Primera Alarma
Una extraña sensación recorrió la espalda de la pelirroja su esperaba con impaciencia alguna señal de vida de su novia, mordía sus uñas y caminaba de un lado a otro con desespero. —¿Donde estás Minari? — Murmuró sentándose en la cama, atrapando su labio inferior entre sus dientes y observando la pantalla de su celular en espera de alguna novedad, pero nada ocurría.
Desde que se había enterado de la verdadera historia de la japonesa, el porque de su personalidad tan fría, directa y callada, su vida se había convertido en una montaña rusa de emociones, pues aunque Mina se esforzaba por mostrarse siempre bien, asegurándole que no tenía nada de lo que preocuparse, sabía que todo se trataba de una de sus estrategias para no angustiarla.
Y era cierto que la única culpable de aquello era ella misma, en más de una ocasión Mina le advirtió que ella no era buena, que a su lado no tendría más que algunos momentos de felicidad robados pues eso era lo que su inestable vida le permitía, que no le convenía involucrarse demasiado.
Pero ella misma le respondió una y mil veces a la menor que nada de eso tenía importancia, que mientras estuviera a su lado, la abrazara y le permitiera quererla todo estaba bien.
Pera ella bastaba con verla para que el mundo entero dejara de existir, bastaba con escuchar su dulce voz llamando su nombre, bastaba con ver su sonrisa de ángel, bastaba con observar su rostro lleno de serenidad al dormir y perderse en la oscuridad de sus ojos, para que aquella rubia japonesa se convirtiera en su universo, en su todo.
Mina la había conquistado desde la primera vez que la vio en el pasillo de su instituto sin siquiera pretenderlo, a sus ojos se veía tan adorable y tierna, como un cachorrito perdido al que le provocaba abrazar para siempre, terminando por cautivarla cuando su “encantadora” personalidad quedó a la luz, tan sarcástica y aparentemente reacia al contacto humano, que terminaba siendo la causa de muchas de sus sonrisas.
Sonrisas que valoró como nunca cuando por accidente descubrió aquella historia de la situación familiar de Mina, de su desinteresada madre, de su padrastro borracho y de la única que la apoyaba y cuidaba, su hermana Momo.
Por eso ahora la angustia la tenía al borde de la desesperación, Mina siempre le escribía un mensaje al llegar a casa, y esa noche no había recibido ni siquiera una de las fotos del cielo que esta tanto amaba tomar.
Y no es que ya no hubiera intentado contactarla, la llamo tantas veces que se sintió acosadora, le dejo tantos mensajes que cualquiera creería que había ocurrido una emergencia de estado, y cuando estuvo por llamar a su casa se detuvo a respirar optando por sentarse como lo estaba en aquel momento para pensar mejor las cosas.
De seguro la rubia estaba con su hermana y había olvidado su celular, o había salido con Sana, y ella esperando lo peor, pero no podía evitarlo, tenía un mal presentimiento y eso era algo que esta vez no podía ignorar.
Casi actuó por inercia en el momento que sus dedos de movieron sobre la pantalla buscando el contacto que deseaba, marcando tan pronto como dio con el, llevando el aparato a su oreja. —¡Hola! ¿Sana? — Habló cuando después de un par de tonos la contraria atendió su llamada. Debió haberse escuchando realmente desesperada pues casi pudo escuchar el jadeo del otro lado de la línea.
“Nayeonnie ¿Que ocurre?”
Sana también se escuchaba preocupada ahora, y por lo ronca que se escuchaba su voz, de seguro estaba dormida, lo que hizo sentir peor a la coreana, pero no era momento de arrepentirse ahora. —Perdona que te moleste es que... ¿Sabes algo de Mina? — Preguntó luego de tomar una bocanada de aire, retomando su caminata de un lado a otro en su habitación.
“Creí que se había ido contigo esta tarde”
Una alarma se encendió en su cerebro al escuchar aquella respuesta de la japonesa, no necesitaba ser una experta para darse cuenta de que no tenía idea del paradero de la rubia, el tono de sorpresa en su voz lo confirmó. —No esta conmigo, y no atiende su celular, temo que haya pasado algo en su casa. — Contó escuchando como la japonesa murmuraba algo en su idioma, supuso que era algún insulto, antes de volver a hablar, luchando por mantener la calma.
No deseaba preocupar a su amiga por nada, pero sabía que era la única persona que podía ayudarla a encontrar a Mina si es que estaba perdida, después de todo, fuera de Momo y Jeongyeon, Sana era la única con la que había visto interactuar a la rubia viéndose realmente cómoda.
“Entiendo sólo... No vayas a aparecerte por allá.
Yo iré a averiguar que pasa y te aviso ¿De acuerdo?”
La voz de Sana la sacó de su mente y mordió su labio, debatiéndose entre aceptar su petición o no, consciente de que si Mina se enteraba que se había acercado a es lugar se molestaría, por eso suspiró rendida antes de finalmente responder. —Esta bien, pero ten cuidado ¿Si? Con una japonesa desaparecida es suficiente. — Trató de bromear para calmar sus propios nervios.
Y aunque no la tenía frente a ella, podía asegurar que había una pequeña sonrisa en su rostro, confirmándolo cuando la escuchó hablar otra vez.
“Te lo prometo, y no te preocupes.
De seguro Mina sólo se quedó dormida o se encerró a jugar videojuegos.
Ya sabes lo friki que es.”
Si algo le agradaba de la pelineranja era lo espontánea que era, capaz de hacerla reír con una de sus ocurrencias, además de que era una persona leal y sincera, y estaba segura de que era por eso por que Mina la consideraba una verdadera amiga.
Razón por la cual, luego de finalizar su llamada con una última respuesta, suspiró un poco más aliviada, Sana quería a Mina tanto como ella, así que sabía que haría todo por encontrarla sin obtener alguna represalia por ir a su casa. Y si lo hacía, por supuesto que la defendería.
La chica de cabellos naranja por su parte, luego de escuchar aquel suave “gracias” proveniente de los labios de la coreana, se levantó de su cama tomando su chaqueta y sus llaves para ir en dirección de la casa de la rubia.
La adrenalina invadió su torrente mientras bajaba de dos en dos las escaleras, algo precipitado considerando que no tenía la seguridad de que algo le hubiera sucedido a su amiga.
Pero Mina no se desaparecía así como así, y si lo hacía, lo hacía con todos excepto con Nayeon, fue una promesa que le hizo cuando se entero de los sentimientos que tenía por ella, jamás preocuparla o hacerla llorar, y hasta ese momento la había cumplido a la perfección.
Nayeon era alguien demasiado buena para este mundo, era dulce, cariñosa, amable y atenta, que tercamente se había empeñado en ella, pero sabiendo todo eso, Mina se esforzó por hacerla feliz en todos esos meses que llevaban juntas y esa era una de las razones por las que la pelinaranja, la admiraba y respetaba.
—Espero que no te haya pasado nada malo esta vez Minari. — Murmuró poniendo su auto en marcha, presionando con fuerza el acelerador.
Sabía que si llegaba a casa de Mina y esta se enteraba de que había sobreactuado por su “desaparición” obtendría un par de reclamos, pero no podía evitarlo, con lo impredecible que eran los borrachos y lo mucho que ella y su padrastro se detestaban, nada bueno pasaba por su mente, pues aunque la misma Momo se hubiera encargado de enseñarle algunos movimientos para liberarse de un ataque físico, las oportunidades de que ella pudiera sola contra él, no eran muy altas.
Y Mina le importaba lo suficiente como para preocuparse cuanto quisiera. Pues a pesar de que sus palabras eran pocas, había logrado empatizar con ella de una forma que nadie podía explicar, aunque su familia se encontrara muy lejos de enfrentar una realidad similar a la de la rubia.
Dejo esto aquí porque ya viene el #MinaDay y no se vaya a poder actualizar algo ese día...
¿Les va gustando?
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