Capítulo 25: I
Cuando me he despertado el peliblanco no estaba en la habitación, en parte lo agradezco. No habría sabido cómo reaccionar después de lo de ayer. ¿Qué habría pasado si Cupido no se hubiera metido? ¿Cómo podría mirarle a la cara sin morirme de vergüenza?
Descarto esos pensamientos, no ha pasado nada y como dije hay que olvidarlo.
Salgo de la habitación para ir a desayunar, aunque creo que voy bastante tarde.
― Buenos días. ― Me cruzo con Cupido en las escaleras, sonríe ante mi saludo.
― Buenos días, preciosa.
Sigo mi camino hasta el comedor, encontrando allí al peliblanco. Pensé que no volvería a comer nada.
― Buenos días, ____. ― Saluda cuando me ve, le devuelvo el saludo con un asentimiento y una sonrisa.
― ¿Has desayunado? ― Pregunto sentándome en mi sitio, lo he proclamado como mío.
― No, estaba hablando con él. ― Señala con la cabeza hacía la puerta, refiriéndose al ojiverde.
― ¿Y qué hablabais? ― Intento disimular que no me importa, pero la curiosidad que siento creo que es obvia.
Se encoge de hombros y se levanta, pone el cayado apoyado en su hombro. ― Nada importante.
Sale del comedor dejándome sola, parece que no tiene ganas de hablar. Suspiro, me tocará desayunar sola.
***
Salgo al jardín por aburrimiento, no tengo nada que hacer. Después de desayunar no he encontrado a ninguno de los dos, ni siquiera al gato.
Me dejo caer en un banco y observo el paisaje. Cupido dijo que hoy hablaríamos, pero ninguno se ha acercado para ello. La voz tampoco ha querido hablar conmigo de nuevo. ¿Todos me están ignorando? No, eso es una tontería.
― ¿Por qué no quieres hablar? ― Susurro esperanzada de que responda, cualquier cosa me vale, pero recibo silencio de nuevo.
Echo la cabeza atrás y miro el cielo, no hay ni una sola nube. Es un día soleado y el cielo brilla azul, pero no me siento feliz.
Pensé que al volver la voz todo se aclararía, que ella me daría las respuestas que necesitaba. Sin embargo, solo me está provocando más confusión. Le quiero preguntar que eran esas escenas donde salía ella, quiero saber cuál es su significado, y quiero saber por qué ese niño se parecía tanto a Jack.
Otro detalle que quiero saber es el motivo por el que puedo tocar al peliblanco ahora. ¿Por qué antes no podía? ¿Qué tenía de especial la cueva para que allí si pudiera?
Tengo tantas dudas rondando mi mente, tantas preguntas sin respuesta.... Después de lo sucedido en la fiesta, mi cabeza estaba en una nube, no era capaz de pensar correctamente. Pero ahora que estoy más relajada, todas las preguntas vienen de golpe.
Llevo la mano a mi pecho, pensando en las palabras de Cupido. Mi poder curó al peliblanco por complejo, al igual que un poco mi herida, pero mi pregunta es cómo lo hice. No soy capaz de repetir nada de lo que hice allí.
― Tenemos visita. ― El peliblanco aparece detrás de la fuente, sacándome de mis pensamientos.
Asiento. Me levanto y voy a su lado, permanece de pie esperándome. ¿Visita? No sabía que vendría alguien.
― ¿Quién? ― Pregunto cuando empezamos a caminar al interior.
― No recuerdo sus nombres.
Nos quedamos en silencio mientras le sigo. No sé que decir para buscar conversación, aunque él tampoco parece con muchas ganas de hablar. ¿Estará así por lo de ayer?
Llegamos al salón encontrando a tres personas, una de ellas Cupido sentada en uno de los sofás, las otras dos están de espaldas y solo veo sus cabezas sobresalir. Al entrar levanta la mirada hacía nosotros y sonríe al verme.
― ____, ven. ― Palmea el sitio a su lado, invitándome a que me siente con él.
Una vez sentada miro a los presentes, encontrando a los hermanos que conocí en la fiesta, Alex y Axel. Me saludan mientras Jack se deja caer a mi otro lado, su pierna roza la mía de lo cerca que se encuentra. Después de preguntarme qué tal estoy, vuelven a hablar con Cupido.
― Fue un desastre. ― Comenta uno de ellos negando con la cabeza. ― Nadie se lo esperaba.
― Los guardianes estaban allí, así que parece ser que eran los únicos que sabían que pasaría algo. ― Suelta una carcajada sarcástica. ― Nunca habían ido y justo vinieron.
― Ellos no sabían nada. ― Les defiende el peliblanco a mi lado. Cupido le mira de malas formas.
― Es demasiada casualidad. ― Hace una pausa. ― Que tú no lo supieras no quiere decir que ellos tampoco.
― También pienso lo mismo. ― Apoya Alex, su hermano asiente.
Observo al peliblanco de reojo, mantiene la mirada en un punto fijo en la pared del fondo. Su rostro totalmente inexpresivo.
― Me alegra que estéis bien. ― Dice Cupido, ellos ríen divertidos.
― No es tan fácil librarse de nosotros.
Continúan hablando, sin embargo, desconecto al sentir la mano del peliblanco uniéndose con la mía. Le miro esperando a que me diga qué quiere, pero solamente se dedica a observar nuestras manos que descansan en mi pierna. ¿Qué significa esto?
― ¿Qué tal estás hoy? ― Pregunta en un susurro, aunque al principio no le entiendo. Así que repite la pregunta un poco más alto.
― Bien, ¿y tú? ― Intento ser amable. El hecho de que haya unido nuestras manos ahora me confunde, no parecía muy dispuesto a hablar conmigo o estar cerca de mí.
― ¿No te aburres? ― Mira a los demás hablar entre ellos. Asiento. ― Entonces, vámonos.
― ¿A dónde? ― Susurro, pero es tarde.
Jack se levanta y tira de mi mano para que haga lo mismo. No responde a mi pregunta, simplemente camina hacía la puerta. Escucho la voz de Cupido a nuestra espalda, cuestionando el motivo por el que nos vamos. El peliblanco le ignora.
― Respóndeme. ― Pido cuando sigue arrastrándome por los pasillos.
― Vamos a hablar. ― No gira su rostro para mirarme.
― ¿De qué? ― Intento sacarle más información, pero lo único que recibo es silencio.
Llegamos al patio de nuevo, aunque no se dirige al banco en el que estaba. Llega hasta el final y observa alrededor, espero pacientemente a su lado.
― Ven. ― Vuelve a tirar de mi mano y nos sentamos en el suelo.
El césped brilla con el sol, al igual que las plantas que hay por todo el lugar. La mansión es impresionante, incluido el patio.
― ¿De qué quieres hablar? ― Pregunto volviendo la vista a sus ojos, se entrecierran ligeramente.
― No sé, no quería estar allí. ― Lleva la mano a su nuca y desvía la mirada. Sonrío divertida.
― ¿No te caen bien?
― No me generan confianza. ― Sus ojos vuelven a observarme, con la luz del sol parecen mucho más azules, como si brillaran. Es lo que más resalta junto a su pelo blanco.
― Son amigos de Cupido. ― Me encojo de hombros. ― No parecen malos.
― Nunca se sabe. ― Susurra, con los dedos empieza a tirar del césped. ― Yo también pensaba que Norte era mi amigo.
Me tenso al escuchar su nombre, es imposible no pensar en la herida de mi pecho.
― Te avisé. ― Intento decirlo con suavidad, aunque no puedo evitar la seriedad. ― Amigo tuyo es, pero a mí me quiere muerta.
― No es mi amigo, nadie que quiera matarte podría serlo. ― Desvía la mirada al césped. ― Nunca imaginé que fuera capaz de algo así.
― A mi no me sorprende, lo había intentado antes. ― Me acomodo en el suelo, sentándome con las piernas juntas y extendidas frente a mí.
― En ese momento no lo sabía, sin querer ayudé a que te matara. ― Lleva la mano libre a su frente. No puedo ver su rostro al tener la cabeza agachada, pero noto la tensión en sus hombros.
― Olvídalo, es pasado. ― Me dejo caer hasta terminar tumbada, extiendo los brazos a mis lados. Me gusta sentir el sol contra mi piel.
― Me arrepiento de muchas cosas. ― Murmura en bajo, ni siquiera estoy segura de si me lo decía a mí.
― Olvídalo, Jack. ― Al pronunciar su nombre vuelve a posar su mirada en mí. ― Lo que importa es que no estoy muerta.
― Podrías haberlo estado.
― Pero tú me ayudaste, junto a Cupido. ― Sonrío con los labios juntos. ― Además, has decidido quedarte con nosotros.
― Contigo. ― Corrige sin apartar su mirada de la mía. ― He decidido quedarme por ti, Cupido no me gusta.
Nos quedamos en silencio unos segundos. El ambiente ha cambiado de repente. Decido molestarle un poco, necesito desviar la atención de esos ojos que parecen ver a través de mi alma.
― Así que Cupido no te gusta. ¿Yo sí? ― Pregunto en broma sabiendo que lo negará, aunque hay una parte de mí que espera otra respuesta.
― No me refería a eso. ― Dice rápidamente, su mirada cambia y la desvía avergonzado. ― Cupido no me cae bien.
― Claro. ― Río alegre, aunque en el fondo no lo estoy. ― Era broma, tranquilo.
Nos quedamos en silencio. Observo el cielo, mi cuerpo se relaja por completo. Pasan los segundos, incluso los minutos, pero ninguno dice nada. Cierro los ojos disfrutando del sol en mi piel, la sensación me abraza con calidez.
― ¿Qué tal los días con Cupido? ― Rompe el silencio. Giro la cabeza para verle, él se mueve hasta quedar tumbado igual que yo.
― Bien. ― Hago una pausa pensando. ― Se podría decir que no ha estado tan mal, aunque hemos tenido algún problema.
Eso parece llamar su atención, ya que vuelve el rostro en mi dirección. Me observa con el ceño fruncido.
― ¿Qué problemas? ― Pregunta con interés. Sonrío sin poder evitarlo.
― Me obligó a entrenar. ― Me doy la vuelta quedando tumbada sobre mi estómago. ― Pero es buena idea viendo lo que pasó en la fiesta.
― ¿Y qué hacéis en esos entrenamientos? ― Su semblante se relaja. Seguramente esperaba algo peor, así que me ahorraré el hecho de que me atacó y me dejo inconsciente. También omitiré el problema con el mono.
― No pudimos empezar de verdad a entrenar.
― Yo también podría ayudarte. ― Se pone de lado apoyado sobre su brazo. ― No sé luchar cuerpo a cuerpo, pero seguro que de algo serviré.
― Tendremos que hablarlo con él.
Tengo la sensación de que esa idea no le gustará.
― Me da igual lo que diga, te ayudaré de todos modos. ― Sonríe de lado sin enseñar los dientes, consiguiendo que mi vista baje a sus labios.
El recuerdo de lo que estuvo a punto de pasar ayer se pasea por mi mente. Estaba tan cerca y yo no era capaz de moverme, estaba totalmente paralizada a su merced.
Levanto la mirada centrándome en el azul de sus ojos.
― Gracias. ― Susurro, tomándole por sorpresa. ― Por ayudarme y todo lo que has hecho, significa mucho de verdad.
― Hoy estás sentimental, ¿eh? ― Pregunta con sorna. Deseo golpearle con todas mis fuerzas. ― No me des las gracias, no es nada. ― Suelta una pequeña carcajada.
― No volveré a darte las gracias. ― Me quejo avergonzada. Estaba hablando en serio y él se lo ha tomado de broma.
― Prefiero que me digas que soy genial.
― No. ― Me incorporo hasta quedar sentada. ― Te lo dije una vez, no más.
― Venga, todo el mundo sabe que soy genial.
― No empieces, Jack.
― Dilo.
Agarra mi muñeca y tira hacía él. Apoyo las manos a los lados de su cuerpo antes de caer sobre su pecho. Sus ojos me observan con diversión, ese brillo tan característico tiene algo que lo hace diferente.
― ¿Qué haces? ― Gruño intentando levantarme, estamos demasiado cerca.
― Repite conmigo. ― Agarra mi mentón entre sus dedos. ― Jack Frost es genial y perfecto.
Se acerca hasta que unos centímetros separan nuestros rostros, ha tenido que incorporarse ligeramente. Suelta mi mentón, pero su mano acaricia mi mejilla hasta llegar a la parte trasera de mi cabeza. Ahora no puedo separarme, aunque quisiera hacerlo. Los nervios se hacen presentes en mi cuerpo, volviendo a mis brazos y piernas débiles.
― ¿No lo vas a decir? ― Pregunta acercándose un poco más. ― Venga, dilo. ― Sus labios rozan los míos al hablar, haciendo que mi mente quede en blanco.
¿Qué quiere que diga? No lo recuerdo. Solo puedo pensar en lo cerca que se encuentra, puedo sentir su aliento contra mis labios entreabiertos. Mis ojos se han cerrado sin mi consentimiento, esperando el contacto de nuestros labios. No puedo moverme, ni para alejarme ni para quitar la distancia que nos separa. Siento mis labios secos por la espera.
― ¿____? ― Susurra mi nombre haciendo que abra ligeramente los párpados. Mi mirada se fija en sus tentadores labios.
― ¿Qué? ― Balbuceo en respuesta. No quiero hablar.
Pasan unos segundos en silencio, torturándome en la misma posición. ¿Por qué no me besa? ¿Por qué no soy capaz de hacerlo yo? Necesito sentir sus labios sobre los míos.
― Nada. ― Sentencia dándome un beso en la comisura de mis labios.
Me quedo paralizada y observo confundida como se aleja. ¿Por qué se ha desviado? Podría haberme besado sin ningún problema. Aunque he llegado a sentir algo de sus labios, pero no lo suficiente. Igualmente siento mi rostro caliente, quizás por la vergüenza o por la agradable sensación que me ha provocado sentirlos, aunque no fuera exactamente donde esperaba. Se desliza entre mis brazos saliendo hasta quedar sentado frente a mí, por instinto me he levantado un poco para darle espacio, aunque no me había dado cuenta hasta ahora.
― Imaginé que estabais aquí. ― Hasta mis oídos llega la voz de Cupido. ¿Por eso no me ha besado?
― ¿Qué quieres? ― Pregunta con amabilidad, aunque suena ligeramente brusco. Mi cuerpo cae hacía atrás, hasta volver a quedar sentada sobre mis piernas flexionadas.
― Tenemos que hablar, no podemos atrasarlo más. ― Se detiene junto a nosotros, lo sé por el ruido de sus pisadas. No he separado la mirada del peliblanco, por el contrario, él evita mirarme
― ¿Se han ido tus amigos? ― Cupido no responde, así que supongo que ha hecho algún gesto en respuesta. ― Bien, vamos.
Se levanta y una vez de pie se estira despreocupadamente. ¿Cómo es capaz de fingir que no ha pasado nada? Todo mi cuerpo está temblando de los nervios, por no hablar de mi cara ardiendo.
Extiende una mano en mi dirección, por primera vez sus ojos se encuentran con los míos. Sonríe enseñándome su perfecta dentadura.
¿No le importa lo que ha pasado?
Mientras él se muestra sereno, como si nada hubiera ocurrido, yo permanezco en el suelo sin ser capaz de controlarme. Un pensamiento cruza por mi mente. Ridícula.
Tomo aire y lo suelto despacio, de este modo consigo relajarme lo suficiente para pensar. Si él hace como si no ha pasado nada, yo también puedo hacerlo. Estoy siendo totalmente ridícula, seguramente por dentro se está riendo de mi reacción. No le daré ese gusto, ni a él ni a nadie.
Dudo entre aceptar su mano o levantarme por mi propia cuenta. Termino por aceptarla y permitir que me ayude a levantarme, solamente para que Cupido no sospeche que algo ha pasado. Una vez de pie, empieza a caminar el ojiverde. Espero a que suelte mi mano, pero no lo hace, la muevo intentando liberarme. Afianza su agarre dándome un pequeño apretón y sigue a Cupido conmigo a su lado. Le observo confundida, primero finge como si nada y ahora no me quiere soltar. Baja el ritmo haciendo que yo también lo haga.
― No te has librado todavía. ― Susurra inclinándose cerca de mi oído. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
Vuelve a caminar como si nada, llevándome con él de la mano. No entiendo nada.
***
Aquí tienen, espero que les haya gustado.
Recuerden, el domingo que viene segurísimo que hay otro. :))
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