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Capítulo 15.75.

— ¿En serio es tu cumpleaños?

—...—levantó la mirada de su dibujo, sin entender a lo que se refería.

— La maestra dijo que hoy es tu cumpleaños, ¿Es eso cierto? —insistió otra compañera.

Ladeó la cabeza, confundida— ¿Qué es un cumpleaños...?

Vio la mirada de incredulidad de sus compañeros por un momento, como si no creyeran lo que estaba diciendo, para luego empezar a reír de forma escandalosa.

— Pfff, ¿Acaso eres tonta o algo así?

— ¡No hay manera en que no sepas cuándo es tu cumpleaños...!

— ¿Huh...? Pero es verdad.

— ¡Ya dejen de molestarla! —intervino Nina, logrando que los demás retrocedieran.

Román se acercó a ella, sin ser intimidado en lo absoluto por Nina— ¿En serio no sabes que es un cumpleaños? —preguntó. Negó con la cabeza— Es cuando cumples un año más de vida.

— Oh...

— ¡Los cumpleaños son muy divertidos! —exclamó Nina, uniéndose a la conversación— ¡Mi mamá me hace un pastel y vienen todos a casa a celebrar!

Román asintió con la cabeza, de acuerdo con su explicación— Hay regalos, dulces, una piñata. Es muy divertido —agregó.

— Oh...

— ¿Van a celebrar tu cumpleaños? ¿Puedo ir? —preguntó Nina, muy animada.

—...—desvió la mirada a su dibujo— No lo creo.

Lo que sus amigos decían sonaba divertido, pero... No creía que su abuelo le hiciera una fiesta por su cumpleaños, o que permitiera que los sirvientes le hicieran un pastel. Ella... ni siquiera sabía que hoy era su cumpleaños...

Ese día de escuela fue raro, los profesores y varios de sus compañeros de clases la felicitaron e incluso Román le dio la mitad del cupcake que su madre le dio para su almuerzo.

No le gustó.

Tanta atención por parte de sus compañeros la ponía nerviosa, no le gustaba ser el centro de atención, sólo quería que el día acabara para volver a casa, pero el señor Norman le dijo que tenían que ir a otro lugar, que ir a casa podía esperar. Por un momento se preguntó si iban a celebrar su cumpleaños, pero no era su cumpleaños el que celebraban, era el de su abuelo.

‹ ¿Cuántos años cumple el abuelo? › aunque tuvo ganas de preguntar no le dejaron hacerlo, la niñera le dio su PSP y le dijo que hiciera silencio, que el señor Norman tenía que terminar de alistar todo para la fiesta.

— Señor, ¿Está seguro de que quiere enviar a Aylin allá? También es su cumpleaños...

Esto era normal, los sirvientes nunca moderaron sus palabras a su alrededor...

Del otro lado de la línea se escuchó un gruñido auspiciado por el altavoz de la llamada— Ya te dije que no, no quiero esa cosa en mi fiesta.

‹"Cosa"...›

Hacía ya un tiempo se había rendido en conseguir la atención de su abuelo, sabía que era inútil, así como sabía que era inútil pedirle a la niñera que le dejara comer más de un chocolate.

—...

Su único recuerdo de su abuelo... antes que su rostro o su figura, fue su tono de voz lleno de desprecio y frialdad al referirse a ella.

El señor Norman comenzó a discutir con su abuelo, aunque intentó prestar atención a su juego e ignorarlos esta discusión cada vez se hacía más alta y ruidosa. Sintió ganas de llevar sus manos a sus oídos, quitar sus audífonos, cualquier cosa, pero no pudo, si lo hacía ellos iban a notar que estaba escuchando y se iban a enojar.

— ¡Señor, en serio, esto es...!

La voz de Norman se vio interrumpida por la voz llena de furia de su abuelo— ¡No sé qué invocó mi esposa, pero esa cosa no es mi nieta! ¡Ya deja de intentar relacionarme con eso!

El distintivo sonido de una llamada cortándose resonó en el auto. La niñera la miró, pero ella seguía con la mirada en el PSP, fingiendo estar prestándole atención a su juego, pero eso no era verdad.

— Agh, la personalidad de ese hombre es tan horrible —escuchó a Norman quejándose con el chofer—. Si sigue así, a este paso es cosa de tiempo antes de que le disparen.

Norman no sabía lo ciertas que eran sus palabras ni que sólo faltaban unos cuantos metros para descubrirlo.

— ¿Eh? ¿Por qué el auto del señor se ha detenido?

A pesar de que el auto de Berk Vogel iba adelante en esta carretera poco transitada, tan adelante que no podían verlos a simple vista, pronto los ocupantes del auto notaron que algo estaba pasando. El GPS mostraba que ellos se habían detenido en la carretera sin razón y Berk no respondía a las llamadas.

— Esto no me gusta.

Aylin no entendía qué pasaba, pero podía notar el nerviosismo de los adultos en el auto. Entonces, guardó su PSP en el bolsillo de su uniforme y miró por la ventana del auto intentando entender qué pasaba, pero por las ventanas polarizadas pudo notar un hombre que-...

Lo siguiente que supo fue un fuerte ruido sordo que hizo zumbar sus oídos, luego el sonido de llantas derrapando sobre la calle, los gritos lleno de pánico de su niñera, del señor Norman y del conductor, un ruido estruendoso y entonces... nada.

Cuando recuperó la consciencia sintió el piso frío contra su piel, pero... esto no era tierra, tampoco cemento, era similar a la cerámica, pero... no había cerámica en el auto...

—...—abrió los ojos, encontrando un paisaje que no entendía.

Era un lugar muy extraño, el piso era liso, negro y frío como si se tratara de loza, pero no podía ver la división de la cerámica, sin embargo lo que más la asustó fue la oscuridad, aun cuando levantó la mirada sólo pudo ver algo así como un cielo oscuro y sin nubes, como si estuviera a la intemperie, pero... no había nada y los colores... era como si estuviera en una película antigua, o en esas escenas donde el personaje muere y va por un túnel oscuro.

Ella... ¿Acaso había muerto...?

Estaba asustada, confundida, ¿Dónde estaba? Hace un momento estaba en auto y...

Pasos.

Unos pesados pasos resonaron en el monocromo ambiente, firmes, aterradores, pero no tanto como el causante de los pasos: un hombre muy alto, el más alto que había visto en su vida, era más alto que Norman; su cabello era rojo y tenía unos ojos azules que parecían brillar en la oscuridad, pero notó algo: su cara estaba sucia, ocultando su blanca piel.

—...

Quiso hablar, preguntarle dónde estaba, pero con cada paso que el hombre daba él se acercaba más y más a ella y eso, lejos de tranquilizarla, le aterró al notar que era lo que cubría no sólo la cara del hombre sino también su cabello, sus ropas, todo; era un líquido rojo que había visto en varias películas, era sangre, pero ni siquiera en estas había visto tanta sangre.

El hombre que se acercaba a ella estaba cubierto de sangre, era como si antes de venir aquí se hubiera bañado en aquella sustancia. La sangre fresca goteaba de su cuerpo, especialmente de sus manos, completamente rojas por esta, y con cada paso un sangriento camino se creaba delante de sus ojos.

Miedo.

Estaba asustada, aterrada, nunca había tenido tanto miedo. ¿Dónde estaba?, ¿Quién era ese hombre y por qué estaba cubierto de sangre...?

...—él detuvo su andar a poco menos de un metro de ella, permitiéndole vislumbrarlo mejor y... no entendió lo que vio ¿Acaso había visto mal? ¿Por qué su cabello ahora negro? ¿Por qué sus ojos eran violeta? La gente no tenía los ojos de color violeta— No tengas miedo.

Incumpliendo las palabras de ese hombre, Aylin tembló de pies a cabeza cuando este hombre se arrodilló delante de ella, quedando a su altura. Él... olía raro, era un olor metálico ¿Acaso ese era el olor a la sangre?

Encantado de conocerte, el nuevo Irregular.

¿Irregular...?

— ¿Quién eres...? —preguntó, con un hilo de voz. La mirada de este hombre era dura, penetrante y fría, como si de un cuchillo se tratara, la asustaba.

¿Yo...? —la mirada del hombre se volvió un poco menos dura. Él llevó su mano a su pecho, tocando la armadura de metal que traía puesta— Mi nombre es Vermillion, y yo... nosotros, somos tú.

Sólo entonces Aylin cayó en cuenta de los ligeros susurros, susurros que eran emitidos por figuras que parecían mezclarse en la oscuridad, siendo apenas distinguibles de esta, pero... había decenas de ojos mirándola, ojos que parecían brillar entre la penumbra del lugar. Pudo reconocerlos, esos eran... sus ojos, los mismos ojos que veía cada mañana en el espejo.

— ¿A-Ah...?

Vermillion extendió su mano hacía Aylin, una mano que parecía gotear sangre como un grifo mal cerrado, aunque no podía ver ninguna herida en esta. De fondo podía escuchar las voces de las figuras, más claras.

Debes vivir.

Vive.

Te ayudaremos.

Rápido.

Era extraño, cada susurro parecía ser dicho en un idioma diferente, como si estuviera rodeada de gente de diferentes países, pero... ¿Por qué les entendía a todos...?

Ahora que lo sabes —habló Vermillion, usando la sangre de su mano para dibujar un símbolo en su frente—, no vuelvas aquí tan pronto ¿Bien?

Mil recuerdos vinieron a su mente, como si de pronto una, no, muchas películas se reprodujeran en su mente de manera simultánea. Un fuerte mareo la azotó al tener que revivir cientos de vidas, cientos de muertes, todo sin un descanso.

Tus pecados jamás serán olvidados.

Teniendo que regresar a esos días, a esas terribles escenas de pena y dolor sin fin, de alguna forma logró entenderlo.

Una pequeña sonrisa surcó el rostro de Vermillion, una sonrisa casi invisible que no hubiera visto si hubiera parpadeado— Feliz cumpleaños —dijo, desvaneciéndose delante de ella como si una vela apagándose se tratara, mientras las figuras, esos ojos, sus ojos, se desvanecían en la oscuridad sin dejar rastro.

Sintió el suelo agrietarse bajo sus pies mientras una sensación de caer al vacío la embargaba, a pesar de que aún no se recuperaba del mareo.

— Que el Dios Verdadero te entregue una vida larga y feliz.

Esas palabras que alguna vez le dijeron resonaron en sus oídos, unas palabras repetidas tantas veces que habían perdido cualquier significado hace mucho tiempo ya.

‹Como si eso fuera a pasar...› pensó con veneno, recordando al bastardo impotente que la maldijo en un ataque de celos, un loco que justificó sus pecados con amor.

La sensación de chocar contra algo duro la golpeó con fuerza, haciéndola jadear, pero no pudo moverse, el cinturón de seguridad se lo impidió.

‹ ¿Dónde estoy...? › pensó, tan mareada y adolorida que no fue capaz de abrir los ojos, le dolía la cabeza y sus oídos zumbaban. Podía escuchar un alboroto alrededor, alterándola un poco, pero un olor vagamente conocido inundó su nariz, mareándola al punto de las náuseas.

Sangre.

¿Por qué ese olor se le hacía conocido? Ella nunca... Ella nunca... ella... ella...

‹ ¿Quién...? ›.

— ¡Hay alguien con vida!

Al escuchar ese grito tan cerca su cabeza dolió aún más, haciéndola sentir aún más desorientada.

— Es una niña.

Abrió lentamente los ojos, y lo primero que vio fue una especie de cartel.

Habilidad abismo:

[Alguien te está mirando.]

‹ ¿Eh...? ›

Y así nació otro ciclo, un macabro milagro como regalo en su cumpleaños número cinco.

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