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Capítulo 22: III

Hay mesas repartidas por toda la sala, hay espacio suficiente entre ellas para que todo el mundo esté de pie cómodamente. La decoración es elegante, aunque hay detalles que me dejan mal cuerpo, como por ejemplo las marionetas que cuelgan del techo.

― Escalofriante. ― Murmuro mirando esos muñecos colgando de cuerdas. Cupido mira al techo y arruga el rostro en desagrado.

― Toda la razón. ― Suspira, baja la mirada a mi rostro. ― Pero es el anfitrión, tiene derecho a decorar como quiera.

Doy un último vistazo y decido que es mejor hacer como si no existieran. No me he separado del ojiverde ni un segundo, llevamos un tiempo aquí de pie. Varios espíritus se acercaron a hablar con él, sin embargo, conmigo no cruzaron palabra.

― Vamos a sentarnos. ― Asiento y dejo que me guie entre la multitud.

Mueve la silla para que me siente, se comporta como todo un caballero con una sonrisa en sus labios. Le agradezco y procede a sentarse a mi lado, observo las sillas vacías de la mesa.

― ¿Quién más se sentará con nosotros? ― Pregunto con curiosidad, todo el mundo está tomando asiento y nadie se acerca a nuestra mesa.

― Alex y Axel seguramente. ― Se acomoda quitándose la chaqueta del traje, la camisa marca las siluetas de sus músculos.

Las voces aumentan, desvío la atención buscando el lugar del que procede el alboroto. Hay un mogollón de espíritus en la entrada de la sala, parece que están rodeando algo. Intento visualizar algo entre sus cuerpos, pero desde aquí es imposible.

― No te vas a creer quienes han venido. ― Dice una chica pasando por delante de nuestra mesa, centro mi atención en ella, pero no consigo escuchar lo que dice porque se ha alejado demasiado.

― ¿Qué está pasando? ― Cupido se levanta de la silla intentando ver sobre las cabezas.

― Eso me pregunto yo. ― Le imito, aunque es imposible que vea nada.

― ¡Por favor, siéntense! ― Una voz fuerte y seca suena por todo el lugar, me tenso al ver aparecer varias de las armaduras.

El ojiverde vuelve a su sitio y agarra mi mano para que haga lo mismo. Los dos chicos vienen de entre la multitud, cuando nos ven sonríen y proceden a sentarse.

― Perdón por el retraso. ― Se disculpa el de ojos amarillos. Cupido mueve la mano con desdén, restándole importancia.

― No te perdiste nada interesante.

― Como si hubiera algo interesante en estas fiestas. ― Habla su hermano, los tres ríen ante su comentario.

Desconecto de su conversación, observo a los espíritus moverse de un lado a otro para sentarse. Las armaduras siguen en el mismo sitio donde aparecieron, nadie parece tenerles miedo. Las mesas a nuestro alrededor se llenan, todos parecen estar muy animados.

Se escucha un carraspeo que retumba por todo el lugar. Centro la atención en el pequeño escenario, no es demasiado alto, lo suficiente para que todos podamos ver. Varias armaduras se encuentran paradas detrás de un hombre con traje y gorro, lleva un anteojo y un bastón. Cuando levanta la mano para quitarse el gorro, consigo vislumbrar unos hilos rodeando sus dedos. Baja el gorro hasta su pecho y levanta la cabeza mirándonos a todos. Un bigote adorna su rostro, junto a sus pobladas cejas. Su apariencia es aproximadamente de treinta años, sin embargo, el aura que transmite me hace pensar que podría tener más años que Cupido.

― Bienvenidos a todos. ― Su voz es fuerte y confiada. ― Me alegra ser el anfitrión este año, es un gran honor para mí. ― Hace una ligera reverencia con la cabeza, las armaduras le imitan. ― Espíritus, amigos míos, permitidme daros las gracias por venir. Me siento halagado de que hayan aceptado mi invitación, espero no decepcionarles. ― Clava su vista en un punto fijo entre el público, sonríe. ― Nuevos espíritus está fiesta es para vosotros. ¡Disfrutad!

Los aplausos no tardan en sonar, instintivamente aplaudo también. Cupido se inclina hacía mi oído, siento su aliento.

― Tengo que subir, en cuanto termine vuelvo. ― Susurra, le miro cuando se aleja y asiento. Los aplausos se están apagando poco a poco.

Se levanta cuando el hombre procede a irse, observo su espalda mientras camina entre las mesas, sonríe y saluda a los espíritus que llaman su atención. Parece muy querido entre ellos, aunque es obvio que muchas tienen un interés más allá de la amistad. ¿Quién no lo tendría?

Sube al escenario, evita mirar a las armaduras que hacen una reverencia cuando está arriba. Cuando se para delante de todos y sonríe, preparado para empezar, una armadura se acerca hasta quedar detrás suya. Se gira confundido, frunce el ceño y escucha con atención, desde aquí no soy capaz de entender que dice. Sus ojos recorren la multitud y se fijan en un punto, su rostro se transforma a uno serio y sin emociones. Busco el punto al que mira, pero no consigo averiguar que es lo que ha provocado esa reacción.

― ¿Qué pasa? ― Pregunto a los hermanos, se encogen de hombros a la vez. Vuelvo la vista a Cupido.

Sigue hablando por unos instantes, después la armadura vuelve a su sitio. La mirada en sus ojos ha cambiado, no tiene ese brillo divertido que tenía antes. A pesar de ello, se recompone plasmando una radiante sonrisa en sus labios.

― Como ha dicho nuestro anfitrión, bienvenidos. Soy conocido como Cupido, aunque casi todos lo sabéis. ― Hace una pausa moviéndose por el escenario. ― Es un honor también para mí que me hayáis elegido para presentar este gran evento, me halaga ver que confiáis en mí.

Los aplausos vuelven, junto algunas voces diciendo que se lo merece. Internamente me rio, no parecía muy contento con tener que presentar, pero le ves ahora y te creerías sus palabras.

Sigue con su discurso. Explica lo que va a suceder el resto del día para los nuevos, aunque no soy un espíritu siento que esas palabras también van para mí. Van a subir uno a uno presentándose, contando lo que quieran de ellos mismos y mostrando sus habilidades o poderes. Si tuviera que hacerlo me moriría de vergüenza, me alegro de que no sea el caso.

― Antes de comenzar, quiero hacer un llamado especial a unos invitados que nos enorgullece que estén entre nosotros. ― Hace una pausa, la sala permanece en silencio. ― ¡Los guardianes!

El bullicio de aplausos y voces asombradas resuena en todo el lugar, todo ese ruido aumenta mi confusión. Un peso ha caído sobre mis hombros en el momento que he procesado la noticia.

― Subid al escenario, por favor. ― Hace un ademán con el brazo, instándolos a subir.

El ruido a mi alrededor se vuelve lejano, estoy aislada de todo. Veo a los espíritus levantarse y aplaudir, sin embargo, mi cerebro solo piensa en que ellos están aquí. Cupido lo sabía y siempre me dijo que no vendrían, me ha mentido para que viniera con él.

― ¿Estás bien? ― La voz de uno de los hermanos llega hasta mis oídos, ni siquiera soy capaz de distinguir de quién es. ― Te ha cambiado la cara.

No respondo. ¿Qué voy a decir? Me han mentido para que venga al mismo lugar en el que están los guardianes que intentaron matarme. Aunque ahora que lo pienso, recuerdo al peliblanco hablarme sobre está fiesta. Soy una estúpida por dejarme engañar por Cupido.

Salgo de mis pensamientos cuando los veo junto a Cupido. Todo mi cuerpo se entumece y mi corazón retumba en mis oídos. Tengo que salir de aquí, no debí venir, no debí dejar que me engañaran de forma tan sencilla. ¿Intentarán volver a matarme? ¿Todo es una trampa?

― Gracias por recibirnos de forma tan cálida. ― La voz del señor con barba hace que reviva todos los momentos.

He desviado la mirada a mis manos, no puedo mirarlos. ¿Cómo he podido ser tan tonta?

Los aplausos se han detenido, ni siquiera me había dado cuenta. Los hermanos están hablándome, pero no consigo entender lo que dicen.

― Gracias a vosotros por venir a la fiesta. ― Cupido les responde en un tono animado, no le estoy mirando, pero estoy segura de que tiene una sonrisa en el rostro. ― El anfitrión se siente muy halagado de que hayáis venido, y hablo por todos cuando digo que estamos sorprendidos gratamente de vuestra presencia. ¿No es cierto?

El público responde con aplausos, lo que solo provoca que tenga ganas de vomitar. A mí no me agrada su presencia, yo no quiero que estén aquí. No aplaudo, no hago ningún movimiento.

― Dime, Norte, ¿por qué habéis venido? ― La sala vuelve a quedarse en silencio. El nerviosismo corre por todo mi cuerpo.

― Hada nos pidió venir, gracias a ella nos dimos cuenta de que la fiesta es importante para conocer a los demás espíritus y que no podemos vivir aislados para siempre. ― Hace una pausa, odio escuchar su voz. ― Mis disculpas por todas las invitaciones que hemos rechazado estos años.

Levanto la mirada ante sus palabras. Parece que algo de lo que me contaron es verdad, no habían venido nunca. Aunque también cabe la posibilidad de que todo esté preparado y estén jugando conmigo, pero sería muy complicado que todos los espíritus estuvieran compinchados.

― Nunca os tuvimos rencor por no asistir, ¿verdad? ― Da un vistazo al público que le da la razón. Su mirada se encuentra con la mía por unos segundos, su sonrisa tambalea, pero desvía la mirada de nuevo a los guardianes.

Siguen hablando mientras examino a cada uno, mis ojos se detienen en el peliblanco. Su rostro está serio, evita mirar a Cupido y pasea la vista por las mesas. ¿Me estará buscando?

― Bueno, espero que se diviertan, pueden volver a su mesa. Un aplauso, por favor.

Bajan del escenario entre los animados aplausos de los espíritus. Les sigo con la mirada, todavía con el nerviosismo a flor de piel. Les pierdo de vista cuando se alejan demasiado, parece que están en una de las mesas del final.

― Empezamos con las presentaciones. Los demás podéis ir pidiendo comida o bebida, no se llenen demasiado, luego habrá un banquete.

Necesito salir de aquí, no soporto seguir en este lugar sabiendo que ellos están a unos metros de distancia. Cupido procede a llamar al primer espíritu, la atención permanece sobre él mientras sube. Es mi momento de irme.

Me levanto de la silla fingiendo tranquilidad, aunque mis extremidades tiemblan volviéndome torpe.

― ¿A dónde vas?

Me detengo, me había olvidado por completo de ellos dos.

― Al baño. ― De mis labios sale lo primero que pasa por mi cabeza.

― ¿Sabes dónde están los baños? ― Alex pregunta a la vez que hace el amago de levantarse.

― Claro que no lo sabe, te acompañamos. ― Axel se levanta también.

― Lo encontraré, no hace falta que vengan. ― Añado rápidamente, se quedan quietos mientras me observan.

― Te puedes perder y luego tendríamos que aguantar a Zed enfadado. ― Dice Alex, da unos pasos en mi dirección.

― Será rápido, confíen en mí. ― Suplico, siento un nudo formarse en mi garganta.

― Axel vamos a acompañarla. ― Llama a su hermano, asiente y ambos se acercan a mí.

― No, no. ― Balbuceo alejándome, varios espíritus nos están observando. ― Me incomoda que me acompañen al baño, déjenme ir sola, por favor. ― Mi voz sale en un hilo tembloroso. Internamente me estoy desmoronando de los nervios, mi cerebro no es capaz de pensar correctamente. Varios espíritus están atentos a nuestra escena, no quiero que se enteren los guardianes y el ojiverde.

Ni siquiera espero para escuchar su respuesta. Me doy la vuelta y salgo trotando hasta la primera puerta que veo. No sé si me están siguiendo, no me detengo en ningún momento. Cruzo la puerta encontrando un pasillo, sigo adelante y giro a la derecha. No sé a dónde estoy yendo, pero quiero despistarlos por si me están siguiendo. Sigo andando sin rumbo hasta que decido detenerme junto a una pared, solo escucho mi agitada respiración. Me asomo por la esquina que acabo de doblar, no viene nadie.

Ahora tengo que encontrar la manera de salir de este castillo.

***

No encuentro ninguna escalera de bajada. Hay un montón de puertas, muchas de ellas cerradas con llave, pero ni una sola escalera.

― ¿____? ― Todos mis músculos se paralizan al escuchar mi nombre. Contengo la respiración.

Escucho unos pasos acercarse, rápidamente busco alguna puerta para entrar y esconderme. Lo intento en varias, pero todas están cerradas. Los pasos cada vez están más cerca, en cuanto gire la esquina me encontrará.

― No me tengas miedo. ― Pide Cupido, en cuestión de segundos aparece en mi campo de visión. ― ¿A dónde vas?

― Me voy de aquí. ― Observo el pasillo frente a mí, no parece mala idea salir corriendo.

― Ven, hablemos. ― Se acerca y extiende el brazo para agarrarme, me alejo inmediatamente.

― Me mentiste, ellos están aquí. ¿Habéis planeado todo? ― Recrimino en un pequeño ataque de valentía, me molesta ver su expresión preocupada. ¿Cuánto más cree que puede seguir jugando conmigo?

― No sabía que vendrían, ____. Me lo dijeron cuando estaba en el escenario.

Me quedo quieta procesando lo que ha dicho. Tiene sentido, fui testigo de cuando la armadura le decía algo. Empiezo a dudar, aunque la desconfianza me dice que está mintiéndome.

― Tampoco me gusta que estén aquí, si lo hubiera sabido no te habría traído. ― Hace una pausa, sigo en silencio. ― Te creo cuando dijiste que intentaron matarte, de verdad, mi intención es ayudarte.

Extiende los brazos de muevo y pone cada mano en mis hombros, da un pequeño apretón.

― La voz me salvó, sin ella podrían acabar conmigo. ― Murmuro, el miedo palpable en mi tono.

Nunca me ha gustado verme tan débil, pero desde que la voz se fue me siento vacía e indefensa. No hay que ser un genio para saber que, si continuo con vida es gracias a la voz, sin ella simplemente soy una humana débil. No puedo defenderme, no les costaría nada matarme delante de todos.

― Estoy contigo, ____. ― Levanto la vista a sus ojos. ― Si intentan cualquier cosa, no dudes que los mataré yo mismo. ― La determinación y tranquilidad con la que dice esas palabras llega a ser perturbadora. Mi cuerpo se relaja un poco, empiezo a sentir el cansancio que me ha provocado el continuo nerviosismo.

― ¿Cómo puedo confiar en ti? ― La pregunta sale de mi boca en un pequeño susurro. ― ¿Cómo sé que no me estás engañando?

― Entiendo que todavía dudes de mí, pero te digo la verdad. ― Baja la mano por mi brazo hasta agarrar la mía. Coloca mi mano sobre su pecho, siento los latidos de su corazón contra mi palma. ― Te juro por mi corazón que quiero ayudarte y protegerte, no tengo malas intenciones contigo.

― ¿Por qué quieres ayudarme? ― Balbuceo, hay demasiadas cosas que sigo sin entender. ― No soy nadie, ¿por qué me ayudas?

― Te lo contaré cuando volvamos a casa, pero no aquí. ― Suplica. Hago el amago de quitar la mano de su pecho, pero vuelve a ponerla en el mismo lugar. ― Te lo juro por mi corazón, ____, no tengo nada más.

Su rostro se ha ido bañando cada vez más en preocupación y suplica. No quiero confiar en un extraño, no quiero que vuelvan a hacerme daño, no quiero que intenten matarme de nuevo. Mi cerebro trabaja a gran velocidad, pensando en cada una de las posibilidades de lo que puede estar pasando. Sin embargo, en el fondo mi corazón grita que confíe en él. No sé si está manipulando mis emociones o soy yo que me he vuelto más loca de lo que estaba, pero decido confiar.

― Te creo. ― Susurro y veo el alivio en sus ojos. Me rodea con sus brazos y me pega a su cuerpo en un abrazo.

― No te fallaré, ____. Gracias. ― Susurra cerca de mi oído. Mis músculos se relajan y le devuelvo el abrazo.

Nos mantenemos en la misma posición por varios segundos, entonces recuerdo que él era el que estaba presentando.

― ¿Cómo te diste cuenta de que me había ido? ― Pregunto separándome del abrazo.

― Alex y Axel me lo dijeron. ― Agarra mi mano y la entrelaza con la suya. Estoy a punto de decir que me suelte cuando me interrumpe. ― Deje a una de las marionetas presentando por mí, tampoco es tan complicado, solo tiene que leer los nombres.

Empieza a caminar mientras me lleva con él.

― ¿Vamos a volver? ― Asiente. ― No quiero volver, ellos están allí. ― Protesto e intento soltarme, agarra con más fuerza mi mano.

― No te harán nada, porque antes de que puedan tocarte los mataré. ― Me mira de reojo y sigue caminando. Suspiro detrás suyo, dejo que me guie entre los pasillos.

Cuando llegamos nuevamente a la sala, todo mi cuerpo se tensa. No quiero estar tan cerca de ellos, no cuando estoy tan indefensa. Me arrastra hasta la mesa, en todo momento llevo la cabeza agachada. Nos sentamos y los hermanos no dicen nada, lo que me parece extraño. Levanto la cabeza a tiempo para darme cuenta del intercambio de miradas entre ellos tres.

Los espíritus aplauden. Vuelvo la vista al escenario, está bajando uno de los nuevos.

― Lucy Springflower. ― La voz vacía de la armadura aumenta mis ganas de querer salir.

Una chica de tez blanca y cabello platinado, con un ligero toque rosa claro, aparece y sube al escenario. Me quedo hipnotizada con su pelo que le llega hasta los muslos, parece una adolescente de quince años.

― ¿Estás mejor? ― La voz del ojiverde hace que desvíe la atención.

Asiento, tampoco tengo nada más que decir. Mientras veníamos me ha dejado claro que no podemos irnos hasta que acabe la fiesta.

Escucho la voz de la chica de fondo, sin embargo, no puedo concentrarme en lo que dice. Mi vista busca a los guardianes, instintivamente necesito saber dónde están. Entonces, en ese momento lo veo, el señor con barba camina entre las mesas hacía nuestra dirección. Agarro la mano de Cupido que descansa sobre la mesa sin saber que hacer, este me mira confundido ante mi fuerza.

― ¿Qué pasa? ― Se inclina hacía mí, se que los hermanos nos están mirando.

― Ahí viene. ― Mi voz sale temblorosa por los nervios, quizás también por el miedo.

Los tres miran en la dirección en la que señalo disimuladamente, parece que todos me han oído. Su mandíbula se tensa y no tarda en levantarse, camina hasta él y Norte se detiene cuando le ve. Empiezan una conversación que no logro escuchar desde aquí. Estoy concentrada viéndolos que no me doy cuenta cuando algo golpea el respaldo de mi silla.

― Perdón. ― La voz de Conejo provoca que mi corazón se detenga. No puedo mirar detrás de mí, no puedo respirar.

― Mira por dónde vas. ― Responde bruscamente Axel, lo que provoca que Conejo se gire hacía nosotros.

― Ya pedí perdón. ― Responde de la misma forma. Le siento a mi lado de pie, pero no me atrevo ni a respirar. ― De verdad, lo siento... ― Relaja el tono y toca mi hombro, eso es suficiente para que mi autocontrol se desmorone.

Me alejo bruscamente levantándome, la silla cae al suelo provocando un estruendo en todo el lugar. Todo se queda en silencio, Conejo me observa fijamente sin creer que soy yo. Mi mirada recorre con nerviosismo todo el lugar, Norte también se ha dado cuenta de mi presencia.

― Tú. ― Me señala, parece paralizado por la sorpresa. Doy varios pasos atrás chocando con alguien, levanto la vista esperando lo peor.

Los ojos verdes de Cupido se encuentran con los míos, mi espalda ha chocado con su pecho. Me sostiene por los brazos y mira al guardián frente a nosotros.

― ¿Pasa algo? ― Su tono parece amable, pero la tensión en esas dos palabras es palpable.

― ¡Norte! ― Le llama en un grito, pasa por nuestro lado mientras no despega sus ojos de mí.

― ¿Qué haces aquí? ― Se que me está hablando a mí, sus ojos guardan algo oscuro que no quiero descubrir.

― Es mi acompañante. ― Responde el ojiverde y se coloca delante de mí, manteniéndome en su espalda. Alex y Axel se han levantado.

― ¿Qué pasa, Norte? ― La voz de Hada proviene de nuestra espalda, me giro encontrando a los tres guardianes faltantes observando la escena. Hada para de volar y menear sus alas cuando se encuentra con mi mirada. Meme abre la boca sorprendido.

Alex se coloca a mi lado y Axel al otro. El peliblanco no despega su mirada de mí, no soy capaz de distinguir las emociones en sus ojos, su ceño está fruncido y aprieta los labios en una fina línea.

― ¿Tu acompañante? ― Repite lentamente. ― ¿Sabes quién es ella?

― Lo sé perfectamente. ― Responde. ― Así que será mejor que vuelvan a su sitio y que siga la fiesta. ― Su tono amable contrasta con la amenaza de sus palabras.

Todos los espíritus observan la escena en silencio, hemos pasado a ser el espectáculo.

― ¿Qué hace ella aquí? ― Esta vez pregunta Conejo. Quiero irme de aquí, por favor.

― No lo repetiré más, es mi pareja. ― Hace una pausa. ― ¿Hay algún problema en eso?

― Deberíamos volver a sentarnos. ― El peliblanco da unos pasos hacía Norte. Le manda callar y agacha la cabeza, veo como su mandíbula se tensa.

― Les pido de parte del amo que tomen asiento y dejen sus diferencias para otro momento. ― Aparecen tres armaduras cerca de nosotros, lo que llama mi atención es que llevan unas lanzas en su mano.

― Todo está solucionado, ¿verdad? ― Cupido les lanza una última mirada. Los guardianes no dicen nada, Norte empieza a caminar no sin antes mirarme de reojo. Le siguen en silencio y vuelven a su mesa.

Las armaduras desaparecen. Dejo salir el aire de mis pulmones, no sabía que lo había estado conteniendo. Cupido se da la vuelta y pone sus manos en mi cintura, me guía hasta la silla, la levanta del suelo y espera a que me siente.

― No quiero. ― Murmuro negando con la cabeza. Axel y Alex se han sentado.

― Nos iremos cuando la atención no esté sobre ti. ― Susurra cerca de mi oído. Consigo relajarme lo suficiente para volver a sentarme.

La fiesta vuelve a la normalidad, aunque aún siento miradas sobre nosotros, tampoco soy ignorante de los susurros curiosos por saber que había pasado. El tiempo pasa lentamente, cada minuto parece una eternidad. No he despegado la vista del mantel, no sé cuanto tiempo ha pasado. Cupido une nuestras manos dando un pequeño apretón, soy consciente de que intenta animarme, pero lo único que hará que me relaje por completo es irme lejos de ellos.

Los hermanos no han hablado desde lo sucedido, no sé si entienden lo que ha pasado, pero agradezco que se pusieran a mi lado. Cupido tampoco ha pronunciado palabra y yo menos.

***

Los nuevos espíritus han ido subiendo uno a uno, pero no les he prestado atención a ninguno, ni siquiera sé cuántos quedan.

Un grito llama mi atención, se le unen más. Levanto la mirada confundida, los espíritus se levantan de sus sitios.

― ¡Pitch Black!

Miro al escenario encontrando varias siluetas negras, enseguida las reconozco, las he visto antes cuando todavía estaba la voz conmigo.

¿Qué está pasando?

Las siluetas saltan al público, los espíritus empiezan a pelear y correr. Cupido agarra mi mano y se levanta rápidamente, tira de mí provocando que también me levante.

― Tenemos que salir de aquí ahora. ― Habla con los hermanos, quienes también se han levantado y observan las sombras acercarse. ― ¡Mierda!

Una armadura aparece detrás suyo, antes de poder reaccionar me empuja haciendo que caiga al suelo. Cuando levanto la mirada la armadura le sostiene por el cuello, le está ahogando. Estoy paralizada sin entender nada, mi cerebro no es capaz de procesar todo lo que está pasando tan de repente.

― Levanta. ― Axel me agarra del brazo y me ayuda. Todos mis sentidos están entumecidos, no soy capaz de pensar con claridad.

― Muchas gracias por venir a todos. ― Una voz siniestra que no había escuchado antes hace eco en el lugar. Un hombre extremadamente delgado con una túnica negra descansa sobre el escenario, observa el panorama con una sonrisa macabra.

El anfitrión se acerca a su lado, intercambian unas palabras y vuelven a mirar el caos que hay ocasionado en el público.

Cupido se ha librado de la armadura, no sé como lo ha hecho, pero ahora está frente a mí.

― Lo sabía. ― Susurra mirando al escenario. Quiero preguntar qué está pasando, pero no soy capaz de pronunciar nada.

― Sácala de aquí, nosotros nos divertiremos un rato. ― Dice Axel, todavía mantiene mi brazo agarrado. Alex asiente cuando Cupido le mira en espera de una respuesta.

― Luego venid a mi casa. ― Les pide, ellos sonríen. Axel suelta mi brazo.

― No te preocupes. ― Contesta Alex. Axel le da un apretón en el hombro antes de alejarse junto a su hermano.

Cupido pone las manos en mis mejillas, haciendo que le mire fijamente.

― Sé que tienes miedo y estás confundida, pero tenemos que salir de aquí rápido. ― Asiento torpemente ante sus palabras. Sigo sin ser capaz de procesar correctamente lo que sucede a nuestro alrededor.

Une nuestras manos y sale corriendo, esquiva a los espíritus que se mueven de un lado a otro. Por el rabillo del ojo consigo vislumbrar una silueta negra que viene a gran velocidad, antes de poder avisar a Cupido he salido volando por los aires. Aterrizo a unos metros de distancia, no siento dolor a pesar del golpe. Permanezco en el suelo confundida, están pasando demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Cuando levanto la mirada lo primero que veo es al ojiverde rodeado de armaduras y sombras, están peleando, aunque ninguno consigue alcanzarle. Hay otros espíritus tirados por el suelo, pero los que permanecen de pie intentan protegerlos. Veo al peliblanco volando mientras lanza rayos a todo lo que se acerca, mira entre la multitud buscando algo. Tengo ganas de llamarle y que venga a protegerme, tengo ganas de decirle que volvamos a la cueva, pero no puedo hablar ni producir ningún ruido.

Me siento observada, miro alrededor cruzándome con los ojos del anfitrión. Sonríe y baja del escenario, camina en mi dirección. Todo el mundo está muy ocupado defendiéndose para darse cuenta, a su paso va creando más armaduras que se unen a la pelea. Me arrastro en dirección contraria. Veo las escaleras que llevan a la salida, los espíritus más jóvenes corren despavoridos, mientras otros que no conozco los ayudan a salir y mantienen a raya a los enemigos. Si llego allí quizás puedan ayudarme.

Tiran de mi pierna, me retuerzo dándome la vuelta. Una asquerosa mano agarra mi mandíbula con fuerza, araño su muñeca intentando soltarme. Su sonrisa me provoca nauseas, tener su rostro tan cerca del mío hace que me quede sin respiración del miedo.

― ¿Eres tú?

No entiendo su pregunta. Aprieta más su agarre haciéndome daño.

― ¡Suéltala! ― Grita Cupido en advertencia, desde esta posición no puedo verle.

Baja su mano a mi cuello y me levanta en un movimiento brusco, aprieta y acerca su boca a la mía. Mis manos no han dejado de arañar su brazo. Un impacto provoca que ambos salgamos disparados. Mi cabeza se golpea contra algo duro, provocando que mi vista se llene de puntos negros. Dejo de ser consciente de mi cuerpo, solo siento el dolor que se extiende por toda mi cabeza.

Me mueven provocando que el dolor aumente considerablemente, los puntos negros no me dejan ver que sucede. Estoy mareada y mis oídos pitan, cierro los ojos con fuerza. Cada segundo que pasa hace que quiera tirarme por una ventana.

Algo cálido toca mis mejillas, disminuyendo un poco el dolor, lo suficiente para que el pitido desaparezca.

― ¡Mira lo que has hecho! ― La furiosa voz del ojiverde es lo primero que logro escuchar. ― ¡¿Pretendes protegerla o matarla?!

Hago el esfuerzo de abrir los ojos, los puntos negros siguen bailando, pero en menos cantidad. Consigo distinguir a Cupido frente a mí, sus manos es lo que sostienen mis mejillas. A su lado el peliblanco me observa preocupado, intento dedicarle una pequeña sonrisa para tranquilizarle, pero se convierte en una mueca de dolor.

― ¿Me escuchas, ____? ― Pregunta y vuelvo a mirarle, mis parpados se sienten pesados. ― Parece que sí. ― Noto el alivio en su voz, aunque sus ojos brillan con enfado.

Desvío la mirada al techo, las sombras vuelan sobre nuestras cabezas. Los maniquíes del techo se tambalean de un lado a otro y, de repente, caen hacía nosotros. Antes de que lleguen a tocarme el peliblanco se lanza sobre mí, protegiéndome con su cuerpo mientras me mantiene rodeada con sus brazos. A falta del tacto de Cupido el dolor aumenta, los puntos negros vuelven con más intensidad, pero sigo siendo capaz de escuchar.

― Te sacaremos de aquí, tranquila. ― Susurra con esfuerzo. ― Lo siento.

¿Por qué se disculpa?

No soy capaz de pensar con claridad, la confusión y el dolor me están sobrepasando.

― ¡Jack, la niebla! ― La voz aguda de Hada me molesta, quiero taparme los oídos, pero no puedo mover los brazos.

Entre los puntos consigo ver como el cuerpo del peliblanco desaparece, me he quedado sola. El bullicio de la pelea aumenta mi malestar, los gruñidos y gritos retumban en mis oídos torturándome.

― No podremos salir. ― Una voz desconocida habla cerca de mí, el miedo palpable en cada palabra.

Me quedo en el mismo estado sin poder hacer nada, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero cada vez soy menos consciente del alrededor.

― ¡____! ― El desgarrador grito del peliblanco me devuelve a la realidad por unos segundos. ¿Qué está pasando?

Mi boca se abre sin mi consentimiento, entonces siento como succionan mis entrañas. No puedo moverme, ni respirar. Los latidos de mi corazón se han detenido. No siento nada, solo como absorben todo de mí. No puedo pensar, no puedo ver. ¿Así se siente morir? Cada pedazo de mí es arrancado con violencia, pronto estaré vacía.

Demuestra quién eres. ― Una voz se cuela en la poca consciencia que me queda. Me resulta familiar. ― Mátalos a todos.

Internamente me rio con amargura, lo que dice es imposible.

Demuestra nuestro poder. ― Un cosquilleo llena los huecos vacíos. ― No tengas piedad.

Mi pecho se oprime al reconocerla, la voz ha vuelto.

***

Jack Frost

― ¡No! ― Ruge Cupido, opone resistencia contra la niebla que intenta tragarlo.

Observo mi mano llena de sangre, la herida de mi costado no me permite permanecer de pie. Mi cayado permanece en el suelo a unos metros de distancia.

La niebla se ha tragado a casi todos los espíritus. Primero las paredes y el suelo empezaron a llenarse de una masa negra, después la niebla negra salió de ella.

Norte lucha contra Pitch Black, no presta atención a nada más, ni siquiera a la niebla que está peligrosamente cerca de él. Conejo fue controlado por uno de los maniquíes que cayeron del techo, después desapareció en la niebla. Hada permanece inconsciente en el suelo, la masa sube por su cuerpo lentamente, al igual que los demás espíritus que están en el mismo estado.

Meme ahora mismo me está protegiendo, antes estaba luchando con él hasta que han atravesado mi costado. Aparte de la sangre que sale, alrededor de la herida mi piel empieza a ponerse negra.

Cupido ha conseguido mantener lejos la masa y la niebla para que no se acercara a ____, sin embargo, su poder disminuye cada segundo que pasa. Cada vez que derriba un maniquí aparecen dos más, lo mismo sucede con las sombras. Apenas puede moverse, la masa lucha para subir por sus piernas y la niebla intenta rodearle continuamente, los maniquís y sombras empiezan a ser demasiados.

El aliado de Pitch Black está agachado sobre ____, absorbe su vida para convertirla en un maniquí. La furia y desesperación en el rostro de Cupido muestra perfectamente lo que siento.

No puedo dejar que muera, no puedo fallarla otra vez, no me importa nada más, tengo que llegar hasta ella. Intento levantarme, pero vuelvo a caer al suelo. Suelto un gruñido cuando el dolor recorre todo mi cuerpo. Me arrastro hasta mi cayado, la masa y niebla amenaza con llegar a nosotros, es cuestión de tiempo.

Agarro el cayado, no puedo levantarme del todo así que de rodillas apunto hacía ellos. No siento mi poder, ni siquiera estoy seguro si seré capaz de acertar, pero no puedo rendirme. Disparo un rayo de hielo con todo el poder que me queda, siento como escapa de mi cuerpo. Caigo en ese instante, mis ojos cerrados por lo débil que estoy, ni siquiera siento el impacto del suelo.

*** 

¿Qué tal están? 

Jeje, me voy a seguir escribiendo para traerles la continuación lo antes posible.

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