Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

05- Exposición.

Camino hacia la casa de Morgan con tranquilidad. Es una casa muy linda y colorida, tiene muchos tarros con flores en la galería, es un estilo lindo.

Toco las verjas y tras pasar algunos segundos su madre sale.

—Charlene, niña— saluda mientras abre la puerta.

—Señora Clara.

—Ven, entra, Morgan está en la habitación vacía.

—Está bien, gracias— murmuro entrando.

Paso por un pasillo hasta llegar a la última habitación, es una habitación grande que está vacía. Morgan la usa como una habitación de ensayo, o a veces incluso ensaya en el patio.

La veo ensayar y sin hacer ruido dejo la mochila aun lado en el suelo.

Morgan baila ballet desde los siete años, y lo hace con pasión. Nunca en mi vida he visto a nadie bailar con la pasión y confianza con la que ella lo hace.

Morgan da un exhaustivo salto y se detiene cansada, suda un poco, pero mantiene la compostura y toma agua notándome tras voltearse.

—¿Ensayas para tu competencia?

—Sí, quiero ganar.

—Vas a ganar, eres la mejor bailarina del mundo, lo harás espectacular.

—Solo lo dices porque eres mi amiga— dice y ríe dejando el agua a un lado.

—Sabes que no, me importa una mierda que seas mi amiga, si haces un disparate te lo diré y lo sabes.

Morgan asiente mientras se acerca, se ve como nueva, como si no acabara de hacer mil volteretas, vueltas y saltos.

—¿Por qué no estás en la escuela?— pregunta ella.

—Me dormí— respondo restándole importancia.

—Una muy buena excusa, tan buena que ni un ciego se la creería.

—¡Pero es verdad!

Morgan no me hace caso, así que me siento en el suelo de mala gana y saco mi teléfono empezando a usarlo.

—¿Cómo está tu hermano?— pregunta ella mientras vuelve a empezar a practicar, ahora con una música de fondo.

—Haciendo sus cosas, ¿Por qué preguntas?

—Lo suponía. Pregunto por qué es extraño que no haya venido contigo, ese estúpido.

—Ya, y luego la enamorada soy yo —ruedo los ojos—. Si te gusta admítelo, no te vas a morir por admitirlo.

—No me gusta, Tomás es un niño.

—Que sepas tú— digo y la veo hacer muecas.

Ella no responde más, quiero ver hasta donde llega negando que le gusta. El problema con Morgan es que ve a Tomás como un estúpido, aunque este no lo sea. Se conocen desde que Morgan fue por primera vez a mi casa y eso fue hace años.

Los minutos pasan mientras hablamos de cosas sin importancia, viendo que ya es hora de irme me levanto del suelo con las nalgas entumecidas.

—Hermosa gomita —dice Morgan—. Dile a Kayli que la amo.

—No le voy a decir nada, lesbiana de closet.

—Que no soy lesbiana —reprocha ella y me toma por los hombros—. ¿No te decían que comieras de todo cuando pequeña? Pues a mí sí y eso quiero hacer, pero con Kayli y ella no coopera.

Ruedo los ojos y me aparto tomando mis cosas y encaminándome hacia la salida.

Morgan desde que la conozco ha sido así, siempre haciendo insinuaciones hacia cada cosa que se moviera y fuera humano, aunque después no hiciera nada. Creo que tiene un serio problema con insinuarse, provocar y luego en su mayoría de veces nunca hacer nada.

Y aunque ella hable así, lo único que en su vida ha tocado son hombres.

Lo que sí sé es que es muy sensual y eso me encanta, suele vestirse con unos vestidos hermosos que en su mayoría enseñan piel de una manera seductora.

Salgo de su casa caminando hacia el pley con toda la calma posible, si llego tarde tendré menos cosas que hacer. Me gusta la vagancia.

Al llegar lo primero que hago es entrar al vestidor y cambiarme, cuando salgo me encuentro con Joss quien me espera con una sonrisa frente a la salida.

—Hola— saluda.

—Hola y adiós— digo apresurándome a caminar hacia las gradas.

Me siento en la última parte de arriba lista para empezar a hacer absolutamente nada, pero Joss me sigue y se sienta a mi lado.

—¿Y Kayli?— pregunta sin perder el tiempo.

—¿No está aquí?

—No.

—Pues no sé— respondo acostándome en el lugar.

El estúpido me jala de la mano, así que me siento, me quedo callada buscando paciencia desde algún lugar de mi alma.

—Aquí entre nosotros —se acerca un poco más—. ¿Crees que podamos negociar su número?

—No— respondo de inmediato.

—Escuche por ahí que te gustan las gomitas de ositos con sabor a fresa— murmura con un tono tentador.

—No voy a darte el número, Joss.

Joss resopla y se aleja.

—Vamos, si se lo pido sería capaz de matarme. No sabes lo agresiva que es conmigo.

—Si lo sé, que no me importe son otras cosas.

—Dale, Charlene, es un favor que me harás.

—¿Pero para qué? ¿Te gusta?

Joss cubre mi boca de repente, mira a todos lados nervioso y luego vuelve a verme a los ojos.

—No hables tan alto, que nadie te escuche.

Solo asiento sin poder hablar, frunzo el ceño cuando aleja su mano de mi boca. Joss tiene unas ojeras que pronto tendrán cédula si continúan así, ahora me observa inquieto y resoplo.

—¿Sabes que le gusta?— pregunta en un tono bajo.

Parece un niño.

—Le gustan mucho las latas de maíz, ¿por qué?

—Es que quiero darle algo, para que deje de ser tan odiosa conmigo. La verdad no sé qué le he hecho para que sea así conmigo...

—No te preocupes, dicen que después del odio viene el amor, solo no la molestes tanto, es fácil que se altere. Creció en una familia de locos con problemas de ira, no es tu culpa que te insulte, solo trata de buscarle el lado— digo para intentar consolarlo.

—No me gusta...

Dios mío, estoy rodeada de imbéciles enamorados que no lo saben admitir. ¿Será que perderán un brazo o algo si lo admiten?

Y después la enamorada soy yo, qué cosas.

Sonrío para no darle un golpe por estúpido y palmeo su hombro.

—Claro, entiendo, te llama la atención. Es normal...

—No es eso, no me gusta ni me llama para nada— se empeña en negar, hace contacto visual y se empeña en mantenerlo.

Es que dios le da pan a quienes no tienen dientes.

—Vete de aquí, si te gusta di que sí, coñón. Es más, no me digas nada, vete.

—¿Qué hacen?— pregunta Marco llegando.

Joss bufa y se va en silencio.

Solo quedamos Marco y yo solos en las gradas, lo miro esperando a que diga algo, pero solo se limita a mirarme.

—Nos han dejado una exposición juntos, voy a explicar el tema que me dé la gana— rompe el silencio.

—Haz lo que quieras, solo dame mi parte— respondo de mala manera, no me apetece hablar con él.

—Es que haré lo que quiera, escoba con ojos.

No puede ser... de tabla a escoba con ojos.

—¿Por qué ahora es escoba con ojos?— inquiero entre curiosa y cansada de esto.

Marco se encoge de hombros.

—Tu cabello parece una escoba de guano, no puedo decirte tabla de escoba, así que por ahora será escoba con ojos— explica tranquilo.

—¿Cuáles son los temas?

—No me acuerdo, dame tu WhatsApp y te los mando.

—No, mejor dámelos cuando estés en tu casa— me niego a darle mi WhatsApp.

Me niego a tener otro tipo de comunicación con él, se supone que lo quiero de enemigo. A este paso terminaremos como Kayli y Joss.

—Entonces que te vaya bien adivinando— se da la vuelta empezando a bajar las gradas.

—¡Espérate! —lo detengo cuando veo que se va en serio—. Voy a dártelo.

—Tampoco es obligatorio, escoba con ojos.

—Sí, sí, apunta.

Él saca su teléfono y en lugar de apuntar me lo entrega. Apunto mi número yo misma y se lo devuelvo en silencio.

—Te voy a mandar el tema que te toca.

—Haz lo que quieras.

—¿Quieres que haga lo que quiera, escoba?

—No, ósea, manda la cosa y después haz lo que quieras

—Habla bien.

—Eso hago, no es mi culpa que seas sordo.

—Sabes, a veces deseo que de verdad fueras una tabla, así no te moverías ni hablarías.

—Yo deseo que desaparecieras.

—Pues yo que dejaras de joder.

—Y yo que un rayo te rompiera un dedo, o una mano, lo que sea está bien— sonrío falsamente y vuelvo a recostarme.

Para mi desgracia el entrenador nos llama y vuelvo a incorporarme sin ganas, le paso por el lado a Marco y lo choco de hombros antes de seguir bajando.

•••

Hace media hora que he llegado del trabajo y estoy en mi cama viendo sandeces en internet. Cuando una notificación me llega dejo lo que hago por prestarle atención.

Número desconocido: enfermedades que afectan al corazón.

Supongo que es mi parte de la exposición. Me levanto yendo hasta el escritorio y poniéndome a investigar, escribo en un papel todo lo que busco.

Me levanto de la silla tras terminar y empiezo a leerlo en voz alta, me dispongo a salir hacia el balcón solo para ver a marco en el suyo haciendo lo mismo que yo.

¡Es que siempre tiene que estar ahí! Parece que no tiene otro lugar en el que estar, es insoportable.

Como si se diera cuenta de mi presencia voltea a verme, hago una mueca de desagrado al chocar miradas a lo que me mira confundido.

—¿Qué?— pregunta

—¿Acaso te he hablado?

Él me mira mal.

—Entonces desaparece de ahí— dice de mala gana.

—Desaparece tú, siempre estás jodiendo en el maldito balcón, no me gusta verte.

—Tranquila, cuando me vaya del país me vas a extrañar.

—¿Quién te va a extrañar? ¿Yo? Te puedes ir al diablo y no me importa.

Marco abre su boca en una gran o, parece que está a punto de decir algo, pero entro y cierro la ventana sin ganas de escucharlo.

Ya no tengo ganas de estudiar...

Dejó el papel en la mochila y me acuesto, aun así, no logro conciliar el sueño, lo último que dijo Marco resuena en mi cabeza.

Sé que su padre trabaja en una empresa y no es de aquí, por lo que tal vez sea verdad lo de que se vaya, pero bueno, no tiene que importarme.

Una música empieza a retumbar, y si antes no podía dormir, ahora menos.

Tomo asiento en la cama y me recuesto de la pared, la música aún no comienza, pero suena fuerte.

—Te quiero mucho, fuiste muy importante, pero chinga a tu madre —frunzo el ceño ante tal basura de letra—. Vete a la verga, culero de mierda, meco puñetas, cara de gonorrea. Sé que ya dije chinga tu madre, pero cada vez que respires vuelve a chingar a tu madre.

Me vuelvo a costar envolviéndome en las sabanas, intento ponerme una almohada en la cabeza para no escuchar, pero se escucha clarísimo todo.

—Pinche escoria, de casta inferior, aborto de mono, perro malo y traidor.

No lo soporto más y me levanto dando fuertes pasos hacia la ventana, la abro y veo a Marco muy tranquilo el maldito.

—¡Baja esa mierda, no quiero escuchar tu basura, coño! — grito llamando su atención.

Él voltea a verme con desinterés, lo que hace mi sangre hervir aún más.

—Es que la canción me recuerda a alguien— dice tranquilo.

—¿Y piensas que me importa? Quita esa maldita mierda que no te estoy preguntando.

—Curiosamente, su nombre empieza con un C y termina con harlene— añade.

—¿Perdón? Ja —miro a los lados indignada—, ¿hablas de mí? No puede ser, esto es el colmo.

—¿De quién más crees que voy a hablar? Esta canción grita tu nombre por todos lados.

—¿Es en serio? Es que no puede ser, de verdad.

Marco mantiene la mirada, él habla en serio.

—Yo no quería venir porque sabía que iba a verte, lo único que quiero es que estos meses pasen rápido para poder irme lejos, no sabes cuánto me molesta verte.

Okey, eso ha dolido.

Duele porque, aunque lo niegue, quiero volver a ser su amiga, duele porque sé que habla en serio y sobre todo porque no quiero que se vaya.

—¿De verdad me odias tanto?— me atrevo a preguntar.

Marco ríe a secas.

—Precisamente porque no te odio, es por lo que me empeño en querer hacerlo. Porque yo, a diferencia de ti, sí te consideraba una amiga... Entra, voy a quitar la música— dice con sinceridad, no me da tiempo ni a reaccionar cuando ya él está cerrando su ventana.

•••

Estamos en clases, varios de nuestros compañeros están al frente exponiendo sobre sus temas. Marco está sentado sobre mi mesa, no sé qué hace aquí, pero prefiero no molestarme más de lo que estoy con él.

En mi cabeza da vueltas la cosa de anoche, y esa es la razón por la que no puedo concentrarme en aprenderme mi cosa.

Siento la necesidad de disculparme, pero es que mi orgullo, o lo poco que queda de él, se esfumará.

—No se escucha— dice uno de mis compañeros a los que exponen sacándome de mis pensamientos.

—Cállate la boca y verás como se escucha— es lo que le responde, una de las que exponen.

El chico se calla y la exposición continua, aquí atrás tienen un circo. Hay uno comiendo chucherías, otros jugando con sus teléfonos, en esta parte del curso, hacen hasta fiestas y nadie se da cuenta.

—¿Ya te lo aprendiste?— pregunta Marco.

—No.

—Duras demasiado, date prisa que no quiero hacer un disparate.

Lo miro mal, el maldito está tan cerca que me dan ganas de golpearlo y dejarlo sin cabeza.

—Si no hubieras mandado la tarea tarde y encima no hubieras puesto tu música, esto no pasaría— le digo de mala gana.

—Te la mandé a esa hora, porque te vi llegar.

No le hago caso y mejor me concentro en mi parte.

—Oye, escoba con ojos —me llama y lo miro—. ¿Recuerdas que antes no me insultabas?

Lo miro como si fuera un bicho raro, pero su mirada perdida en mis ojos me hace resoplar. Por supuesto que lo recuerdo, lo recuerdo todo.

Teníamos una amistad muy linda.

Me arrepiento de decir aquello.

—Me acuerdo.

—Es una pena que hayas arruinado todo...

—¿Perdón? ¿Cómo que yo dañé todo?

—Fuiste tú la que se puso a hablar de mí a mis espaldas, Charlene, las personas solo deben tener una cara y tú por lo visto tenías dos— empuja mi frente con su dedo índice.

Aprieto mis labios sabiendo que tiene razón. Nerviosa busco la manera de explicarle lo que sucedió:

—No pensaba eso, solo lo dije porque era estúpida. Yo jamás pensé eso de ti, nunca lo haría —digo con sinceridad—. Por favor perdóname.

Marco solo hace silencio, no dice nada y cuando nos llaman a exponer es el primero en levantarse, solo me limito a seguirlo en completo silencio.

—Buenos días, ya saben hasta nuestros apellidos, así que hablaremos del corazón y sus enfermedades— dice Marco con seriedad.

Comenzamos con nuestra exposición, digo lo mío bien gracias al cielo y volvemos a nuestros lugares.

No pasa mucho tiempo cuando la campana que anuncia el recreo, mientras recojo mis cosas cuando veo a Marco caminar hacia acá. Me apuro y salgo corriendo, evitándolo, dejo atrás a las chicas quienes me llaman, no importa, corro a esconderme al baño.

No quiero que rechace mi perdón o me devuelva todos los insultos. Me siento mal por no recibir una respuesta de su parte y tengo miedo de que me mande al diablo, aunque bien merecido lo tendría.

Pocos minutos después, Kayli entra al baño buscándome.

—¿Qué es lo que te pasa?— pregunta una vez que ya está frente a mí.

—Es Marco.

—¿Qué pasa con él?

—Es que me disculpé por lo que había pasado antes y la razón por la que dejamos de hablar.

—Yo supongo que eso es bueno.

—Es que no lo entiendes, no quiero que diga que no quiere mis disculpas porque no quiero dejar de hablarle— digo desesperada.

—Si a hablarle te refieres a insultar tienes un grave problema.

—Es mi idioma de socialización

Kayli solo rueda los ojos y toma mi mano, juntas salimos del baño hasta volver al curso. Me siento en mi silla mientras Kayli busca algo en la silla de atrás, que es donde se sienta.

Las tres nos sentamos en la misma fila, solo qué separadas. Según los maestros no podemos estar muy cerca porque hablamos mucho.

Es mentira, solo pasábamos la mayoría de las clases chismeando y luego nos matábamos a último minuto a copiar, nada más.

Pero bueno.

Morgan se sienta por ahí delante, Kayli detrás y Joss y Tomás más adelante, ahora que Marco también está aquí se sienta por ahí.

Saco mi teléfono solo para ver la hora, veo a Kayli salir del curso como alma que lleva el diablo, solo reacciono al ver a Marco acercarse. Como ya no puedo salir, levanto un cuaderno nerviosa y lo pongo frente a toda mi cara como si eso me camuflara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro