Capítulo 22: IV
La sensación de que me están succionando desparece, en ese mismo momento algo explota dentro de mí. Esa energía se expande por todo mi cuerpo.
Abro los ojos, cualquier tipo de dolor ha desaparecido. Me incorporo sin dificultad y observo alrededor. La corriente de energía corre por todo mi cuerpo, llenándome de determinación.
Mi vista se clava en el anfitrión que pega una patada a un cuerpo en el suelo.
― Te iba a matar después, pero lo haré ahora porque eres una molestia. ― Sus palabras llegan a mis oídos con claridad. El cuerpo del suelo no hace ningún movimiento.
Camina alrededor y puedo ver el pelo blanco, recorro la mirada por el resto de su cuerpo encontrando una herida enorme en su costado.
― Mátalo, ahora. ― Ordena la voz en mi cabeza.
Levanto la mano por instinto, la dejo abierta frente a mí y apunto al malnacido. Suelta un grito y cae al suelo retorciéndose.
― Sigue.
Me concentro en que sufra cada vez más. Sus gritos de agonía son música para mis oídos, mi pecho vibra con emoción. Hago que se levante en el aire y camino despacio hasta él.
― Haz que sufra antes de terminar con él.
A mitad de camino mis pies se detienen, mi cuerpo se mueve esquivando una armadura.
― ¡____! ― La voz de Cupido me llama, pero mis ojos no se separan del espíritu que sufre ante mí.
Continuo en su dirección, veo la angustia en sus ojos y me reconforta. De reojo veo al peliblanco en el suelo, una punzada de dolor se instala en mi pecho, pero rápidamente se convierte en ira. Quiero que sufra mil veces más por hacer daño a Jack.
Le sujeto del cuello y lo mantengo sin tocar el suelo, no me supone ningún esfuerzo. De mi mano salen unas líneas negras que se dibujan en su piel, expandiéndose por todo su cuerpo. Suben por su cara y sus ojos se ponen en blanco, quejidos ahogados salen de su boca. De cada línea salen pequeñas ramificaciones.
No necesito mirar a mi alrededor para darme cuenta, todas las armaduras vienen a por mí para defender a su amo. No me muevo, nadie va a impedir que acabe con él. Las siento acercarse, noto la energía del anfitrión en ellas. Cuando están a centímetros de tocarme, mi respiración se corta por un segundo, una explosión sale de mi interior haciendo que desaparezcan.
Nada ni nadie puede detenerme ahora.
Una débil tos llama mi atención, bajo la mirada al cuerpo del peliblanco. La sangre cae por su barbilla, abre los ojos con parpadeos lentos, parece desorientado. La preocupación se abre paso dentro de mí. Vuelve a toser escupiendo sangre, toda su sudadera se mancha. Es suficiente para que mueva el brazo lanzando al anfitrión lejos, rápidamente me arrodillo a su lado.
― ¿Jack? ― Pregunto en un susurro. No sé que hacer, mantengo las manos en el aire sin saber si es buena idea tocarle.
Gira la cabeza en mi dirección, sus ojos intentando enfocarme. Mi corazón se quiebra y las lágrimas escuecen mientras se acumulan. Toda la ira se convierte en preocupación. Me duele verle así.
― Te ayudaré. ― Balbuceo, pongo la palma de mi mano en su mejilla en una caricia. Suelta un pequeño quejido, la mueca de dolor apareciendo en su rostro.
― ¿____? ― Un hilo de voz sale de sus labios, no puedo evitar soltar una risa que más bien parece un sollozo.
― Soy yo, te ayudaré, aguanta. ― Me inclino y apoyo mi frente sobre la suya. Solo quiero irme lejos de aquí con él, donde pueda curarle y ambos estemos a salvo.
― Vete. ― Coloca su mano sobre la mía, le miro confundida.
― No me iré sin ti, Jack. Estamos juntos en esto, recuerda. ― Susurro con voz temblorosa, cierro los ojos intentando contener las lágrimas.
Acaricio su mejilla con mi pulgar, su mano permanece sobre la mía. Me incorporo y observo su herida, no sé que hacer para ayudar. Vuelvo a mirarle encontrándome con sus ojos azules, está vez una lágrima cae por mi mejilla, la impotencia que me llena no me deja respirar y un nudo se forma en mi garganta.
― No llores. ― Da un apretón a mi mano. A pesar del mal estado en el que se encuentra, sus ojos luchan continuamente para mantenerme enfocada.
― ¡No le toques! ― Un grito enfurecido me toma por sorpresa.
Giro la cabeza y, antes de poder reaccionar, algo atraviesa mi pecho. Mi respiración se corta y todo mi cuerpo se paraliza, el tiempo parece que se ha detenido también. Bajo la mirada encontrando el extremo de una espada sobresalir, la sangre mancha mi vestido. Busco los ojos del peliblanco que me observan con pánico, se incorpora y quiero decirle que se detenga, que el sangrado empeorará, pero las palabras no salen de mi boca. Sus manos se posan en los lados de mi cara, pero no siento el característico frío que posee. Mueve los labios, pero no escucho nada. Su rostro está arrugado por el dolor, la sangre manchando su piel blanca. Veo todo en cámara lenta, no siento absolutamente nada. El rostro del peliblanco empieza a volverse borroso y quiero luchar por mantener la conciencia, pero algo me arrastra lejos de este lugar.
***
La luz se cuela entre las hojas de los árboles. Estoy tumbada sobre una roca, la tranquilidad del bosque me produce sueño. Los músculos de mi cuerpo están cansados, no recuerdo el motivo aunque intente hacer memoria. Cierro los ojos dejándome llevar.
Un ruido seguido de un quejido hace que me incorpore, examino alrededor. Entre unos troncos consigo vislumbrar un movimiento, me levanto y bajo de la roca. Entre los troncos aparece una versión de mí, inmediatamente reconozco que es la voz por el brillo en sus ojos. Me acerco con intención de hablar, pero me detengo al ver que un niño camina detrás de ella.
― No me sigas. ― Dice la voz mirando de reojo al niño. Este acelera el paso en respuesta.
― ¿Por qué no quieres ser mi amiga? ― Pregunta con un hilo de tristeza. El pelo castaño se mueve ligeramente con la brisa, al igual que su ropa vieja y desgastada que le queda grande.
― Es mejor que te alejes de mí, pequeño humano. ― La voz se detiene dándose la vuelta, el niño choca con sus piernas y cae hacía atrás. Iba tan concentrado en no quedarse atrás que no se percató. ― La segunda vez que te caes, eres demasiado torpe. ― Recrimina la voz con tono aburrido.
El niño se levanta y sacude sus pantalones, la ropa que lleva hace juego con su pelo. Cuando levanta la mirada consigo ver su rostro, me resulta extremadamente familiar.
― ¿Te caigo mal y por eso no quieres que seamos amigos? ― Insiste, frunce el ceño y pretende mostrarse fuerte, aunque solo consigue verse tierno. Sus ojos marrones no se separan de la voz.
― También eres insoportable, cariño. ― Rueda los ojos y se da la vuelta retomando el camino.
― ¡Solo quiero tener un amigo! ― Chilla enfadado. ― Nadie quiere jugar conmigo. ― Baja el tono de voz, se mantiene quieto en su posición.
A pesar de que estoy al lado ninguno se ha dado cuenta de mi presencia. Observo la escena en silencio. ¿Quién es ese niño?
― Tienes amigos en tu aldea, ve allí. ― Contesta con indiferencia, la voz se aleja dejando al niño solo.
El pequeño sigue en la misma posición con la cabeza agachada.
― ¿Hola? ― Pregunto con cuidado, no quiero asustarle. ― ¿Estás bien? ― Espero alguna respuesta, pero no hace ningún movimiento.
Acorto la distancia y extiendo el brazo para tocar su hombro, pero mi mano atraviesa su cuerpo. El alrededor empieza a cambiar ante mis ojos, el bosque y el niño se desvanecen.
Unas pequeñas casas de madera aparecen frente a mí, veo el humo de alguna fogata y a las personas andar de un lado a otro, llevan una vestimenta similar a la del niño. Estoy alejada de las casas, cerca del bosque.
― Ten cuidado. ― Escucho la voz detrás de mí, me giro encontrando a los dos de nuevo.
― Gracias. ― Susurra avergonzado, mantiene la mirada en el suelo.
― La próxima vez no estaré para protegerte. ― La voz mantiene el rostro serio, tampoco mira al niño. ― Corre, te estarán buscando.
El pequeño asiente, duda antes de caminar hacía las casas. Se detiene después de dar varios pasos.
― Mi mama puede darte de comer. ― Está vez si fija la mirada en la voz. Ella inclina la cabeza hacía un lado.
― Vuestra comida no me sirve. ― Las palabras salen de su boca sin una pizca de sentimientos.
― ¡Hijo! ― Una mujer viene corriendo y abraza al niño con fuerza. ― ¿Dónde estabas? Has desaparecido durante toda la noche.
― Me perdí. ― Responde devolviendo el abrazo.
― Estaba muy preocupada, pensé que no volvería a verte. ― La madre mantiene los ojos cerrados mientras sujeta al niño como si le fuera a perder al soltarle.
― Una amiga me ayudó.
― ¿Quién? ― La madre abre los ojos y mira alrededor. Hago lo mismo, pero la voz ya no está.
Dejo de escuchar su conversación, el paisaje empieza a desvanecerse de nuevo.
De nuevo estamos en el bosque, pero el niño no es tan pequeño, incluso me atrevería a decir que ronda los trece años.
― ¿Qué te pasa? ― Pregunta intentando llamar su atención. Se acomoda contra el tronco en el que está sentado.
― ¿Debería pasarme algo? ― Pregunta de vuelta sin mirarle. Ella permanece sentada sobre una rama del mismo árbol.
― Llevas varios días muy callada.
Ambos se quedan en silencio. El niño no insiste, pero se mantiene atento a la espera de una respuesta.
― Estoy pensando. ― Dice después de unos minutos.
― Gracias por salvarme ayer del oso. ― Susurra, levanta la mirada hacía la rama.
― ¿Otra vez? ― Pregunta con un tono ligeramente divertido.
― Es la única forma que tengo de agradecerte. ― Se encoge de hombros y baja la mirada, agarra un pequeño palo entre sus dedos.
― Siempre te metes en problemas.
― Y siempre estás para sacarme de ellos. ― Suelta una pequeña risa.
Junto a su risa ambos desaparecen, espero a que el paisaje desaparezca, pero está vez no sucede. Me doy la vuelta cuando escucho unos pasos apresurados.
― Por favor. ― Suplica, la voz del niño ha cambiado ligeramente.
Ambos aparecen entre los árboles, el niño ha crecido y aparenta aproximadamente quince años. La chica no ha cambiado, excepto por la ropa. Ella no se detiene, camina en mi dirección y me atraviesa, después hace lo mismo el chico encontrándomelo de cara. Por un momento la imagen del peliblanco se cruza por mi mente, se parecen demasiado.
― Vete a tu casa. ― Sus palabras suenan amenazantes, pero el chico no se detiene.
― No, por favor. ― Suplica de nuevo, acelera el paso e intenta agarrar su muñeca, en cuanto la toca sale disparado hasta aterrizar a unos metros de distancia. Suelta un quejido y se incorpora con lentitud.
― No te lo voy a repetir. ― Gira ligeramente el cuerpo en su dirección. Sus ojos ahora son rojos, pero no pierden ese brillo característico que tienen siempre. ― Vete a tu casa si no quieres que te mate a ti también, no me vas a detener.
Tras decir esas palabras retoma el paso, desaparece entre los troncos. Observo al chico levantarse mientras se desvanece junto al paisaje.
Un descampado aparece, las flores se mueven con el viento al igual que mi pelo. La voz camina junto al chico, quien es más alto que ella ahora. Se detienen y me acerco a ellos para escuchar.
― Los mataré a todos por hacerte daño. ― Asegura, su cuerpo está tenso.
― No, estoy bien. ― El chico intenta restarle importancia, pero su rostro demuestra lo contrario. Su ojo está morado, tiene un corte en la nariz y en el labio que sangran, y algunas partes de su cara están enrojecidas.
― Mira lo que te han hecho. ― Le apunta a la cara, el chico aprovecha para coger su mano entre las suyas.
― Da igual, ¿vale?
La chica niega con la cabeza. Él insiste, pero ella quita la mano y da un paso atrás.
― Mataré a cualquiera que te haga daño o lo intente.
***
¿Qué tal están?
Hoy no me encuentro bien, espero que les guste el capitulo y no haya sido demasiada información de repente.
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