2 años después.

Corro hacia el medio de la cancha, estoy muy sudada y con el corazón en la garganta, Kayli hace la seña de paz con sus manos y asiento.

Retrocedo, solo tenemos una oportunidad para esto. Ella patea el balón con fuerza y dando un salto logro patearlo en el aire.

Todos se detienen, hay un silencio, el balón pasa por el lado del portero quien no puede alcanzarlo y anotamos un gol, entonces los viroteos estallan.

—¡Eso!— grita Kayli mientras corre hacia mí.

—No puedo creer que haya funcionado— digo incrédula.

—¡Será nuestro as bajo la manga desde ahora, por si los otros setecientos no funcionan!— dice ella, emocionada.

Está loca y yo nos hemos sincronizado tan bien, que somos como uno, el dúo perfecto a veces.

—A jugar.

Camino hacia mi posición y el juego comienza. Trato de no intervenir mucho cuando mis compañeras tienen el balón, pero es inevitable cuando llega a mí.

Corro hacia la portería con el balón en mis pies, no puedo cruzar porque el equipo contrario viene hacia acá, trato de ubicar a Kayli y la veo más atrás. Levanto mis manos haciéndole la seña y pateó el balón hacia atrás.

Es interceptado por otra y la miro mal, voy tras él, pero ellas nos anotan un gol.

—Iba directo hacia ti, Kayli.

—Fui lenta, lo admito.

Ruedo los ojos y volvemos al juego, intentamos quitarle el balón al equipo contrario, pero son buenas. Miro el tiempo, nos quedan cinco minutos y si ellas anotan un solo gol estamos jodidas.

Aunque nuestra portera es realmente buena, pero no nos vamos a arriesgar.

Una compañera logra quitarle el balón, se lo pasa a otra y así sigue hasta que al verlo libre lo tomo. Analizo la situación, puedo meter un gol, así que corro.

Retrocedo, parece como que patearé hacia el centro, pero si miras bien hacia dónde apuntan mis pies notarás que lo haré hacia las esquinas y pateó hacia las esquinas, ese truco nunca falla.

Logramos anotar gol y festejamos.

Camino cansada, Franchesca, una jugadora del otro equipo y una buena rival se me acerca. Palmea mi hombro y yo su espalda. Dejar de caminar.

—Buen juego— dice ella.

—Igual, son buenas.

—Camisa.

—Lo mismo.

Ruedo los ojos, miro por dentro de mi camisa, llevo un top, así que me la quito mientras ella hace lo mismo, intercambiamos camisas y camino con éxito hacia nuestro lugar.

•••

Camino por los pasillos que tiene el estadio por dentro, el grupo sale más adelante, festejando. Y entre las personas de afuera que entran al lugar, lo veo, la respiración se me corta por unos instantes al reconocerlo.

Marco es el que camina hacia acá, lo he visto algunas veces a través de estos años, cuando nos reunimos para los cumpleaños de Joss o las peleas de Tomás, pero son solo segundos y por lo general, evito verlo.

Nuestras miradas chocan justo antes de solo pasarnos por el lado y cuando me alejo, respiro nuevamente con normalidad.

Al final si viviríamos nuestras vidas separados. Todo lo vivido, las risas, las peleas sin sentido, los suspiros y los besos, serían un mar de bonitos recuerdos que permanecerán en muestras mentes, grabados con tinta indeleble.

Creo que puedo ser feliz y él también, pero no tanto como cuando nos conocimos.

Fin.