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4-Cafetería.

—Lo único que me faltaba— murmuro sin poder creerlo cuando los reconozco.

Marco y Joss acaban de entrar a la tienda y se sientan en una mesa, entonces como si no fuera suficiente ya, mi compañero se les acerca.

Estoy encargada de la caja, por lo que si piden algo y se levantan a pagar, estarán obligados a pasar por aquí.

Debería considerar abandonar el lugar ahora...

Niego ante la idea de inmediato, trabajo en este lugar desde hace un año, es el único lugar donde puedo trabajar, en ningún otro lugar me darían trabajo por ser menor de edad, así que huir no es una opción.

Aunque podría aplicar para trabajar con Tomás en la heladería. Al estúpido le regalan helados, yo desearía trabajar allí en estos momentos, para escapar de Marco.

—Que tengas una buena noche— le digo a la chica que acaba de dejar su dinero aquí.

Lo guardo en la caja sin despegar la vista de esos dos ni por un segundo.

—Dos cafés fríos —le dice mi compañero a otra, eso es lo que pidieron—. ¿Y tú?— me pregunta a mí.

Lo miro confundida por su pregunta, hasta me ofende, ¿cómo no va a saber que soy su compañera?

—Pues tu compañera— respondo al fin con indignación.

—Lo sé, pregunto el porqué babeas por esos dos de allí— dice y para colmo los señala sin ningún tipo de pudor.

Veo una señora saludar en mi dirección y viendo la oportunidad de escapar, levanto la mano con entusiasmo y la saludo. No sé quién es, pero me saluda.

—Abuela— dice mi compañero de la nada y se le acerca.

Qué vergüenza.

No me estaba saludando a mí. Que alguien me haga el favor de matarme, no puedo vivir con esta humillación sobre mis hombros.

Bueno, no importa, nadie va a humillarme si nadie sabe.

Intento disimular cerciorándome de que nadie haya visto esto. Pero para mi desgracia si me vio alguien.

—Vi eso —dice Tomás arrastrando una cosa que lleva un tarro de helado—. No sé cómo sigues viva, qué vergüenza.

Y sigue su camino con su cosa de helado. Empiezo a creer que no es casualidad que apareciera cuando tenía un momento vergonzoso.

Continúo atendiendo a los clientes que por aquí pasan, sonrío aunque ni uno me deja una mísera propina como ya es costumbre, aquí no se suele hacer eso mucho.

—Hola— vuelvo a saludar al ver una sombra.

—Hola Charlene— responde Joss.

¿En qué momento? ¿Cómo?

Lo miro desconcertada, tiene sus vasos de cafés en las manos, creo que me distraje y no lo vi llegar

—No sabía que trabajabas aquí, bueno, ni sabía que trabajabas— dice Joss.

Es de esperarse, en realidad no necesitamos trabajar, pero a mí me gusta el dinero y gastarlo en mercancías de anime y gomitas con sabor a fresa.

—Trabajo aquí desde hace un año— respondo lo más tranquila que puedo.

—Eso es bueno, pon mi nombre en este lugar— pide pasándome el vaso.

—¿Te gusta el café frío?— pregunto haciendo lo que me dice.

—Sí, me encanta, es como una adicción.

—¿No te sabe raro? Una vez lo probé y es horrible.

—Eso es por qué tienes malos gustos, dame mi vaso— dice y toma su vaso ya con su nombre.

Me río, en verdad esa cosa me sabe mal, me sabe mal incluso el café normal, así que eso es aún peor.

Joss paga y me quedo viendo a Marco quien no ha dicho nada en ningún momento, Joss está en un punto donde nos mira confundido mientras le da pequeños sorbos a su café.

—Escribe te odio— dice Marco extendiendo su vaso.

—¿Es en serio?— pregunto sin poder creerlo.

Marco asiente.

De mala gana escribo lo que me dice y le devuelvo su cosa.

—Normalmente, las cosas que quieres escribir se piden con la orden— les digo mientras dejo el dinero donde va.

—Qué bueno, osito de goma— responde Joss con desinterés.

—No me digas... espera, ¿Cómo sabes ese apodo?

Lo miro extrañada, hace años nadie me decía así.

—Marco lo tiene escrito en una fot-

Marco lo calla de un golpe en la cabeza y se da la vuelta, a Joss no le queda de otra que seguirlo en silencio.

¿Quiso decir que tiene una foto mía con ese apodo?

Entonces hay oportunidad de que nos hablemos normal aun después de todo. Tomaré esto como una señal.

Si señor.

El chico del turno pesado llega y saluda. Recojo mis cosas con prisa y tras despedirme de todos, camino hacia donde trabaja Tomás.

Al llegar lo encuentro sentado en una silla, con los pies acomodados sobre otra, mientras come con una cuchara más grande que su mano de un tarro de helado medio vacío.

—Quiero tu trabajo, ¿es mucho pedir?— inquiero sentándome frente a este.

Él solo se encoge de hombros. Aún no es su tiempo de salir, así que no sé qué hace aquí tan relajado

—Hoy deberíamos irnos rápido, mamá llega temprano los lunes y lo sabes— tan rápido como lo digo llega a mi cabeza la imagen mental de mamá.

Seguro y nos da un sermón del porqué no deberíamos estar tan tarde en la calle y que no deberíamos trabajar.

—Nos vamos ahora, estoy en medio de algo importante por si no lo sabes— dice señalándome con su cuchara.

Él continúa comiendo su helado de chocolate como si su vida dependiera de ello. Tomás es capaz de comerse un tarro lleno si es de chocolate.

Está obsesionado con el chocolate, creo que por eso es tan imperativo.

—Un marrano es lo que pareces— le digo al ver su cara sucia.

—Cállate y déjame comer.

Y así pasamos una hora aquí. Solo estuve estresada viéndolo comer como un marrano, como si le fueran a quitar el helado o algo así.

—Si no te conociera diría que chantajeas a la dueña por helado— le digo al verlo cargar el tarro medio vacío de helado que le dieron.

—Según ella me lo da porque soy muy simpático.

—Eres muy crédulo. No sé cómo no te han secuestrado diciendo que te darán un iPhone— digo con sinceridad.

Esa vieja es muy sospechosa, no creo en su bondad.

—¿No te parece sospechoso?— curioseo.

—No empieces.

—Es que es sospechoso, nadie es tan amable —digo casi desesperada—. Ella debe querer algo a cambio.

—Hermana, que no quiere nada a cambio, solo es amable. Para que los helados no se dañen como todos los que hay, mejor me los da.

Bueno tiene sentido.

Pero me niego, esa vieja muy amable no es, sabe lo que hace.

—Es que me dio algo de helado, esperó a que me lo comiera y luego me pidió ayuda con unas cajas. Como me regaló helado no pude negarme— me explico.

Tomás, suelta una carcajada y sigue su camino conmigo detrás.

Vemos un pinche gato en una esquina y ruedo los ojos cuándo Tomás me agarra de la manga.

—Es hermoso— dice.

—Lo mismo dijiste de los otros cinco y aun así mamá los regaló. Los llevas en vano, camina.

Lo agarro de codo arrastrándolo contra su voluntad lejos del gato. Tomás, gato abandonado que ve, gato abandonado que quiere llevar a la casa como si fuera la casa de los gatos.

Mi mamá, que no le gustan los gatos, siempre encuentra a quién regalárselos, y entonces deja a Tomás llorando por sus dizque hijos. Una vez el estúpido llevo diez gatos en dos semanas, creo que salía específicamente a recoger gatos o ya de paso se los robaba.

Llegamos a nuestra calle, Tomás viene explicándome algo que no entiendo de informática, ni atención le presto para ser sincera, pero prefiero que me hable de eso a que del gato que dejamos, así que finjo escucharlo.

—Entonces ya está en desarrollo, pero necesito usuarios de prueba.

—Ajá— suelto, sin prestarle mucha atención.

Mi vista está en Marco, quien está sentado fuera de su casa hablando animadamente con su hermano menor Iker, ellos son tres hermanos.

—Si sigues ignorándome, llamaré al vecino ese, para que te mueras de vergüenza.

—¿Eh? Repite que no escuché— digo saliendo de mi trance

Tomás frunce los labios y pestañea lentamente, igual que yo cuando busco paciencia. Miro sin entender cómo toma mi mano arrastrándome hacia la casa de Marco

Intento por todos los medios zafarme.

—Marco, Iker, ¿Qué tal?

—Estamos bien— responde Marco mientras le sonríe.

—Es bueno, hermano, solo quería saludar, es que Charlene se moría por hacerlo— responde Tomás.

Es que este idiota tiene que meter el hermana y hermano en todo.

—Es mentira— balbuceo yo.

—¿No nos querías saludar?— pregunta Iker inocentemente.

—¿Entonces yo soy hablador?— me pregunta Tomás indignado.

—No, sí, bueno, si quería, ya saludamos, así que me voy— no espero a que digan algo más y huyo hacia la casa.

Me encierro en mi habitación y doy vueltas inquieta. Voy a matar al maldito.

Me quedo quieta, escucho sus risas desde aquí, me acerco a la ventana un momento y muevo la cortina un poco. Lo primero que logro ver es a Tomás riéndose junto a los otros dos.

No puedo evitar pensar que se ríen de mí, ese Tomás es capaz de hacerme bullying.

Aprieto la cortina, Tomás levanta la vista dándose cuenta de que lo observo y me sonríe con malicia, niego para que no haga nada, pero levanta su palma y me saluda. Marco se da la vuelta y me mira.

—No te soporto— murmuro antes de cerrar la cortina.

Me tiro en la cama y hago una rabieta envolviéndome en las sábanas, me quedo así. No me quiero levantar más en lo que me resta de vida.

No quiero ver a Marco, ahora me siento mal, siempre lo tuve como el malo y desgraciado, sin pensar en que en realidad la mala soy yo.

Vuelvo a escuchar a los chicos, esta vez es Joss quien grita, parece que quieren como que los escuchen.

Y ese Tomás... se atreve a estar exponiéndome.

Tomás no es fácil, él, cosa que no sabe, cosa que se inventa, todo con tal de joder.

Y si es un secreto peor, lo suelta. Empiezas contándole algo a él que nadie más sabe y medio barrio termina sabiéndolo, parece locutor.

Lo peor de todo es que es capaz de venderse por una galleta de chispas de chocolate, Marco lo sabe, así que temo que Tomás cuente hasta lo que no sabe.

Mejor me dispongo a dormir antes de que me dé algo de paranoia.

•••

—Charlene —oigo que me llaman—. Charli Charli, despierta.

—Dame cinco minutos...

—Lo mismo dije yo y ya es tarde, ahora levántate.

Me siento en la cama con desgano tras escucharlo, me restriego los ojos y enfoco a mi hermano que está sentado delante de mí. Él está igual o peor que yo, se ve que se cae del sueño.

A mi cabeza llega el recuerdo de Tomás anoche hablando con los vecinos.

—¿Qué hablaste con Marco? Dime rápido antes de que te asesine.

—No hablamos de ti cuando te fuiste.

—¿Seguro?

—Ajá— responde frotándose el rostro

No pregunto más, es obvio que dice la verdad. Me levanto de la cama, pero al levantarme con sueño quedo enredada en las sábanas y caigo al suelo.

Tomás empieza a reírse, el estúpido se ríe como si estuviera en mute.

Me quedo en el suelo y me desenvuelvo de las sábanas de mala gana, cuando miro la ventana y noto la claridad en la habitación me siento de golpe.

—¡No fuimos a la escuela! —grito y me acuerdo de la práctica que debíamos entregar—. Mi práctica, me van a poner cero.

—Vi a Joss correr como alma que lleva el diablo, porque también iba tarde y mandé nuestras prácticas con él— dice Tomás tranquilo.

—Bueno, entonces voy a dormir nuevamente— digo mientras me levanto con la intención de volver a acostarme.

—No vas a dormir más, vete a fregar.

Me detengo solo para mirarlo mal.

—No, te toca a ti.

—Yo ya trapeé— afirma y sonríe.

Enojada, le tiro una almohada. No me gusta fregar, prefiero mil veces trapear y Tomás igual.

Quedo sola en la habitación y camino hacia la ventana, está abierta y puedo ver a Marco del otro lado. Al parecer simula una conversación con el aire.

—Sí, ya que insistes estás perdonada —dice e inmediatamente se calla—. No, no.

Carraspea y se endereza.

—No me interesan tus disculpas... Aun así las acepto... no, muy seco

Frunzo el ceño viéndolo estrujarse la cara estresado.

—¿Planeas un discurso?

Marco se espanta y yo me rio. Él vuelve a estar normal, como si no se hubiera espantado ahora mismo y me sonríe.

—¿Tanto te gusto como para que me vigiles?

—No te estaba vigilando— me apresuro a decirle.

—Entonces si te gusto.

—¡No me gustas, idiota! — grito al verlo sonreír con superioridad.

—Ya, me queda claro— y sonríe aún más, levantando su pulgar.

—De verdad, no me gustas, es más, quisieras tú gustarme.

Él asiente sin borrar su sonrisa, es como si quisiera provocarme.

No lo soporto, de verdad nunca he sentido nada romántico por él. No puedo pensar en él como hombre.

Lo miro mal y retrocedo agarrando las cortinas, le levanto el dedo del medio antes de cerrarlas y alejarme de la ventana.

•••

Tras terminar mi fregado y bañarme subo a la habitación de Tomás, su habitación es un desastre.

Tiene pantallas que parecen televisores, muchos cables y un gavetero con más cosas raras que madera. Además de papeles de exámenes y cuadernos regados por el suelo.

A él empezó a gustarle la informática un tiempo después que dejó de practicar su deporte favorito por razones extrañas.

Dándose cuenta de mi presencia me hace una seña para que me acerque y así lo hago.

—¿Quieres jugar?, bueno, no importa, juguemos.

—No voy a jugar.

—Hermana, venga a jugar.

—No— respondo convencida de no jugar.

Me doy la vuelta saliendo de la habitación.

—¡Ven, solo una partida, tengo que demostrarte que soy mejor que tú!— grita desde su lugar.

Me doy la vuelta indignada, dándose cuenta de que metió la pata, se tapa la boca y luego aprieta los labios volteando la vista al frente.

—¿Esto es porque gané al fútbol en la clase de gimnasia? —cuestiono sin poder creerlo, él empieza a simular jugar, aunque sé que no es cierto, el control no está conectado—. Eres muy rencoroso.

Tomás es bueno en lo suyo, el boxeo y su informática, pero es muy competitivo. Si ve que haces algo mejor que él, se esfuerza y lo hace mejor que tú para sacártelo en cara.

Es como un asiático, que cuándo piensas que haces algo bien, viene uno y lo hace mejor que tú.

Así es él, pero aún peor

Él aprende rápido, pero en lo único que no es bueno es en el fútbol.

Entro a mi habitación y tras preparar mi mochila con mi uniforme del pley salgo de la casa hacia la de Morgan.

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