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30- Amigos nuevamente.

El alcohol siempre ha sido lo mío, como un don dado por algún dios que me vio y dijo algo como; le veo potencial, démosle inmunidad al alcohol.

Y pues sí, me la dio.

Pero no soy alcohólica y nunca he sobrepasado mi límite, bueno, nunca lo había hecho.

Porque el dolor de cabeza y la acidez que siento, no son normales. Estoy acostada y me da por moverme, mi mano cae sobre algo caliente y la muevo.

Es una cara.

¿Una cara?

Me levanto de golpe y veo a Nikola dormir muy a gusto envuelto en sábanas, suelto un grito y lo pateo fuera de la cama, levantándome con una almohada.

—¡Desquiciada del demonio!— grita él en el suelo.

Lo golpeo con la almohada, pero él se levanta y me la quita de las manos, dándome a mí un almohadazo que me revuelve el cerebro. Me quedo tiesa.

—¿Qué te pasa?

—Yo... tú... en una cama... ya sabes.

Su boca se abre con indignación mientras su nariz se arruga, me mira de arriba hacia abajo.

—Por favor, tengo estándares y definitivamente tú, una mocosa menor que yo no cabe en ellos. Hasta pareces una tabla de planchar, tabla.

Miro mis tetas con lo último que dijo resonando en mi cabeza y mis ojos se aguan, ¿por qué él tenía que volver?

—¿Qué te pasa? —pregunta Nikola—. No quise decirlo como lo pensaba.

—No es nada, gracias por acompañarme anoche —le agradezco pese a que no recuerdo nada y recojo mi teléfono—. Vámonos de aquí.

Salimos de ahí y en todo el camino no volvemos a hablar, en una calle nos separamos y yo consigo llegar a mi casa, donde tras subir a mi habitación me encierro.

Reviso mi teléfono y veo los setecientos mensajes de Tomás, como ya es costumbre cada vez que salgo, pero aparte de eso, noto todos los estados que no recuerdo haber publicado y me alarmo.

Decido entrar a ver lo que he hecho y veo el primer estado.

Aquí estoy con mi amigo el drogo.

—Di algo drogo —enfoqué a Nikola, quién me miraba mal—. Es que es tímido, pero sabe preparar Happy Brownies, ya saben.

Cerré mis ojos con fuerza y fui al otro estado:

Estábamos en una fiesta, no conocía a nadie, pero recordaba cuando salimos de allí. Nikola me ayudaba a caminar mientras yo intentaba agarrar dos botellas de alcohol.

De la nada, pasamos por unas cabañas y yo enfoqué la cámara.

—Una cabaña, vamos.

—No.

El video se cortó, y yo con miedo pasé lo siguiente.

—Pues si, yo le digo; si nos volvemos a ver, has de cuenta que soy una cucaracha —contaba acostada en una de las camas de la cabaña—. No sé qué me pasaba, loco.

Mordí mi puño con vergüenza, e imaginándome los demás estados, los borré sin verlos, no quería verlos.

Estaba a punto de salir de WhatsApp, pero vi que Marco estaba entre los últimos mensajes y entré.

'Te extraño'

Llevo una mano a mi boca y borro todos los mensajes, me quedo mirando al vacío y tras un momento también apago mi teléfono y lo tiro lejos. Entonces, los recuerdos de cómo bebí como una lunática me bombardean, y por primera vez, me arrepiento de beber.

•••

Abro la puerta de mi casa con cuidado, lo primero que sale de mí es mi cabeza, miro que nadie (Marco) estuviese por allí, viendo que no hay ni una mosca, salgo disparada hasta doblar la calle y detenerme a caminar como las personas normales.

Llego al play donde oculto tras unas matas que hay por algunos lugares de las rejas y veo cómo las personas terminan de recoger para irse. He estado viniendo a mirar a los demás jugar, porque yo no he podido hacerlo más.

No dejo que nadie me vea mirar desde lo lejos patéticamente y al ver a Kylie salir me acerco.

—No Joss, no le voy a decir a nadie de beso, deja de acosarme— dice sin siquiera mirarme.

—¿Qué?— pregunto.

—¿Qué?— pregunta ella de vuelta.

—¿Por qué no lo sabías?

—¿No escuchas que ha estado implorando para que nadie lo sepa? Cómo que yo quisiera andar diciéndolo...

—Estoy impactada. Dime cómo sucedió todo— pido con ganas de saber más del chisme.

Ella está a punto de decir algo, pero a nuestra espalda se escucha a Joss llamándola y aprieta los labios. Me volteo viéndolo acercarse con su hermano y al mirar a mi lado, noto que Kylie ya va doblando una esquina, pero Joss no se queda atrás y él grita.

Marco me saluda con su mano y yo le sonrió fugazmente.

Decir que no me genera nada el verlo después de un año sería mentir, pero trataré de disimularlo.

—¿Quieres caminar?

Ante su pregunta me encojo de hombros mientras me acerco y empezamos a caminar mientras empieza a oscurecerse.

—Lo siento por los audios, estaba borracha— digo en un tono bajo.

—No importa, no te disculpes tanto, últimamente lo haces mucho.

—Lo hago porque sé que hice mal.

—Ya, no importa —dice, camina con las manos en sus bolsillos—. Joss me dijo que no has vuelto a jugar, ¿pasó algo?

Suspiro, no pasó nada, es solo que creo que perdí la pasión, volví después del día del torneo y recibí una reprimenda del entrenador que me hizo sentir vergüenza.

Pues esa noche no solo falté yo, sino que Kayli salió en medio de un descanso y no volvió.

Me sentí mal por ella y por el entrenador, que me miró con decepción y me dio una semana libre, que pretendía ser un castigo, solo que yo nunca volví.

—No es nada específico— digo al fin.

—No eres alguien que dejaría el fútbol así por así.

—Las personas cambian.

Él suelta una risa baja y yo sonrío.

—Vuelvo a irme en unos días.

—Que bien.

—Hice un amigo, se llama Lucien, se llevarían muy bien ustedes dos.

—Eso es muy bueno— digo evitando verlo.

Mientras él hace su vida, yo ya no sé qué hacer con la mía. No es su culpa, sé que no lo es, es mía por ser tan impulsiva.

A veces pienso en qué hubiera pasado si le hubiera hecho caso a mi hermano o a Kayli.

—Charlene, tal vez las cosas no vuelvan a ser como antes, pero no quiero perderte. Nuestra amistad era algo que no quiero perder —dice mientras volteo a verlo—. Pero no quiero sentir que hay una barrera entre ambos, no hables así.

Suspiro resignada y le doy la cara.

—Bien, intentemos volver a ser amigos.

Lo veo aplanar los labios, como si no estuviese seguro, jadeo con sorpresa al no esperar que me jale de la nuca, abrazándome.

Es un abrazo que se siente reconfortante, de hecho, se siente muy bien. Incluso logro relajar mis hombros y por un momento, me olvido de las últimas cosas que pasaron, como si nunca nos hubiéramos distanciado.

Pero toda esa burbuja se rompe ante el vibrante de mi teléfono en una notificación, de inmediato lo alejo y me acomodo el cabello.

—Bueno, ya tengo que irme— digo torpemente, comenzando a caminar.

—Yo voy hacia el mismo camino— dice lo obvio.

Sonrío como una tonta cuando se pone a la par mía.

Voy a desaparecer por unos días, dejo los últimos capítulos y hago una bomba de humo. No me funen.

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