Estaba sumamente aburrido. Fyodor no lo dejaba salir, ni tampoco ver televisión, claro está que la radio y cualquier tipo de conexión con el exterior estaba más que prohibida.

De pronto, una opoetunidad tan oportuna como la escurridiza se hizo presente.
Fyodor, dejando su libro de lado,y captando la atención se Nikolai, se levantó dispuesto a irse, no sin antes decir

-Ya vuelvo, quédate aquí- Gogol asintió con un pequeño "mhm", y Dostoyevski se fue, confiando en la palabra del ucraniano. Grave error.

Nikolai, ni tonto ni perezoso, luego de pasados unos segundo de no verlo más, corrió en dirección a la puerta principal, a la hora de abrirla, notó como no tenía llave, cosa que facilitaba muchísimo su huida, agradecía a todo lo existente que así fuera.

Cuando salió, volteó su cabeza para poder verificar su escape, y ahí estaba él, Fyodor Dostoyevski, parado en la puerta sin mover un solo músculo, y si no se equivocaba, su cara era de enojo puro.

Una vez recorridos los largos y verdes patios de la mansión a pie, sus piernas estaban exhaustas, y su corazón estaba apunto de detenerse ¡Ese era! ¡Ese mismo era el porton de salida!

Al igual que la primera vez, tomó ambas puertas de hierro, y las empujó ansioso.
Angustiada sería su cara al notar que el grave error, lo había cometido él desde el principio.