Poco después de una semana de finalizado el trabajo, Nikolái volvería a la casa de Dostoyevski a petición suya, pues era que quería mostrarle algo.

-Con tu ayuda lo hemos dejado casi como nuevo, podría vivir alguien aquí, literalmente, ¿Qué te parece? - hablaba mientras daba vueltas por la habitación con un brillo de entusiasmo en su mirada.

-Sí, supongo, quiero decir, es un cuadrado de madera, está bien, uno podría vivir aquí y apañarselas- sus pasos seguían los de su amigo hasta la otra punta, mientras inspecciona todo intentando encontrar aquel encantó que parecía tener a Fyodor fascinado.

-¿Sabes? Extrañaba pasar tiempo a solar contigo, quizás fue por eso que la limpieza me pareció tan grata y por eso me gusta tanto el resultado- tomó se la mano a Nikolái y lo miro a los ojos haciendo que su contrario se perdiera en ellos, y si que lo hacía- ¿Por qué terminar ésto?

-Bueno Fyodor, yo te he hecho la propuesta muchas veces... pero siempre me dejas colgado- comenzaron a moverse lentamente- ¿Pero a qué quieres llegar?

-Que estaba pensando: Digamos, es mi casa, como yo decido quien entra yo decido quien sale- Y así el baile que rápidamente llegó, se fue. La expresión del mago se convirtió en duda, dicha duda se convirtió en sospecha, siempre era así con Dostoyevski.

-...Quizás sea hora de irme, unos conocidos me pidieron regar sus plantas.

-Eso es una pena.

De repente, todo fue negro.
¿Qué pasó?