Capítulo 13: I
{Estoy enamorada de la imagen del peliblanco}
Las hebras de su blanco pelo se mueven con las corrientes de aire que entran en la cueva, a diferencia de su postura inmóvil. Se encuentra sentado, con una pierna flexionada en la que reposa su brazo relajadamente. Su cabeza está ligeramente inclinada hacía un lado, su rostro no muestra ninguna expresión, pero sus ojos se pasean por el suelo continuamente. Con el extremo de su cayado a veces golpea el suelo con ritmo.
―¿Me vas a soltar? ―gruño por decimoquinta vez. El hielo que se encuentra en mi espalda encadenándome al suelo comienza a incomodarme, no fue suficiente con el golpe que me llevé al caer contra el suelo y no poder usar mis manos para frenarme.
Silencio. Ni si quiera tiene la valentía de mirarme.
―Idiota ―susurro lo suficientemente alto para que pueda escucharme.
Intento moverme con todas mis fuerzas, pero el hielo parece estar incrustado en el suelo haciendo una especie de cinturón que no me deja salir, a la vez que mantiene inmovilizados mis brazos a mis costados.
―Me estas cabreando, Jack. Más vale que me sueltes ―amenazo después de un rato en silencio.
Su mirada se levanta del suelo hasta mi rostro y levanta una ceja con lentitud.
―¿Y si no lo hago? ―la comisura de sus labios se curva ligeramente, pero sin llegar a ser una sonrisa.
―Te patearé el culo de hielo que tienes, imbécil ―escupo sonando lo más amenazadora que la situación me permite.
―Hay más posibilidades de que te nalguee antes de que tú puedas hacer nada, ¿no crees? ―dice de forma indiferente, pero con un brillo travieso en sus ojos. Me observa en espera de mi respuesta, pero no sé qué decir, si estuviera libre le pegaría un puñetazo―. Te soltaré cuando te tranquilices, para que podamos hablar.
―No hay nada que hablar. Me dejaste sola e indefensa cuando se suponía que estábamos juntos en esto, eso es lo que...
Da un golpe brusco con el cayado en el suelo, ocasionando que dé un pequeño respingo por la sorpresa y me quede callada.
―Relájate y te soltaré, después hablaremos ―su voz adopta un tono intimidante que no había escuchado hasta el momento, dejándome ligeramente confundida.
Ante mi silencio se levanta con pereza del suelo, una vez de pie estira los brazos y la espalda. Coge su cayado que había dejado apoyado en la pared y, antes de encaminarse a la salida, me dedica una fría mirada.
Le observo andar relajadamente, levanta los brazos para entrelazar sus manos detrás de su cabeza mientras mantiene el cayado en su hombro, a continuación, empieza a silbar una suave melodía.
Ahogo un grito de frustración y apoyo la frente contra el suelo. Es un verdadero idiota, no soy su maldita mascota para que me mantenga atrapada ni se crea con el derecho de castigarme.
Si la voz estuviera aquí podría librarme, si pudiera usar esas habilidades especiales le quemaría el trasero.
***
He cerrado los ojos y he decidido relajarme lo máximo posible, para ver si de este modo consigo sentirme más cómoda. También he pensado en dejar la mente en blanco, intentar no pensar nada y mucho menos en el sujeto que me mantiene aquí. Ha surtido efecto durante bastante tiempo, incluso se podría decir que me estaba acostumbrando a estar en esta posición, pero todo se desmoronó en cuanto escuché los pasos del peliblanco.
―¿Y bien? ―pregunta con su irritante voz. Mantengo los ojos cerrados e intento con todas mis fuerzas ignorarle.
Tengo que relajarme. Hay que respirar hondo.
―Te arreglé el muñeco ―comenta con un ligero tono de felicidad, como alguien que se encuentra ilusionado por algo que ha hecho bien.
Entreabro uno de mis ojos para confirmar si dice la verdad. Le miro de reojo y veo al pequeño muñeco de una pieza en la palma de su mano.
―Gracias ―murmuro antes de volver a cerrar el ojo. Escucho como vuelve a moverse acercándose a mi cabeza.
―Estás relajada, ¿verdad? ―escucho su voz más cerca, así que supongo que se ha tenido que arrodillar. Muevo la cabeza en un casi imperceptible asentimiento―. Entonces, podemos hablar.
―Ahora no quiero hablar, quiero seguir relajada ―confieso después de un breve silencio, escucho una leve risa de parte―. De verdad.
―Bien ―acepta, escucho como se mueve y deja su cayado en el suelo―, te ayudaré.
No entiendo a qué se refiere en un primer momento. Entonces, lo noto.
Su fría mano recoge el cabello que cae a los lados de mi cara, creando una cortina que me tapa totalmente, al hacerlo sus dedos rozan la piel de mi rostro. Lo expande sobre mi espalda y los mechones que se resisten los estira ligeramente en el suelo. A continuación, acaricia los mechones de mi pelo con suavidad, como si estuviera peinándome.
―¿Te gusta? ―pregunta pero me mantengo en silencio, estoy demasiado embelesada.
Puede parecer una exageración, pero sus caricias consiguen relajarme del todo, incluso me siento somnolienta. Hago un ruido afirmativo en respuesta.
Continúa acariciando mi cabello con delicadeza. Todos mis músculos están relajados y, sorprendentemente, mi cerebro parece relajarse también. Después de todo este caos, aquí atrapada en hielo contra el suelo y con el peliblanco acariciando mi cabello, es el momento de más tranquilidad que he sentido. Podría fingir que nada ha pasado, mejor dicho, que nada está pasando ahora mismo.
―¿Qué le hiciste al muñeco, ____? ―pregunta sin levantar el tono, pero de igual modo me saca de mi ensoñación.
Giro la cabeza apoyando la mejilla, de modo que mi rostro está visible a sus ojos. No detiene sus caricias.
―Nada ―respondo con simpleza, aun con los ojos cerrados. Da un pequeño tirón a uno de los mechones haciendo que suelte un quejido―. Me vas a dejar calva, estúpido.
―Responde a mi pregunta ―insiste volviendo a las caricias.
―Ya lo hice ―me encojo de hombros y abro los ojos. Su mirada se encuentra clavada en mi rostro, su semblante serio le da un aire misterioso y atrayente.
Vuelve a tirarme del pelo.
―Con la verdad ―agrega, después de mi quejido.
Definitivamente está rompiendo mi momento de relajación.
―Yo no hice nada, apareció allí fuera sin más ―gruño irritada por los tirones.
Se mantiene en silencio observándome, extiende la mano para agarrar mayor cantidad de pelo y me lo muestra.
―Tu pelo es negro ―dice y ruedo los ojos ante su obviedad. Ya veo que es negro, no estoy ciega.
―¿Y qué? ―muevo la cabeza haciendo que el pelo caiga de su mano―. Últimamente todo es extraño y cambia.
―No me gusta que te cambie de color.
―Nunca fue mi intención que te gustase, así que no me importa tu opinión.
Aleja su mano y la pasa por su cara, suelta un suspiro de cansancio y revuelve su cabello blanco.
―Hablemos, ____.
―Lo dice el cavernícola que intenta arrancar el pelo a una mujer indefensa ―escupo provocando que apriete los labios en una fina línea, la tensión en su mandíbula se hace presente.
Agarra su cayado y se levanta, apunta hacía el hielo que me mantiene atrapada.
―Un cavernícola te dejaría aquí para que murieras ―dice mientras un rayo blanco sale disparado del extremo, dejándome ciega por unos segundos por el resplandor repentino.
Cuando mi vista vuelve, el peliblanco se aleja caminando de nuevo. Me muevo creyendo que lo único que hizo fue crear más hielo para mantenerme aprisionada, pero en realidad no queda nada.
Me recuesto con ayuda de mis brazos ahora libres, estiro la espalda para quitarme aquella sensación que me produjo el aprisionamiento. Levanto la mirada a la entrada, donde se encuentra el peliblanco apoyado contra la pared con los brazos cruzados en su pecho.
No entiendo sus comportamientos, me confunde. Pero incluso yo misma me confundo. Muchas veces no sé qué estoy sintiendo, no sé qué es real y lo que no. Hay momentos que juraría que nada fue real y otros en los que creo lo contrario.
Lo que sí tengo claro es que el peliblanco provoca cambios muy bruscos en mi estado de ánimo, lo que me desestabiliza aún más psicológicamente. Aunque también está la posibilidad de que el problema sea mío, sin necesidad de que lo provoque él.
No sé qué pensar, no sé absolutamente nada.
―¿Vienes para hablar? ―grita desde su posición sacándome de mis pensamientos. Centro la mirada en su figura―. Vamos ―añade con un leve movimiento de cabeza para que me acerque.
Suspiro y me levanto, siento las piernas adormecidas y al principio me cuesta caminar.
―¿Vas a venir hoy o mañana? ―grita metiéndome prisa, aunque su tono de voz suena molesto atisbo como oculta una ligera sonrisa.
―Ya voy ―grito en respuesta e intento andar más rápido, provocando que dé un traspiés, pero me enderezo rápidamente.
Escucho como suelta una carcajada y se tapa la boca con la mano, frunzo el ceño indignada pero no me detengo.
Antes de llegar a su lado intento ordenar mis pensamientos, si es que eso es posible en mi cabeza.
***
Quiero agradecer a todas las personas que votan y comentan, de verdad me encantáis.
Gracias también a todos los que os tomáis el tiempo de leer y seguir la historia.
Por cierto, subiré en mi perfil avisos sobre los capítulos: os preguntaré entre varios días cuando queréis que suba; os informaré de cualquier retraso; preguntaré si queréis maratones de varios capítulos en un día...
Así que si aún no me seguís, seguidme para que os lleguen. Y contestadme cuando os pregunte algo, sino no sabré que queréis jajaja
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