Capítulo 5
—¿Acaso no piensas que sería muy arriesgado? —habló el moreno tomando café—. Es muy difícil de que entre sin documentos, además, es demasiada molestia.
—¡Molestia será tu trasero cuando te lo patee, bastardo! —se escuchó el grito de Katsuki el cual se estaba bañando.
Ella estaba sentada junto a su primo tomando también un café, mientras intentaba buscar soluciones a los problemas que el moreno le presentaba.
—Si tiene buenas notas pasarán ese detalle por alto —le quitó importancia mientras tomaba otro sorbo—. Recuerdas que estuvimos seis años en un colegio sin documentación alguna. Solo pedirán eso cuando realmente lo necesiten y si eso sucede, para entonces, confío en que tú encontrarás una forma de conseguir unos documentos para él.
—¿¡Acaso quieres que me lleven preso!? —exclamó molesto—. No te ayudaré en eso. Además, ¿Quieres que entre en tu colegio, no? Es un colegio privado, quisiera saber de donde sacaras el dinero para gastos y uniforme.
—Eres demasiado negativo, es por eso que aún sigues soltero —suspiró esquivando a su primo que le había lanzado un pan—. Hará un examen de ingreso y si lleva el mejor puntaje de seguro le darán una beca. ¿Como crees que estoy ahí si no fue por una beca? Además, por el uniforme, tu tienes el que tenías cuando entrabas conmigo. Puedes traer ese y ya.
El de pelo oscuro solo pudo cerrar sus ojos y masajear su cabeza para así sacarse los nervios.
—¿Ya lo tenías todo planeado, no?
—Bueno, tenía que pensar en algo para que me dejes hacerlo —sonrió giñando el ojo—. Mañana puedes traerle la ropa, yo no estaré. Debo ir a Scholas.
—¿Sigues yendo? Creí que ya no querías ir.
—No quiero ir... Pero... —volvió a suspirar cansada—. No se ni porque sigo yendo...
El más alto se encogió de hombros y miró la puerta del baño que se podía ver desde la sala en donde ellos se encontraban tomando café.
—Oye, ¿Por qué no te vas ya? —preguntó mirándolo curiosa.
—Me iré cuando yo quiera —responde molesto—. Esperaré a que ese rubio teñido salga para poder irme.
—¿Ah? —lo miró dudosa— ¿Y eso por qué?
—¿En serio lo preguntas? La otra vez te encontré a ti mirándolo medio desnudo.
—Korki, ¿Dónde esta tu Biblia? —preguntó sonriendo de lado—. Soy un pan de Dios, solo pídeme tu plegaria y puede que te lo cumpla.
—Mira allá —apuntó haciendo que la morena viera el lugar—, hasta ahí se te ve lo puta.
—¡Hijo de...
Justo cuando la chica iba a levantarse para golpear a su primo, se escuchó la puerta abrirse bruscamente. Mostrando al rubio ya vestido con una expresión molesta.
—¿Eh? ¿Qué pasó? —interrogó— ¿Por qué no sales desnudo con la toalla? Justo tenía la Cámara lista.
—Cállate perra —dijo seco entrando al cuarto en donde duerme.
—Oh, que lo repita de nuevo —sonrió caminando al cuarto del rubio, pero fue detenida por su primo.
—Ya déjalo en paz —ordenó—. Mejor ve a preparar tus cosas para mañana y cálmate.
—Pero me dijo perra —se excusó— y nadie me dice perra así como así. Solo los que me conocen.
En el chico, se podía notar un tic que había aparecido en uno de sus ojos.
—¡Maldita desvergonzada!
El primo de la joven ya se había retirando unos momentos después. Luego de eso, el rubio no había salido de su cuarto y ella no había hablando con él desde entonces.
Al llegar el día siguiente, Angélica nuevamente se despertó temprano y a duras penas fue a la cocina para así preparar su almuerzo.
Mientras lo preparaba, a lo bajo se iba quejando.
Los martes, tenía día libre en su colegio. Por lo tanto podría quedarse en su casa y dormir hasta tarde. Pero ahí estaba, despierta temprano y preparándose para ir de niñera.
Niñera, si. Cerca de donde vive, se había construido un barrio nuevo en donde gente que no tenía casa y de bajos recursos se habían mudado ahí.
Es bueno para ellos, pero aquello había creado varios problemas en lo que es al barrio. Porque desde entonces los robos habían aumentado.
No es que ella quiera seguir las ideas de perjuicios que sus padres y demás personas cercanas le decían. Ella creía en las segundas oportunidades y esas personas tenían la suerte de tenerla. Casas lindas y un colegio que era de ensueño, hospitales de calidad, eso es lo que esa gente tenía ahora, por lo que una parte de ella se sentía feliz por ellos.
Lo que ella hacia en esos lugares, era ir en aquel colegio nuevo y pasar tiempo con los niños. Cuidarlo y hacer actividades con ellos. ¿Por qué lo hacia? Se lo habían pedido en el colegio como un proyecto y simplemente aceptó con la promesa de que con eso le podrían dar otra beca.
Al terminar de preparar el almuerzo, fue a terminar de arreglarse para así salir.
Tomó su cartera y en ella colocó el sándwich que comería. Luego de verse en el espejo con la remera blanca el cual tenía el logo de Scholas, suspiró para salir de la casa.
—¡Ya me voy! —avisó pero no recibió respuestas.
Le parecía extraño el comportamiento que tenía el rubio ahora, pero no le dio mucha importancia. Luego podría ver que mosquito le había picado.
Cerró las puertas y comenzó a caminar hasta llegar cerca de una plaza. Primero iría a la casa de una compañera para ir juntas a ese lugar.
Se dirigió a la casa correspondiente y comenzó a aplaudir. Poco tiempo después, de ahí salió una chica algo regordeta.
—Hola virgen —saludó la chica haciendo que Angélica comience a reír.
—No me llames así, ¿Qué pensaría la gente si te escuchara decir eso?
—Qué eres virgen —volvió a decir riendo mientras cerraba su portón—. Vamos virgen, si llegamos tarde esa virgen nos va a regañar.
—Qué puta, Génesis. Ya cálmate —suspiró mientras comenzaba a caminar.
—Putisima, amiga —respondió haciendo que inevitablemente comience a reír
Génesis es alguien poco común, según el punto de vista de la joven.
Es una chica que la mayoría del tiempo se la pasa riendo y nada la hace enojar. Por más que la insultes o algo parecido, ella solo se pondrá a reír, contagiando a todo el mundo.
Podría ser una enfermedad o quien sabe, ya que cualquier persona común se daría cuenta de que su reír no era normal. Ya que había contado de que su madre no la deja ir a los velorios ya que en medio del luto se pone a reír.
Aun así, en la clase ella es la que pone el buen ambiente siempre.
Ambas siguieron caminando, mientras hablaban. Por más que Angélica se esforzaba en seguir la conversación, le era bastante complicado. No es que sea muy habladora que digamos.
Pero intentaba poner de lo suyo en la conversación.
Llegaron al colegio, viendo a los niños entrar mientras se empujaban, otros se insultaban y hasta amenazaban.
Las dos mientras observaban y oían, se quedaron más que sorprendidas. Porque los niños que hacían eso, no tendrían más que siete a ocho años.
—¡Ey! —se escuchó una voz que llamó su atención— ¡Estamos aquí!
Ambas miraron al lugar, encontrándose con sus otros compañeros que llevaban la misma remera blanca. En manos de ellos, algunas hojas y pinturas que usarían con los niños.
—Bien, vamos a comenzar —habló Jazmín con su rostro mal humorado—. Vamos a dividirnos en equipos.
Los materiales se dividieron así como el grupo. Dos equipos de cuatro para así cubrir las ocho clases en las cuales tenían que estar.
—Estoy cansada... —murmuró masajeándose el cuello mientras miraba su remera manchada con pintura.
Hoy más que nunca, los niños estaban violentos e inquietos. Apenas podían mantenerlos tranquilos. Algunos comenzaron a pelear en medio de la clase, otros se ponían a llorar y otros eran mal educados con ellos.
El proyecto era voluntariado, por lo tanto ellos no recibirían un beneficio a cambio. Al menos no monetario.
Ellos estarían cumpliendo un roll de maestros y niñeros, gratis.
—Profesora —una voz chillona hizo que se diera vuelta—. Gracias, vuelve pronto.
La niña, corrió a ella para así abrazarla.
Se quedó paralizada un momento, pues no sabía cómo reaccionar. Pero lo único que podía hacer, era sonreírle y acariciar su cabello.
—Claro que volveré —respondió con voz suave—. El próximo martes saldremos a jugar a fuera.
La niña alzó la cabeza y sonrió ampliamente, para luego irse corriendo para disfrutar su recreo.
Miró su mano con la que había acariciado a la pequeña. Ella no era buena con los niños, no sabía cómo tratar con ellos.
A decir verdad, no le gustaban. Tampoco sabía cómo ser cariñosa con la gente, los abrazos le incomodaban, así como que crucen su espacio personal.
No estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Sus padres no eran del tipo cariñosos con ella.
Para ser sinceros, la única vez en donde tenían contacto era en año nuevo, en donde se daban un abrazo para celebrarlo.
Poco y nada de cariño es lo que recibía de ellos. Para la joven, esa gente solo eran unos tutores que se encargaban de mantenerla. Dándole todo lo básico que necesita una persona.
Pero recibir el cariño no le importaba, es algo con lo que ya se había acostumbrado y no le hacia falta. Solamente le era a veces algo curioso lo mucho que eso llegaría a afectar su relación con los demás.
Miró la puerta que se encontraba más al fondo del pasillo, notando que sus compañeros ya habían acabado. Se acercó a ellos mientras estaban hablando.
—Angélica, por fin llegaste —dijo jazmín—. Vamos a sacarnos una foto, ven.
—No, no me gusta sacarme fotos —se negó haciendo una mueca—. Mejor yo les sacaré las fotos.
—Cuando las sacas tú, salen borrosas —se quejó Yanina al lado de Willy—. Sácate al menos una foto en grupo con nosotros.
Para evitarse más problemas, simplemente aceptó. Todos comenzaron a abrazarse para poder así salir en la foto.
—Prepárate, virgen —susurró Támara—. Si tienes suerte, saldrás decente.
—Si, si.
Cuando se sacaron la foto, pudo notar como Támara, la cual estaba al lado de ella abrazándola, extendía su mano para alcanzar algo que estaba del lado contario.
Siguió la mano con la vista y pudo notar como Támara metía su dedo en el trasero de Rigoberto. Que se encontraba al lado de Angélica.
Rigoberto, rápidamente giró a ver con el ceño fruncido, quien era el que había hecho eso. Y su vista se posó en Angélica. Ya que era la más cerca a él y creía que fue ella.
Al verla, su enojo cambio a una sonrisa y una expresión sorprendida.
—Angélica...
—¡No fui yo! —exclamó rápidamente— ¡fue Támara!
—Angélica, por favor —hizo un gesto simulando que se había ofendido—. Como crees que yo sería capaz de hacer eso.
—No creí que fueras capaz de eso... —dijo sonriendo.
—Ya deja de molestarme, te dije que fue Támara. No yo —habló firme—. No te ilusiones.
Sin embargo, este no hizo caso a lo que decía y fue a contarle a cada uno de sus compañeros aquello. Todos sabían que ella no lo hizo, pero para seguir el juego, hicieron como si fuera cierto. Haciendo gestos de sorpresa y culpa hacia ella.
—¡Támara! —la llamó intentando de que este confiese que fue ella— ¡Di que fuiste tú!
Támara solo se encogió de hombros dejando todo como estaba. Haciendo que todos molestaran a la chica durante todo el día.
Cuando terminaron, cada uno fue a su casa. Se encontraba cansada por lo que fue directamente a pesar de que salieron temprano y sus compañeros pedían que se quede para ir a la casa de uno de ellos.
Al llegar, no pudo haber pedido mejor recompensa.
—Quien fuera bombero para agarrarte la manguera —sonrió apoyándose por el marco de la puerta.
—¡Cállate cerda! —regaño su primo mirándola molesto.
Ella solo pudo seguir sonriendo, ya que el rubio se estaba probando el uniforme del colegio y rayos que le quedaba genial.
Parecía un traje de gala.
Con su pantalón azul marino, así como la chaqueta del mismo color acompañado con la corbata y la camisa blanca.
Ahora podía confirmar que cualquier cosa que el rubio usara, le quedaría bien.
—Bueno, parece que si te queda bien.
—Tck... —giró su cabeza a otro lado— ¡No quiero usar esta puta mierda! ¿¡Por qué tengo que ir a tu maldito colegio!?
—Ya te había dado las razones, Bakugou. Yo te mantengo —sonrió haciendo que el rubio muestre sus dientes, pareciendo un perro rabioso.
—También le queda el uniforme de buzo —informó su primo entregándole la bolsa en donde estaba la prenda—. Ya llamé en tu colegio y mañana podrá ir para hacer el examen.
—Bien —sonrió ampliamente echándole un último vistazo al rubio—. Mañana será un día interesante...
Hasta el próximo capítulo.
Separador hecho por: RocioMogollon
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