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Capítulo 26.

[Advertencia: este capítulo contiene muchos términos médicos que te crearán imágenes mentales extrañas si los buscas en internet, porque son reales. Se recomienda discreción.]

Esa mañana lo que despertó a Samantha no fue el frío que permaneció tras la tormenta ni tampoco fue la luz colándose por su balcón sino unas risitas y el característico sonido de la cámara de su madre tomando una foto.

— ¿Ah...?

El cerebro de la joven tardó un momento en procesar que no sólo había dormido en una posición extraña con Aylin, sino que su madre había aprovechado el momento para sacarles una foto.

Al caer en cuenta que este momento acababa de ser inmortalizado en el álbum de fotos de su mamá, el rostro de Samantha se puso totalmente rojo y de inmediato se alejó de Aylin— ¡Mamá, ¿Por qué hiciste eso?! —reclamó con el rostro sonrojado.

— Se veían muy tiernas —se defendió Melissa entre risas, saliendo del cuarto justo a tiempo para evitar la almohada que su hija le lanzó.

—...—sin saber muy bien qué hacer, Samantha tomó una de sus almohadas y ahogó un grito de frustración y vergüenza mientras terminaba de procesar lo que hizo anoche y el hecho que ahora su madre tenía una foto como prueba de ello. De seguro su mamá iba a revelar esta foto y la pondría en el álbum, un álbum lleno de fotos vergonzosas de su infancia.

— ¿Mmm...? —no fue sino hasta entonces que Samantha notó que Aylin se había sentado en la cama y estaba mirando el cuarto en silencio. Se notaba un tanto desorientada.

‹Diablos›

Después de un minuto de procesar el hecho de que seguía viva, Aylin dejó salir un bostezó y se desperezó en su lugar. Ella no parecía preocupada por estar en una cama ajena ni por todo el ruido que escuchó, en lugar de eso sólo volteó a verla y la saludó.

— Buenos días —dijo con una voz adormilada, ignorando que Samantha se había quedado en blanco mientras la miraba debido a que su ropa se había desordenado por lo de anoche al punto que podía ver parte de su sostén. Era negro— ¿...?

— B-Buenos días —desvío la mirada de inmediato, notando que había hecho algo raro. ‹ ¿Por qué estoy tan nerviosa? › se cuestionó, viendo que Aylin se levantaba de la cama e iba al baño como si fuera su casa. Bueno, era su culpa que su ropa se hubiera movido... ‹Ella tiene un piercing en el ombligo› y una cicatriz que estaba a lo largo de su abdomen. Negó con la cabeza, pensando que había visto más de lo que debió mirar. ‹Quizás no debí haberle pedido eso anoche› suspiró, abrazando su almohada mientras evaluaba su situación.

Quizás lo que más la molestaba es que a Aylin no parecía importarle todo esto. Se sentía como que, incluso si la veía desnuda, a ella le iba a dar absolutamente igual.

‹Espero que las cosas no se pongan incómodas entre nosotras...›

Sin embargo, cuando Aylin volvió, ya un poco más despierta, tomó sus audífonos de la mesita de noche y se los puso en silencio.

—...

—...

‹Ok, esto es un poco incómodo...› pensó, nerviosa ante el silencio que había en el cuarto mientras Aylin se ponía la ropa que usó ayer. ¿Qué se suponía que debía decir? Ella no era muy buena iniciando conversaciones— ¿Por qué tienes una cicatriz en el vientre?

Apenas esas palabras salieron de su boca, Samantha quiso darse un golpe por decir tremenda barbaridad. ¿Por qué, de todas las cosas que pudo preguntar, preguntó algo que era obviamente muy personal y que además dejaba ver que la miró más de lo que debía?

Aunque... Aylin no pareció ofenderse por eso— Ah, cuando nací me tuvieron que operar o me moría —comentó como si estuviera hablando del clima mientras se ponía un piercing en la nariz.

— ¡¿Qué?!

— ¿Qué? —Aylin la miró raro al verla reaccionar así.

— ¿Cómo es que te ibas a morir si no te operaban? —preguntó muy alarmada por esta información.

‹ ¿En serio eso es tan importante? › se preguntó para sí misma. Fue algo que pasó hace más de dieciséis años y ya estaba mejor, ¿Qué importaba? Suspiró— Digamos que no fui un bebé lindo. Nací con las tripas afuera y tuvieron que operarme para ponerlas donde debían estar —resumió de manera vaga, terminando con la tarea de ponerse el piercing.

¿Tripas afuera?

— ¿Gastrosquisis u onfalocele? —inquirió la rubia, reconociendo esa explicación como una similar a esos defectos congénitos, aunque en realidad dudaba que fuera un onfalocele. El onfalocele normalmente estaba asociado a otras malformaciones y a síndromes congénitos, como la trisomía del cromosoma 21.

Aylin la miró por un momento, un tanto confundida al verla preguntar algo tan específico. ‹Así que sabe de medicina...› no le sorprendía, Samantha era hija de dos médicos— Gastrosquisis.

— ¿Tienes alguna secuela?

Sonrió, esto comenzaba a sentirse como un interrogatorio del médico— Sólo una cicatriz que hace que ciertas personitas me hagan preguntas raras —le tocó la nariz con el dedo, logrando avergonzarla un poco.

Apartó la mirada— Lo siento, no debí preguntar...—es sólo que cuando se trataba de medicina se ponía un poco curiosa.

— Aunque parecías muy curiosa sobre ello hace un momento —comentó con un tono juguetón— Pero ya que estás tan interesada, te diré que no fue el único defecto con el que nací —admitió con bastante tranquilidad.

— ¿Hubo más? —eso definitivamente llamó su atención.

Al notar que estaba interesada en esto Aylin dejó salir una risita— Sip, también nací con una cardiopatía congénita y la cirugía me dejó una cicatriz encima de esta —comentó apartándose un poco la ropa que traía puesta, dejando ver una cicatriz en la zona del esternón. Ver los ojos verdes de Samantha brillar por la curiosidad fue algo muy divertido, era la primera vez que veía a alguien que no fuera un médico que la estuviera tratando estar tan interesado en esto.

‹Quiero ver› ese fue el pensamiento que cruzó su mente por un instante, aunque probablemente fue sólo el morbo— ¿Cuál?

— Mmm... Fue algo de "comunicación"...—fingió no recordar, preguntándose si esta chica sabría de cual hablaba. Ella sí lo recordaba puesto que su historial médico fue algo que se vio obligada a recordar porque estos defectos congénitos y las cirugías que tuvo eran importantes.

— Comunicación interventricular —completó Samantha sin siquiera dudar.

‹Qué divertido› pensó Aylin, conteniendo una risa al ver que la "malvada villana" de este libro era en realidad una nerd de la medicina— ¿Cuántos libros de medicina te has leído? —se recostó en la cama, apoyándose en sus codos.

— Unos cuantos...—admitió Samantha sin mirarla. En su casa había varios libros de medicina, algunos más técnicos que otros— Pero, esos son bastantes defectos...—agregó. Y unos bastante serios.

— Oh, de hecho tuve más —admitió con una sonrisa.

— ¿Eh? ¿Más? —preguntó la rubia con incredulidad.

— Sí, también nací con pie equino varo y displasia del desarrollo de la cadera.

—...

Al ver la expresión que Sam puso al escuchar esto, probablemente intentando procesar la imagen mental, Aylin le dio una mirada compasiva— Te dije que no fui un bebé lindo —el hecho es que fue un bebé muy feo cuando nació y, aunque las cirugías ayudaron, tuvo que usar aparatos ortopédicos casi toda su primera infancia para ser "normal". ‹Sin mencionar el ojo vago...› agregó en su mente, teniendo vagos, muy vagos recuerdos de haber usado un parche en el ojo por ello. Lo único bueno es que todo aquello tenía una cura o tratamiento.

Por su parte, Samantha conocía esos defectos congénitos: el pie equino varo, también conocido como "pie zambo", era que el bebé tenía con uno o ambos pies torcidos mientras que la displasia del desarrollo de la cadera era básicamente que el bebé nació con la cadera dislocada.

— ¿Tienes alguna consecuencia de ello...? —le preguntó con cierta cautela.

— Bueno, tengo dos cicatrices que dividen mi torso en dos —comentó Aylin, sin real interés. Tenía esas cicatrices desde que era un recién nacido, estaba bien con ellas.

Samantha, ella... en realidad no supo cómo responder a eso, pero había algo que le llamó la atención de todo esto...

— Tener tantos defectos congénitos es extraño, ¿Realmente fue sólo mala suerte?

Podía ser que Aylin sólo tuvo mala suerte. La mitad de los defectos congénitos no tenían una causa, sólo ocurrían porque sí, pero cuatro a la vez...

—...—Aylin la miró en silencio por un momento, y entonces sonrió— No, yo fui una maldición.

— ¿Eh?

¿Una maldición?

‹ ¿Acaso está burlándose de eso de que los bebés son una bendición? › se preguntó para sí Samantha, pero antes de que pudiera preguntar más al respecto, Aylin se levantó de la cama.

— Tengo hambre, ¿Sabes si ya estará el desayuno? —le preguntó con un tono perezoso, cambiando por completo el tema.

Un poco frustrada por haber perdido su oportunidad de preguntar a qué se refería, la chica miró el reloj en la pared de su cuarto— Sí, mis padres ya deberían estar haciendo el desayuno.

— Es bueno saberlo —sonrió, dirigiéndose a la puerta— ¿No vienes? —preguntó, notando que Sam se había quedado en la cama.

—No, adelántate. Tengo algo que hacer —se excusó, aunque no era verdad. Ella sólo quería estar sola para pensar.

— Si tú lo dices —se encogió de hombros. ‹Supongo que voy primero...› pensó, sin darle mucha importancia.

Por su lado, Samantha se quedó en su cuarto unos minutos más, en silencio, tratando de procesar la nueva información que había obtenido de Aylin.

‹Esas cicatrices...›

La relación de Aylin y sus padres parecía ser terrible, esta chica simplemente no parecía guardar ningún tipo de aprecio por ellos, pero ¿Tal vez esos difíciles primeros meses de vida habían influido en la relación con sus padres...?

‹Por supuesto que debió influir› se dijo a sí misma. Los niños con salud frágil normalmente pasaban mucho tiempo en el hospital para ser monitoreados, había visto a muchos padres actuar de manera sobreprotectora con sus hijos enfermizos por miedo a que les pasara algo, pero lucía como que, en vez de que sus padres se volvieran más protectores con Aylin, hubiera pasado todo lo contrario y hubieran decidido desligarse de cualquier responsabilidad.

Tener a un hijo enfermo era un gran peso para los padres y entre Aylin y Thoma y Yona había doce años de diferencia, sonaba como que no querían tener más hijos. Muchos padres deciden no tener hijos después de tener un niño enfermo porque la situación podría repetirse y volverse más complicada, pero ellos tuvieron otros dos después...

‹Me pregunto cuántos años tienen sus padres›

Quizás sus padres eran jóvenes y decidieron que era demasiado para ellos, pero dejar a Aylin en un internado y luego mandarla a vivir a casa de un amigo del trabajo era demasiado. Si ella tuviera un bebé así de frágil no podría hacer algo así.

‹Agh, siento que me falta mucha información› pensó, un tanto frustrada, decidiendo dejar estas dudas para más tarde. Ya estaba comenzando a darle hambre— Ah...

Entonces, la mirada verdosa de Samantha se dirigió al estante, donde la novela donde ellos vivían se encontraba: "Me enamoré del bad boy", un título cliché y aburrido, pero eso era lo que había.

‹Me pregunto si ahí hay más información de Aylin...› pensó, notando toda la ironía dramática de la situación.

— Sam —como de costumbre, Tyler entró en su cuarto sin tocar, obligándola a soltar el libro que Christina dejó aquí la última vez que vino— Mamá dice que bajes. El desayuno está listo —anunció.

— Sí, ya voy.

— Si no te apuras, me comeré tu parte —advirtió Tyler con una seriedad sorprendente antes de cerrar la puerta.

— ¡No te atrevas! —exclamó mientras guardaba el libro, consiguiendo en respuesta unas cuantas risas de su hermano del otro lado de la puerta. Sería malo si alguien entraba y veía esto, en el mejor de los casos pensarían que estaba haciendo un fanfic, en el peor sería una crisis existencial. ‹Mejor evitemos problemas› pensó, guardándolo en su cajón. Cuando viera a Christa se lo devolvería, después de todo los personajes principales no deben ser capaces de notar la ironía dramática que ocurre a su alrededor.

[Ironía dramática]

La ironía dramática es cuando el espectador está consciente de una situación en la trama mientras que los personajes desconocen esta información aunque el lector posea una información vital no puede hacer nada para evitar la tragedia. Utilizada para crear una atmósfera de suspense o angustia, a veces incluso de comedia.

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