24- Descubiertos infraganti.
Estamos en la cama de Marco, tengo una caja casi terminada de fresas a mi lado y del otro a Marco mientras vemos un anime en su laptop en silencio.
Marco me pregunta cosas que no entiende, pero lo ignoro, es la primera vez que veo este anime.
—¿Cómo se llamaba ese?— pregunta él.
—¿Quién?
—El de cabello rosado.
—Ah —digo como si lo supiera, han dicho que es Thor como veinte veces—. No lo sé.
Marco aprieta los labios evitando soltar una maldición o algo y yo le sonrío. El capítulo termina y me levanto para buscar el agua, bebiendo de ella, noto como Marco mira a la nada y me siento a su lado dejando el agua donde estaba.
—¿Qué te pasa?
—Es que no me saco algo de la cabeza ahora que estamos— confiesa volteando a verme.
Me encojo de hombros, Marco me empuja y quedamos en una posición comprometedora.
Dios mío.
Miles de pensamientos pecaminosos invaden mi mente. Sabía que no tenía que leer tantas cosas que contaminaran mi santa, pura y santificada mente.
—Lo que dijiste en la zona colonial.
Siento que me estremezco ante la cercanía y su susurro.
—¿Qué pasa con eso?
—Esa mierda no sale de mi cabeza.
Entonces la tensión imaginaria en mi cabeza se rompe, hubiera deseado que dijera que lo quería, así me hubiera sentido más nerviosa, pero feliz como una lombriz.
—¿Y entonces?— me atrevo a preguntar.
—Sé todas las cochinadas que lees, gomita.
Jadeo con sorpresa ante tal revelación tan reveladora.
—¿Cómo lo sabes?
—De casualidad me apareció tu perfil de Twitter, muy santa y virgen, no pareces ahí, déjame decirte.
No sé por qué, pero me siento juzgada, así que busco una excusa en un rápido intento de no quedar como una pervertida:
—La virginidad y la inocencia no son lo mismo.
—Lo sé, lo que pasa es que —chasquea la lengua y se jala un poco el cabello—. No sé cómo decirlo sin que suene mal.
—Si quieres decirme algo solo dilo, tan malo no puede ser y no voy a juzgarte.
Marco suspira con resignación y suelta, rápido:
—Quiero hacer contigo lo que has leído, pero no quiero que pienses que solo es eso. Quisiera que hiciéramos una vida juntos por más surrealista y cursi que suene.
—Ni tan malo es... Espera ¿qué?— pregunto anonadada.
Quería que dijera algo así, pero no me esperaba, no sé cómo responder a esto.
—¿Me dejas hacerlo?— pregunta con una leve sonrisa.
En respuesta lo beso, deseo esto tanto como él. Entrelazo mi mano por detrás de su cuello mientras beso sus labios con pasión.
Marco agarra mi cintura con fuerza, es como que cada vez que me toca activa un botón que me hace estremecerme. Me siento sobre sus piernas y él se encarga de quitarme la camisa que tengo puesta de él.
Desabrocha cada botón sin dejar mis labios, a solo varios botones de terminar deja mis labios y besa mi cuello. Me aferro a su cabello sintiendo cosas que me hacen arquear la espalda.
Besa mis clavículas y sube por mi cuello, aprieto su hombro cuando muerde el lóbulo de mi oreja a la vez que él suelta un leve jadeo que se escucha más que claro. Parece que no puede desabotonar la camisa, por lo que termina jalándola y rompiendo los últimos botones.
Quedo en brasieres que pronto con mi ayuda ya no estorban, miro con vergüenza como a pesar de que el estúpido me dice tabla, tiene los ojos tan dilatados que parecen negros.
Marco agarra mi nuca con una mano y la otra por detrás de mis costillas, dejando su pulgar sobre mi pezón derecho mientras lo mueve tan lento que podría ser un pecado.
Me mira a los ojos y no sé si morirme aquí mismo o hacer como que no tengo vergüenza y seguir.
—¿De verdad quieres esto?
Solo asiento sin encontrar las palabras para responderle que quiero que me profane hasta el alma.
Él asiente y empieza a besarme desde el cuello, se toma un momento para quitarse el poloche y desabotonarse el pantalón, quedando a medio desvestir.
Vuelve a lo que hacía y esta vez besa uno de mis senos, su tacto se siente tan suave y placentero que cierro mis ojos disfrutando de lo que hace.
Cuando termina vuelve a mis labios, me atrevo a morderlo y siento como sonríe, aunque no puedo verlo, desliza sus manos por mi cintura hasta dejarla en el dobladillo de la bermuda que tengo.
Empieza a bajarla y no me resisto, menos cuando también nos deshacemos de mis pantis.
Estoy tan inmersa en el profundo beso que cuando sus labios abandonan los míos caigo en cuenta de que estoy acostada con él encima de mí, y desnuda. Me entra la vergüenza de inmediato al verlo observarme con cuidado.
Sus pantalones están caídos, solo lleva eso y su bóxer.
Él intenta abrir aún más mis piernas, pero me siento de golpe impidiéndolo.
—Ay no, ya me arrepentí, adiós.
Me levanto tan rápido que él no puede impedirlo, pero al intentar abrir la puerta hago de todo menos eso por lo nerviosa que estoy. Sé que me voy a arrepentir, pero es que nadie más me ha visto así.
Además, aunque se sobre sexo, tengo miedo.
—¿Por qué? —pregunta detrás de mí, agarrando mi codo—. Si hice algo mal dímelo, no sé si algo te incomodó, ¿Qué es lo que pasa?
No me atrevo a voltearme, la carne es débil y más la mía, en su lugar, susurro:
—Es miedo, vergüenza, de todo.
Marco hace silencio y siento que he dañado la situación, todo hasta que me abraza.
—Delante de mí no tengas vergüenza, no tienes nada de malo, no importa que sea tu primera vez ni que seas tímida, Charlene. Me gusta todo de ti, hasta tu manera de pensar.
Muerdo mis labios, parece que se ha quitado el pantalón, porque siento algo potente en mi espalda. Tengo miedo de que me vaya a doler, merezco tener miedo a pesar de que diga cosas fuertes en Twitter.
Marco empieza a dejar besos por mis hombros y me relajo.
—Es que siento que me va a doler.
Él ríe y muerde levemente mi hombro.
—Ni que fuera un monstruo para hacerte eso, si veo el mínimo rastro de dolor en tu cara me detendré, quiero que lo disfrutes.
No objeto nada ante eso, él sigue besándome, me doy la vuelta porque si quiero hacerlo con él.
—Pero desnúdate tú también, no seré la exhibicionista de la relación— digo en serio.
Marco sonríe mientras se quita los anillos y los deja sobre el gavetero a un lado.
—Por ahora no, quiero concentrarme en ti.
Intentó replicar, pero pone sus manos en mi cintura y luego las baja hasta mis piernas, sella mis labios con un beso y luego intenta alzarme. Le correspondo y doy un pequeño brinco enredando mis piernas en su cintura.
Siento mi vagina húmeda, me siento hasta más caliente que el sol de verano para ser sincera. Nos movemos y volvemos a la cama, justo como estábamos, yo debajo y él arriba.
Nos separamos para tomar aire, él quita el cabello que estorba en su frente y apoya una mano en mi abdomen, arqueo mi espalda inconscientemente cuando pasa su lengua lentamente bajando desde debajo de mi ombligo.
Con una mano aprieto las sábanas y con la otra cubro mi cara, siento hasta mis mejillas rojas si es que es posible.
Marco, aun con una mano en mi abdomen, levanta una de mis piernas un poco y lame mi vagina logrando que un gemido se me escape.
Trago grueso cuando empieza a chupar y lamer allí. Tengo entendido que algunos hombres no saben dónde está el clítoris, yo tampoco, pero tengo curiosidad, así que me animo a preguntar:
—¿Sabes dónde está?
Jadeo, sin terminar la pregunta, agarro su cabello jadeando. Siento como si una corriente eléctrica me recorriera mientras él baja su mano de mi abdomen y presiona un punto que me hace gemir de placer.
Siento mucha presión en mi vientre, casi como si fuera a mearme, me río ante la estupidez que pienso. Pero mi risa se corta cuando la lengua de Marco entra en mí.
—No— jadeo al sentirla moverse.
—¿No te gusta?— pregunta a la par que me introduce dos dedos.
Niego y asiento a la vez, ni sé qué seña hago, tapo mi cara cuando sus ojos dilatados y los míos chocan. Gimo nuevamente ante lo que hace con los dedos, los mueve de una manera que ni pensar bien me deja.
He vivido engañada, esto se siente mejor de lo que se puede ver o leer.
Siento como agarra mis muñecas con una sola mano sin detener sus movimientos, no me resisto para nada. Abro la boca cuando aun moviendo los dedos rosa con lo que creo y es mi clítoris.
Él aprovecha la situación y me besa, introduce su lengua y juega con la mía, quiero liberar mis manos, pero las aprieta aún más por encima de mi cabeza. Muerde mis labios antes de separarse y acercarse a mi cuello.
—No te tapes la cara, quiero verte, ¿sí?
Muerde cerca de mi clavícula y succiona antes de mirarme a los ojos en busca de una respuesta, asiento como puedo estremeciéndome. Él me suelta, muerde mi seno y aumenta sus movimientos, es cuando presiona mi abdomen que me vengo.
Miro a Marco levantar su mano y jugar con mis fluidos juntando y separando los dedos, me rio y suelto:
—Siento que me mié.
Marco se ríe y lleva los dedos a su boca chupándolos.
—No me parece que esto sea eso.
—Lo sé, es que estoy nerviosa— admito despejando mi cara de algunos mechones sueltos de mi cabello.
Él simplemente niega y me besa, ahora con muchísima más intensidad que antes. Paso las manos por su cuerpo tocando todo minuciosamente hasta dejarla el dobladillo de su bóxer.
Espero a que me detenga y cuando no lo hace lo bajo, él se encarga de deshacerse de él y me aparto, trago grueso ante lo que me va a meter.
—¿No quieres una mamada primero? —hablo nerviosa, sin despegar la vista de su miembro erecto—. Ya sabes, para aligerar el ambiente.
—¿Sabes cómo hacerlo?
—No, pero he visto como se hace, además, con alguien tengo que aprender.
Él frunce los labios y mueve la cabeza, me siento y él también lo hace recostado del espaldar, desato mi cabello y vuelvo a recogerlo. Mis manos tiemblan, no creo que eso me quepa en ningún lado.
Señor, cuando pensaba que quería estar inválida luego de una noche de acción, no lo pensaba en serio.
Respiro profundo y me acomodo, lo tomo en mis manos y de reojo veo a Marco quien está más nervioso que yo, decido concentrarme y lo meto en mi boca. Empiezo a moverme lentamente, subiendo y bajando.
Como pensé, si lo meto completo me darán arcadas. No sé más hacer aparte de este movimiento, así que subo hasta la punta y la lamo.
—No es así...
Muerdo levemente y con cuidado, vuelvo a bajar, pero escucho lo que parece ser un gemido de su parte, lo saco de mi boca y me detengo a ver a Marco mordiendo su pulgar mientras hace un puño.
Tiene los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, creo que estoy haciendo un disparate.
—¿Cómo no era?
Él niega aun si abrir los ojos.
—Sigue, sigue, ignórame.
Asiento, aunque no me ve y continuo, intento meterlo todo en mi boca, pero como no puedo, hago lo que puedo y me concentro en la punta cuando subo. Muevo mi mano para ayudarme, es casi como si le hiciera una paja-mamada.
Ni en mis más grandes sueños me vi haciendo esto, y menos a Marco.
Siento como él toma mi cabello mientras lo tengo en mi boca, el mismo empieza a guiarme en cuanto a movimientos, quito la mano y dejo que tome el control.
El problema viene cuando empieza a moverme más rápido y siento arcadas, no tengo una garganta profunda como creía, aun así, aguanto. Juro que hago mi intento, pero cuando vuelve a gemir más bajo y lo introduce todo hasta mi garganta, me da una arcada y me separo.
Su semen salpica hasta en mis piernas.
—Perdón, perdón— pide secándome con una sábana que luego hace a un lado.
No quiero ningún perdón, ahora quiero que me destroce todo de ser necesario, no sabía que los hombres gemían, pero él se escucha bien caliente haciéndolo así que lo beso.
Él me sigue el beso sin problema, empieza a tocarme y esto me pone aún más caliente, si alguien pregunta, son las hormonas. Me subo encima de él, pero me detiene.
—Espera, mi papá tiene condones— dice, no me da una explicación y se levanta saliendo.
Pienso que durara mucho, pero en realidad regresa de una vez con dos condones, deja uno a un lado y se acerca con el otro, me acomodo en la cama asimilando todo lo que está pasando.
Dios mío, se suponía que solo íbamos a ver un anime.
Él destapa el condón y antes de ponérselo me mira.
—¿De verdad quieres esto?— pregunta como para cerciorarse de que sí.
—Sí, creo que es obvio.
Marco asiente y se lo pone, cierro mis ojos y lo siento acomodarse entre mis piernas, muerdo mis labios, pero los dejo cuando él se acerca y me besa. Agarra mi cintura y despacio empieza a meterlo dentro de mí, no llega a entrar mucho cuando él se detiene.
Se separa y me mira con los labios medio abiertos, me quedo helada al escuchar el sonido de un carro.
—Mierda— murmura Marco sin soltarme.
Se mueve un poco y suelto un gemido, tapo mi boca al escuchar como se abre la puerta principal, se escucha tan claro que es aterrador.
Escucho a la madrastra de Marco hablar y me aterro.
—Quítate, quítate— le repito quitándolo de encima.
Me duele que no terminemos lo que empezamos, pero la poquita dignidad que me queda no se puede ir así.
Escucho pasos y me envuelvo en las sábanas mientras me pongo la bermuda hasta sin pantis, Marco hace lo mismo, vuelto a vestirme, me pongo el brasier mal puesto, pero no importa. La camisa la tengo sin abotonar bien, pero corro y me siento en el mueble con la laptop en las piernas sabiendo que Marco dejó la puerta sin seguro.
—Marco, ¿estás dormido?— pregunta su padre y abre la puerta.
Marco, que estaba arreglando la cama, se queda tieso en su lugar, reacciona y le sonríe.
—Toca antes de entrar.
El hombre pasa la mirada por la habitación, yo intento no hacer contacto visual, pero mi boca casi se cae al ver que deja su vista en la bolsa donde vino el condón que está en el suelo.
—Me llaman, ya es tarde— digo al ver el silencio sepulcral que hay.
—Sí, sí, yo te llevo, me llevo el auto viejo, vuelvo en un rato.
Me levanto y Marco toma mi mano, ambos le pasamos por el lado a su padre quien parece querer detenernos.
—Qué vergüenza, no vuelvo a venir aquí— digo nada más subir al auto.
—¿Qué harás mañana?
—Suicidarme.
Nos miramos como dos estúpidos, él aparta la mirada y enciende el auto.
—Creo que yo también.
Nadie sabe que deparará el futuro, ¿fornicaran? ¿No se mirarán? ¿Llegará Charlene virgen hasta el matrimonio?
Son preguntas muy preguntadoras que se responderán en el siguiente cap, siga en sintonía, aquí una encuesta muy encuestadora.
(A) Fornican.
(B) Charlene se acobarda y ya no quiere nada.
(C) Fornican.
(D) A y C son correctas.
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