26
El sol caía por el borde del mundo, y la luna daba luz a su nuevo imperio.
Una música tenue inundaba el espacio y ensordecia las palabras dañinas.
En el centro de la habitación, una mesa larga, y en cada punta de la misma, dos hombres totalmente distintos.
Sin ambiente tenso o feliz, solo sin ambiente.
- ¿Te gustó la comida? - preguntó un ruso dando un agotador sorbo a su copa - hice que la prepararán para ti.
- Creo que tiene mucha sal... - sugirió quien era afortunado de aquella catástrofe.
- Ya veo. Mañana será perfecto.
- Bien...
Dos, cinco, ocho minutos y nadie habia dijo una palabra más que esas.
Todo ese silencio de voces cesó cuando el pálido hombre se aclaró la garganta y preguntó:
- Nikolái - lo llamó posando sus manos bajo su mentón - ¿Tú me amas?
- ¿Yo...? - ¿Qué debería responder? ¿Acaso había una respuesta correcta en realidad? - No lo sé.
Apretó el entrecejo e hizo una mueca con la boca sin mucho disimulo. Se paró de su asiento y con cautela se dirigió al ucraniano, quien veía todo desde su lugar.
- ¿No lo sabes? - se sentó sobre el borde de la mesa y cruzó las piernas - ¿Qué necesitas hacer para saberlo? - lo tomó del mentón con delicadeza y se acercó a él - ¿Qué más quieres de mí, Nikolái?
- No sé si deba amar a alguien que puede golpearme siempre que quiere... - admitió girando su cabeza para el costado.
- ¿Golpearte? - tomó su mentón con fuerza y firmeza haciendolo volver a la misma posición - Podría hasta matarte si quisiera - los ojos de Nikolái se abrieron en sorpresa y miedo - ¿Deseas morir? ¿Realmente quieres que te mate? - se acercó hasta el punto de rozar sus labios. El rubio negó moviendo la cabeza ligeramente ante la pregunta - entonces no me hagas enojar y querer hacerlo.
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