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13- Cuarto de escobas.

Estamos en clases de artística, nos han puesto a dibujar cualquier cosa, solo que la gente no decide que dibujar... yo soy la gente.

Volteo a ver a Marco quien acomoda su mesa.

—¿Qué vas a dibujar?— le pregunto mientras saco mis lápices.

Él se encoge de hombros.

—No sé, supongo que un balón.

—Bueno, tomémonos una foto, voy a intentar dibujarnos.

—¿Sabes dibujar?

—No, pero intentaré aunque sea dibujar dos palitos con nuestras caras.

Marco se ríe y deja de hacer lo que hace para acercarse, entro a cámara y me preparo para una selfi cuando él toma mi teléfono.

—Mejor la tiro yo, ahí vas tú con tus fotos mal tiradas.

Pone el teléfono delante del cuadro con un cronómetro y se aleja con todo y silla, aún sentado me llama. Me coloco a su lado, él rodea mi cintura y yo su cuello nerviosa.

—Sonríe, escoba.

Sonrío justo a tiempo para la foto. Me alejo de inmediato y me siento. Empiezo a dibujar como puedo, sale una cosa mal hecha, no es como que sea dibujante o algo así.

Veo a la profesora salir del aula y cansada, dejo todo para recostarme del espaldar de la silla.

Miro a Marco a mi lado, quién está bastante concentrado en dibujar.

Se ve tan lindo...

Cierro los ojos con fuerza para disipar esos estúpidos pensamientos.

—¿Estás cansada de hacer nada?— pregunta dejando de hacer lo que hacía.

—Sí.

—Yo también— dice mientras se levanta.

Viendo que camina hacia la puerta lo sigo con rapidez. Ambos salimos al pasillo y caminamos hacia el final de este, donde solo está un aula y el cuarto donde guardan las escobas

—¡Sí, yo también lo sé!— dice la voz de la profesora dentro del aula.

Marco y yo, que estamos al final del pasillo, nos miramos nerviosos, no podemos correr a nuestra aula porque ella entonces nos verá.

—Me voy, que dejé a esos muchachos solos.

—¿Qué coño hacemos ahora?— pregunto nerviosa.

Marco abre la habitación donde guardan las escobas y yo entro primero, él entra después y cierra la puerta justo a tiempo para que no nos vean.

Me muevo nerviosa ante su cercanía, pero solo consigo que nos acerquemos más y que él me mire.

—No te muevas— susurra.

Los pasos de la maestra se alejan y cuando creo que podemos salir, suena la campana anunciando el recreo. Marco se mueve para salir, pero antes de que lo haga lo detengo.

—¿Qué pasa?

—Si nos ven salir de aquí van a pensar cosas— susurro sintiendo mi corazón latir con rapidez.

Las voces de los estudiantes no tardan en escucharse, si salimos y nos ven, me daría tanta vergüenza que dejaría la escuela. Pensarían que hacíamos algo o yo qué sé.

—No estamos haciendo nada malo— dice en un susurro, sonríe con algo de diversión.

—No importa, la gente piensa cosas.

—No vives de la gente.

Resoplo cansada.

—No importa, no salgamos.

—Haremos lo que quieras— dice lentamente.

Él tiene su mano derecha apoyada en la pared en la que estoy pegada, estamos muy cerca. Es que es un cuartito pequeño solo para las escobas, es estrecho y hasta asfixiante.

Levanto la vista para verlo, él mira a la pared.

Es sexy.

No, mierda, no puedo estar pensando esto. Debo de alejar estos pensamientos impuros.

Trago en seco y sin querer queriendo detallo su rostro ahora que lo puedo ver bien. Tiene unas pestañas y cejas de envidiar, sus ojos a pesar de ser de un color café muy claro y extraño son lindos. De hecho, cada uno de sus rasgos son lindos, desde aquellas pequeñas imperfecciones en la piel hasta esos pequeños lunares que sobresalen por el cuello de su camisa escolar y sus mejillas.

¿Pero en qué estoy pensando?

—¿Por qué me miras tanto?— pregunta Marco y me pierdo en su mirada.

Por dios, no puedo estar enamorada de este idiota, me niego.

Siento el tacto de Marco en mi mejilla y me espanto, mi corazón empieza a latir más rápido de lo que ya lo hacía y siento que mis orejas se enrojecen. Aunque mi color es un poco tostado, mis orejas se enrojecen muchas veces.

—No sé cómo es que tus orejas se ponen rojas— dice y para colmo las toca.

—Es que hace calor— tartamudeo y me arrepiento de inmediato.

—¿Estás nerviosa, escoba con ojos?— pregunta y baja su cabeza hasta acercarla a la mía.

—No...

Marco ríe y se aleja a como estaba en un principio.

—Te ves linda así— admite en un susurro.

No puedo hacer nada cuando él apoya su cabeza en la mía, su perfume empieza a llegar a mis fosas nasales y me quedo helada.

—Te extrañé —murmura—. Quería creer que lo que había escuchado era parte de mi imaginación, pero no logré engañarme por más que lo intenté. Por eso me alejé. Tengo miedo de que vuelva a pasar algo así y no sé por qué. Ahora solo estás en mis pensamientos, se suponía que no iba a encariñarme mucho contigo antes de irme...

No sé qué decir, no sé ni como reaccionar. Esto parece una confesión de amor o algo.

Me niego a creer que sea una confesión.

Miro la puerta sintiéndome culpable por lo primero, ya hace tres meses que nos disculpamos y dejamos todo atrás, pero no había hablado de eso. Él no había dicho algo así en este tiempo, ni de eso hablaba.

También me siento confundida, creo que me gusta, pero no tengo ni idea de cómo confirmarlo, nunca me he enamorado de alguien. Solo tengo un concepto básico de lo que es el amor y no quiero dañar lo nuestro por eso. Ni siquiera estoy segura de si lo último fue una confesión o no.

Marco es el primero en separarse tras unos minutos, me sonríe levemente.

—No sé qué decirte— murmuro con sinceridad.

—Eres mi mejor amiga— dice apresuradamente.

Simplemente me quedo aturdida, ya ni sé qué pensar.

—Todos ya están en clases —dice abriendo la puerta y saliendo, ni siquiera me mira a los ojos—. Vámonos nosotros también.

•••

Dibujo con cuidado nuestros rostros mal hechos, hago tanto esfuerzo porque quede bien, pero no funciona.

—Yo digo que está enamorado— opina Morgan sobre mi cama con Kayli.

—No empiecen, somos amigos.

—Ya lo veremos, dijo ciego...

Ambas se mueven mucho y eso termina moviendo mi cuadro que está recostado sobre la cama mientras dibujo.

—No se muevan —les digo ya cansada de ambas—. Ya dijo que soy su mejor amiga.

—¡Es que tú nos haces enojar y por eso nos movemos! —grita Kayli—. Y eso fue para encubrir la metida de pata, estoy segura... Te voy a comprar un maldito libro de romance juvenil para que abras los ojos de una buena vez.

—Deberíamos— la apoya Morgan.

—¿De verdad, Morgi?

—Sí, aunque creo que ni con eso abre los ojos.

Suspiro guardando las cosas, así mismo como está es que lo voy a entregar. Me levanto y al escuchar a Tomás me acerco a la ventana.

Veo a Tomás en el patio de Marco junto a Joss e Iker inflando una piscina. Es bastante grande, azul, mientras Tomás y Joss inflan la piscina con una bomba de aire, Iker se baña con una manguera de agua.

Morgan se me acerca y sus ojos se iluminan al ver lo mismo que yo.

—¡Día de piscina!— grita Morgan.

Tomás se voltea y le sonríe feliz.

—¡Ven, Morgan!— le grita él de vuelta y Joss niega.

Las tres nos ponemos algo más cómodo sin decir mucho.

—Otro día con el insoportable de Joss— murmura Kayli, pero es la primera en salir.

Ingresamos al patio de Joss por los laterales, Morgan y Kayli pasan de largo a Tomás y a Joss, pero yo me quedo detrás viendo como se susurran algo.

—Debes ignorarla —le dice Joss en un tono bajo—. No le demuestres que te gusta, haz como que ella te da igual. Por alguna razón a las mujeres les gustan los tipos que ni las miran— concluye Joss con una sonrisa.

—¿Crees que funcione? —le pregunta mi hermano, dudoso—. Yo creo que no le importará.

—Que sí, solo confía en mí. Es que como sabe que estás enamorado de ella no te hace caso porque piensa que siempre lo estarás aunque te ignore.

—Es que no creo que dure mucho ignorándola.

—No importa, con una semana basta.

Tomás asiente pensativo y decido dejarlos atrás para ir hasta donde las chicas están, estas están frente a un nervioso Iker.

—¿Has tocado una teta?— le pregunta Kayli al chico, se encuentra más rojo que un tomate.

—No.

—Puedo dejar que toques las mías— le dice Morgan y el niño asiente.

—Esto es maltrato infantil— intervengo sabiendo que el niño solo tiene quince.

Morgan se ríe y toma las manos del chico poniéndolas sobre sus senos, el rostro de él se vuelve aún más rojo y las aprieta, nos reímos sin hacer escándalo.

—¿Te gusta Morgan? —le pregunto cuando deja de agarrarle las tetas—. Te la puedo conseguir.

—Es muy linda.

—Lo sé, niño, lo sé.

—Que Tomás no se entere— le murmura Kayli a Iker y él asiente.

Dejamos la cosa ahí y en conjunto ayudamos a llenar la piscina, cuando terminamos, la primera en aventurarse es Morgan.

Nos metemos en la piscina muy tranquila, disfrutamos un rato hasta que los problemas empiezan cuando Kayli le echa agua a Joss y este hace lo mismo.

—¿Qué haces? Maldita loca— le pregunta Joss enojado.

—¡No me digas loca!

—¡Eso es lo que pereces!

—¡El loco eres tú! ¿Por qué me ignoras?— pregunta Kayli enojada, le salpica.

Jos se ríe a secas, parece no poder creérselo.

—¿Estás así por esto? —pregunta él, kayli aparta la mirada—. No puede ser... entonces funciona, ¿te gusto?

—¿Qué?— pregunta ella y Joss sonríe.

Kayli lo agarra del cuello y le hunde la cabeza en el agua, Joss se defiende y con los pies la tumba, al final los dos se tumban y termina peleando en el agua.

Ambos se niegan a dejar que el otro salga. Morgan, viendo que son capaces de ahogarse, toma a ambos del cuello y los saca, ellos jadean y vuelven a pelear.

—¿Qué es lo que estabas intentando? ¿Te crees importante?

—¡Sí! Soy importantísimo.

—Cálmense, idiotas— grita Morgan deteniéndolos para que no vuelvan a pelearse.

—Ya, me calmé— dice Kayli molesta.

Morgan los suelta y mira a Tomás, quien habla con Iker y entablan una conversación, ella voltea a verme y yo me encojo de hombros.

Pasamos la tarde completa así, jugando en la piscina, hubo un momento en donde jugamos con una pelota inflable, pero por las peleas de Kayli y Joss lo dejamos.

Salgo de la piscina y bajo las instrucciones de Joss voy a la cocina por un vaso de agua.

Tomo agua de la nevera y me apresuro a salir, pero cuando veo una sombra en la sala me asomo. Veo a Marco de espaldas abrazando a una chica, ni la conozco.

Al verlos así abrazados y sin saber quien es ella, un malestar se forma en mi garganta. Me confundo al sentir como miles de cuchillas filosas se me enterraran en esta a la vez.

Salgo de la casa y ante el aire logro calmarme, aunque era solo un abrazo, no debo ponerme así por eso. ¿Es que estoy celosa? No, no es eso.

—Mierda— murmuro mientras camino hacia las chicas.

—Ya larguémonos, muchos ji, ji, ji y ja, ja, ja, ya me quiero ir a mi casa— dice Kayli mirando mal a Joss.

Yo no digo nada y empiezo a caminar a mi casa rápido, las chicas me siguen hasta mi habitación y se desnudan sin ningún tipo de vergüenza. Yo me tiro en mi cama y me envuelvo en las sabanas.

Morgan entra al baño y Kayli se pasea desnuda por la habitación.

—¿Crees que le gusto a Marco?— me atrevo a preguntar avergonzada, hasta me desconozco.

—Antes puede que no y exageramos, pero ahora creo que sí— admite Kayli.

—Me niego a creerlo...

—¿Por qué?

—Es que no lo sé— murmuro, no soy capaz de entenderme.

No creo que le guste a él, y tampoco creo que me guste. Ya ni sé qué pensar.

—Dos estúpidos— murmura Morgan saliendo del baño.

—Mira, al menos estás cumpliendo con el reto, cuando ya estemos segura de que al menos un besito se han dado, proseguimos con nuestros retos estúpidos y ya.

—Sí— respondo distraída.

Suspiro y me dejo caer de frente en la cama. Siento que en este momento tengo más pensamientos que vida. Me quedo así por un largo tiempo hasta que ellas se van y me despido vagamente.

Veo a Skyler en el suelo, va caminando hacia la salida de la puerta y suspiro.

—¡Skyler! —no me hace caso—. ¡Skyler!

La tortuga que ya es de un tamaño considerable sale sin hacerme mucho caso. Me levanto detrás de ella y pongo en las escaleras una reja que hizo Tomás para que no baje rodando.

Ella camina hacia la habitación de Tomás, ruedo los ojos.

Se supone que es mi hija, pero quiere más a Tomás, él le construyó una piscina en el patio y todo y ella no se le despega. Ya ni en los hijos se puede confiar.

•••

No sé cuanto tiempo llevo aquí, sé que es tanto tiempo que mi ropa está seca. Me levanto y tras darme baño me pongo mi pantalón gris de pijama y una blusa de tirantes para volver a mi cama.

Llega a mi mente el recuerdo de Marco abrazando a esa chica, me molesta demasiado, no puede estar por ahí abrazando gente, Dios.

Me siento en la cama envuelta en mis sábanas al ver a Tomás entrar como perro por su casa y se sienta a mi lado.

—¿Sabes que te quiero?— pregunta y resoplo.

Me tiro de espaldas en la cama sabiendo que quiere algo, no quiero ni saber que es. Tomás se acuesta también y sube un brazo y un pie sobre mí.

—Te quiero mucho— sigue él.

—Yo no.

—No me importa, yo te amo.

—Sí, qué bueno.

—De verdad, ¿qué haría sin ti? —pregunta y planta un beso lleno de saliva en mi mejilla, hago una mueca de asco—. Eres como mi media naranja, literal, como somos gemelos y eso. Sin ti me faltaría algo.

—Bueno, pues viéndolo así— digo con diversión.

Me vuelvo a sentar y levanto las cejas para que suelte ya lo que quiere y como era de esperarse él sonríe inocente.

—Mami me mandó por una funda de pan, ve tú— dice con una gran sonrisa.

—No— finjo una sonrisa también.

—No te soporto.

—Yo menos.

—Acompáñame.

—No.

Nos sonreímos como si habláramos de cosas lindas, en eso nuestra madre pasa y nos ve sonriéndonos.

—Se llevan tan bien, qué feliz me hacen— dice ella feliz.

Nosotros forzamos aún más nuestras sonrisas y nos abrazamos viéndola.

—Por supuesto— digo yo pellizcándole la espalda.

—Nos queremos mucho— añade Tomás pellizcándome aún más fuerte.

Ella sonríe complacida.

—Vayan ambos juntos a por el pan, dense, rápido.

Y se va tan rápido que no nos deja negarnos, miro mal a Tomás y me levanto colocándome un abrigo por encima de la blusa. Salimos de la casa sin decir nada y cuando estamos a una esquina lejos le doy una patada por detrás.

—Te odio, yo iba a dormir.

Tomás se hace el ofendido y me da un codazo, le devuelvo el golpe y le jalo el cabello.

—Buena loca, suéltame.

—No, hijo de tu putísimo padre.

—¡Es el mismo!

—Claro que no, eres adoptado.

—¡Es imposible, somos gemelos, estúpida!— grita logrando agarrar mi cabello.

—¡Suéltame!

—¡Tú suéltame primero!

Lo miro mal y él también como puede, nos soltamos los dos al mismo tiempo. Tomás me mira mal y empiezo a correr.

—¡Ven aquí, desgraciada!

—¡No, me vas a matar!— grito y me rio.

—¡¿Qué comes que adivinas!?

Sigo corriendo, Tomás suelta maldiciones siguiéndome, pero solo me río. Llego cansada a la tienda y me siento en la acera. Tomás llega detrás de mí, me mira mal y entra saliendo tras varios minutos con el pan, dos refrescos y dos galletas de chispa de chocolate.

Él tiene una obsesión con esas galletas y todo lo que tenga chocolate en general.

Me da una galleta y un refresco sentándose a mi lado, empiezo a comer en silencio. Pienso en lo que creo sentir por Marco. Tal vez si le gusto, quiero preguntarle a Tomás, pero no sé si es buena idea.

Tomás y él se han vuelto amigos, así que si le pregunto puede decirle algo, suspiro y termino jalando su manga cuál niña pequeña.

—¿Qué pasa?— pregunta mirándome.

—¿Cómo sabes que te gusta alguien?

Tomás deja su galleta a medio mordisco, al principio parece sorprendido, pero sonríe y levanta las cejas.

—¿Quién te gusta? ¿Marco?

Niego de inmediato y sonríe aún más.

—Es que ya lo sabía, te sentía rara últimamente, pero bueno, acepto el noviazgo solo porque me cae bien —habla tranquilo—. Sé que dije que no tendrías novio hasta los ochenta, pero esto será una excepción, una muy grande, entonces puedes contarme si te hace algo. Yo lo golpearé por ti.

Tomás palmea mi cabeza mientras me sonríe.

—Mi pequeña hermana está enamorada— canturrea.

—¡No estoy enamorada! Deja de decir estupideces, no voy a tener ningún noviazgo.

Tomás se toca el pecho afligido.

—Una pena, se nota que te gusta él.

—¡Que no me gusta Marco! ¡Solo preguntaba por curiosidad!

—¿Qué yo qué?

Abro mi boca más de lo normal y giro la cabeza solo para ver a Marco de pie dentro de la tienda, miro a Tomás quien sonríe cuál gato de Alicia en el país de las maravillas.

Siento mis orejas arder.

—Nada, mi mamá espera el pan, adiós— balbuceo y me apresuro a irme.

—¡Se te queda el pan!— grita Tomás y corro.

Ese Tomás es una cosa seria, él ya sabia que Marco estaba en la tienda.

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