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MonA

—¿Entonces ni Alex ni Mona estaban aplaudiendo? —preguntó Mary antes de llevarse una cucharada de yogurt a la boca.

—Te lo juro —confirmó Drake—. Me detestan, ahora más que nunca.

Drake estaba abrazando el respaldo de la silla con ruedas en la que estaba sentado. Mary estaba sentada sobre el escritorio degustando de su yogurt, escuchando a Drake.

—El odio es un sentimiento algo fuerte y malo, ¿no crees?.

—Puede ser, pero hay gente que es capaz de odiar mucho, Mary. Por cierto, mañana iré a cobrar mi cheque del concurso Harding.

—¿Cuánto dinero es?.

—Doscientos cincuenta mil.

—Eso es bastante.

Drake sonrió y asintió mientras sacaba su móvil de su bolsillo y reparó en la hora.

—Tengo que irme ahora si quiero llegar a tiempo a mi siguiente clase.

El chico se levantó de la silla y tomó su bolso tipo bandolera y giró el picaporte de la puerta de la enfermería. 

—Espera, Drake —pidió Mary metiendo su mano libre en uno de los bolsillos de su traje de enfermera—. Casi olvidaba darte esto.

Mary le tendió a Daugherty una hoja de papel que decía:

M.

555-1410-2022

Drake sonrió de repente y miró a Mary y ella sonreía también.

—Con lo propenso que eres a los accidentes, necesitas a alguien que sepa primeros auxilios.

—Tienes razón. Bueno, adiós.

—Adiós.

* * *

Drake, teniendo el número de Mary, tenía alguien con quien hablar, alguien con quien desahogarse. Puede que él haya ganado el concurso Harding, pero también se ganó el menosprecio de Ramona.

Todos los días en que Daugherty iba a trabajar, Mona se encargaba de ponerle aún más trabas, aún más trabajos pesados. Si antes era insoportable, ahora lo es más. Perder no le sentó nada bien, eso estaba claro.

Envidia, celos, rencor, venganza, esos eran los venenos favoritas de Mona, y disfrutaba de usarlos en contra de Drake. Eso la deleitaba y le daba satisfacción.

Probablemente, si Mona hubiera ganado se lo hubiera recordado a Drake todos los días y le hubiera restregado su victoria en frente de Jamie. Así que, ganara o perdiera, Mona encontraría la forma de hacerle a Daugherty la vida miserable.

Los únicos momentos realmente buenos de Drake eran cuando podía conversar con su querida Mary, fuera a través de palabras o a través de mensajes. Esa era como el motor que le permitía avanzar día a día... aunque todo tiene un punto de quiebre.

Tras una semana intentando aguantar la mala actitud de Ramona, Drake ya no pudo más. Estando en el almacén ordenando todo por forma y color, como lo había pedido la hija de Jamie, Drake no pudo más.

—... he intentado, pero te prometo que lo haré muy pronto, no quiero echar a perder nuestros planes —decía Mona a su móvil—, también significan mucho para mi, Charles...

—Mona, tenemos que hablar —demandó Drake realmente molesto.

—Tengo que irme, te llamo luego, ¿de acuerdo? —finalizaba la chica—. Yo también te amo.

Ramona despegó su móvil de su oído y miró a Drake con desprecio.

—Estoy harto de esto —declaró Daugherty.

—¿De qué exactamente?.

—De que te creas dueña del estudio y me trates como la mierda, de que me pongas el trabajo sucio y que me denigres —al igual como pasó con Alex, Drake aumentaba la intensidad con cada palabra—. Estoy harto de que te creas mejor que yo, pero no lo eres, porque si lo fueras no te hubiera ganado en el concurso Harding. 

Mona se encogió, de hombros, se sintió arrinconada, sin salida. Sentía como un nudo se formaba en su garganta. Le habían dado donde más le dolía, en el orgullo. Le acababan de restregar el hecho de que no es buena en lo que hace y ella odiaba sentirse inútil. Supo que estaba en un estado poco favorecedor donde las lágrimas estaban a punto de brotar, así que huyó antes de que eso pasara.

Drake no se sintió culpable por haber hecho llorar a Mona, se lo merecía. Decidió que no se dejaría pisotear por alguien nunca más.

—¡Daugherty! —exclamó Jamie.

Drake acudió al llamado de su jefa, quien le pidió su ayuda con una sesión de fotos que estaba a punto de suceder porque Ramona parecía no sentirse bien y se retiró, así que él debía ser su apoyo.

Para cuando la sesión de fotos finalizó, era hora de cerrar el estudio. Drake recogió sus cosas y ayudó a Jamie a cerrar el establecimiento. Ella le agradeció y cada quien se fue por su lado.

Lo que Drake Daugherty no sabía era que su suerte y su buena racha habían terminado. Las consecuencias de sus actos finalmente aparecerían para patearle en el trasero. Suelen decir que el pasado está en el pasado, pero es una mentira, porque siempre serás asechado por éste, como una sombra que espera el momento menos oportuno para aparecer. Drake tendrá que aprender esa dura lección de la peor manera.

Todo comenzó un martes por la tarde. El cielo estaba cubierto por nubes grises, parecía que estaba a punto de llover. Drake, como todos lo martes, llegó a Flash du chic para trabajar pero entonces afuera del estudio un policía le cortó el paso.

Era un hombre de uno setenta y cinco, de tez morena, ojos oscuros, cabello y bigote negro. Se presentó como el oficial Ramírez y tenía una orden de arresto en contra suya. Por su apariencia algo choncha, no parecía muy atemorizante, ni siquiera parecía de la policía realmente, parecía una broma de mal gusto.

—Drake Daugherty, queda arrestado por acoso sexual.

—¡¿Qué?! —exclamó Drake.

Entonces, Jamie salió del estudio con una cara furiosa, nunca se había mostrado tan enojada, y eso era decir mucho. Las arrugas de su cara se resaltaron más que nunca.

—Ahí estás, hijo de p1174.

—Jamie, ¿qué está sucediendo?.

—No puedo creer que aún tengas el descaro de decir eso, ¡ten las pelotas de admitirlo así como las tuviste al intentar violar a mi hija!.

De inmediato, Drake dedujo que Ramona había inventado que había intentado violarla para deshacerse de él y vengarse de la mejor manera de todas. Esa maldita p3rr4 se había salido con la suya.

El oficial Ramírez esposó a Daugherty quien se encontraba en estado de shock. Una vez dentro de la patrulla, Jamie dio un manotazo contra la ventanilla y exclamó:

—¡Ojalá te pudras en la cárcel, violador de...

El sonido del motor de la patrulla encendiéndose impidió que el acusado terminara de escuchar el insulto, aunque ya se imaginaba cómo terminaba. La patrulla se llevó a Drake hacía la estación fiscal de Valle de Robles, cerca de los límites de la ciudad.

Lo dieron de alta en el sistema, escaneando sus huellas dactilares, tomándole fotos y preguntándole sus datos. Una vez, hecho eso, fue llevado a una sala de interrogatorio. Lo sentaron enfrente de una mesa en una habitación iluminada por un foco blanco.

Cinco minuto tuvieron que pasar para que el oficial Ramírez entrara con una carpeta. Se sentó en la silla sobrante que quedaba frente a Drake.

—Entonces, Drake Daugherty, ¿cuál es tu relación con Ramona Curtis?.

—Ella es la hija de mi jefa, somos compañeros de trabajo, ambos trabajamos en el estudio de fotografía de su madre, Jamie Curtis, pero yo jamás la toqué ni intenté violarla.

—Eso dicen todos —bromeó el oficial. 

—¡Hablo en serio, esto es un malentendido!.

—Calmado —Ramírez abrió la carpeta y fijó su vista en ésta—. ¿Dices que no aprovechaste que la señorita Curtis y tú estaban solos para arrinconarla y someterla para luego insinuarte y comenzar a olerla y besarla apasionadamente sin su consentimiento mientras te rogaba que la dejaras?.

—¿Eso fue lo que dijo? —preguntó Drake sorprendida y retóricamente.

—¿Lo confirmas? —insistió el oficial Ramírez.

—Claro que no, eso nunca sucedió, ella inventó todo para joderme —declaró Drake desesperado.

—Previamente fuimos a ver a la señorita Curtis y se veía bastante afectada, ¿cómo podría inventar ella eso?.

—¡Ella es una maldita sociópata!, si usted supiera realmente cómo es, sabría que ella me odia y que haría lo que sea para deshacerse de mí.

—¿Qué hizo usted entonces para que la señorita Curtis inventara que usted intentó violarla? —inquirió el oficial.

—Desde el principio me tuvo envidia porque era mejor que ella y ella odia estar en segundo lugar y cuando la confronté por sus conductas nada profesionales se puso mal e inventó todo esto.

—¿Confrontarla? —repitió Ramírez intrigado.

Drake le contó al oficial Ramírez lo que sucedió el sábado con Mona, aunque el hecho de que se extralimitara con el tono y con sus palabras, lo hacía ver mal.

—¿Tiene alguna prueba de que ella inventó todo?.

—Bueno, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

—Claro que sí —dijo sarcástico el oficial—. Mientras un juez determine tu condena, serás encerrado en la prisión del condado.

—¡¿Qué?!

Entró otro oficial y comenzó a escoltar a Drake pero entonces se le ocurrió una idea.

—¿Tengo derecho a fianza?.

—Doscientos cincuenta mil, ¿cómo ves? —confirmó el oficial Ramírez.

—Quisiera usar mi llamada ahora.

* * *

—¿Hola?.

—¡Mary, me alegro que hayas contestado!.

—¿Drake?.

—Sí, soy yo. Escucha, estoy en la estación fiscal y me tienen detenido.

—¡¿Qué, por qué?!.

—Es una larga historia, pero me piden doscientos cincuenta mil techlutas.

—Eso es mucho dinero, Drake.

—Lo sé, pero escucha, ve a la calle Elm número trece y verás un edificio, sube al sexto piso y toca al departamento cincuenta y tres y dile a la dueña, la señora Lopez, que vienes de parte mía y necesitas la llave de mi departamento, el cincuenta y cinco. Cuando entres a mi departamento busca debajo de mi colchón y en el baño bolsas de dinero...

—Pero, Drake...

—Por favor, Mary —rogó Daugherty— estoy desesperado, no te llamaría de no ser urgente.

Se escuchó un suspiro al otro lado de la línea.

—Calle Elm número trece, sexto piso, departamento cincuenta y tres y cincuenta y cinco —repitió Mary.

—Sí, sí, eso es, gracias, Mary.

—No me agradezcas aún. Deja ir.

—Se te acabó el tiempo —anunció Ramírez antes de arrebatarle el teléfono a Drake.

Dos horas después, un oficial abrió la celda en la que Daugherty se encontraba.

—Tu fianza ha sido pagada —dijo el oficial fríamente.

Drake no dudó ni un segundo en salir de ahí. En la recepción estaba Mary con un sobre amarillo en la mano, verla en medio de esa situación, fue como ver la gloria misma. Ella le apuntó con la cabeza la salida y ambos salieron del complejo.

Estaba lloviendo así que se apresuraron a entrar al Volkswagen azul de Mary.

—¿Qué rayos pasó, Drake? —inquirió preocupada la enfermera dándole a su copiloto el sobre amarillo. 

—Mona fue lo que pasó... ella me acusó de acoso sexual.

—¿Y es cierto?.

—¡Por supuesto que no!.

—Vaya, era cierto, algunas personas pueden odiar profundamente —admitió Mary atónita—. No creí que esa tal Mona estuviera tan loca.

—Ni yo, Mary, ni yo.

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