Jamie
Flash du chic es el nombre del estudio de fotografía en el que Drake va a trabajar. Su jefa, Jamie, es una mujer estricta y perfeccionista, con buen ojo al detalle. Esta mujer de cincuenta y cuatro años, es alta, de cabello corto y platinado es una experta en el campo de la fotografía, y de no ser por su mal carácter, Drake la consideraría —además de una jefa— como una maestra.
A diferencia del profesor Gottesman que es muy sabio y sabe tratar con sus estudiantes. Es por eso que es un buen profesor. Pero en fin, Drake debía mantener la profesionalidad y entender que hay gente que no tiene ese don de la paciencia... y aunque no lo quisiera admitir, él tampoco lo tiene, pero al menos le pagan.
—Llegas tres minutos tarde —reprendió Jamie mostrando su enojo con su voz en el momento en que Drake puso un pie en el estudio—, la puntualidad es muy importante para mí, ¿sabes?.
Jamie tenía una especie de superpoder, no necesitaba mirar a Drake para saber que era con él con quien estaba hablando. La mujer le daba la espalda mientras veía algo en su móvil a través de una gafas cuadradas.
—Lamento mucho la tardanza —se disculpó Drake con la poca paciencia que tenía—, pero tuve ciertos asuntos...
—No estoy interesada en lo más mínimo de saber sobre tu vida, ¿entiendes? —interrumpió la mujer esta vez dándole la cara su empleado con su cara arrugada por la furia... o por la edad—. Aquí se viene a trabajar, no a platicar.
Drake se limitó a asentir entendiendo que no tenía caso disculparse, su impuntualidad le había dado una mala imagen a Jamie, lo que ocasionaría que ella lo vigilaría como un halcón para ver qué más hacía mal. Pero recordó que ella era la persona que le pagaba así que se tragó el disgusto, como siempre.
—No se volverá a repetir —dijo Drake, serio.
—Eso espero —replicó Jamie con voz y ojos desaprobatorios—. Mona está en el cuarto oscuro, échale una mano, ¿quieres?.
—De inmediato.
Drake se acercó al mueble del recibidor para dejar sus cosas y se adentró en el estudio para ayudar a Mona. Hubo un tiempo en que a Drake le causaba conflicto el cambio drástico de la luz exterior con la luz roja del cuarto oscuro, pero conforme fue pasando el tiempo, Drake se fue acostumbrando.
Mona estaba mirando atentamente las fotografías que se encontraban en las diversas bandejas llenas de químicos. Y, al igual que Jamie, Mona sin la necesidad de mirar, se percató de la llegada de Drake.
La joven con una melena oscura, de ojos azules, de baja estatura y de tez blanca, es la hija adoptiva de Jamie. Ramona —como en verdad se llama— anhela ser tan buena fotógrafa como su madre, es por ello que vive para complacerla. Es muy exigente consigo misma y tiene un carácter difícil de manejar —al parecer, es contagioso el mal carácter—. Pero su pasatiempo favorito es hacerle la vida de cuadros a Drake recalcándole sus errores, restándole importancia a su trabajo y poniéndolo a hacer trabajos en los que no se relacionan con la fotografía.
—Te lo mereces —dijo Mona con total satisfacción—. La tardanza es poco profesional.
—Ahórrate el sermón, Ramona, no eres mi jefa.
—Pero soy la hija de tu jefa, así que deberías mostrarme el mismo respeto porque puedo hacer que te despida.
Finalmente, Mona miró a Drake lanzándole una mirada de superioridad. Drake sintió el fatality por parte de esa chica tres años mayor que él. Se ahogó con los mil y un comentarios de odio que pensaba lanzarle a Ramona porque sabía perfectamente que ésta tenía razón.
—¿En que te puedo ayudar? —preguntó Drake de mala gana.
—Mucho mejor —asintió Mona complacida—. Puedes empezar por barrer la zona blanca.
La zona blanca era la habitación donde eran tomadas la fotografías. Era llamada así porque en esas cuatro paredes son completamente blancas pero de acuerdo a las peticiones de los clientes se colocaba la decoración que fuera necesaria.
Resignado a que Mona lo había denigrado de manera brutal, asintió y fue al almacén por una escoba y un recogedor. Sin mucho afán encendió las luces de la zona blanca y contempló atónito la cantidad de confeti que había regado. Sin mucha opción, comenzó a barrer maldiciendo cada segundo de esa tarea.
Entre Alex y Mona, Drake no podía decidir quien le caía peor. Por un lado, Alex era muy, muy presumido e irritante a niveles inhumanos; Mona era grosera, mandona y tenía un rastro notorio de sentirse superior. Drake no toleraba a ninguno de los dos, en realidad, eran rasgos que no toleraba en nadie.
No obstante, siempre había un consuelo en medio de esa confrontación. Algún día la universidad terminará y no tendría que soportar a Alex. Algún día encontrará un mejor empleo en el que lo valoren de verdad, en el que pueda aprender y poner sus habilidades sobre fotografía y podría dejar a Mona atrás con su obsesión por la aprobación de Jamie.
Mientras las cerdas de la escoba sonaban al ser deslizadas en el suelo, Drake fue pensando las personas que representaban algo positivo en su vida. Por desgracia, solo pudo pensar en el profesor Gottesman y en Mary.
Ese corto lapso de tiempo que estuvo en la enfermería, sintió una autentica calidez por parte de la enfermera, era como si de verdad fuera muy dulce por naturaleza y no por simple cortesía. Además, era imposible olvidar esa enternecedora sonrisa y esos ojos azules con un delicado brillo en ellos.
Drake no es una persona muy sociable, él es más de ir a lo suyo, es un introvertido. No dejaba entrar a cualquiera a esa fortaleza impenetrable llamada círculo social. Se convencía a sí mismo en que era muy "selectivo". Esa "selección" lo hizo estar sin vida social, al ser un huérfano, no tenía familia con la que pudiera convivir.
Y aunque sus padres estuvieran vivos, tampoco quisiera convivir con ellos, ni ellos quisieran convivir con Drake. Nunca lo quisieron... bueno, puede que antes de que cumpliera once años, sí lo querían, pero luego cumplió once y todo se fue al demonio. Se notaba que lo tenían porque lo dictaba la ley, para los once años ya era demasiado tarde para abandonarlo en alguna casa de adopción porque todos lo notarían y eso no era bueno para la imagen de perfección que sus padres trataban de mantener.
En conclusión, Drake no tuvo la oportunidad de convivir con gente que le hiciera bien. Sus padres murieron cuando él tenía diecisiete años y terminó en un orfanato donde se estableció por unos meses hasta que cumplió dieciocho años.
Para cuando terminó de barrer la zona blanca, Jamie entró apresurada con un semblante preocupado que desapareció al ver a Drake recoger hasta el último confeti. Jamie sonrió genuinamente, parecía estar aliviada por ver la habitación limpia.
—Veo que decidiste limpiar, perfecto —asintió Jamie—. En cinco minutos llega un cliente y creí que el confeti de la sesión infantil seguiría aquí, pero es un alivio que no es así.
Drake no sabía de qué sesión infantil se refería su jefa, después de todo, él no trabajó el día anterior. Mona se asomó por el marco de la puerta abierta y lanzó una mirada fulminante a Drake que él notó de inmediato pero decidió ignorar.
—¿Sabes por qué barrió, madre?, porque yo se lo ordené.
—Buena elección, Ramona, tú no barres bien —declaró Jamie quitándole importancia al comentario de su hija.
Para cuando llegó el dichoso cliente, Drake no podía creer de quién se trataba, era el mismo chico alto y robusto que le quitó su asiento el día anterior en la sala de descanso. Al verlo no supo cómo reaccionar, por fortuna, Jamie se encargó de tratar con el cliente y Drake solo tenía que ayudarla durante la sesión de fotos.
Por la descripción que pidió el chico, era como si fuera una especie de modelo pues pidió muchas fotos con diferentes poses, ángulos y expresiones faciales. Extrañamente, se mostraba amigable y hasta carismático con Jamie, es como si tuviera doble personalidad o algo así.
No valía la pena darle vueltas a ese asunto, fue como lo meditó Drake, debía actuar profesionalmente. Debía ignorar las pasajeras miradas incomodas de reojo que el chico le lanzaba a Drake.
* * *
Para cuando Drake terminó su jornada laboral, el cielo había perdido su color azul y ahora negro. Las luces de la calle y la de los vehículos iluminaban su camino. Abrió su sombrilla porque llovía con poca intensidad.
Debía caminar un par de calles para llegar a la estación de autobuses. Ansiaba llegar a su departamento para poder prepararse un emparedado de mortadela antes de irse a la cama. Sin embargo, nunca se imaginó que sus pasos lo llevarían a toparse con una persona que conocía.
De no ser por su cabello rubio, Drake no hubiera reconocido a la enfermera que lo auxilió el día anterior. Qué casualidad que Mary anduviera por esos rumbos. No andaba vestida como enfermera y su paraguas se menaba ligeramente por el viento que corría alrededor.
—¿Mary?.
La anteriormente mencionada levantó la vista hacía Drake quien tenía dibujada en su rostro una sonrisa.
—Qué coincidencia, hola —saludó la enfermera devolviéndole la sonrisa—, ¿qué tal sigues de la mano?.
—En la mañana me dolía un poquito, pero ahora ya ni siento el dolor.
—Me alegra oír eso... bueno, tengo que irme, nos veremos por ahí, supongo.
—¡Espera!.
Drake no supo de dónde sacó el coraje, pero debía aprovecharlo para decir lo que quería decir.
—Me preguntaba si puedo invitarte a cenar, si quieres, claro, sin presiones.
—No lo sé, Drake, no sé si sea correcto. Lo siento.
—No pasa nada.
Mary se encogió de hombros y continuó su camino dándole la espalda a Drake. El chico se sintió triste al recibir una negativa, pero sin más remedió retomó su camino, cabizbajo.
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