03
Estaba casi seguro que había pasado un día desde la última vez que vió a Dostoevsky. Tenía hambre.
No estaba seguro si llamar al ruso y rogarle por comida, o no hacer nada, pues aún no sabía el objetivo de Dostoyevski, aunque el objetivo de Dostoyevski nunca se sabía.
Cómo si sus palabras hubiesen sido recibidas por el cielo, Dios apareció por la puerta, con un plato de comida.
- no comes hace más de un día. ¿Tenías hambre?- no hubo respuesta alguna- bien, espero que sí, porque hice Uja. No soy muy bueno cocinando, pero lo hice especialmente para ti- Fyodor sonaba amable, extrañamente amable.
-¿Qué quieres de mí? No tengo nada, ya deberías saberlo, dos-k- Fyodor. Ya te di mi apoyo incondicional, y eso es todo lo que tengo y alguna vez he tenido- está vez no había índices de bromas en su tono, y eso era normal en la situación, pero raro en Nikolai.
-Te quiero a ti, Kolya.
-¿Perdón?
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