez no pudo responder, sólo cayó inconsciente tras llevar días en un estado de alerta, sin poder dormir más de cuatro horas incluso con pastillas para dormir.

[Una memoria se está filtrando...]

— Nicolette...

Pudo ver a Idris ahí, mucho más adulto, mucho más maduro, tomando la mano de una joven a la cual llamó "Nicolette". Idris estaba vestido con un uniforme militar que no supo si era alemán o prusiano, no sabía la diferencia porque nunca se preguntó algo así, y la chica junto a él, Nicolette, estaba vestida con ropas de dama de la época mientras se aferraba con fuerza a él. Sus ropas se veían caras.

Una joven dama y un soldado...

‹Esto se siente ilegal› fue todo lo que pensó Aylin, viendo que Idris parecía a mediados de sus treinta, de seguro se metió al ejército tras irse de la casa, y Nicolette tenía ¿Cuánto? ¿Veinte? Quizás menos. Aunque, a diferencia de Edelweiss, la mirada de Idris estaba llena de amor y adoración hacia la joven.

— Escúchame, debo irme una vez más.

— No, no puedes —protestó la joven, aferrándose con fuerza a él— No quiero que te vayas.

— Será rápido esta vez —aseguró, apartándola con delicadeza— Lo prometo, te prometo que volveré por ti. No importa qué, no importa cómo... Regresaré a tu lado —besó su mano, colocando aquel anillo que su madre recibió del rey neerlandés hace treinta y cinco años.

Y así, Idris cumplió su promesa y volvió... en un ataúd, víctima de una enfermedad que terminó con él pocos meses después de esas palabras.

‹Lo sabía› pensó Aylin, viendo a su ancestro en un ataúd mientras la joven lloraba con desesperación. Lo sabía, sabía que eso pasaría, ¿Por qué? Porque el esposo de la madre de Circe no era Idris, a quien su bisabuela llamó "padre", no fue a Idris Cunera sino al conde Ludvik Vogel.

— Idris está muerto.

— ¡No, no puede ser verdad! —exclamó Nicolette, sin poder aceptar la muerte de su amado.

— Cásate y ten una familia. La tristeza pasará con el tiempo —sentenció el padre— Eso es lo que Idris hubiera querido, que ese bebé que llevas en el vientre tenga una familia.

De pronto, el sonido de la puerta abriéndose de golpe junto al ruido de algo pesado cayendo contra el piso de madera interrumpió su sueño y la memoria, trayéndola de golpe a la realidad, una realidad muy extraña donde lo primero en darle la bienvenida al mundo real fue un fuerte dolor de cabeza. ‹Agh...› contuvo un quejido, sintiendo como la cabeza le palpitaba. Esto se sentía peor que una resaca.

— ¡Aylin, cuanto tiempo sin verte!

Definitivamente ese grito no ayudó a su dolor de cabeza— ¿Estás borracha...? —preguntó, sintiendo algo que podía describir como un vacío en el estómago por hambre, aún sin terminar de procesar el hecho de que había despertado.

— ¡Sí! —rió Amber, lanzándose a abrazarla, dejándole oler a su niñera el fuerte olor a alcohol que traía, uno tan fuerte que terminó mareando a la chica.

‹Quiero vomitar› pensó, sintiéndose mareada y débil debido a que los efectos de "superar los límites" estaban comenzando a desaparecer— Suéltame —ordenó, sin ser capaz de quitársela de encima por culpa del malestar.

— ¡No, hace mucho que no te veo!

— Nos vimos hace unas horas...—normalmente podría quitar de encima con una mano a una chica de la talla y peso de Amber, pero ahora sentía el malestar de estar tres días sin comer ni dormir y no era para nada agradable— Por favor, suéltame, tengo hambre.

— Yo también tengo hambre —le dio una sonrisa borracha que le puso de los nervios— Hazme algo de comer también, ¿Sí?

— Si me sueltas lo haré...

Al final, después de negociar qué cocinar, Aylin fue libre del agarre de la protagonista, libertad que no tardó en aprovechar para tomarse el resto de leche que quedaba en el refrigerador, pero eso no era suficiente, así que se vio obligada a cocinar a las 11 de la noche.

Ahora que su estómago no se sentía tan vacío su mente se sintió más clara, permitiéndole notar que algo en Amber... era sospechoso.

— ¿Por qué sabe metálica...? —se quejó Amber, poniendo cara de asco con una porción de comida en la boca.

— Yo la siento normal —sentenció Aylin, mirándola raro ante estas palabras. ‹ ¿Realmente está sólo borracha...? › se preguntó mientras se metía otra porción a la boca. No había sabor metálico ni siquiera en la cuchara.

Ahora mismo, Amber estaba actuando... extraño, para alguien borracho. Alguien así de borracho no reiría tanto ni miraría con fascinación todo, sin mencionar que parecía tener problemas con la profundidad porque se estuvo aferrando a las paredes hasta llegar a la mesa, además, a pesar de que Amber no tenía ascendencia asiática estaba muy sonrojada, un sonrojo que no se sentía natural porque le llegaba al cuello.

— ¿Comiste algo en la fiesta?

— Sí, unos champiñones~. La chica que me los dio dijo que eran para abrirme a las fuerzas de la naturaleza —rió.

— ¿Unos champiñones...?

— Sí, champiñones —sonrió.

—...—suspiró. ‹Esta idiota está drogada› pensó, recordando que si mezclabas alcohol y ciertas setas te pasaba eso. ‹ ¿Debería llevarla al hospital? › se cuestionó, sospechando tremendamente de la autora y de la situación ¿Por qué drogaría a Amber con hongos alucinógenos? Esa excusa de la "naturaleza" se le hacía sospechosa. ‹No me digas que hicieron algún ritual raro...›

Ah... esto comenzaba a tomar un rumbo muy extraño, pero al menos no vomitó el piso, porque, claro, mostrar a una protagonista hacer eso era desagradable.

‹Por favor, que la autora no quiera meter una trama de película de terror o hacerme limpiar vómito a las doce de la noche› pidió en su mente, comiendo algunas papas fritas que había en la alacena. Ahora mismo necesitaba calorías de manera urgente— ¿Por qué me estás mirando tanto...? —cuestionó, notando este hecho. ¿Acaso quería papas?

— Estoy mareada...—admitió Amber, actuando un poco lenta de pronto.

‹Mierda› parece que la autora no planeaba evitar esa segunda parte.

Y esa es la historia de cómo Aylin se vio obligada a llevar a la protagonista a su cama, porque de pronto su "viaje" se puso feo y ya no podía mantenerse en pie.

— Aylin...—la llamó, aferrándose a su haori al verla a punto de irse— ¿Puedes quedarte a dormir...?

La expresión de fastidio de Aylin no tardó en dejarse ver— No.

— Pero me siento mal —gimoteó.

— Te sentirás mejor después de dormir.

Esta respuesta llena de indiferencia pareció molestar a Amber— ¡Eres mi niñera, se supone que debes cuidarme!

Aylin puso mala cara al escucharla decir eso— Mi responsabilidad contigo termina cuando sales de esta casa —respondió, alejando su ropa de la protagonista, pero entonces...

— Por favor, quédate...—suplicó, abrazándola por la espalda.

Por tercera vez en el día, Aylin suspiró. ‹No va a dejarme ir hasta que acepte, ¿Verdad? › pensó, nada feliz ante la idea de dormir con Amber. Sentía que estaba levantando una bandera que no quería tomar, pero ¿Qué otra opción tenía? Era la "niñera" y esto era algo que podían hacer las niñeras, pero... La autora estaba haciendo cosas raras y estaba comenzando a preocuparse.

— Está bien —cedió, decidiendo que iba a largarse a penas ella se durmiera.

Para desgracia de Aylin, Amber conocía el modus operandi de "cuando te duermas me iré a mi cuarto", así que se aferró a ella de tal forma que no hubo forma de zafarse de ella sin despertarla en el proceso.

‹Tienes que estar bromeando›

Amber debería estar en los brazos de Verónica, o de William, o incluso los de Matthew, ¿Por qué ahora se estaba aferrando a ella como si fuera un koala? Sin embargo, Aylin ya estaba demasiado cansada para luchar, así que sólo se dejó abrazar mientras esperaba impaciente que la noche se acabara de una buena vez.

[Una memoria se está filtrando...]

Fue extraño.

Fue extraño ver una vez más el panorama desolador de la guerra, los edificios destruidos, los cadáveres en la calle, después de vivir ya dos vidas sin ver este tipo de cosas. El miedo de los sobrevivientes se podía sentir en el aire junto a un olor... similar al olor que había en la consulta del dentista, un olor que le dejó en claro que en la zona hubo un bombardeo hace poco, acompañado de un hedor a cadáver en descomposición.

‹Qué asco› se cubrió la nariz con su ropa, asqueada al reconocer ese característico olor a muerte que se le hacía tan familiar. En ese momento Aylin odió que las memorias fueran tan vividas.

— Teniente, ¿No quiere pasar? —esa voz en medio del caos, hablando con un perfecto inglés, llamó fuertemente su atención, distrayéndola con éxito de aquel devastado ambiente tras una violenta batalla.

La mujer que vio ahí, tomando del uniforme de un teniente del bando de los aliados, era una mujer que sólo podía describirse como hermosa, con un porte elegante y sensual sin caer en lo vulgar acompañados de una presencia difícil de ignorar. Sus ojos azules y cabello negro contrastaban perfectamente con su piel blanca adornada con una sonrisa traviesa, como si estuviera segura de su victoria.

‹Vaya...› pensó, un poco abrumada al ver a la que era su bisabuela, a quien sólo había visto en viejas fotografías. Había oído de sus "encantos demoníacos", pero... verlos en persona era algo totalmente diferente, después de todo, ella nunca la había conocido, Circe había muerto antes de que ella naciera. ‹Su belleza era realmente...›

Aun usando ropas oscuras Circe se las arregló para ser el centro de atención en un panorama tan desesperanzador. Una imagen así fue demasiado tentadora para aquel joven teniente.

— Con gusto.

En las guerras las violaciones son tristemente comunes. Según algunas fuentes, al final de la segunda guerra mundial había pocas mujeres que no fueron violadas en Berlín, Alemania, y una de esas pocas mujeres fue Circe Vogel, no por su estatus de cuarta hija del conde Ludvik Vogel, los títulos nobiliarios no servían para nada en contra de estos tipos, es sólo que...

— ¿Cómo es posible que hagas algo así? ¡Circe, esos hombres son malos!

La diferencia entre ambas era notable, mientras la joven Circe estaba caminando libremente por la calle, siendo observada e incluso saludada por los soldados, esa mujer estaba escondida de estos, dentro de uno de los refugios que los ciudadanos tomaron.

— ¿Y que si lo son? —preguntó la joven, dándole una mirada indiferente a la mujer, tomada del brazo de un comandante— No me gusta esconderme —puso su mano en su pecho— Si tengo que elegir entre esconderme de estos hombres y ponerlos de mi lado, prefiero ponerlos de mi lado.

Circe no era inocente, nunca lo fue aunque sus padres lo intentaron. Estaba segura de que si su padre, quien murió cuando ella tenía diez años, todavía estuviera vivo y la viera hacer esto probablemente pegaría el grito al cielo y la metería a un convento, ah, y si Ludvik Vogel estuviera vivo seguramente lloraría al ver la destrucción que surgió en el país ya que él fue un veterano de la Gran guerra.

Rodeada de halagos y pretendientes por su belleza desde su más tierna infancia. Con dos padres ocupados que nunca le prestaron real atención y sin una figura masculina intentando comprometerla, pronto Circe aprendió que era hermosa y que podía usar eso para su propio beneficio. Ella nunca necesitó esforzarse cuando de seducir hombres se trataba, después de todo, quien viera el rostro de la cuarta hija del conde Vogel al menos una vez recordaría ese momento por el resto de su vida. Sólo una sonrisa y ellos caerían a sus pies, y una vez los tenía en sus manos...

Comida, ropa, joyas, protección, todo lo que sus compatriotas tenían dificultad para conseguir ella los obtuvo libremente de sus amantes, los cuales cada vez tenían un rango más alto en la milicia, como si para ella esto no fuera muy diferente a subir una escalera. Ella siempre supo en lo que se metía y aprovechó todas sus piezas para salir lo mejor parada posible de la guerra.

— Circe, puedo hacer cualquier cosa por ti, porque soy rico —rió el joven teniente coronel, Albert Cavendish, acomodándole el cabello tras la oreja.

— Mi buen Albert...—sonrió la joven, disfrutando de la protección que significaba ser la amante del teniente coronel, quien había sido promovido después de varios logros de guerra. Ninguno de los demás soldados podían tocarla porque tenían miedo a la ira de su superior y este sentimiento de impunidad y seguridad le encantaba.

— Por eso, my lady —tomó su mano y besó el anillo que había recibido hace muchos años por parte de su madre, quien dijo que era de su padre biológico— Por favor, cuando la guerra acabe, ¿Me haría el favor de casarse conmigo?

La decisión era obvia, había usado a innumerables amantes con rangos cada vez más altos hasta llegar a Albert, quien era un caballero en todo el sentido de la palabra, el hombre perfecto. La respuesta era obvia.

— Pensé que nunca lo pedirías —rió, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de aquel joven británico.

Fue entonces que la necesidad de ir al baño la despertó, sacándola de las memorias de los anteriores dueños de este anillo.

‹ ¿Por qué esas dos eran tan hermosas...? › se cuestionó Aylin, cubriéndose el rostro con vergüenza al notar que incluso ella había reaccionado al Circe, al igual que lo había hecho con Edelweiss. Aunque era su bisnieta y chozna no pudo evitar ser afectada por el encanto de ambas y ese sentimiento era bastante incómodo porque, ¡Demonios, eran su bisabuela y su trastatarabuela! Además, estaban muertas. ‹ ¿Atracción sexual genética? › barajó la joven en su mente, intentando evadir el hecho que sus ancestros femeninos le parecían atractivas.

— ¿Qué pasa?

Al escuchar la voz de Amber a su lado, Aylin se paralizó por un momento, sin poder evitar cuestionarse la razón por la que estaba durmiendo con la protagonista. ¿Acaso había hecho algo estúpido? No, no había comido ni bebido nada raro, no podía ser.

— Quiero ir al baño...—admitió en voz baja mientras tomaba su celular y repasaba mentalmente lo que hizo antes de irse a dormir, asegurándose de que no hizo ninguna cosa estúpida de la cual fuera a arrepentirse después con esta chica. No había forma que hiciera eso, no con esta chica, Amber no le gustaba y le parecía una tonta, jamás haría algo de ese estilo con ella.

— Mm... Bien —accedió la protagonista, sentándose en la cama mientras bostezaba. En ese momento, Aylin supo que Amber no iba a dejar que se fuera al sofá y que iba a esperar a que volviera del baño.

‹Demonios›

¿Por qué de pronto Amber actuaba tan pegajosa con ella? Esto era extraño, e incómodo, pero intentó no darle importancia mientras caminaba al baño. No quería pensar en eso, sólo esperaba que cuando Amber dejará de estar intoxicada volviera a la normalidad, aun así, cuando salió del baño sólo pudo pensar en que no quería atravesar el pasillo para entrar al cuarto con ella.

‹ ¿Realmente tengo que hacerlo...? › se preguntó, deteniéndose a mirar el celular que había traído con ella. No necesito usarlo para iluminar el camino ya que se les había olvidado apagar la luz de la sala, pero no quería dejarlo ahí con A... ‹ ¿Qué es ese olor? ›

Pronto, estando ya a pocos metros de la puerta de Amber, quien de seguro estaba esperando a que entrara otra vez, Aylin pudo detectar que había un olor... raro, en la sala. Un olor como a madera podrida, musgo, tierra y... sudor.

‹Algo no está bien› pensó, subiendo la guardia al notar que ese olor no correspondía al de la casa ni al de ella ni al de la protagonista. ¿Acaso alguien se metió a la casa? ‹No, el olor es demasiado tenue para eso›

Y entonces, eso ocurrió.

Bang... Bang... Bang...

— ¿...?

Tres golpes en la puerta se dejaron escuchar en la sala de la casa. Suaves, rítmicos pero a la vez pesados, demasiado pesados de hecho, como si fueran las manos de un gorila golpeando una puerta con "cuidado".

— ₳₥... ฿ɆⱤ...

Y esa voz, esa maldita voz, fue suficiente para asustar a Aylin. Esa voz sonaba como un gruñido animal, seco, ronco, como si su dueño no estuviera acostumbrado a hablar.

Bang... Bang...

— ₳₥... ฿ɆⱤ...

Ya tensa por los golpes, Aylin miró su celular, notando que eran las tres de la mañana. ‹Esto no puede ser coincidencia...› pensó, aferrándose nerviosamente al aparato, sin saber muy bien qué hacer.

Bang... Bang... Bang... Bang...

— ₳₥... ฿ɆⱤ...

Los golpes no se detuvieron, eran constantes y fuertes, cada uno haciendo temblar la puerta un poco, la voz tampoco dejó de susurrar el nombre de Amber con una voz seca y ahogada, digna de un fumador empedernido. No había forma en el infierno en que fuera a abrirle pues algo en su interior le decía que lo que había del otro lado no era un ser humano.

‹Yo... ¿Realmente quiero saber lo que hay al otro lado...? › pensó, apretando el celular en sus manos. Tal vez debería llamar a la policía pero le daba miedo que lo que sea que había afuera la escuchara o meterse en problemas si es que no era nada, pero... ‹ ¿Y si es una broma? › Tal vez la autora sólo quería asustarlas, la alerta de peligro no se había activado todavía y la sensación de déjà vu no se había hecho presente, así que... ‹No lo sé› pensó, sin saber si aliviarse o aterrarse al notar que la autora no había reescrito la escena.

Sin estar segura de su decisión, Aylin tragó duró y de la manera más silenciosa que pudo avanzó a la puerta para ver por la mirilla de la puerta. Si veía lo que había afuera todo sería más fácil, pero no quería hacerlo, sentía que no le iba a gustar lo que iba a ver, pero aun así lo hizo: se acercó a la mirilla y vio lo que había del otro lado.

Bang... Bang... Bang... Bang... Bang...

— ₳₥... ฿ɆⱤ...

— ¡...!

Sólo miró por un momento lo que había ahí, sin embargo, esos pocos segundos fueron suficientes para hacerla echarse para atrás y caer al suelo.

‹ ¿Qué es esa cosa? › se preguntó, temblando de pies a cabeza, tratando de procesar lo que acababa de ver al otro lado de la puerta. Era algo, algo grande, peludo, mas no como pelo, más bien como lana; y con un par de ojos que brillaban en la oscuridad de forma similar a la de un animal, pero, a su vez, eran unos ojos demasiado humanos para eso. Eso no se parecía a nada de lo que alguna vez había visto y el no saber qué era lo hacía más aterrador. ‹La policía, tengo que llamar a la policía› pensó, tomando su celular para enviarle un mensaje al 911, sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo fue interrumpida.

— Aylin, ¿Qué estás...?

Amber entonces apareció en la sala, preguntándose por qué Aylin estaba tardándose tanto en el baño, sólo para verla tirada en el piso de la sala con una expresión de miedo que nunca pensó ver en ella.

— ¡₳₥... ฿ɆⱤ...!

¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...!

Parecía ser que Aylin no fue la única que notó que Amber estaba ahí pues de pronto los golpes se hicieron más fuertes, tanto que la puerta comenzó a crujir, amenazando con caerse. A este paso ellas...

Al ver que la situación había empeorado de pronto, Aylin se levantó a toda prisa del suelo y corrió hacia Amber y, sin mediar palabra, la jaló del brazo para meterla al baño con ella, cerrando la puerta detrás de ellas. El baño era la única puerta al interior de la casa con pestillo, además de ser el único cuarto sin ventanas lo suficientemente grandes para que esa cosa entrará, sí, una buena decisión, pero el ambiente ahí se sentía pequeño y pesado, provocándole un sentimiento similar a la claustrofobia.

— ¿Qué está pasando...? —preguntó la protagonista, temblando de pies a cabeza. No entendía qué estaba pasando, ¿Quién estaba tocando la puerta a esta hora? ¿Por qué Aylin estaba tan asustada?

— Esa es mi frase...—dijo su niñera, tomando el celular y marcando al 911. Al principio pensó que enviar un mensaje sería suficiente, pero ese plan ya no servía, necesitaba llamar, no podía esperar a que vieran el mensaje. ‹ ¡Mierda, ¿Por qué la señal es tan mala?! ¡Ayer estaba bien! › No, de hecho, antes de dormir pudo comprobar que el Wifi y los datos móviles estaban bien ¿Por qué de pronto-?

¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang...! ¡Bang! ¡Bang!

— ¿Qué es lo que hay afuera? —volvió a preguntar Amber, sintiendo ganas de llorar al escuchar los golpes a lo lejos y como alguien la llamaba por su nombre.

— Cállate —gruñó Aylin, escuchando como la llamada entraba pero nadie contestaba. ‹ ¿Por qué no contestan? › ¿Acaso la autora en serio quería meterlas a un libro de horror?

— ¡₳₥... ฿ɆⱤ...!

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

‹Contesta, maldita sea› maldijo para sus adentros, sintiendo sus manos temblar al notar que los golpes se hacían más seguidos— ¿Qué carajos hiciste, Amber? —preguntó, escuchando como sonaban las clavijas de la madera de la puerta de la entrada, sonaban como si estuvieran a punto de ser arrancadas del marco.

Aylin ni por un segundo dudó que esa cosa afuera era culpa de Amber, ¿Por qué? Porque Amber era la protagonista y además de estúpida era un imán para problemas. De seguro hizo algo cuando salió a la fiesta.

— Y-Yo... ¡Yo... no sabía que pasaría esto! —admitió, entrando en pánico.

— ¡₳₥... ฿ɆⱤ...!

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡PAM!

— ¡¿Qué mierda hiciste?! —finalmente Aylin perdió la paciencia al escuchar cómo la madera de la puerta principal crujía con fuerza, dejándoles saber a ambas que la puerta estaba comenzando a romperse.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡PAM! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

— Y-Yo, los chicos... Nosotros...

La llamada finalmente se cortó porque nadie contestó, así que Aylin volvió a marcar, negándose rotundamente a que el género de este libro cambiará a terror o a lo que sea que la autora planeará.

— Nosotros, estábamos jugando con la ouija en el lago. E-Esa chica dijo algo de llamar al espíritu del bosque y-y...

— ¿Ir a jugar con la ouija a un lago, en invierno, y drogada? ¿Qué clase de ritual suicida es ese? —gruñó.

¡PAM! ¡PAM! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡PAM! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

— ¡No sabía que iba a pasar esto...! —finalmente rompió a llorar mientras escuchaban como los golpes seguían y la madera crujía con fuerza bajo las manos de esa cosa.

— ¡Maldita imbécil, te dije que no hicieras nada estúpido! —le gritó, escuchando como todavía no contestaban la llamada.

— ¡Lo siento mucho...!

— ¡Tus disculpas no van a evitar que esta cosa nos-...!

— 911, ¿Cuál es su emergencia? —estas palabras de inmediato desviaron la atención de ambas hacia el teléfono.

¡PAM! ¡Bang! ¡PAM! ¡Bang! ¡PAM! ¡Bang!

— S-Sí, por favor, envíen una patrulla —dijo Aylin aceleradamente— H-Hay algo en la puerta, n-no, están rompiendo la puerta, está intentando entrar —se apresuró a corregirse— P-Por favor, vengan. La dirección es-...

¡PAM! ¡PAM! ¡PAM...! Tap... Tap...

El corazón de ambas se detuvo un momento al escuchar un paso pesado en el piso de madera que había en la sala, y luego otro, y otro...

— Está aquí...

— ¿Quién?

Tap... Tap... Tap...

— ¡₳₥... ฿ɆⱤ...!

Pero Aylin no respondió, con la adrenalina corriendo por su sistema acompañada por los últimos restos de "superar los límites" su mente sólo buscó una forma de escapar, cualquiera. ‹ ¡La ventana! ›

— ¿Hola?

Tap... Tap... Tap... Tap...

— Amber, abre la ventana del baño. No me importa si tienes que romperla, y por el amor de Dios, no vuelvas a hablar —ordenó, revisando el pestillo y viendo el estante que había en el baño, una perfecta barricada que no dudó en poner a toda prisa al escuchar como esos pasos se acercaban. Amber sólo obedeció en silencio— Está aquí, envíen a alguien pronto, por favor, la dirección es...

Tap... Tap... Bang... Bang...

Cuando terminó de decir la dirección fue que sintió esos pesados golpes en la puerta del baño, detrás de ella. Eran golpes muy pesados, los pudo sentir incluso con el estante en medio.

— ¡₳₥... ฿ɆⱤ...!

‹A la mierda› pensó, viendo a Amber abrir la ventana, la cual se había desatascado a último minuto. No iba a esperar a la policía, no había forma en que lo hiciera. Sin importarle nada, lanzó su celular por la ventana abierta para inmediatamente después treparse a esta— Te voy a matar cuando salgamos de esta —gruñó, tomando la mano de la protagonista para jalarla con ella mientras la operadora le repetía la dirección que le dio.

Desgraciadamente, Amber perdió el equilibrio y la caída fue más dura de lo planeado. El golpe sumado al peso de Amber hicieron que fuera doloroso, pero el instinto de supervivencia bloqueó cualquier pensamiento relacionado al dolor.

Estiró su mano, tomando el celular que estaba a un lado— Sí, es ahí —respondió con una voz ahogada por el dolor, levantándose con cierta dificultad— Ya levántate —ordenó, jalando a Amber para que se levantara.

— ¿Están fuera?

— Sí, ¿Dónde está la patrulla? —cuestionó, comenzando a correr sin soltar la mano de la protagonista, porque era seguro que se iba a caer mientras corrían, como el cliché ordenaba. ‹Como si fuera a permitir eso› si tenía que arrastrarla, lo haría.

— A dos minutos.

Entre meter a los vecinos en este lío de brujería y quizás que otra estupidez que Amber y sus "amigos" hicieron, Aylin prefirió seguir corriendo hasta la esquina, aprovechando que las calles estaban bien iluminadas— Ni se te ocurra —advirtió, escuchando a la idiota de Amber decir que estaba cansada.

— ¿Ven la patrulla?

— ¡Sí, la veo...!

Como era de esperar, nadie les creyó cuando dijeron lo que sucedió, pero las puertas rotas, las pisadas en la sala, todo fue registrado e investigado por la policía. Quizás no les creyeron cuando dijeron que fue "algo" y no "alguien", pero no podían negar que alguien había entrado y hecho un gran desastre.

‹Maldita sea› pensó Aylin, juntando sus manos en la estación de policía— Amber, mírame —ordenó, a lo que esta, aún conmocionada por lo sucedido, obedeció.

— ¿Qué estás...? —preguntó, confundida al escucharla murmurar algo que no entendía, pero no pudo continuar, la mirada de "cállate" que Aylin le dio la detuvo.

‹Maldita sea, maldita sea. No debí darle permiso a esta idiota a salir› pensó Aylin, comenzando a rezar todos los rezos y hechizos de protección que conocía sobre esta idiota.

— Señor, ¿Qué están haciendo?

— Oh, Anlil —dijo el sacerdote, viendo al pequeño escriba— Estamos exorcizando a este hombre.

Ese mismo rezo que usaron en él cuando fue maldecido por la serpiente, todas las oraciones que conocía: sumerio, babilonio, asirio, arameo, fenicio, griego y más, todas las malditas lenguas, todos los rezos que aprendió a lo largo de su existencia en este planeta. No le interesaba cuál funcionara, no le interesaba qué dios respondiera, sólo que funcionara y que esto no se volviera un maldito libro de terror.

— Creo que sería mejor si se quedan en casa de un familiar hasta que descubramos al culpable —informó el policía, mirando con lastima a ambas jóvenes, sobre todo a la de pelo negro, la cual estaba murmurando cosas inentendibles en voz baja.

— Sí...

Todos pensaron que Aylin perdió la razón, pero esa noche hubo reportes de los vecinos cerca del bosque que se escuchó un grito desgarrador venir del bosque. Los rezos de la esposa del Dios Verdadero fueron escuchados.

...

El especial será publicado antes del capítulo 25, pero tengo más especiales en el tintero, así que voten, les conviene (⁠人⁠*⁠'⁠∀⁠`⁠)⁠。⁠*゚⁠+

PD: A Wattpad le gusta molestarme, no quería que subiera los dibujos :C

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