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Se despertó por el pesar a su lado. Abrió los ojos, y una bandeja allí se hallaba, en ella, tostadas y dos tazas. Un desayuno.
- ¿Cuantas cucharadas de azúcar? - preguntó el hombre ruso, quien era el que habia llevado allí la bandeja, y con total humildad y cariño, comenzó a endulzar su café.
- cuatro... - estaba algo dormido, pero aún así, podía apreciar el gesto, hacía mucho tiempo que nadie hacía esto por él.
Una mañana, sin ningún tipo de duda, tranquila y acogedora.
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