Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 32

A pesar de que ella había respondido con positivismo fingido, por dentro estaba que se moría. Ahora más que nunca estaba desesperada por su situación ya que no tenía idea de como iba a enfrentar a sus padres ya que no sabía a donde llevar al rubio para que el mismo no acabe en las calles.

Si bien, tenía uno que otro contacto que podría ayudarla, no estaba segura de que Katsuki estaría bien con ir a otro lugar desconocido teniendo en cuenta su procedencia.

Era todo un caos.

—¡Maldita sea, ¿cuándo vas a terminar?! —interrumpió el rubio irritado por la espera, teniendo en uno de sus brazos a la mascota de la morena— el bastardo de Tito tiene hambre, ¿dónde está el jodido maíz?

La morena giró a mirarlo y se preguntó si sería buena idea contárselo ahora. En realidad deseaba despejarse y divertirse un poco antes de encargarse de aquél problema porque sabía que si decía algo al respecto, seguramente se quedarían. Así que por el momento, decidió callar.

—Está sobre la heladera.

—¿Qué sucede? —preguntó extrañado por el repentino animo de la morena, siendo Tito quien rompiera el silencio con sus movimientos bruscos, buscando salir de los brazos del rubio— pato imbécil —susurró con rabia cuando éste fue hacia su dueña, optando por quedarse con ella.

—No es nada, solo tenía un poco de sueño por no dormir en la tarde —explicó con una ligera sonrisa.

—... ¿Estás segura? —interrogó serio—, si estás cansada no entiendo por qué mierdas quieres ir a esa puta fiesta.

—Porque nunca he ido a uno y porque quiero ir contigo —dijo sin darle muchas vueltas y sin darse cuenta de que aquello había impactado a su compañero—. Hay que dejarle comida a Tito y vamos allá.

Una vez en el lugar, ya desde la entrada se oía el sonido de la música y divisó a algunos conocidos que venían bien vestidos para la ocasión. Como era una discoteca, muchos sólo traían unos jeans junto con remeras o camisas cortas. Siendo la excepción de algunas chicas que se animaban a traer pantalones cortos y blusas. Incluso vestidos.

Ingresaron al lugar y en una clase lo bastante grande como para que todos entren, se podía notar la decoración puesta y así como las luces de colotes que eran las únicas que iluminaban la oscura sala.

Lo primero que hicieron fue buscar algunos asientos cercanos, pues no pensaban permanecer toda la noche parados. Aún no se acostumbraban al ambiente.

Poco después se trajeron bebidas y comida para pasar el rato, notándose también que en las bebidas se encontraba un poco de alcohol, lo que por cierto fue callado por todos los estudiantes.

Por ser esa ocasión, el rubio se dejó estar y bebió un poco del mismo junto a la morena mientras que de vez en cuando platicaban de cosas triviales.

Sin duda estaba logrando distraerse de todos sus problemas.

No tardó mucho hasta que una de sus compañeras se acercaran al par y que los animaran a ingresar a la pista en donde la mayoría de los alumnos se encontraban bailando.

—Nde virgen, ¿no vas a bailar pio con tu novio? —cuestionó Tamara frente a Katsuki—. Ya se va a terminar la fiesta y ustedes ni salieron de sus asientos.

—Hey... —regañó Angélica un tanto avergonzada— nosotros no somos novios...

—Uuhh, ¿escuchas, Katsuki? —comentó la joven—. Te está negando.

—Tck, cállate —bufó el rubio, irritado. Levantándose de su lugar con firmeza antes de tomar la mano de la morena y estirarla hacia él—. Tú ven y deja de decir estupideces.

—Y-Yo no sé bailar.

Está de más mencionar que a Angélica no le dio tiempo de reaccionar y sólo caminó a paso torpe junto al rubio hasta que estuvieron en un lugar cómodo para bailar. Al principio se sintió incómodo ya que para el rubio, la cumbia era un ritmo desconocido y la morena no estaba acostumbrada a bailar.

Pero observando a los demás, ambos jóvenes llegaron a encontrar su ritmo y disfrutaron un poco del estilo que se estaban dando. Soltando de vez en cuando sonrisas divertidas y cómplices cuando se miraban.

Luego de bailar un rato más, el estilo cambió de nuevo. Siendo sustituido por la bachata. Una vez más, los dos miraron a su alrededor para asegurarse de cómo se bailaba aquel estilo.

Angélica sintió la sangre ardiendo subir a su rostro mientras visualizaba a las otras parejas bailar con sus cuerpos tan pegados entre sí y dando bailes un tanto sensuales.

Se sobresaltó cuando una mano se posó a su cintura y la estiró hasta pegarla por completo a su cuerpo. Sus ojos sorprendidos se posaron en los rojizos suyos que la miraban con intensidad y a la vez, queriendo descifrar si se encontraban tan nerviosos como los de ella.

A pesar de tener una tensión increíble en todo su cuerpo, las manos de la morena se posicionaron como pudo en su compañero y siguieron un compás lento entre ambos, sin quitarse la vista del contrario en ningún momento.

—Espero no pisarte —murmuró ella con una ligera sonrisa.

—Ni lo pienses porque te dejaré caer —advirtió correspondiendo a la sonrisa de la menor.

Así se miraron un poco más, con sus cuerpos pegados y pasos pausados sin quitarse la vista de encima. Una mirada de complicidad que ahora compartían y disfrutaban. Pero ese sentimiento tan hermoso de repente fue sustituido por otro de tristeza y preocupación.

Mañana sus padres regresaban y por mucho que quisiera dejarlo de lado, no podía.

—¿Qué pasa? —preguntó el rubio, extrañado.

—Mis padres regresan mañana —admitió de repente, haciendo que el baile que hace unos momentos compartían, se detenga.

—¿Qué? —soltó éste con sorpresa y enfado—, ¿por qué mierdas no me lo dijiste antes?

—Aunque te lo diga, no podríamos cambiar nada.

—No, pero al menos nos daría más maldito tiempo para hacer algo.

Ya fue un silencio tenso el que se impuso entre los dos, siendo solamente interrumpida por la música de fondo.

—Sí... lo siento —susurró desviando su mirada—. Sólo quería distraerme un momento...

El chico no respondió antes sus palabras y solo siguieron parados en medio de todos los que seguían bailando sin preocupación alguna. La incomodidad seguiría de no ser que de repente, una canción bastante conocida por ambos, sonó en la pista.

—Esa es... —susurró Angélica para si misma antes de que el chico volviera a acercarla a él.

Ella lo miró con sorpresa entre sus brazos, porque esta vez no la había atraído para bailar, sino mas bien para abrazarla.

—¿Katsuki?

—Sonha comigo... sonha comigo —susurró en el oído de la joven, siguiendo el compás de la canción— to esperando você acordar.

La chica sintió su corazón acelerar a mil cuando lo escuchaba cantar aquella canción que era su favorita. ¿Cuándo se la había aprendido?

—Sonha comigo...

—Sonha comigo... —murmullo seguido de él.

—E quando acordar... —siguió cantando cada vez más suave a pesar de su voz ronca— cê vai me perdoar...

En ese instante ambos se quedaron mirándose fijamente, ya dejando que la canción siguiera por si sola. Antes de que se dieran cuenta, todo alrededor desapareció y sólo fueron ellos dos en el mundo.

Poco a poco y cual imán fueran sus cuerpos se pegaron entre sí cada vez más hasta el punto de que sus respiraciones chocaban.

Ya cuando no pudo aguantar más, la morena dio el paso faltante para que sus labios se unieran en un beso que tanto les hacía falta. Siendo uno que hizo que sus sentimientos explotaran cual dinamita y que los hiciera buscar más del otro, deseosos.

Así siguieron unos segundos hasta que se separaron por la agitación, más por la morena que por el rubio. Aunque aprovechando aquella pausa, el chico habló.

—Ven a mi mundo conmigo —dijo mirando con insistencia los ojos ajenos y tomando con sus manos las mejillas contrarias sin querer soltarla—, vivirás mejor allá.

—Katsuki... no es tan fácil.

—Escucha, maldición —murmullo molesto—. Yo me encargaría de encontrar la forma de que puedas volver de nuevo si quieres, pero ven conmigo.

—Por... por qué querrías tanto que yo...

—Tck, joder. ¿En serio tengo que decirlo? —bufó nervioso—. Obviamente porque te quiero, joder —soltó tomando por sorpresa a la morena para lo que a continuación, pegó su frente a la de ella para evitar que la joven vea su rostro al decir aquellas palabras—... porque te amo y no quiero estar lejos de ti... tengo miedo de que si me voy, ya no podré verte. Maldición.

La joven sintió que por un momento flotaba en el aire y tanta tensión en su cuerpo fue disipada por esas palabras que provocaron lágrimas en sus ojos.

—Yo... también te amo...

—Ya lo sé —respondió con una ligera sonrisa arrogante—, me lo dijiste cuando estabas borracha.

—¿¡Qué!?

—Ya da igual —dijo sin darle mucha importancia de haberla puesto con los nervios de punta—. ¿Aceptas?

Ella dejó salir un suspiro tembloroso y aunque su cabeza estaba hecha un lío, intentó reflexionar sobre aquello. Aunque quería pensarlo mejor, en ese momento, solo se dejó guiar por sus emociones echándose a abrazar el cuerpo del rubio.

—Sí, está bien.

No recibió una respuesta y pensó que recibiría a cambio de ello algún otro beso, por lo que se mantuvo expectante ante la posibilidad. Pero nada.

De repente, el sonido de la música paró en bruto y un dolor latente de cabeza se hizo presente haciendo que su frente se arrugara por el disgusto.

—¿Katsuki?

Su corazón dio un vuelco cuando abrió sus ojos y lo que encontró frente a ella no era el chico, sino la pared de su casa y pegada a ella ese cartel que muy bien conocía.

Con una presión asfixiante instalada en su cuello, miró a los lados en buscas de respuesta. Pero no había mucho más que el hecho de que estaba sentada en su cama, en su habitación.

Aún con una angustia que no supo explicar, trató de calmarse mientras revisaba algo en su celular.

—Ka...Katsuki —llamó en lo alto buscando una respuesta—, tengo hambre... ¡prepara algo de comer!

Silencio.

Su cuerpo de repente se sintió débil y sólo se acostó nuevamente de lado, abrazando una almohada mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas.

No había nada en su teléfono móvil, ni una foto, ni un vídeo de lo que podría ser la prueba del paradero del rubio.

Y ahí lo entendió todo.

En aquel momento que sostuvo su almohada para observar el cartel, sin querer, se había quedado dormida. Todo... todo había sido un simple sueño producto de su siesta.

—Está bien... solo fue un sueño —dijo para si misma, soltando unas temblorosas risas que poco a poco fueron sustituidas por sollozos—. Un sueño... del que no quería despertar...

Con su corazón ardiendo por el coraje y humillación causada por la simple fantasía que ella misma se realizó, permaneció acostada llorando todo lo que pudo. Sin importarle que su corazón se desmoronaba a pedazos por su realidad.

《Y tu eres esa cara que nunca dejaré de buscar entre la multitud. Porque el problema no es tu presencia en mis sueños, sino tu ausencia en mi realidad... Porque todo... Nunca fue real.》

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro