Esto también pasará
Esto también pasara
Existió hace mucho tiempo un glorioso reino gobernado por un justo y bondadoso rey. Los habitantes disfrutaban de una vida plena y amena; como también lo hacía el ganado, que se regocijaba en las verdes pasturas.
El alba llegaba siempre contenta de resplandecer un reinado tan próspero; y por las noches, la Luna nunca se perdía su lugar en el cielo nocturno, acompañada de sus fieles estrellas.
Dicho lugar tenía un brillante futuro asegurado gracias al primogénito del rey, el príncipe; a quien habían educado de la mejor manera posible para continuar con el legado.
Sólo un asunto quitaba el sueño del rey: debía dejar un mensaje tan breve que cupiera en la cara interior de su anillo y que a la vez estuviere lleno de significado para poder ayudar a su pueblo en tiempos difíciles.
Incapaz de pensar por si sólo; mandó traer a todos los eruditos y sabios del reino. Se escribieron grandes tratados y enormes códices... pero dar con un mensaje de no más de tres palabras les fue imposible.
Pasaron largos años y el rey vio envejecer su mano portando el orgulloso anillo. Era consciente de la cercana fecha de su muerte y no podía hacer nada para detener el tiempo. Existía un sirviente anciano en el castillo que había servido al padre del mismísimo rey. Todos le tenían un gran cariño y respeto al canoso hombre de espalda encorvada. Por esa misma razón, el rey consultó sus pesares con al anciano; y este le dijo:
—No soy un sabio, tampoco un erudito, y menos un académico. Pero conozco el mensaje que ha de ser gravado —el anciano escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo entregó al rey —. No lo leas —le dijo — graba sus palabras dentro de tu anillo. Sólo podrás mirarlo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación. Y recuerda una cosa: también en los mejores tiempos has de leer el mensaje.
Las palabras en el papel fueron gravadas con extremo cuidado de ser descubiertas, antes de los últimos alientos del rey. Ya en el lecho, mandó llamar a su hijo y le entregó el anillo en sus jóvenes manos llenas de vitalidad. Le repitió las mismas palabras que el sirviente había dicho y ya en paz; pudo partir en un último suspiro.
La muerte del rey no tardó en repercutir; pues los reinados vecinos quisieron sacar provecho de la situación y hacerse con el poder por sobre el nuevo rey, a quién creían incapaz de gobernar.
El reino que alguna vez fue pura felicidad... cayó en garras de nuevos gobernantes ambiciosos y todos fueron despojados de sus propiedades.
Los habitantes y el rey se vieron obligados a vagar por los confines hasta que encontraron un bosque helado al pie de una enorme montaña. La comida escaseaba y las epidemias comenzaron a establecerse entre ellos. La vida como la habían conocido estaba enterrada en el pasado.
Otro día más entre el gélido bosque hizo que el rey quisiera alejarse unas horas de tantos problemas y sufrimiento. Caminó hasta un cueva y se adentró unos pasos en ella. La muerte de su padre sólo había traído desgracia para su pueblo, seguramente los aldeanos estarían tramando en contra de él.
Se dejó caer sobre una roca dura y fría; soltó un suspiro rendido y se refugió entre sus manos.
Fue cuando sintió el anillo en su dedo. Lo sacó con cuidado y le dio vueltas hasta hartarse. Se preguntaba que mensaje estaba tan celosamente oculto...
Echó una ojeada al interior y leyó lo siguiente: "Esto también pasará"
Un infinito silencio se extendió en la cueva.
Después de haber visitado esa cueva, el rey emprendió un viaje a caballo en busca de ayuda para poder retomar lo que por derecho era de su pueblo y suyo. Sólo la furia del clima podría llegar a interponerse ante su objetivo...
Cruzó áridos desiertos, atravesó extensas y divagó por las montañas hasta que un esplendoroso reino aceptó brindarle ayuda luego de tanto tiempo de estar buscando una mano extendida. Las tropas aliadas se debatieron día y noche por mese contra los profanadores hasta que lograron expulsarlos definitivamente.
El pueblo por fin pudo retomar aquella antigua y pacífica vida ya olvidada por muchos. El rey volvió a posarse en su trono y absolutamente todo retomó su curso, cual barco sobre aguas tranquilas en un día soleado.
El rey se sentía profundamente agradecido a su difunto padre. Aquellas palabras lo habían iluminado en la oscuridad.
Tanta alegría se manifestó en un festival lleno de carros alegóricos, placenteras risas y música por el día entero. De un instante a otro, el sirviente anciano tomó un asiento junto al rey durante la celebración y le dijo:
—Este momento también es adecuado: vuelve a leer el interior del anillo.
—¿Qué quieres decir? –preguntó el rey, confundido— Ahora estoy en paz, la gente celebra nuestra victoria, nadie sufre como antes, y menos aún me encuentro en una situación sin salida.
—Escucha –dijo el anciano con paciencia infinita—: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también tiene su uso en tiempos placenteros. No se limita a cuando estás derrotado; es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando seas el último; sino también para cuando seas el primero
El rey accedió a retirar su anillo de mala gana y releyó el mensaje: "Esto también pasará", nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje.
Entonces el anciano le dijo:
–Recuerda que todo pasa, sin excepciones. Ningún objeto y ninguna emoción es permanente. Simplemente observa el transcurso del día y la noche, habrá momentos de alegría... como también temporadas de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la vida porque son la naturaleza misma de las cosas.
Serás feliz, dijo la vida. Pero primero te haré fuerte.
~*~
Mamá solía contarme este relato por las noches... ahora es mi turno.
Libre interpretación.
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