Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27: III

―¿Dónde estabas? ―pregunto cuando entra en mi habitación, después de dos horas desaparecido.

Deja el cayado apoyado contra un mueble y se revuelve el pelo antes de caer tumbado en la cama. Observo en silencio esperando una respuesta desde la puerta del balcón. Se queda quieto mirando el techo.

―Por ahí.

Su respuesta solamente me genera más desconfianza. He llegado a la conclusión de que iría a por el gato para congelarlo o algo así, pues se le veía cabreado. En caso de que sea verdad, tengo que buscar al gato para rescatarlo antes de que venga Cupido.

―Voy a ser directa ―me acerco hasta quedar a su lado, con las manos en mis caderas―. ¿Le has hecho algo al gato?

Bufa divertido y sus ojos se posan en los míos.

―No, pero ojalá.

Frunzo el ceño molesta por su tono. El pobre gato no se merece su odio.

―Pues dime, ¿dónde has estado? ―insisto, todavía no me transmite confianza.

―Por ahí, _____. No insistas.

Se levanta pasando por mi lado sin mirarme. Me giro indignada por su comportamiento, solamente quiero saber si el gato sigue vivo.

―¿Por qué no me quieres decir?

Sigo su paso cuando sale de la habitación, dejando el cayado dentro. Hay rasguños en la tela de la sudadera que cubre su espalda, más de los que hubiera imaginado.

―Estaba dando una vuelta.

―¿Sigues enfadado?

Consigo alcanzarlo colocándome a su lado, sin aminorar el paso. Me mira de reojo y suspira volviendo la vista al frente.

―Contigo no.

Decido no seguir hablando. Nos mantenemos en silencio el resto del camino hasta que me desvío hacía el salón, donde me dejo caer en el sofá. Después de un rato, me aburro de estar ahí sola y me levanto.

Pasa el tiempo mientras doy vueltas por la casa, encuentro un libro en nuestro idioma por lo que me lo quedo para leerlo. Voy directa a los sofás cuando un timbre se escucha por toda la casa. Detengo mis pasos y miro alrededor esperando encontrar al peliblanco, pero no hay rastro de él todavía.

Camino hasta la puerta de entrada, antes de llegar se abre sola y dos figuras entran con confianza. Frunzo el ceño dando varios pasos atrás desconfiada, me asomo por el marco sin ser vista.

Son Alex y Axel, por lo que respiro tranquila y salgo de mi escondite. Voy en su dirección para saludarlos cuando, de repente, un rayo blanquecino impacta contra ellos. Me quedo paralizada y muevo la mirada hasta encontrar al peliblanco apuntándoles con el cayado desde las escaleras.

―Fuera ―ordena bajando los escalones lentamente, sin perder a los dos espíritus de vista.

Vuelvo la mirada a ellos encontrándolos intactos, han tenido que detener el ataque de alguna manera.

―¿Qué modales son esos?

―Ya entiendo lo que Zed decía de él.

Hablan los dos a la vez, sus rostros se mantienen impasibles.

―He dicho que fuera, ahora ―lanza otro rayo haciendo que pegue un pequeño bote por el susto.

―Hoy estás agresivo, ¿eh? ―dice el de ojos rojos después de frenar el rayo con un simple movimiento de la mano.

Observo como el peliblanco intenta atacar de nuevo, pero es lanzado contra una pared en menos de un segundo. Su cuerpo cae al suelo y suelta un gruñido incorporándose, el cayado permanece a cierta distancia.

―Quédate quieto, niño ―ordena con aparente aburrimiento―. No tenemos ningún interés en hacerte daño, hemos venido para entrenar a _____.

Al pronunciar mi nombre, mi cuerpo parece reaccionar. Me acerco unos cuantos pasos haciendo que sus miradas se centren en mí.

―¿Cómo que vais a entrenarme?

―Zed nos lo ha pedido ―responde dedicándome una pequeña sonrisa apenas perceptible.

El peliblanco se levanta del todo y recoge su cayado del suelo.

―¿Por qué haría eso? ―interviene, todavía se nota la desconfianza en su postura.

―Porque todos sabemos que tú no eres capaz de entrenarla correctamente ―contesta el de ojos amarillos, su hermano asiente dándole la razón.

―Solo hemos venido para eso, después nos iremos ―aclara el de ojos rojos.

Ambos hermanos se aproximan hasta colocarse cada uno en un costado de mí.

―¿Ahora? ―pregunto torpemente ante sus insistentes miradas.

―Claro, no tenemos todo el día.

―Somos gente ocupada, aunque no lo parezca.

Asiento a las palabras de ambos y empezamos el camino hasta la sala de entrenamiento. Jack nos sigue de cerca sin decir nada, lo que me parece extraño después de como ha reaccionado al verlos.

***

―No puedo más ―jadeo deteniéndome. Apoyo la mano en la pared intentando recuperar el aliento.

Escucho sus voces, pero no entiendo lo que dicen, pues están demasiado lejos para escucharlos cuando apenas puedo respirar del cansancio.

De reojo contemplo al peliblanco sentado de forma distraída, aunque su mirada no se separa de mí. Lleva quieto ahí todo el entrenamiento, simplemente observando en silencio cada uno de mis movimientos. Al principio su actitud me ponía nerviosa, pero al ver que no pensaba irse o desviar la mirada he tenido que hacer un esfuerzo por ignorarle.

Unos pasos hacen que levante la cabeza encontrándome con Alex. Espera, ¿es Axel?

Todavía no soy capaz de distinguirlos, se que la clave son sus ojos, pero sus nombres se mezclan en mi cabeza incapaz de saber que nombre corresponde a cada color. Además, el cansancio y la falta de respiración no son de gran ayuda.

―Es patético ―dice tomándome por sorpresa―, tú forma física es horrible.

Suelto una risa irónica entre los jadeos.

―Si fuera un espíritu como vosotros seguro que no sería tan horrible.

―No es excusa ―interviene el hermano―, no eres humana tampoco.

Separo los labios para protestar, pero la voz del peliblanco me interrumpe.

―Está débil por lo que pasó en la fiesta ―se levanta y se acerca hasta nosotros―. La estáis exigiendo demasiado.

―Es un simple entrenamiento humano, debería hacerlo sin problemas.

Siguen hablando, aunque no les presto atención. Me siento apoyando la espalda en la pared y reposando la cabeza contra ella, intentando regular mi agitada respiración. Mi pecho se contrae con dolor, recordándome la herida que todavía sigue presente.

El entrenamiento no ha sido muy complicado, pero mis fuerzas eran casi nulas haciendo que hasta el simple hecho de correr una vuelta provocara que me ahogara.

¿Cómo voy a entrenar de verdad si no puedo ni correr?

Cierro los ojos sintiéndome frustrada.

***

―¿Qué tal? ―pregunta el peliblanco dejándose caer a mi lado en el sofá.

Levanto ligeramente la mirada antes de volver a bajarla a mis manos, donde reposa el libro que antes había encontrado.

―Mejor.

―¿No te duele?

Hago una mueca con los labios, pensando en mentirle y decirle que no. Suspiro pasando a la siguiente página.

―Un poco ―le resto importancia, no quiero que se siga preocupando.

―No deberías volver a entrenar hasta que te recuperes ―insiste con seriedad. Ignoro su tono que llega a molestarme ligeramente, supongo que es su forma de preocuparse.

―No hay tiempo, podrían atacarme de nuevo y no podría defenderme.

―Estoy yo para defenderte.

Lo sucedido en la fiesta viene a mi cabeza, recordándome que en verdad no puede defenderme. No digo nada porque soy consciente de que hizo todo lo posible para protegerme, pero la realidad es que no podrá defenderme siempre de todo y en esa fiesta se demostró.

―Igual que Cupido, pero no puedo depender de vosotros ―intento insinuarlo de forma suave.

―Me parece bien que quieras aprender, pero has visto que todavía no estas preparada.

Cierro el libro y levanto la mirada encontrándome con sus ojos azules.

―Nunca estaré preparada si no hago nada ―protesto con seriedad―. Si no empiezo a entrenar, nunca podré defenderme.

―Pero...

―El principio siempre es difícil ―le interrumpo―, pero cuanto antes empiece mejor.

―Puedo entrenarte yo con más tranquilidad.

Mi primer pensamiento es rechazar su propuesta, pero justo cuando las palabras están a punto de salir de mi boca me detengo. Quizás no sea tan mala idea, podría ser un entrenamiento extra más relajado.

―¿Lo harías? ―pregunto desconfiada, frunciendo ligeramente el ceño.

Asiente sin dudar.

―Claro ―sonríe con arrogancia―, sabes que no tendrías mejor entrenador que yo.

Suelto una carcajada bajo su atenta mirada.

―Tengo una condición ―añado haciendo que su sonrisa disminuya.

―¿Cuál?

Las palabras no quieren salir de mi boca, por la posibilidad de que rechace entrenarme si le digo lo que realmente quiero. Pienso en ocultarse por un segundo, aunque es imposible porque se enteraría el primer día.

―Seguiré entrenando con ellos ―hago una pausa viendo como en su rostro aparece una mueca―. Contigo por la tarde y con ellos por la mañana.

―No ―dice inmediatamente―, imposible. La idea era que no tuvieras que esforzarte tanto, no que tuvieras más trabajo.

Repaso sus rasgos mientras pienso en alguna forma de convencerle. Su mirada se mantiene sobre mí viéndose molesto, la determinación brilla en sus ojos mostrándome que no será tan fácil hacerle cambiar de opinión.

Sin ninguna idea para hacerle entrar en razón, suspiro inclinándome levemente hacía él.

―Jack... ―su nombre escapa de mis labios en un suave suspiro.

―Ni Jack ni nada ―sentencia frunciendo el ceño.

La palma de mi mano se posa sobre su pecho, a pesar de la sudadera siento el frío que desprende su piel.

―Por favor ―suplico acortando la distancia sin dejar de ver sus ojos.

―No.

Su mirada baja a mis labios por un segundo, sonrío ligeramente contenta por su reacción.

―Quiero que me entrenes, por favor ―insisto con un tono suave, intentando persuadirlo.

―También quieres que te entrenen ellos.

Desvía la mirada e intenta alejarse. Antes de que pueda separarse demasiado, por un impulso que me sorprende hasta a mí, me subo sobre sus piernas quedando a horcajadas sobre él.

―Quítate ―pide poniendo las manos sobre mis piernas.

―Por favor ―insisto ignorándole.

Subo la mano que reposaba en su pecho hasta su cuello, aprovecho para acercarme más quedando nuestros rostros a centímetros de distancia. Mi interior cosquillea y una extraña diversión me invade, haciendo que disfrute de la mirada contrariada del peliblanco.

―¿No quieres entrenarme? ―susurro cerca de sus labios.

Su cuerpo se tensa en respuesta y sus manos siguen rígidas sobre mis piernas.

―S... No ―se corrige provocando una pequeña risa de mi parte.

―¿Por qué no? ―rodeo su cuello con mis brazos, haciendo que nuestros pechos se junten―. Yo si quiero que seas mi entrenador.

―Entonces, ellos no te entrenarán, solamente yo.

―¿Por qué? ―pregunto con aparente inocencia, haciendo que nuestros labios se rocen cuando hablo.

Antes de que pueda seguir, sus labios se posan sobre los míos con exigencia. El beso no es suave ni cariñoso. Sus manos se mueven hasta mi cintura pegándome más contra su cuerpo, mientras sus labios dominan los míos.

No pasa ni un segundo cuando toda mi piel se eriza por el frío que desprende, disfruto de ese contraste con el calor de mi cuerpo. Su beso se vuelve más feroz, dejándome a su merced incapaz de pensar en nada más.

De repente, se separa y posa su frente sobre la mía, sube una de sus manos hasta mi nuca manteniéndome ahí sin poder moverme.

―No sabía que eras tan manipuladora ―susurra haciendo que su aliento choque con mis labios sensibles.

Por un momento me siento avergonzada, pues ni siquiera había pensado en manipularlo de esta forma, simplemente me había dejado llevar por mis impulsos. Sin embargo, esa vergüenza desaparece inmediatamente y un sentimiento cálido se instala en mi pecho.

―Hay muchas cosas que no sabes de mí ―una de mis comisuras se levanta con diversión, volviéndome a dejar llevar.

―Quiero saber todo.

Su mano vuelve a bajar acariciando a su paso, hasta posarse en mi espalda baja y pegarme contra su cuerpo. Me muevo acomodándome, contenta de que no haya ni un centímetro que nos separe.

Cierro la distancia posando mis labios sobre los suyos, comenzando con un beso suave que rápidamente sube su intensidad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro