18- ¿Quieres dar un paseo?
Estamos frente al pley, son las siete de la mañana y el frío que hace eriza mi piel al descubierto, Kayli está a mi izquierda y Marco se encuentra a un paso detrás de mí con su mochila puesta de un solo hombro.
Lleva un gorro de lana negro que tapa su cabello y noto que tiene unos aretes negros en las orejas. Él al parecer nota mi mirada porque voltea a verme.
Es nuestro turno de subir al autobús, así que entro primero y me siento en un asiento del medio, pegada a la ventana. Marco se sienta a mi lado ganándose una mala mirada de Kayli quien sigue su camino sin ganas de discutir.
Marco saca un libro y me pego a él curioseando, tiene muchas fotos de flores y debajo de cada una hay información con sus nombres y más cosas.
Parece ser un libro hecho por él, pues la letra debajo de cada foto sin duda es de él.
—¿Tú hiciste esto?— pregunto, aunque es más que obvio.
—Sí, son todas flores que tengo en mi jardín, las verás cuando te lleve.
Él pasa la hoja y una flor en concreto llama mi atención, está al lado de una foto de un árbol de cerezo, se llaman begonias según la información. Es de un lindo color rojo anaranjado, son muy lindas y nunca he visto una igual. La señalo para que la vea.
—¿Te gustan?— pregunta de inmediato.
—Son lindas.
—Son Begonias.
Asiento y Marco pasa la hoja revelando una flor que abarca toda la hoja, sin duda es mucho más linda que la Begonia, pero me gustan más las Begonias.
—Estas son Ciclamen, florecen en invierno y tienen un olor muy agradable, son mis favoritas
—Son lindas.
Marco asiente y miro nuevamente la foto, son unas flores con un tallo un poco alto, con grandes pétalos rosados por los bordes y dentro blancos. Sus hojas resaltan en un verde oscuro muy atrayente.
Nos pasamos el resto de viaje viendo las flores, sin duda tiene muchas y muy bonitas todas.
Llegamos a nuestro destino una hora después y di gracias al cielo, porque ya se me empezaba a dormir el culo.
Bajamos todos del autobús al pley no muy diferente al nuestro. El entrenador coordina unas cosas con el otro entrenador mientras todos nos mantenemos tranquilos en un solo lugar.
Somos más de veinte en total y por lo que veo ellos son más todos juntos.
—Ustedes espérenme allá —le dice al equipo masculino—. Clara, la rubia y Charlene esperan en la banca, las otras vayan a jugar. No quiero problemas.
Me concentro en mirar el partido cuando comienza, Kayli juega como si estuviera enojada, pateando el balón con fuerza y distrayéndose por segundos.
Perdemos uno a cero, la verdad nuestra compañera atleta solo sirve para llevar el balón. Por eso cuando intenta pasar el balón a una distancia considerable se cae de nalgas al suelo, algunas ríen y otras la animan.
El juego continúa, ambos entrenadores sacan a varias del juego y de nuestro equipo entramos nosotras.
Voy a mi posición y el juego comienza, quiero quedarme quieta y no hacer nada, pero Kayli daña mis planes lanzando el balón hacia aquí. Lo atrapo con mi pie derecho y de inmediato empiezo a correr y una tipa que me dobla el tamaño se interpone.
—¡Charli!— grita Kayli alejada.
Me echo un paso hacia atrás y pateo el balón hacia ella quien da un paso a otra compañera y hacemos gol. Vuelvo a mi lugar lentamente, solo quiero sentarme.
La tarde transcurre tranquila, vamos rotando entre las que descansan para evitar mucha fatiga.
Nos vamos a las seis, llego a mi casa cansada y oliendo a sudor puro. Veo a Tomás sentado en el mueble de la sala viendo la televisión y camino directo hacia la cocina. Abro la nevera y veo un bizcocho de chocolate con chispas de chocolate que se ve muy bueno. Sin dudar lo tomo y busco una cuchara.
Subo a mi habitación y lo dejo a un lado antes de meterme a bañar, salgo poniéndome mi pijama y paseándome por mi habitación empiezo a comerme el bizcocho.
—¡Mi biscocho!— grita Tomás desde la planta baja, muy enojado.
Miro el poco de bizcocho que queda y entro en nervios. Lo tomo con mis manos y me lo como dejando el plato a un lado, los rápidos pasos de Tomás llegan a la habitación y lo miro paralizada.
—¿Te comiste mi bizcocho ultra bañado de chocolate?— pregunta entre dientes.
Niego con la boca llena de bizcocho.
—No...— logro decir a duras penas.
—Todo lo que sale de tu boca es más falso que mis respuestas en religión.
Río si poder evitarlo y un poco de bizcocho se me cae de la boca.
Tomás baja la mirada hasta mi abrigo y su expresión cambia a enojo puro.
—¡Ven aquí buena desgraciada!— gritó acercándose.
Con el corazón en la garganta me agacho antes de que logre agarrarme, salgo corriendo escaleras abajo. Tomás me sigue casi pisándome los talones.
—¡Idiota, no le pongas la mano a lo mío!
—¡No sabía que era tuyo!— grito casi atorándome con el bizcocho.
—¡¿De quién más va a ser algo con chocolate en esta casa?!
—¿De Skyler?...
Tomás me mira aún más mal.
—¡Me la vas a pagar!
Me detengo de golpe en la sala, estoy acorralada, mastico él poco de bizcocho que me queda en la boca y lo miro nerviosa. Tomás, al ver que solo nos separa el mueble, sonríe con malicia.
—Te voy a matar— alega sonriente.
Él camina hacia la derecha y yo camino hacia la izquierda, él cambia a la izquierda y yo me muevo hacia la derecha. Se detiene en medio del mueble y me mira mal sabiendo que esto no funcionará.
Es entonces cuando Tomás salta sobre el mueble y suelto un grito corriendo hacia la izquierda, hacia donde está la mesa del mueble con un florero de vidrio y flores de plástico. Voy a evitarlo cuando Tomás me agarra del codo y hacemos la mesa temblar.
Nerviosos, ambos intentamos agarrar el preciado florero de mamá, pero solo terminamos tumbándolo más rápido. Nos quedamos con las manos al aire y tiesos al ver como se rompe.
—Mierda— murmura Tomás.
Es un florero que la abuela le regaló a mi madre, así que si ve lo que hemos hecho nos sepulta.
—¿Qué vamos a hacer ahora?— pregunto nerviosa.
—No lo sé— dice él más nervioso que yo.
La puerta se abre de golpe y Kayli entra, la miramos escépticos, ella trae la llave que escondemos detrás de una mata.
—¿Qué han hecho gemelos del desorden?— nos pregunta y mira el desorden.
Abre su boca al notar el florero hecho pedazos, para nadie es un secreto lo mucho que nuestra madre lo quiere. Kayli lo sabe más que nadie porque ella la ayuda en la tienda y ha habido un tiempo en el que vivía con nosotros cuando sus padres se separaron.
—Aquí no ha pasado nada, soy una ilusión, una ilusión...— añade cerrando la puerta mientras se va nuevamente.
Tomás y yo nos miramos sin saber qué hacer, derrotados nos sentamos al mismo tiempo en el mueble.
—¿Crees que si le echamos la culpa a Skyler nos crea?— pregunta el de la nada.
Lo miro sin poder creerlo.
—¿Cómo se lo vamos a decir? Ah no, fue la tortuga, la tortuga se subió y lo tumbó, ¿cómo? Pues no sé— digo y Tomás me mira mal.
—No puedo con el peso de ser el inteligente de la relación— me dice con seriedad.
Ruedo los ojos mientras él mira hacia arriba, tal vez buscando una solución. Mientras él piensa, recojo los fragmentos, no se ha roto mucho, en tres pedazos grandes y algunos pequeños. Me siento en el suelo, frente a la mesa, y Tomás mira hacia todos lados, nervioso.
—Pegamento— murmura al fin y se levanta subiendo las escaleras.
Lo espero hasta que baja con un pote de pegamento, no creo que funcione, aun así no digo nada mientras él va dejando las cosas sobre la mesa y se sienta del otro lado, en el suelo.
—Espero que funcione, porque si no, te echaré la culpa a ti— afirmo mientras tomo uno de los pedazos del jarro.
—Pero la culpa es tuya, ¿por qué te comes mis cosas?
—No sabía que era tuyo, lo juro.
Tomás rueda los ojos y me señala de mala gana.
—Aquí nadie más aparte de mí come chocolate tanto.
Me encojo de hombros y Tomás me levanta el dedo del medio, toma un pedazo de vidrio y le pone pegamento uniéndolo al tarro, hace presión por un rato y luego lo suelta.
Hago lo mismo y así nos mantenemos hasta que terminamos, está medio bien, en algunos lados se ve cuarteado, pero lo disimulamos con las flores de plástico.
Tomás me mira mal y entre empujones subimos las escaleras, nos miramos mal una vez más y entramos a nuestras habitaciones. Tras acostarme saco mi teléfono y entro a Twitter, lo primero que veo son algunas publicaciones acerca de Halloween. Es el viernes de esta semana y al parecer harán una fiesta en una plaza.
Me levanto de la cama y corro hasta la habitación de Tomás, entrando de golpe.
—¿Te vas a disfrazar? Hay una fiesta de Halloween y es pública.
El estúpido me mira mal desde su cama.
—Eso es para estúpidos, no voy a ningún lado, tengo cosas que hacer— afirma tranquilo.
Lo miro mal y salgo de la habitación volviendo a la mía, un mensaje de Marco salta en mi bandeja y sin dudar entro.
''Vamos a ir lento''
''Bien, ¿pero por qué lo dices?
''Por nada, es que cada día siento que me enamoro más'
Sonrío y dejo el teléfono a un lado acostándome. Intento dormir, pero Morgan me envía un mensaje de que viene llegando y al escuchar el timbre ruedo los ojos levantándome.
Salgo de mi habitación, veo a Tomás quien también va a ver a Morgan y mejor lo ignoro. Abro la puerta y de inmediato Morgan salta sobre mí.
—¡¿Viste que hay una fiesta de disfraces?!
—Si— murmuro, siendo casi asfixiada por su abrazo.
—No sé de qué me voy a disfrazar, es nuevo, pero vamos a ir, no es como una fiesta en sí— dice emocionada, soltándome al fin.
—¡Disfracémonos de una consola y una tele!— grita Tomás de la nada, acercándose.
—¿Vas a ir?— le pregunta Morgan entre confundida y entusiasmada.
—Claro, le dije a Charlene de la fiesta, tuve que convencerla para ir.
Abro mi boca a más no poder, indignada, pero no digo nada para que el Tomasino no me asesine después. Ellos siguen hablando hasta que a Morgan le salta una alarma y se va corriendo a sus clases de ballet.
Volteo a ver a Tomás y niego.
—¿Qué?— alza las cejas.
Vuelvo a negar y él se va adentro nuevamente, me mantengo aquí y veo a Marco pasar en el auto de su padre, se detiene frente a mí y baja la ventanilla.
—Gomita, ¿Quieres dar un paseo?
Sonrío ante la pregunta.
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