19-jardín.
Subo al auto con cuidado y me acomodo.
—¿A dónde vamos?— me atrevo a preguntar abrochándome el cinturón.
—A mi jardín.
—¿No está muy lejos?— pregunto viendo como empieza a conducir.
—No, nos tomará como diez minutos llegar.
Asiento, aunque él no puede verme y viendo un libro frente a mí, lo tomo, es el libro de las flores. Lo empiezo a hojear cuando Marco, aun con la vista al frente, pega su teléfono casi en mi cara.
—Cuando te dije que iríamos lento, mentí —dice tranquilo, tomo el teléfono viendo una foto de tres conejos viendo una foto mía en una laptop—. Le mostré tu foto a mis hijos y les dije que eres su mamá, ahora no puedes abandonarnos.
Me echo a reír sin poder evitarlo, me hace gracia, sobre todo la forma juguetona en la que lo ha dicho.
—Son lindos nuestros hijos— afirmo y Marco asiente sonriente.
Marco aparca delante de una casa amarilla de pronto.
—Llegamos— avisa quitándose el cinturón.
Hago lo mismo bajando del auto, él toma mi mano y entramos a la casa, parece no haber nadie, tras pasar por algunos pasillos salimos hasta un gran patio repleto de pasto.
Casi al final hay un invernadero hecho de cemento del cual Marco abre la puerta principal sin problema alguno. Al hacer esto el aroma de las flores sale, hay largas mesas con grandes y pequeñas macetas llenas de flores de todo tipo de colores.
Entró en silencio, el suelo es de losa blanca y el techo parece de cristal, con algunos ventanales que permiten la luz natural aquí dentro. Toco algunas flores mientras camino, algunas son raras, pero lindas.
El lugar es grande, pero sobre todo largo, las mesas están acomodadas creando varios pasillos estrechos, pero dejando uno grande en medio. Algunas plantas cuelgan del techo y hay una especie de pecera en el piso con flores acuáticas y pececitos, feos, pero pececitos al fin.
Camino por el lugar sorprendida ante lo bien cuidado y limpio que está todo, me detengo cerca de una mesa y veo debajo de esta, como en una gran maceta hay un conejo.
Al verme se queda quieto, así que viendo que no hace nada lo tomo en mis manos y continuo mi camino, llego a lo que parece ser el final y me detengo al ver un hermoso árbol que hay.
Es uno grande con hojas rosadas, son muy lindas y brillantes. Creo que estos árboles suelen aparecer en algunos animes que he visto, no lo sé, pero sé que he visto algunos similares.
Vuelvo a concentrarme en el árbol, tiene un tronco algo fino y largo, es alto y algunas ramas caen como si el árbol fuera una gran sombrilla.
—Es un árbol de cerezo, le da un toque al lugar— dice Marco detrás de mí.
Trae en sus brazos a dos conejos acurrucados.
—Sabía que lo conocía, he escuchado ese nombre— digo y Marco ríe.
Él se acerca y deja los conejos en mis brazos, pesan un poco, pero nada que no soporte. Hay dos que son de un lindo color rosadito y uno negro por completo.
—Estos son Coco y Cucu, son gemelos, o eso quiero creer —dice acariciando a los rosaditos—. Y él es Kilifer, amo supremo de la oscuridad, dios malévolo controlador de conejos.
Suelto algunas carcajadas sin poder evitarlo por el tono dramático que usa al describirlo.
—¿Es por su color? Eso sería muy racista de tu parte, pedazo de papel blanco andante— le digo tras calmarme.
—No es por eso, es que la primera vez que lo vi me atacó, además parece malvado y es malo con otros conejos que no sean estos dos.
—Bueno, me convence tu excusa— digo y el conejo salta como un loco de mis brazos, perdiéndose por ahí entre saltitos.
—¿Quieres ir a la fiesta de Halloween conmigo?— pregunta de la nada.
Alzo un poco la cabeza para verlo, ya hasta me duele el cuello.
—De que nos vamos a vestir.
Él se encoge de hombros.
—No sé, tú escoges mi disfraz y yo el tuyo, ¿sí?
Entrecierro mis ojos un poco, no me convence mucho la idea, dejo de mirarlo cuando mi teléfono vibra y lo saco. Es Tomás quien me escribe, pero me distraigo en la foto que tengo de fondo. Es de un cosplay que le hicieron a Gojo Satorou.
Levanto el teléfono hasta dejarlo al lado de la cara de Marco y lo examino, Marco es blanco, no tanto como el del cosplay, pero lo es. Además, está a la altura, él ya es alto y su cabello bueno, un cosplay de él no le quedaría nada mal, en mi opinión.
—¡Te disfrazaré de Gojo!— chillo decidiéndolo.
—¿Te gusta mucho?
—Obvio, es el amor de mi vida, mi décimo cuatrocientos esposos, de hecho, mi tipo de novio ideal es como él.
Marco asiente en silencio y tras unos segundos suelta un sí y lo abrazo.
—¡Será el mejor cosplay de la historia!— digo y chillo cuando me levanta dando varias vueltas conmigo.
—Es obvio que sí.
—¿Y de qué me voy a disfrazar yo?— indago un poco más calmada cuando me baja.
Él sonríe como si fuera obvio y señala al conejo Coco.
—De conejo.
Aplano los labios y me doy la vuelta comenzando a caminar entre las flores nuevamente, dejo los conejos en el suelo y me detengo frente a unas flores reconociéndolas.
Estoy segura de que son Begonias, miró a Marco para confirmarlo y él asiente, tomo una y disimulo que Marco no está continuando.
—Aquí— dice él deteniéndome tras tomar mi mano.
Miro como toma un ramo de unas flores que parecen haber sido cuidadosamente acomodadas, son blancas y amarillas por separado.
—¿Qué son?— pregunto cuando me las ofrece, huelen bien.
—Celidonias, tienen un significado, sé que no lo sabrás ni en otra vida.
Lo miro mal y toco las flores, son muy lindas.
—Como sea, gracias, me gustan— le sonrió, pero él parece embelesado viéndome.
—Van contigo, más con lo que quiero decirte— dice luego de un rato, no espera respuesta y sigue caminando.
Lo sigo con una tonta sonrisa en mis labios, dios, creo que, si me hizo un amarre, no es normal.
—Me gusta este lugar, es lindo y hasta cálido, como que da paz— digo yo mirando a los alrededores.
—Justo estaba pensado para eso.
—Pues lo logra. ¿Tienes todas las flores que quieres aquí?
Marco voltea deteniéndose.
—No, me falta una, la camelia roja, no la he conseguido por ningún lado.
Estoy a punto de hacerle saber que no sé cuál es cuando se escucha la lluvia en el techo, yo que estoy casi debajo de una de las ventanillas abiertas en el techo, estoy mojándome. Marco me jala hacia él impidiendo que me moje más.
Él se acerca una pared y aun sin soltarme toca un botón haciendo que las ventanas se cierren de inmediato.
Seco mi cara, no me ha caído mucha agua, pero mi cabello está bien mojado, además, el agua por lo fría que está me hace estremecerme.
—Una toalla —dice Marco, se da la vuelta con prisa, tras dar varios pasos se detiene y vuelve—. No tengo toallas aquí— añade.
—No pasa nada— intento restarle importancia, pero llevo mis manos hasta mi nariz al sentirla arder.
Suelto un estornudo y luego respiro profundo.
—Ay, no —murmura Marco, nervioso e incluso preocupado—. Te vas a enfermar.
—No— intento calmarlo y vuelvo a estornudar.
Marco empieza a quitarse lo que trae puesto e intento detenerlo, pero otro estornudo se me escapa.
—No te lo quites, no me voy a enfermar así— logro decir, pero de todos modos él cubre mi cabeza con su camisa.
No puedo evitar fijarme en su pecho descubierto, viendo mejor el tatuaje que tiene cerca de la pelvis, son letras que dicen Nirvana. Me surge la duda de si habrá dolido, sé que duele, pero siento que este dolió mucho, porque las letras son gruesas.
No digo nada e intento tocarlo, pero me arrepiento, él toma mi mano, ignorando lo que estaba a punto de hacer y doy gracias al cielo por eso.
—Vamos a la casa.
No digo nada y con su camisa sobre mi cabeza y el ramo de flores en manos salimos y corremos hasta la casa no sin antes cerrar el invernadero.
Subimos hasta su habitación, es diferente a la que tiene en casa de su madre, ya que aquí ha pasado los últimos años. La habitación está llena de posters de bandas extrañas, algunas las reconozco como rock y metálicas, las otras supongo que también. Tiene incluso una guitarra eléctrica pegada a una pared y al lado un estante con trofeos y más cosas.
Él se acerca a su armario y vuelve con una toalla, encargándose de cubrirme con ella.
—Espérame aquí.
—Okey.
Él sale de la habitación y yo me encargo de observar todo. Delante de mí está la cama muy bien tendida y al lado un mueble con libros encima, estoy por sentarme cuando Marco vuelve interrumpiéndome.
Sigue con el torso desnudo, trae consigo un blower, un cepillo y una bolsita de gomitas. Me alegro al ver que son de las de forma de ositos y rojas, lo que significa que son de fresas.
Sin perder tiempo me acerco e intento tomarlas, pero Marco sonríe alzándose antes de que llegue a tocarlas.
—Las compré para ti, pero no te las voy a dar si no me dejas peinarte.
—Haz lo que quieras, ahora dámelas— extiendo mi palma y este deja la bolsa ahí.
Él camina hasta la cama y se sienta, yo me siento en el suelo llenándome la boca con las gomitas sin pudor alguno. No sé de dónde Marco conecta el secador, pero empieza a secar mi cabello mientras pasa el cepillo con cuidado por estos.
Pasan los minutos y soy consciente de la delicadeza con la que seca mi cabello. Recuerdo cuando él solía jugar con mi cabello, aún éramos unos niños, pero Marco solía entretenerse trenzando mi cabello. Lo hacía horrible para aquel entonces, pero lo intentaba.
Sé que fue hace tiempo, así que buscando sacar esos recuerdos a la luz, pregunto:
—Hacíamos esto hace tiempo, ¿recuerdas?
—Sí, es que siempre me ha gustado tu cabello.
—Lo sé, ¿hace cuanto empezó a gustarte.?
—Yo qué sé, cuando Moisés separó las aguas probablemente.
Mastico las gomitas para no reírme, Marco termina con el secador y empieza a cepillar mi cabello. Me concentro en comer mis gomitas, pero también siento como aparta mi cabello y empieza trenzarlo desde abajo.
—Listo, terminé mi obra maestra— dice tras unos pocos minutos.
Me levanto y siento mis piernas entumecidas, intento estirarlas, pero él agarra mi cintura dándome la vuelta, quedo en medio de sus piernas agarrando su hombro. Él observa mis ojos como distraído.
No sé qué hacer en estas situaciones, así que solo me queda pedir que cristo me salve.
—Gracias —termino por murmurar, nerviosa por la cercanía y el silencio—, por las trenzas.
—¿Qué gracias? Bésame.
Abro mis labios sorprendida, él sonríe y entonces me besa. Gustosa me dejo llevar, sus labios son como una droga adictiva, una vez que las pruebas quieres más y más. Él sube sus manos por mis muslos, se detiene y aprieta mis nalgas, la otra la sube hasta mi cintura, dando un fuerte apretón que envía una especie de corriente por todo mi cuerpo.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo trasero, lo ignoro porque quiero seguir recorriendo los labios de Marco, pero el teléfono no deja de sonar. Nos apartamos y tomo la llamada del molesto de Tomás.
—¿Dónde estás? —pregunta de inmediato—. No me importa, ven ahora mismo si no quieres que le diga a mi mamá que estás haciendo una orgía con cinco chicos desconocidos que me ataron y me amordazaron para que no diga nada mientras tú te ibas muy gustosa.
—En serio, señor tomasino— le pregunto indignada.
—Avisadísima estas.
Y cuelga.
Marco me mira curioso y sin soltarme pregunta:
—¿Qué pasa?
—Tengo que volver a mi casa.
Marco rueda los ojos y vuelve a besarme, salimos de la casa tras unos cuantos besos más.
•••
—¿Vamos mañana a comprar los disfraces?— pregunta cuando aparcamos frente a mi casa.
—Sí, vamos en la mañana— afirmo mientras asiento.
—Entonces te vengo a buscar temprano —él se estira hacia los asientos de atrás y toma el ramo de flores que me había mostrado antes—. Son tuyas.
—Gracias, son muy bonitas.
—Iguales a ti.
Asiento y bajo del auto con una sonrisa, veo como Marco se va y entro a mi casa, siendo lo primero que veo a Tomás al pie de la escalera como siempre.
—¿Qué hacías?— pregunta.
—Nada.
—Cuidadito eh, cuidadito —murmura apuntándome con el dedo—. ¿Eres novia de Marco?
—No— lo niego de inmediato.
—¿Entonces? No es por nada, pero nunca te he visto enamorada de ningún tipo, ¿eres lesbiana?
—No —vuelvo a negar—. Pero mi novia Morgan sí— añado con una sonrisa.
Tomás me mira extremadamente mal y es el primero en irse. Rio alto y exagerado mientras voy a la cocina por un tarro con agua y luego subo a mi habitación dejando las flores en la mesa al lado de la cama.
↯↯↯
Celidonias. Las celidonias transmiten el sentimiento rebosante de amor que un hombre guarda en su corazón cuando ama locamente a una mujer. Las más habituales son las de color amarillo, que expresan la felicidad y la alegría del amor que se siente. Pero también puedes encontrarlas en color blanco.
Vamos, que le estaba gritando que la ama 🥺❤️.
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