Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1


Los rayos de luz dan en mi cara impidiendo que siga durmiendo, así que me levanto y hago lo de todas las mañanas.

Bajo a desayunar como cualquier otro día, pero hoy me encuentro con una sorpresa en la cocina. Hay un señor mayor, el cual no conozco, sentado junto a mi abuelo y mi padre. Detengo mi paso justo en la puerta, sintiéndome confusa por unos segundos ante su presencia.

―Buenos días, hija ―saluda mi padre.

―Buenos días ―le devuelvo el saludo forzando una sonrisa.

Mi abuelo me dedica un movimiento de cabeza y una sonrisa.

―¿Así que ella es la famosa _____? ―pregunta el hombre examinándome de pies a cabeza, cuando llega a mi rostro sonríe.

Desvío la mirada ligeramente incómoda. Me acerco a la mesa.

―Así es ―dice mi abuelo también sonriendo―______, él es Jaime un amigo, Jaime ella es ______ mi nieta, aunque ya te he hablado de ella.

Jaime asiente sin borrar su sonrisa. ¿Por qué tanta felicidad?

―Encantada ―Digo educadamente, aunque no me faltan ganas para irme.

Aparto la silla y me siento para empezar a desayunar, intentando ignorar sus miradas sobre mí.

―Igualmente ―Dice Jaime. Se entabla en una conversación con mi padre y mi abuelo, pero no les presto atención.

Una vez terminado mi desayuno, no espero ni un segundo para levantarme.

―Padre ―le llamo manteniendo las apariencias― ¿Dónde están madre y Thomas?

Sonríe complacido por mi tono de voz y educación. Es un hombre estricto respecto a los modales y apariencias, prefiero ahorrarme un posible castigo.

―Tu madre está trabajando y Thomas jugando ―responde de forma distraída, como si no le interesara.

―Deberías salir a jugar, es día nevado ―comenta Jaime con una sonrisa de oreja a oreja. Niego con la cabeza.

―Me gusta más el calor.

―Eso podría cambiar―Dice y, a continuación, se levanta de su sitio― Venga, sal a jugar con tu hermano ―me empuja suavemente hasta la puerta.

Mi cuerpo se tensa ante su repentina confianza. No me gusta que me traten de este modo, menos algún desconocido.

―Pero... ―empiezo a quejarme y, antes de que pueda continuar, me da un pequeño empujón sacándome fuera. Él se queda en el marco de la puerta.

―No aceptaré un no por respuesta ―Dice, pero extrañamente mira hacia otro punto detrás de mí.

Doy la vuelta para ver que está mirando, no hay nada, y cuando vuelvo a observarle me sonríe abiertamente. Intento dar un paso dentro, pero me cierra la puerta en la cara. Suspiro y empiezo a caminar hacía mi hermano, que se encuentra corriendo en círculos alrededor de nada. Como no... hacer eso es divertido.

―¿Thomas, qué haces? ―pregunto poniéndome a su altura, ya que tiene 8 años y soy mucho más alta.

―¡Jack Frost! ¡Jack Frost! ―grita sin parar de dar pequeños saltos, cosa que me hace gracia y no puedo evitar reírme.

Él me mira haciendo morritos, con el ceño fruncido y los mofletes hinchados. Debo admitir que llega a ser adorable cuando pone esa cara.

―¡No te rías, es verdad! ¡Justo ahí! ―señala a mi lado derecho, pero no veo nada.

No le puedo decir la verdad, que esos personajes como Santa Claus, el Hada de los dientes y los demás no son reales, sólo cuentos que la gente se inventaba, así que tengo que fingir que le veo para que no se desilusione. Para que luego digan que soy mala hermana...

―Es verdad. Hola, Jack Frost.

Me siento ridícula y agradezco que nadie me vea en estos momentos.

―No está ahí, ahora está volando justo allí ―señala un punto un poco más alto.

Suspiro con resignación y me pongo de pie, agarro a Thomas de la mano y empiezo a caminar hacia el interior. A mitad de camino se suelta con brusquedad y me observa enfadado.

―_____, él se encuentra aquí de verdad ―reclama cruzándose de brazos―. No podemos dejarle solo.

―Sí, Thomas, sí... ―Arrastro las palabras con cansancio.

Últimamente mi paciencia es muy pequeña, no me he sentido bien estos días.

―¡Es verdad! ―Grita sobresaltándome, consigue que su actitud me moleste.

Cierro los ojos, respirando hondo y recordando que es un niño pequeño, es normal que se comporte así.

De repente, siento algo frío en mi hombro que me causa un escalofrío. Me doy la vuelta, pero de nuevo no hay nada.

¿Qué esperas encontrar? No seas tonta.

―Thomas, vamos dentro ―Le vuelvo a coger la mano, pero se suelta de forma brusca.

Me giro hacía su dirección y le miro con el ceño fruncido, se cruza de brazos retándome. Ante su mirada desafiante mi paciencia se agota, le agarro cogiéndolo en brazos y le llevo dentro lo más rápido que puedo mientras patalea. Le dejo en el suelo, sus protestas continúan haciendo que cada vez esté más molesta. Cierro la puerta antes de que se le ocurra salir otra vez.

―Hey, niños ―Nos llama el abuelo ―Venid a escuchar las historias de Jaime.

Nos acercamos al salón de mala gana, Thomas no para de refunfuñar, aunque igualmente se sienta en el suelo delante de Jaime y yo me siento en una silla, ligeramente apartada.

Pasa el tiempo mientras nos cuenta la historia de los guardianes, donde según él derrotaron al coco gracias a su ayuda. Nos habla de cada guardián como si fueran héroes y, mientras lo hace, a veces mira a la ventana sonriendo. Cuando termina de contar la historia, absolutamente todo me parecía ridículo, digno de una película o un libro para niños pequeños, incluso me había resultado gracioso y sin querer se me escapó una risa irónica.

―Muy buena la historia, Jaime ―comento sarcásticamente, incapaz de mantenerme callada. Todos los presentes me observan con seriedad, incluso mi padre me reprocha con la mirada― ¿Qué?

―_____, eso pasó de verdad ―Asegura el hombre, mi abuelo y mi padre asienten dándole la razón.

¿Cómo pueden creer en eso?

―¿No me digáis que creéis en Santa Claus, el Conejo de Pascua, Jack Frost y todos los demás? ―pregunto extrañada, todavía sin creer que sean tan ingenuos.

Son adultos no deberían creer en eso, en un niño es normal.

―Sí ―Contestan al unísono dejándome sorprendida.

Esto tiene que ser una broma.

No digo nada más, tampoco creo que sirva de algo. Si ellos han decidido creer en esos estúpidos cuentos no voy a perder mi tiempo, además que a mí no me influye.

Siguen hablando y aprovecho para salir de allí, no quiero escuchar más cuentos infantiles.

Me dejo caer en la cama, que me recibe con los brazos abiertos como siempre, juraría que es mi lugar favorito.

Después de un tiempo de tranquilidad, sin pensamientos ridículos flotando en el ambiente, golpean la puerta. Ruedo los ojos y hago un sonido con la garganta queriendo decir que me dejen tranquila, vuelven a tocar a la puerta, pero lo ignoro. Entonces, tienen la osadía de abrir la puerta sin mi permiso.

Me incorporo dispuesta a lanzar mi rabia, pero me detengo y me mantengo callada al ver quien ha sido.

―Hola ―Saluda Jaime al verme con cara de pocos amigos― ¿No crees en ellos, verdad? ―Pregunta y, por un breve momento, creo que es idiota.

Niego con aburrimiento. Espero que no haya venido hasta aquí solamente para hablarme de ellos. Puede ser amigo de mi abuelo y mi padre, pero no le conozco y no es quien para entrar en mi habitación.

―Pero son reales, de verdad. Los llegué a ver muchas veces como os he contado ―insiste. Suelto una carcajada intentando controlar la irritación que me provoca su exceso de confianza.

―Nunca los he visto, nunca recibí un regalo de Santa Claus, nunca encontré un huevo del Conejo de Pascua y nunca recogió mis dientes el Hada de los dientes o sus haditas ―contesto harta de sus palabras y presencia.

Jaime se me queda mirando entre confuso, asombrado y asustado. Después de un silencio incómodo cierra la puerta desapareciendo, al fin dejándome tranquila. Entierro la cabeza en la almohada.

***

Ya era de noche y no había salido de la habitación en todo el día, había estado la mayoría del tiempo escuchando música y dibujando.

Me asomo a la ventana para ver la luna. Siempre me gusta contemplarla, me lleva a un estado de tranquilidad que me deja levemente hipnotizada. Cada vez que la miro, pasa por mi mente la loca idea de ir hasta allí, rápidamente lo descarto, pero por unos segundos me permito vagar en esa extraña idea.

Siento como si esté no fuera mi lugar, como si no encajara, ni si quiera con mi familia, como si algo me faltase... Dejo de mirar la luna, cortando cualquiera de mis pensamientos.

En mi ventana hay escarcha y me quedo mirándola fijamente, queriendo distraerme de esa sensación de vacío que últimamente me invade. De repente, creo ver que se empiezan a formar líneas. Restriego mis ojos, seguro que el sueño hace que imagine cosas.

Vuelvo a mirar la escarcha y mi corazón se detiene al ver la palabra: Hola.

Después de unos segundos en total silencio, parpadeando sin quitar la mirada de esa palabra, reacciono sintiendo los fuertes latidos retumbando en mis oídos. Examino el patio en busca de alguien, incluso examino mi habitación, pero no encuentro nada ni nadie que haya podido escribir eso.

A pesar de que siento que mi corazón va a salirse de mi pecho, mi curiosidad es mayor.

―¿Quién está ahí? ―pregunto paranoica, pero obviamente no hay respuesta. Empiezo a pensar en la probabilidad de que los fantasmas existan, lo que manda un escalofrío por todo mi cuerpo.

Me doy la vuelta dispuesta a irme, no creo en fantasmas, pero tampoco me quedaré aquí encerrada. De nuevo mi curiosidad es mayor, por lo que giro para observar de nuevo la ventana, esperando que esta vez no hubiera nada.

Mis ojos recorren las letras sin creer lo que ven: Jack Frost.

Instintivamente doy un paso atrás y me cubro la boca para no gritar.

No, no, no puede ser real. Debe ser mi imaginación, me han comido la cabeza.

Me doy la vuelta, queriendo fingir que no he visto nada y vuelvo a la cama. Sin embargo, escucho unos golpes provenientes de la ventana maldita. Asustada me rehúso a mirar, pero de soslayo me parece ver a un chico peliblanco. Doy un salto hacia atrás pegando mi espalda a la pared, cuando parpadeo desaparece. Jadeo confundida y aterrada, mi cabeza comienza a palpitar y siento a mi corazón golpear mi pecho con fuerza, mis extremidades tiemblan cuando cubro mi cara con mis manos.

―Esto no es real, solo es tu imaginación ―susurro para tranquilizarme y convencerme, pero no funciona.

Salgo rápidamente y casi corro por los pasillos hasta el salón, donde enciendo la tele y me siento en el sofá. Pongo cualquier película e intento concentrarme en ella.

Cuando vuelvo a la habitación, después de sentirme lo suficientemente tranquila, hago un esfuerzo por ignorar la ventana, a pesar de que alguna vez más volví a escuchar pequeños golpes.

Después de taparme la cabeza con la almohada y esconderme entre las mantas, consigo conciliar el sueño. Aunque esa noche tuve pesadillas con el fantasma de mi ventana.

***

―¿En serio todos creen en eso?

Voy caminando con una de mis únicas amigas, por no decir la única. La he contado lo que había sucedido ayer, ya que ella tampoco era muy creyente en esos cuentos, tal vez por eso éramos amigas. Además, las dos somos consideradas "raras".

La nieve sigue por todos lados, es bonito y eso no hay que negarlo, pero ahora mismo la odio pues caminar por la calle se convierte en un infierno.

Siento como mi pie resbala con una placa de hielo e intento agarrarme a lo que puedo para no caerme de culo, pero mi mochila no tuvo esa suerte.

―Es ridículo, lo sé ―me agacho para recoger la mochila, aunque ha estado apenas unos segundos en la nieve se ha mojado. Miro el reloj de mi muñeca―. ¿Llegaremos a tiempo?

―A este paso no, si ese tal Jack Frost existiera podría ayudarnos.

―Sólo nos traería más problemas de los que ya tenemos ―bufo a la vez que me pongo la mochila en el hombro para emprender el camino.

Nos quedamos en silencio, ambas concentradas en no caernos ni hacernos un esguince.

Aunque es mi única amiga no lo siento como tal, es verdad que siempre estábamos juntas en clase pues ninguna tenía con quien más estar, pero en el fondo sé que es una amistad por interés mutuo. Ella estaba sola y yo también estaba sola, simplemente ahora estamos solas juntas, si es eso posible. No somos amigas más allá de hacernos compañía y hablar de cosas sin importancia, ninguna cuenta nada importante o personal, ni quedamos a ver películas, ni nada parecido. Estoy bien con eso y la verdad lo prefiero así, siempre he estado sola y ahora no podría acostumbrarme a lo contrario, o mejor dicho no quiero, no creo que después de tantos años en la soledad haya alguien que quiera ser mi amigo.

Un pequeño grito agudo llama mi atención. Una chica de nuestra clase se ha resbalado en plena carretera al pasar por donde no debía, seguramente solo para ahorrar tiempo, en otra situación habría seguido caminando, pero un coche viene directo hacía ella. El coche intenta frenar, pero por el hielo pierde el control yendo directo a una pared, pero vuelve a intentar frenar y cambia de dirección, esta vez hacía nosotras. Intento salir corriendo, pero resbalo golpeándome de espaldas contra el suelo, escucho un quejido de mi amiga por lo cual entiendo que también ha debido de caerse.

Levanto la cabeza y miro hacía donde viene el coche. Me quedo paralizada. El coche ya está delante nuestra, no soy capaz ni de verlo entero, ni siquiera soy capaz de cerrar los ojos, estoy totalmente paralizada de pies a cabeza.

Entonces, mi cerebro susurra en mi mente que es nuestro fin. Mi cuerpo reacciona con un escalofrío que me deja helada y, cuando mi cerebro vuelve a pensar con lucidez, el coche ya no está. Lo encuentro volcado a nuestro lado, por suerte, ni nos ha rozado.

―¿Estáis bien?

Varias personas se acercan a nosotras, la ayudan a levantarse y, después, me intentan ayudar a mí pero mi cuerpo sigue sin responder. Ese escalofrío me ha dejado helada de verdad.

―¿Te has hecho algo? ―Intentan volver a levantarme, pero soy un peso muerto, mi mirada se mantiene fija en el coche.

¿Cómo no nos ha tocado?

He visto como estaba encima de nosotras, solo un segundo más y nos habría llevado por delante, no podíamos hacer nada. Pero el coche al final salió disparado a nuestro lado, debió de dar un último volantazo o frenazo que provocó que saliera disparado. Sí, debe de ser eso, pura suerte.

La gente se agrupa a nuestro alrededor, otros van hacía el coche tapándome la visión de este. Reacciono al fin y me siento sobre la nieve, un dolor empieza a esparcirse por toda mi espalda y la parte trasera de mi cabeza, pero sigo todavía entumecida. Se que me están hablando, pero no soy capaz de centrarme, veo como sus bocas se mueven y me miran con preocupación, cada vez más cerca, cada vez más gente.

Me estoy agobiando.

Una brisa de viento helado mueve mi pelo y parece que se cuela en mi interior, otro escalofrío me recorre, aunque no me deja helada como el anterior, sorprendentemente me relaja. Entre la gente consigo ver unos pequeños copos que parecen bailar en el aire, pero no veo que esté nevando. Otro escalofrío me recorre y es cuando siento el frío en mis piernas, debo tener toda la ropa empapada.

―Va a venir una ambulancia, tranquila ―escucho que dice uno de los hombres.

―No es necesario, estoy bien ―me levanto con un poco de dificultad, al moverme el dolor se vuelve mucho más fuerte―. Me iré a casa.

―Deberías esperar a la ambulancia.

Niego con la cabeza y busco mi mochila, me la han debido de quitar mientras estaba ahí tirada.

―En ese caso no es buena idea que vayas sola a casa así, podría llevarte ―me quedo mirando al hombre, es mayor, quizás de unos cuarenta y algo.

Los demás se han alejado centrándose en el conductor, muchos están allí solo para enterarse de que ha pasado.

―Puedo yo sola.

Aunque parece que el hombre solo busca la forma de ayudar, no me da mucha confianza, tal vez le estoy juzgando mal pero prefiero no arriesgarme. Me resulta extraño que se muestre tan dispuesto a llevarme.

―Apenas puedes mov... ―una bola de nieve impacta contra su espalda, veo como su cara pasa de preocupación a enfado en menos de un segundo.

Se da la vuelta y busca al responsable, momento que aprovecho para alejarme y buscar mi mochila. ¿Dónde la habrán metido?

Escucho las sirenas que indican que la ambulancia y la policía han llegado, hay demasiado alboroto de gente y me está empezando a palpitar la cabeza de una forma tremendamente dolorosa. Creo que lo mejor será volver a casa sin mi mochila, no aguanto el frío y el dolor.

***

AVISO: No está corregida, habrá fallos sobre todo al principio. Recordad, no soy escritora profesional ni nada parecido.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro