Capítulo 12
Sus labios eran el paraíso. Eran suaves y aunque al principio se mostró sorprendido con el contacto de mis labios sobre los suyos, rápidamente me siguió el beso, sí me siguió porque yo lo había empezado. Pasada la sorpresa de mi valentía tomó el control de la situación sin chistar, mientras que mi corazón palpitaba con fuerza, sus besos eran suaves, lentos, o... al menos así lo eran al principio.
Pronto esos besos fueron subiendo de intensidad, provocándome algo que no había sentido antes... deseo, deseaba más, pronto su boca se separó de la mía para recuperar el aliento pero no tardó mucho antes de que destinará sus besos a mi cuello, haciéndome soltar pequeños suspiros, ¿qué está pasándome? ¿Por qué no lo detengo? ¿Por qué quiero más? Dejó besos por mis clavículas y habían algunos que definitivamente dejarían marca, luego vería como ocultarlo, ahora sólo me importaba Bill, así que por inercia enrede mi mano en su cabello atrayendo su cara más a mí, su boca subió nuevamente a mi cuello para encaminarse a la mía, mientras yo con la mano que me quedaba libre acariciaba su pecho, tenía abdominales marcadas, ¿quién lo diría? ¿Tendría tiempo de hacer ejercicio o simplemente tenía el poder de cambiar de cuerpo a su disposición?
—Dioses Pino, estoy besándote y ¿sólo piensas en si hago ejercicio? —susurro entre pequeñas risas en mi oído—, me matas.
Me sonrojé ante el comentario, iba a replicar cuando su boca siguió jugando con mi oreja, me olvide por completo de lo decía y solté un pequeño gemido cuando me mordió el lóbulo de la oreja, mi corazón palpitaba con fuerza, sólo podía oír su respiración por encima del sonido de mis latidos, todo se estaba sintiendo tan bien... hasta que sentí cómo su mano bajaba hasta mi entrepierna, me estremecí.
—Bill —gemí—, detente.
—¿Por qué Pino? —se dirigió de nuevo a mi boca—, parece que te diviertes —su mano seguía ahí.
—¡Detente! —me solté de su agarre—, creo que... eh... debo irme... Adiós —Bill se acostó sobre el sillón con una sonrisa y con su brazo tapándose los ojos.
—Adiós Pino, vaya que me divertí, pero tendremos que continuar luego.
—Cállate, idiota.
—Pero soy el idiota que acabas de besar —grito divertido mientras salía por la puerta casi corriendo.
¿Qué diablos acababa de pasar?
El camino a la cabaña fue tortuoso, mis pensamientos estaban en mí contra y mi cabeza era un desastre, Bill Cipher... ese chico me estaba volviendo loco, en todos los sentidos posibles. Llegué a la cabaña más rápido de lo que pensé, aunque tal vez era que mi mente estaba en otro lado y no me había percatado de haber avanzado, no quería entrar a la cabaña todavía, no estaba listo para enfrentarme a mi familia y menos si encontraban las evidentes marcas en mi cuello que delataban todo lo que había pasado hace menos de una hora, me sonrojé furiosamente ante el recuerdo, no puedo creer que dejé a Bill llegar a eso, joder hasta quería más, ¿que dirían mis tíos si llegarán a ver las pruebas en mi cuello de lo que pasó? ¿O peor aún? ¡Mabel! No lo sé, pero no dejaré que eso pasé. Nunca.
—Hola Dipper, ¿cómo te fue con tu "amigo"? —dijo Stan haciendo comillas con sus dedos.
—¡Pues al parecer alguien se divirtió mucho! —grito Mabel al notar lo de mi cuello, genial, hasta ahí va mi nunca—, ya no puedes seguir negándolo Dippy.
—¡No es lo que parece! —supongo que tengo que aprender a esconderlas mejor, la próxima será, ¿qué diablos Dipper? ¿Próxima? ¡Basta!—, bueno sí es eso, pero no es como ustedes creen que fue —el rojo de mis mejillas no podía ser peor.
—¡Bien! Ya puedo cobrarle a Wendy mis 20 dolarucos —dijo Stan divertido, Mabel y yo sólo lo miramos con cara de confusión.
—¿Dolarucos? —pregunto Mabel.
—¿Ya no siguen usando los jóvenes esa palabra?
—No tío, creo que dejaron de usarla... el siglo pasado —dije
—Bueno no importa, eso no quita el hecho que el niño bonito te dejo un regalito —dijo Stan como un niño.
—¡Voy a empezar los preparativos de la boda! —Mabel dejo la habitación corriendo gritando cosas acerca de en qué estación del año sería mejor, algo me decía que ya había llamado a Candy, Grenda y Pacifica para que empiecen con sus locuras, fangirl, al menos así me había dicho Mabel que se llamaba y sus ataques de locura, eran ella fangirleando y cosas de ese estilo, no terminaba de entender.
—Bueno chico, supongo que no tengo que darte la charla acerca de usar protección y eso, ya debes saber que sin globito no hay fiesta —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, todo esto le divertía demasiado y mi vergüenza era el doble de lo que era hace dos minutos—, que no te puedas embarazar no quiere decir que no puedas atrapar una enfermedad y eso.
—¡Tío! Sólo, no quiero hablar de eso —tapé mis oídos infantilmente—, me voy lalala dile a Mabel que suba mi cena lalala.
Subí a mi habitación antes de que agregará algo más, no estaba en las mejores condiciones emocionales para hablar de ello con alguien y menos con mi familia, cada reacción sería más exagerada que la anterior y ahora solo quería un poco de paz.
Intenté trabajar en la esfera tal vez eso calmaría un poco mi corazón acelerado y mis pensamientos que sólo gritaban "Bill, Bill, Bill" y en sus labios sobre de mi cuerpo, era demasiado para mí, demasiados sentimientos.
La esfera me sacaba de quicio, era un simple esfera, pero había girado y puesto de mil y un más posiciones diferentes, la había expuesto al frío y calor, y a pesar de todo la trataba con mucha delicadeza quería abrirla no romperla, diablos incluso le había puesto de los brillos de Mabel y no pasaba nada, era malditamente difícil, más difícil que tratar con Bill.
Joder, y Bill invadía otra vez mis pensamientos, ¿por qué de todas las personas del mundo? ¡Dios! ¡De todas las personas del multiverso! Y yo sólo podía pensar en él y de cierta manera atraerme por él. Sus burlas, su sonrisa sarcástica y burlona, su mirada curiosa, ¡joder! incluso su cabello a la luz del Sol, todo me provocaban algo, y aunque no estaba seguro de qué sentía exactamente, sí podía asegurar sentir algo más allá que simple atracción, y en definitiva mucho más que simple curiosidad, él me gustaba. Su sonrisa y la manera en la que me sonreía, sus manos y la manera en la que me acariciaban, su voz y la manera en la que hablaba y reía, sus ojos...
Y la manera en la que me miraba, no entendía como podía provocarme tantas emociones con sólo una mirada.
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