Capítulo 10.
Para fortuna de Aylin, este extraño juego de la familia Becker de vestirla cual muñeca terminó pronto.
— Ya es tarde. Deberían dormirse pronto, mañana tienen clases —sonrió la madre de Samantha, saliendo del cuarto de su hija con su madre.
Al verlas irse un cansado suspiro salió de la garganta de Aylin al ver que por fin era libre y no tendría que modelar más ropa. Definitivamente no servía de modelo.
De manera descuidada Aylin comenzó a desabrocharse la camisa que le hicieron probarse al final, dándole la espalda a Samantha, aunque pronto notó que esta estaba mirándola.
— Oh...—una sonrisa malvada apareció en el rostro de Aylin al notar la mirada de Samantha en su espalda— ¿Acaso quieres verme cambiarme? —preguntó con la camisa a medio quitar.
— ¡¿Qué?! ¡Claro que no! —exclamó, dándose la vuelta de inmediato para que se cambiara. Aylin pudo notar que tenía un pequeño sonrojo en las mejillas— S-Sólo tenía curiosidad por los tatuajes en tus hombros...
— Ja...
Esta chica era demasiado transparente.
— ¿Realmente eres la villana de esta historia...? —cuestionó, tocando su hombro con su mano derecha, ya vestida con la ropa que le prestaron.
Samantha frunció el ceño ante esta pregunta— ¿Qué clase de pregunta es esa...? —aunque no se apartó.
Aylin sonrió un poco al ver a Samantha reaccionando a sus palabras. Sus reacciones eran divertidas— Es sólo que oí que a veces molestas a Amber...—comentó de manera casual mientras se alejaba de Samantha unos cuantos pasos, acomodándose la camisa que le prestaron— Así que tenía curiosidad por saber tu versión de los hechos.
Al ver a la chica ponerse nerviosa supo que había mordido su anzuelo.
— Yo...
Una villana que se sentía culpable de hablar de mala manera con su rival amorosa, ¿Qué clase de villana era esta?
Había visto el "acoso" de Samantha a Amber en este tiempo y sólo podía decir que esta chica no servía ni como villana ni como bully. Sus malos tratos podrían resumirse en regaños y consejos dichos de mala manera, sumados a malas miradas y unos cuantos choques que terminaron con Amber con la ropa manchada con comida o alguna bebida. Incluso cuando la protagonista estaba metiéndose con su novio Samantha no hacía ni la mitad de lo que una villana de estas historias haría, ni siquiera actuaba con verdadera malicia hacia Amber ¿Manipular a los demás para ponerlos en su contra? ¿Esparcir rumores? ¿Hacer que sus amigas la molestaran? Dudaba que a esta chica siquiera se le hubiera pasado por la cabeza hacer algo así.
Aun así, ahora mismo Samantha parecía tan arrepentida por sus acciones hacia Amber que sintió ganas de reír.
Una villana que no conoce el color de su propia sangre, una chica que ni siquiera es capaz de matar una mosca, una niña que ni siquiera podía permanecer enojada con ella mucho tiempo aunque siempre la molestara ¿Quién era el que decidió que esta chica podía servir como una villana...?
‹A este paso, esa niña buena terminara siendo una muñeca de ese idiota...› pensó vagamente, viendo a Samantha mirar el suelo al pensar en lo que había hecho.
A decir verdad, ella podría enseñarle a ser una villana de primera categoría, una persona a la que nadie se atrevería siquiera a pronunciar su nombre por el miedo causaba en el corazón de la gente, pero... ¿Para qué? ¿Para que al final le dieran un muy mal final por el "karma"?
‹El único final de las villanas es la muerte...›
Hacer algo así no valía la pena.
‹ ¿Debería romper esas cadenas? ›
Estaba segura de que esa opción sería mucho más divertida.
— ¿Realmente eres feliz?
— ¿Por qué preguntas eso? —cuestionó Samantha, sin entender porque preguntaba eso de la nada.
Sonrió al ver a Samantha responder de manera brusca, como de costumbre. Esta chica podía ser sorprendentemente torpe— Porque, para alguien como tú...—acortó la distancia entre ambas, logrando ponerla nerviosa al no saber qué era lo que ella haría ahora— La traición de ese hombre... es algo imperdonable ¿No es así? —susurró cerca de su oído.
— Eso...—desvió su mirada, apartándose de ella— Eso no es tu problema.
‹ ¿Hasta cuándo pretenderás ser una muñeca...? ›
Una chica que fue tan protegida y amada que se volvió ingenua y cayó en manos de una mala persona, historias como esas había miles, incluso ella había tenido una historia así hace mucho. Esa ingenuidad que la familia Becker había protegido en Samantha hizo que ella creyera ciegamente en un mal hombre, aunque, ella quizás sólo estaba recibiendo el amor que creía merecer...
— ¿No vas a dormir aquí? —preguntó Aylin, viendo que Samantha se estaba dirigiendo al sofá con una manta en lugar de su cama ¿Quizás se había enojado...?
— No, el sofá es cómodo.
Como de costumbre, la forma áspera de ser de Samantha no dejaba ver que, en realidad, había elegido no molestar a Aylin haciéndola a ella dormir en el sofá, pero ella lo notó.
— Tsk —chasqueó la lengua. Esta chica era un caso perdido— Haz lo que quieras —dijo, quitándose las zapatillas para luego acostarse en la cama.
‹Que irrespetuosa› pensó la rubia, un tanto malhumorada pero sin ser capaz de enojarse del todo con Aylin porque ahora lucía muy linda. Sí, Samantha tenía una cierta debilidad con las cosas bonitas, por eso Pipo era un perro muy mimado— ¿No te molesta que deje una luz prendida?
‹ ¿Le tiene miedo a la oscuridad? › pensó, sintiendo ganas de reírse al notar que tan infantil era en realidad esta chica— No, no me importa —le restó importancia, sacándose uno de sus audífonos mientras Samantha ponía una pequeña luz de noche en la habitación.
Había pasado media hora desde la conversación, Samantha ya estaba a punto de dormirse en su sofá cuando escuchó una voz muy conocida hablarle.
— Samantha.
— ¿Qué pasa...? —preguntó, más de dormida que despierta, enderezándose en el sofá para ver a Aylin. Pudo verla sentada sobre la cama con las piernas cruzadas, con la tenue luz de su lámpara de noche sus ojos azules parecían brillar con un brillo hipnótico.
— No puedo dormir —se quejó Aylin. Su consciencia llevaba ya media hora molestándola por hacer dormir en el sofá a la dueña de la cama.
‹Eso te pasa por dormir en la tarde› pensó para sí misma Samantha, un tanto molesta— Y ¿Qué quieres hacer con eso...? —contuvo un bostezo.
— Ven a dormir aquí.
— ¿Qué...? —esa petición la hizo despertarse.
En ese momento, Aylin decidió no decir la verdad y en su lugar buscar una excusa. Sabía que si le decía que ella debería ser quien durmiera en el sofá porque era la visita Samantha se iba a negar y no tenía ganas de discutir con alguien a esta hora.
— Perdí la costumbre de dormir sola, o quizás nunca la tuve —rió, rascando su mejilla, un poco nerviosa por decir eso— Y en casa de Amber estoy acostumbrada a despertar con mis hermanos en las costillas —eso... no era mentira.
Samantha suspiró— Bien —aceptó, levantándose del sofá para ir a la cama. De todas formas, la cama era de ella y era lo suficientemente grande para que durmieran las dos sin molestarse entre sí.
— Lo siento por hacerte una petición tan rara...—se disculpó Aylin desviando la mirada, fingiendo sentirse culpable por despertarla y hacerla dormir con ella. No, no estaba avergonzada ni arrepentida ni un poquito, no ahora que su conciencia finalmente se había callado.
— No es problema —bostezó. Era sólo dormir de todas formas...
... O eso se suponía.
Un par de horas después, cuando Samantha despertó al notar que la almohada que estaba abrazando se movía o, para ser más específicos, respiraba y olía bien, mejor que el suavizante que usaban en su casa para la ropa, era un olor como a ¿lavanda?
‹Un momento...›
Fue entonces se dio cuenta que estaba abrazando a Aylin, cosa que hizo a Samantha entrar en pánico y le hizo alejarse de ella de inmediato, pero, para su fortuna, ella seguía durmiendo y no parecía haber notado que la usó como almohada anoche.
‹Tranquila, no hiciste nada› se dijo a sí misma Samantha, recordándose que abrazar a alguien mientras dormían no era malo, era... raro pero no tan raro.
Miró el reloj en su pared y notó que había despertado media hora antes de que sonara su alarma. Podía volver a dormir, pero no quería arriesgarse a volver a hacer algo así, además, le costaba despertar de siestas cortas.
Un tanto resignada, Samantha se levantó de la cama y comenzó a alistar todo para la escuela, ya vería ella qué hacer con el tiempo extra.
‹ ¿Qué es eso? › se preguntó, viendo algo en la mesita de noche. Parecían audífonos, unos muy raros en realidad. ‹Deben ser de Aylin...› tenía curiosidad sobre ellos, pero decidió no preguntar, no quería despertarla e incomodarla...
Sí... una mañana muy tranquila.
— Gracias por todo —sonrió Aylin, con la ropa que traía al llegar puesta— Aquí-...
— No te preocupes, puedes venir cuando quieras —la madre de Samantha la interrumpió antes de que pudiera devolverle la ropa que le prestaron.
— Pero-...
— Ahora, llegó el taxi. Debes apresurarte para llegar a tiempo a clases —y así, sin dejarla protestar, prácticamente fue subida al taxi por la mujer.
—...—se quedó en silencio un momento, tratando de procesar lo que acababa de pasar ‹ ¿Eso significa que me puedo quedar con esto? › se cuestionó, viendo la ropa que le habían ¿regalado?— Pfff...—contuvo una risa a duras penas, intentando no importunar al conductor del taxi.
La familia de Samantha era muy interesante, pero, si tuviera que elegir, preferiría no volver a verlos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro