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20- Conejo asesino.

—Pero, ósea, ¿no es descabellado que aquí celebren Halloween?— pregunta Tomás sentado en mi escritorio.

—Es que no es una celebración de Halloween exactamente, es un junte de personas aesthetic con esa temática, va a ir todo el mundo— nos cuenta Morgan, bastante tranquila.

Yo estoy acostada en mi cama viendo publicaciones de Instagram mientras ellos hablan.

—Van a decir que es algo satánico— opino yo.

—Si— me da la razón Morgan.

—Morgan, ¿de qué te vas a vestir?— pregunta mi hermano y yo ruedo los ojos concentrada en lo mío.

—No me voy a vestir, voy a ir aesthetic.

—Bueno... quería ser la parca por ti— dice con un tono juguetón.

—¿De verdad harías eso por mí?

—Si —responde Tomás dramático, llevando una mano a su pecho—. ¿Y tú? ¿Te vestirías de vampiresa por mí?

—No— responde una sonriente Morgan.

—Una pena— murmura Tomás y sale con una mano en la frente.

Morgan se levanta y sale rápidamente detrás de él, gritando:

—¡¿Pero de verdad te vestirías de parca por mí?!

Escucho el claxon del auto de Marco y me levanto asomándome por la ventana, salgo corriendo al ver que es él, tomo mi mochila del mueble y salgo entrando al auto.

—¿Cómo estás?

—¡Bien!

Él sonríe ante lo entusiasmada que respondo.

Me pongo el cinturón y sin más Marco empieza a conducir, saco mi teléfono y googleo la tienda de mercancía japonesa donde compro mis cosas. Es que sé cómo llegar, pero no sé explicarlo.

—La tienda está en la calle Gral. Modesto Diaz— digo leyéndolo.

—Creo que sé cómo llegar— dice sin despegar la vista de la carretera.

Empiezo a jugar Candy crush, no tardamos mucho cuando llegamos, no es como que vivamos muy lejos. Bajamos del auto y emocionada entró a la tienda.

—Voy a tener un Gojo para mí, es mi sueño.

Marco ríe mientras niega y yo sigo mi camino feliz.

Camino hasta el pasillo de los cosplays, he venido tantas veces aquí a comprar mangas de todo tipo que sé donde está todo. Sonrió al ver un maniquí vestido de Yuta y al lado un estante con cosplay de personajes del anime.

Tomo uno de Gojo y noto que no trae peluca, aun así me vuelvo y se lo muestro a Marco.

—Mira.

—Se ve que va a quedarme bien —es lo que dice tomándolo—. Todo me queda bien.

Ruedo los ojos y me doy la vuelta para buscar una peluca en lo que él selecciona uno de su talla. Veo que todas las pelucas son horrendas y parecen estar tiesas, hasta parecen de cartón.

Me acerco a Marco y se la muestro.

—¿Qué es eso? Está más tieso que Trujillo. No me voy a poner eso— sentencia.

—Lo sé, no voy a dejar que te la pongas, quiero un Gojo, no un payaso.

Dejo la peluca donde mismo estaba y ubico a un chino que se acerca mirando todo como si fuésemos a robar. Se entiende por qué es una tienda china, ellos vienen aquí a trabajar y son muy recelosos con lo suyo. Hay tiendas en las que se suben sobre escaleras a mirar que nadie se lleve nada sin pagar, a pesar de contar con cámaras.

Ellos no necesitan cámaras, las cámaras los necesitan a ellos.

Me termino de acercar para preguntarle:

—¿No hay más pelucas de esas?

El chico niega.

—Son las únicas que tenemos.

Una mujer lo llama y el chico sigue su camino, yo volteo a ver a Marco decepcionada. Un Gojo sin su cabello, no es un Gojo.

—¿Tiene que ser con el cabello ese?— me pregunta tras unos segundos.

Asiento en respuesta.

—Puedo dejar que me lo pintes y recortes —comenta vagamente con una sonrisa—. Pero solo si tú no reprochas y te pones lo que elija.

—Si a todo, excepto al divorcio— digo sin pensarlo mucho.

Marco sonríe y se baja un poco, agarra mis mejillas y me besa. Cuando nos separamos, él toma mi mano y juntos nos dirigimos hasta la caja. Saco mi mochila para pagar, pero él me detiene.

—Yo pago, tú pagas la comida— dice y se apresura a pagar.

No insisto y salimos del local, dejamos las cosas en los asientos traseros y él vuelve a conducir hasta estacionarnos en el estacionamiento subterráneo de un centro comercial, de hecho es el único que tenemos cerca.

—¿Qué vamos a comprar aquí?— pregunto una vez que salimos del estacionamiento y entramos al lugar.

—Tu disfraz, escoba.

—Tú y tus apodos— murmuro y él entrelaza nuestras manos en silencio.

Caminamos un rato hasta que tras entrar a una sección de peluches gigantes, él se detiene frente a un maniquí con el disfraz de un tulipán puesto. En el cuerpo está el tallo, entonces en la flor sobresale la cabeza y sigue más para arriba. Se ve bien, pero es algo que jamás me pondría.

Volteo a ver a Marco para una explicación, cuando sonríe lo entiendo todo.

—No— niego decidida.

—Sí.

—Jamás.

—Te lo vas a poner— dice, habla en serio.

Me aferro a su brazo negada a aceptarlo.

—No puedes hacerme esto. Me voy a relajar, un tulipán... Marco, me harán bullying de por vida, piensa en mí.

Él solo sonríe, le hace gracia la situación, es que ni hace un esfuerzo por disimular.

—Nadie dirá nada, serás una linda florecita.

—Te odio, estaré en la pizzería— digo e intento irme, pero me detiene.

—Ven a probártelo.

Tengo ganas de llorar, me va a dar algo.

•••

Cierro mis ojos buscando algún tipo de paciencia en algún lado, Marco me observa como si analizara la cosa, solo quiero que termine esta humillación.

—Date la vuelta.

Me doy la vuelta sin ganas y lo miro expectante.

—Te ves adorable— dice al fin.

Le hago una mueca y entro al vestidor quitándome la cosa está tan horrenda, ni miedo da, da risa que es diferente. Salgo vestida normal y juntos vamos a pagar, no me quiero poner eso, pero también quiero a mi Gojo.

Volvemos al auto e intento acomodarme, el teléfono de Marco suena y saco el mío en lo que él habla con no sé quién. Me desconcentro de lo que iba a hacer cuando su mano fría toca mi muslo desnudo, empieza a masajearlo como si jugara con él.

El maldito está muy tranquilo mientras habla por el teléfono.

—Sí, estamos bien— es lo único que escucho que dice.

Mi mente parece estar en otro universo, hasta dejo de moverme, estoy nerviosa. Él se ve tan tranquilo mientras habla que me pone aún más nerviosa.

Lo veo colgar de mala gana y no digo nada, su mano aún permanece en mi muslo, no se mueve de lugar, pero llevo vestido.

—¿Qué tienes?— pegunto en un tono bajito.

—No es nada.

—Parece que sí.

Él niega y sonríe como siempre. No sé por qué, pero me levanto un poco y lo beso, prefiero echarle la culpa a las hormonas. Tras un rato volvemos a nuestros asientos, prefiero actuar como si nada y enciendo la radio.

•••

Me bajo del auto con las cosas que compramos mientras Marco trae consigo las dos cajas de pizza. No termino de acercarme bien a la puerta cuando esta es abierta por Tomás.

Nos mira unos segundos y luego sube, lo seguimos de inmediato. Aquí están Morgan, Joss y Kayli, ellas dos están alrededor de Joss, quien se encuentra sentado en mi silla.

Joss se levanta mientras Morgan y Kayli ríen, tiene una minifalda de Kayli y un brasier de esos que deja cuando viene a dormir. Está maquillado de rosado y tiene unas pestañas larguísimas, en los dedos lleva papel de colores como si fueran uñas, camina unos cuantos pasos con unos tacones de punta míos y luego posa.

Se tambalea un poco, pero logra estabilizarse y mientras hace una pose de diva mueve el cuello.

—¿Qué tal, perras?— pregunta con un tono bastante exagerado.

—¿Qué te hicieron?— pregunta Marco, dejando las cajas sobre el escritorio.

—Me convirtieron en una motomami.

—Él se ofreció cuando Kayli lo propuso— comenta Tomás tomando un pedazo de la pizza.

Dejo los disfraces a un lado y veo cómo todos van hasta las pizzas y empiezan a comer como unos salvajes, menos Joss, él se encuentra muy metido en su papel de diva y come como tal.

Me tiro en la cama sacando mi teléfono y entro a Twitter, yo vivo en esta app, Marco se sube encima de mí y suelto un quejido soltando el celular.

—¡Marco!

El estúpido no se quita, sino que me abraza.

—¿No vas a ponerme el tinte?

—Verdad— digo acordándome de eso.

Me levantó cuando se mueve, busco la caja de tinte blanco en la funda de los disfraces y nos sentamos en el suelo a ponérselo.

•••

Son las seis de la tarde, los chicos que han estado vagando por la casa recién empiezan a arreglarse.

Yo seco el cabello ahora blanco de Marco, intentó darle un estilo parecido al de Gojo con fijador, no soy estilista así que opino que está quedando más que bien. Marco solo me observa de vez en cuando mientras se come mis gomitas.

Empiezo a pintar sus pestañas con rímel blanco, de reojo veo como Morgan y Tomás están muy cerca mientras ella pinta su rostro como una calavera. Por otro lado, Joss y Kayli están tumbados en mi cama viendo las Aventuras del rey Julien mientras se comen las últimas rebanadas de pizza.

Me concentro en lo que hago, termino con su cara y me dan ganas de llorar de lo bien que ha quedado.

Junto mis palmas para llamar su atención.

—¿Recuerdas lo que te dije?

—Sí, me mostraste como treinta videos.

—Entonces hazlo, hazlo— hablo emocionada.

Marco asiente y se aclara la garganta, miro expectante como junta sus dedos como Gojo y sonríe tal cual.

—Ywaimo— dice al fin, con ese tono matador.

Suelto un chillido de lo bien que lo ha hecho y aplaudo.

—Hermoso, bello, espectacular, magnífico— digo levantando los pulgares.

—Lo sé, lo sé.

Pasamos el resto de la tarde ayudándonos, todos ya están vestidos y la única que falto soy yo, no quiero ponerme esa cosa.

Morgan tiene un vestido negro de tiritos ajustado, un sombrero de bruja y unos zapatos puntiagudos con un maquillaje oscuro.

Tomás tiene el rostro y las manos pintadas como si fuera un esqueleto, y no es porque sea mi hermano, pero le queda muy bien. Tiene una gabardina negra y una hoz en su mano que ellos mismos se encargaron de hacer con un tubo, plástico y cinta adhesiva negra.

Joss está disfrazado de una calabaza asesina o algo así, solo sé que tiene un traje manchado de sangre falsa y una calabaza plástica en la cabeza que se ve tétrica, también tiene una metralleta plástica en las manos.

Kayli es una ciguapa, con unos zapatos con dobles pies, marcas en la piel hechas con maquillaje, unas grandes ojeras y el cabello lacio y muy largo.

Todos nos tomamos fotos unos a otros, yo presumo a Marco en mis redes mientras me infiltro en las fotos. Es que si se parece hasta en la altura más o menos.

—Charli Charli —me llama Tomás—. ¿No te vas a disfrazar?

Entro en pánico.

—No... ósea, no ahora.

—Pero es tarde.

Entro aún más en pánico al ver como todos me ven, Marco me pasa el disfraz con una gran sonrisa y derrotada lo tomo. Entro al baño y tras bañarme me alisto, no es como que el disfraz este necesite mucha preparación que digamos.

Me veo casi igual que el meme del gatito disfrazado de zanahoria, hasta parece que voy a una fiesta infantil.

Salgo del baño y el primero en reírse al verme es mi hermano, los demás le siguen. Los miro mal sin poder caminar bien y refunfuño mirando a Marco.

—Te ves muy tierna, eres mi tulipán— dice él y aprieta mis mejillas.

—No quiero— digo como puedo mientras él aún las agarra.

—Pero te ves linda de verdad, solo que con eso no asustaras a nadie.

—Bueno, no todos tienen un tulipán— la apoya Kayli levantando los pulgares.

Miró a Joss y Tomás, quienes se ríen como dos locos detrás, se burlan y les saco el dedo del medio.

—No vas a usar eso, solo quería molestarte— dice Marco y busca una bolsa que saco de su carro hace horas.

—¿Entonces qué seré?

Sus ojos se iluminan y sé que nada bueno es.

—¡Un lindo conejo asesino!

—Ay no...

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