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Capítulo 19.66.

— Y entonces la maestra se puso a llorar —rió Ruby, hablando animadamente de las "travesuras" que había hecho en su escuela.

Samantha sonrió, de manera muy tensa, escuchando a su cuñada, Rachel, o como la llamaban todos: Ruby, hablar sobre cómo hizo llorar a su profesora de inglés. Ruby era la hermana menor de Matt, su cuñada, quien le llevaba apenas ocho meses a su novio, y la verdad es que ella le parecía bastante aterradora.

Desde que eran niños, a Ruby le gustaba mentir y engañar a los adultos que habían a su alrededor. Odiaba que los demás obtuvieran más atención que ella, así que si, por ejemplo, Matt hacía un dibujo que recibía halagos de los adultos, ella lo rompería y luego diría algo como que su hermano la golpeó mientras lloraba para que lo castigaran; ese tipo de comportamientos no había cambiado en lo absoluto ahora que tenía quince años.

Manipuladora, arrogante y mentirosa como sólo ella podía ser, Samantha podía ver como la telaraña de mentiras de la hermana de su novio aumentaba más y más con cada fin de semana en el que ambas coincidieran en la casa de los Scott. Engañaba a sus compañeros para que se pusieran en contra de alguien, ya fuera compañero de clases o profesores, mentía sobre tantas cosas a tal punto que ahora esas mentiras ahora eran parte de su personalidad, fingía intereses y, como era linda e "inocente" siempre se las arreglaba para salirse con la suya.

‹Es aterrador...›

No le gustaba estar cerca de ella, le daba miedo, sentía como si estar alrededor de Ruby fuera como caminar sobre cáscaras de huevo, pero Ruby siempre venía los fines de semana a casa de Matt, quien, por cierto, no estaba ahora; y sus suegros ahora estaban discutiendo algo en la cocina. Realmente no quería estar cerca de Ruby, pero no podía irse ni tampoco evitarla sin consecuencias...

— Divertido, ¿No?

Desvió la mirada, incómoda ante la mirada de la chica— No lo sé...

No sabía porque Ruby no se molestaba en aparentar ser una chica tranquila cuando estaba cerca de ella, quizás es porque sabía que ella no diría nada, pero...

— ¿Matt te dijo a qué hora llegaría? —intentó cambiar el tema. No se sentía cómoda escuchando cómo Ruby torturaba a sus profesores.

— Oh, no, la verdad es que no. Todo lo que dijo mi hermano fue algo de que iba a llegar para la cena.

— Ya veo...

No le molestaba pasar tiempo con la familia de su novio, de hecho se llevaba bien con el padre de Matt y con Linda, además, la mayoría de sus cuñados eran agradables, pero con Ruby era otro tema...

‹Quiero irme›

Pasaron un par de horas antes de que Matthew llegara, dos horas en donde Samantha tuvo que mantener la calma aun cuando Ruby no se la dejaba fácil. Se sentía como si ella estuviera poniendo a prueba su paciencia.

— Matt, llegaste —sonrió, por fin encontrando una oportunidad de alejarse de Ruby.

A decir verdad, estar cerca de Ruby tanto tiempo la había drenado mentalmente, pero se sintió un poco mejor cuando Matt llegó y pudo pasar tiempo con él.

— Matt... No podemos, tu familia está abajo...

— No te preocupes, ellos no lo notaran.

Hace tiempo no hacían nada y, de hecho, le sorprendió un poco que Matthew tomara la iniciativa para hacerlo. Eso la hizo un poco feliz al sentir que aún era deseada por su novio.

Sin embargo, esto no duró mucho.

— Espera, ponte un condón —lo detuvo, notando esto.

— ¿Qué? —puso mala cara al ser parado justo cuando la cosa se ponía interesante.

— Quiero que usemos preservativo —repitió, muy firme, logrando que Matthew se alejara un poco.

— Vamos, tomas pastillas, ¿No? —intentó persuadirla de seguir.

— Sí, pero no me siento segura sin un condón.

— ¿En serio estás haciendo una escena en este momento? —gruñó, muy disgustado ante esta petición.

— Deja de actuar como un niño —exigió, quitándoselo de encima— Tienes un montón en tu cajonera —señaló, haciendo énfasis en su punto al abrir el primer cajón del mueble, en el cual había un paquete de condones.

— Y ya volvemos al asunto de los reclamos y los celos...—rodó los ojos, sentándose en el costado de la cama.

— No es un reclamo, el condón no es negociable.

Odiaba estas peleas tontas, ella desde el inicio puso la condición de usar condón cuando tuvieran relaciones, pero desde hace un tiempo Matt estaba insistiendo en que no quería usar uno cuando tenían sexo. Para ella esto no era negociable y no iba a cambiar de opinión.

Suspiró— Agh, ¿Sabes qué? —dijo, tomando su ropa interior, sin darle una segunda mirada a su novio— Si no quieres usarlo, no lo uses, pero no haremos nada hasta que entiendas que no cambiare de parecer —declaró, bajándose de la cama para colocándose sus pantis.

Levantarse de la cama y vestirse en estas circunstancias se le hizo un tanto humillante, pero no iba a cambiar de parecer. Le daba igual el hecho de que tomara píldoras anticonceptivas, no iba a cambiar de opinión.

Viendo que Samantha estaba saliendo de su cuarto, Matthew se puso su bóxer a toda prisa para interceptarla— ¿Por qué siempre haces esto? —cuestionó, tomándola del brazo— Creí que íbamos bien, pero siempre tienes que hacer algo para arruinarlo.

Frunció el ceño— Te lo he dicho por mucho tiempo: no voy a cambiar de opinión acerca del preservativo —repitió, ya molesta— Ahora suéltame para poder irme de una vez.

— ¡¿Acaso me vas a dejar así?!

— ¡Tú eres él que no quiere aceptar algo completamente razonable!

Otra vez comenzaron a pelear, en una situación donde no cabía duda de lo que estuvieron a punto de hacer, era notable a simple vista, pero lo peor fue cuando la familia de Matthew se asomó por el final de la escalera, como preguntándose qué estaba pasando ahí arriba.

— Matthew, déjala en paz —puso mala cara el padre.

— ¡¿Tú qué te metes, viejo de mierda?!

Lo que menos quería que pasara, pasó. El padre de Matthew, John, se metió en su discusión y la pelea empeoró.

Matt tenía una mala relación con su padre, una muy mala de hecho, los había visto golpearse en un par de ocasiones con alcohol de por medio, y esta vez no fue la excepción...

‹Ya tuve suficiente› pensó, tomando su celular mientras bajaba la escalera. No quería estar involucrada en esto.

El chofer tardaría un rato en llegar, así que le dijo que le iba a esperar en el pequeño supermercado que había a cinco minutos de la casa de Matthew. Una vez ahí, para tranquilizarse, Samantha decidió comprar unos ositos de goma, sus dulces favoritos, pero ni siquiera su golosina favorita la tranquilizó.

‹Otra vez...› pensó, mirando el paquete en sus manos con un aire desolado.

La razón por la que había comenzado a tomar pastillas anticonceptivas no fue sólo para intentar regularizar sus ciclos un tanto irregulares, no, fue también porque Matt siempre se quejaba del condón e intentaba convencerla de que era incómodo para él usarlo, de que lo dejara hacerlo sin este, pero ella siempre se había negado y le respondió que sí le eran incómodos que probara con otro tipo de condón, lo cual lo terminaba molestando.

Como las usaba principalmente para regularizar su periodo, ella no era muy constante al tomar la píldora. A veces se acordaba de tomarla ya entrada la noche, había días en que olvidaba tomarla y debía tomar dos al día siguiente, todo eso hacía que perdiera efectividad, lo cual se traducía en un mayor riesgo de embarazo.

Tenía dieciséis años, sus padres eran médicos, sabía los riesgos de tener sexo sin condón y tomando de esta manera la píldora, ella solamente no quería dejar ni una sola posibilidad a quedar embarazada siendo una adolescente. Un bebé no estaba en sus planes, no ahora, no en estas circunstancias. ¿Acaso eso era tan difícil de entender?

El chofer llegó diez minutos después y la recogió cuando ella ya había abierto su segundo paquete de ositos de goma. Como era de esperar, el viaje fue silencioso y la verdad es que era mejor así.

Ya había llegado a casa y se había recostado en su cama cuando llegó un mensaje de Matthew. Con un poco de miedo, extendió su mano a su celular y vio el mensaje desde las notificaciones.

「 Gracias a ti, ese maldito viejo me castigo, ya no podré salir el fin de semana ¿Ahora estás feliz? ¿Ahora tus malditas inseguridades están conformes? 」

—...

No respondió, tampoco entró al chat para dejarle ver que leyó su mensaje, ella... sólo dejó su celular a un lado y abrazó su almohada.

Esta vez la luna de miel había sido más corta...

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