Capítulo 17: II
Obverso las nubes moverse lentamente en el cielo, la vista me mantiene hipnotizada y consigue dejar mi cerebro en blanco. Estoy tumbada en el suelo, justo fuera de la cueva. Tampoco me apetecía alejarme mucho de la entrada.
Llevo aquí tirada un rato, no he contado el tiempo. He conseguido relajarme gracias al cielo y al silencio, aunque de vez en cuando escuchaba algún ruido proveniente de los dos espíritus.
Cierro los ojos. Me imagino entre las nubes volando, bailando de un lado a otro sin preocupaciones. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al sentir tranquilidad y libertad, casi puedo sentir como el viento golpea contra mi piel. Pero siento un pequeño vacío en mi interior que me devuelve a la realidad, que me mantiene pegada al suelo.
Abro los ojos encontrándome con un azul muy similar al del cielo, pero este azul me mira fijamente. Me incorporo en mis codos, quedando recostada.
― ¿Qué quieres? ― Sueno más borde de lo que pretendía. El peliblanco suspira.
― Lo siento, por lo de ahí dentro. ― Señala la cueva con el pulgar. Guarda la mano en su bolsillo y se apoya en el cayado con los pies cruzados. ― No creo que mientas, pero puede que entendieras mal las cosas.
Ruedo los ojos con aburrimiento y me dejo caer de nuevo, quedando tumbada con las manos apoyadas en mi vientre.
― No entendí mal. ― Aseguro arrastrando las palabras. ― Pero si no eres capaz de creerme, pues piensa lo que quieras. No voy a discutir contigo.
Doy la conversación por finalizada y cierro los ojos. Me molesta que no me crea, me molesta que defienda al señor gordo con barba que intentó matarme. Me molesta mucho,
― No es discutir, podemos hablarlo. ― Insiste, pero le ignoro. No voy a perder el tiempo.
En el fondo es entendible su reacción, ese señor le tendrá totalmente engañado. Pero igualmente me molesta.
El silencio vuelve, pero siento su presencia.
― ¿Sigues ahí? ― Pregunto aún sin abrir los ojos.
― Sí. ― Hace una pausa. ― Estoy esperando a que hablemos.
― No hay nada de que hablar.
Suelta una carcajada irónica. ― Vamos que lo hay, estás enfadada conmigo.
― No estoy enfadada, eso es lo que piensas tú.
― Mentirosa.
― Ignorante. ― Contrataco.
― ¿Ignorante por qué? ― Pregunta extrañado. Ahora es mi turno, así que suelto una pequeña risa irónica.
― Porque crees en lo primero que te cuentan, aunque sea falso. ― Levanto la mano y la muevo. ― Déjame estar tranquila.
Escucho sus pisadas alejarse hacía el interior de la cueva. Me acomodo y vuelvo al mismo estado de tranquilidad. En algún momento, sin darme cuenta, me quedo dormida.
***
Me mueven y protesto. Quiero seguir durmiendo tranquila.
― Déjame. ―- Murmuro adormilada, todavía tengo los párpados pegados y no quiero ni puedo abrirlos.
Un dedo empieza a picotearme la mejilla. Muevo la cabeza en protesta, pero continúa. Doy un manotazo al aire, sin conseguir golpear a mi objetivo. Extiendo más el brazo, buscando a la persona que me está molestando. Cuando encuentro algo sólido, inmediatamente doy un manotazo.
Escucho un quejido.
― ¿Qué haces, animal? ― Me regaña la voz de Cupido. Hago un sonido con la garganta de forma desinteresada, me doy la vuelta dándole la espalda.
― No me ignores. ― Insiste. ― Me has hecho daño en mi bella cara.
― Lo volveré a hacer si no me dejas en paz. ― Amenazo. No me gusta que interrumpan mi sueño.
― Llevas durmiendo todo el día. ― Hace una pausa en la que le escucho levantarse. ― No puedes dormir aquí de noche.
Gruño en respuesta, acomodando las manos debajo de mi cabeza.
― ___... ― Arrastra mi nombre con cansancio. Le ignoro. ― Jack se va.
Abro ligeramente los ojos, veo sus zapatos ante mí. Tiene razón, ya es de noche y todo está oscuro.
― ¿A dónde? ― Murmuro levantando la vista hasta su rostro. Se pone de cuclillas para estar más cerca.
― Mira el cielo. ― Hago caso a sus palabras.
La aurora boreal.
― ¿Al taller de Norte? ― Asiente. ― Como no... ― Vuelvo a cerrar los ojos cansada.
― ¿Quieres permanecer con los ojos abiertos más de treinta segundos, por favor? Me estás poniendo de los nervios. ― Lloriquea y el tono de su voz me recuerda a un niño pequeño. Sonrío divertida.
― Quiero dormir más.
― Lo sé, pero no eres la bella durmiente.
― Gracias por llamarme fea. ― Susurro abriendo los ojos con molestia fingida.
Se queda en silencio unos segundos con semblante pensativo. Después, amplía los ojos dándose cuenta.
― Me refería a que si eres la bella durmiente habría que despertarte con un beso. ― Se excusa rápidamente. ― Pero eres mucho más bella que ella. ― Suelto una risa por sus palabras, estando relajada me parece mucho más agradable.
― ¿Y quién me daría ese beso? ― Pregunto divertida por la situación, a pesar de que está interrumpiendo mi siesta.
― Yo lo haría. ― Levanta las comisuras mostrando su perfecta sonrisa. Niego con la cabeza soltando una carcajada.
― Ni en sueños. ― Se lleva una mano al pecho, luciendo ofendido. Su rostro se transforma, reflejando tristeza ante mi rechazo, pero sus ojos contienen un brillo divertido.
― Me rompiste el corazón, bella dama.
― Que pena. ― Me levanto del suelo con su ayuda.
Una vez de pie, agarra mi mano con delicadeza y se arrodilla sobre una de sus piernas.
― No me rendiré. ― Susurra y, aunque en sus ojos sigo viendo diversión, hay algo en su tono de voz que consigue incomodarme. Quito la mano de su agarre.
― ¿___? ―Jack me llama, provocando que mire en su dirección. Nos observa con el ceño fruncido y los labios apretados. ― ¿Qué estáis haciendo?
― Hablando. ― Contesta Cupido levantándose, se cruza de brazos y le dedica una sonrisa burlona.
El peliblanco mantiene el mismo semblante, a la vez que fulmina con la mirada al ojiverde.
― ¿Te vas? ― Rompo el tenso silencio. Sus ojos caen sobre mi rostro y parece relajarse un poco.
― Sí, es una emergencia. ― Hace una pausa en la que vuelve la mirada a Cupido por un segundo. ― Él te cuidará hasta que vuelva. ― Dice entre dientes. No parece muy contento con la idea.
― Vale.
Nos quedamos en silencio. Cupido camina hacía el interior de la cueva, pasando al lado del peliblanco golpeando su hombro.
― Te espero dentro. ― Grita sin darse la vuelta, desaparece en la oscuridad de la cueva. Nos quedamos Jack y yo solos.
Desvío la mirada pasándola por los troncos de los árboles. Empiezo a sentir más frío, vuelvo la vista al frente pensando que Jack se habrá acercado, pero sigue a la misma distancia. Él me observa fijamente, cuando nuestras miradas se conectan vuela hasta quedar frente a mí.
Se inclina hasta dejar sus labios a centímetros de mi oído. El frío cada vez es mayor y comienzo a temblar.
― Perdóname por lo de antes, intentaré averiguar que pasó realmente. ― Hace una pausa en la que me parece sentir su aliento contra mi oreja, provocando un escalofrío en todo mi cuerpo. ― Ten cuidado, volveré lo antes posible. ― Se aleja un poco, lo suficiente para quedarnos frente a frente y poder mirarnos a los ojos. Asiento con suavidad.
― Está bien, no te preocupes. ― Trago saliva cuando se inclina hacía mi rostro, quedando a unos centímetros de distancia.
― Si te hace algo, dímelo. ― Susurra mirando mis ojos. Tardo en entender sus palabras, ya que su cercanía y el azul de sus ojos me mantiene confundida, a la vez que hipnotizada.
― Vale. ― Nada más sale de mi boca. Baja la mirada a mis labios, comienzo a ponerme nerviosa y los latidos de mi corazón retumban en mi pecho.
Instintivamente, también miro sus labios entreabiertos y un impulso de tocarlos me invade. Impulso que me asusta.
Después de unos segundos, que me parecen eternos, se separa con un suspiro cansado. Levanto la mirada confundida, mi corazón continúa latiendo con fuerza. Espero a que diga algo, lo que sea, pero ni siquiera me mira.
― Nos vemos. ― Se despide con voz neutra. Me dedica una última mirada antes de salir volando, en sus ojos veo impotencia.
― Adiós. ― Susurro tarde, me he quedado sola. El frío desaparece, volviendo a la temperatura de antes.
Miro la aurora boreal. ¿Cómo puede provocarme todas estás sensaciones? ¿Cómo soy tan inestable a su alrededor? A veces quiero matarle, otras veces no quiero saber nada de él y, en cambio, a veces sólo quiero estar cerca suya y...
Corto mis pensamientos. No puedo pensar tonterías, simplemente estoy confundida por toda la situación. Mis emociones se mezclan, aparecen y desaparecen sin sentido.
Llevo la mano a mi pecho, sintiendo los latidos contra mi palma. Se han relajado un poco.
***
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