Capítulo 2.
Dos días después del encargo de la misión de Bogo, que se cumpliría apenas llegara la novata, el zorro rojizo tuvo la suerte de obtener, si quiera, un día libre para descansar y relajarse de todas las molestias que le afligían de aquel mes que él consideraba como el del diablo.
―Bueno, día libre. ―se dijo después de abrir los ojos finalmente, mientras observaba el techo sin fijar un punto alguno con la vista―. Por lo menos algo bueno de toda esta locura. Podría buscarle el truco divertido a todo pero soy realista. Y estoy seguro de que si hago eso, voy a terminar peor que el aliento del jefe Bogo en la mañana. ―él mismo se rió de su comentario, para finalmente y con algo de mala gana, se levantó de su cama para empezar su día libre.
Nick pensaba llamar a su compañero conejudo para invitarlo a salir a alguna parte fuera del centro, pero desafortunadamente recordó que su amigo estaría fuera de la ciudad ya que se encontraría en su hogar en Las Madrigueras. «Es sorprendente la cantidad de conejos que pueden habitar en una sola casa.» pensó recordando con gracia la vez que él había sido invitado por su amigo a pasar las navidades en la casa de sus padres. Y el zorro tenía razón; aquellas casas realmente no eran casas. De hecho, son edificios para cincuenta personas e inclusive muchas más si es que se podrían alquilar para animales medianos.
Nick sacudió su cabeza para dejar aquel tema de lado, puesto que eso no era lo que le interesaba en ese momento. Ya tenía el cambio de ropa listo, por lo que solo fue al baño a tomar una ducha rápida. Ahí se puso a pensar a quién más podría invitar a salir para divertirse y no desperdiciar su único día libre en semanas.
« ¿Garraza?... no. Él habla demasiado sobre Gazelle y ya me tiene harto con su canción de "Inténtalo todo". Bogo cara dura, no querrá hacer nada además de que es mi jefe. Sería raro tener su mirada en la nuca por cualquier cosa... Fuera de ese grupo, no conozco a nadie más.»
Salió de la ducha, se sacudió el agua extra de su pelaje y con una toalla se secó el resto del cuerpo para poder así cambiarse finalmente de ropa.
«Creo que iré a divertirme un rato en el parque de diversiones de la Plaza Sahara.» pensó finalmente, como un plan de emergencia ya que también había tenido muchas ganas de ir allá hace algún tiempo. «Creo que también iré a ver como se encuentra Mr.Big. Hace ya mucho que no lo veo.» Nick, al recordar a la musaraña italiana, se puso cabizbajo inmediatamente. Siempre se preguntaba cómo esta él pero jamás he tenido el tiempo para ir a verlo.
―Seguramente su nieta ya debe estar grande. ―se dijo, recordando a la hija de Mr.Big, que hace unos cuantos meses estuvo embarazada―. Si tan solo hace tres meses que nació y ahora ya sabe hablar. Las musarañas crecen muy rápido.
Y hablando de crecer rápido, Nick inmediatamente recordó el tema de la recluta.
«Una nueva recluta, ¡Ja! Parece que no tienen donde más ponerla.»
El zorro pensaba que era inútil, innecesario y hasta estúpido que, justamente con ellos, el alcalde y Bogo decidieran convertirlos en una especie de mentores o niñeras para salvarles el trasero. Él recordaba sus inicios en la academia y después su ingreso en la Fuerza de Policía del Distrito Forestal. Al principio comenzó mal, e igual su amigo, pero mucho más él. Aunque nunca hubo un conejo policía antes, si habían policías herbívoros por los distintos distritos de Zootopia. Pero jamás se había visto un zorro policía antes y eso era lo que a la gente le disgustaba y hasta sus antiguos compañeros se aprovechaban de su mala fama para hacerle maldades y retrasarlo en casos importantes.
«Tuve que ganarme mis amigos y evitar a los enemigos. Aprendí a saber quiénes eran realmente mis amigos y quienes me odiaban. Y el único que ha demostrado una verdadera lealtad y amistad ha sido Jack, ningún otro como él ha sido tan fiel. Le debo mi vida y que el jefe nos trate como niñeros, aunque está en desacuerdo con la elección del alcalde, es como ponernos en un carrito de bebés para tres.»
―Pero tendré que hacerlo, por Jack.
***
Mientras tanto, en las extensas calles de la ciudad animal más famosa del planeta, una coneja de color gris con blanco, ojos morado oscuro, y proveniente de Las Madrigueras, recorría el Centro en busca de algún lugar entretenido o alguno que le diera algo de comer. Haber estado viajando de los campos de zanahorias hacia Zootopia y viceversa la ha dejado agotada y casi sin dinero. Pero no podía esperar más de ser una novata. Con algo se comienza ¿No?
― ¿Qué podré hacer con cincuenta zoo-dólares? ―se preguntó deteniéndose en medio de una acera vacía dentro del Centro. ―Bueno, no es que pueda hacer mucho teniendo en cuenta la diferencia de precios que hay entre las Madrigueras y Zootopia. ―la duda era algo que siempre la mantenía ocupada pero cuando no tienes qué hacer, inclusive dudando de qué hacer exactamente, no sirve de mucho hacerlo.
En una decisión final y como actividad para abarcar dos problemáticas, se dirige al centro turístico más cercano. Podríamos decir que viniendo de Las Madrigueras no es que se sepa mucho de Zootopia más allá de los estereotipos que ella misma se ha impuesto sobre la ciudad y su "perfección", ella conocía solamente el hecho de que todos se respetan y nadie trataba de matarse... la mayoría del tiempo. Una liebre de color café oscuro atendía una de las islas de información del centro a la cual la coneja gris acudió sin demora alguna.
―Hola. ―saludó animada con una sonrisa amistosa.
―Oh, hola amiga. ¿En qué puedo ayudarte? ―la liebre se veía amigable a pesar de llevar puesto un uniforme un tanto –o demasiado– formal. Inmediatamente, ella había notado el ligero acento campirano de la coneja.
―Pues quisiera saber si hay alguna actividad interesante o algún restaurante grandioso al que pueda ir con cincuenta zoo-dólares a la pata. ―con toda la confianza del mundo, la coneja de gris sacó el manojo de billetes de su bolsillo y los ondeó de un lado al otro de un modo indiferente. ―He estado recorriendo la ciudad y no encuentro nada divertido.
―Bueno, podrías ir al Museo de Historia Natural o ir a los nuevos cines de MegaMarket. Hay salas de cine en 4D recién estrenadas. ―la liebre, tratando de ser lo más provechosa con la coneja, sacó unas imágenes de las salas mencionadas para tratar de llamar totalmente su atención, lo que logró con facilidad.
―Eso se oye interesante. ―comentó interesada la coneja revisando las imágenes. Eran sillas que se movían al compás de las acciones de la película o eso era lo que dejaban imaginar las imágenes.
―O si quieres pasar el rato comiendo algo delicioso, ve al Palacio Helado que se encuentra en Tundratown. Ahí sirven comida para presas que realmente te encantarán. Aparte de que no cobran mucho por los platos. ―la liebre retiró las imágenes del cine, en su lugar mostrando las del restaurante que, por lo que aparentaba, era realmente popular. Mamíferos de muchas especies se veían disfrutando en toda la imagen y había un yak que se encontraba sobre una pequeña tarima al fondo del local, eso hizo pensar que el lugar debía ser muy grande para tener un escenario pequeño. ―Son buenas opciones para turistas como tú.
―Muchas gracias, realmente me has abierto las posibilidades. Y ya no seré una turista en unos días. ―comentó la coneja arqueando una ceja y sonriendo pícaramente, dando a entender que se quedaría permanentemente.
―Eso se oye grandioso. Que disfrutes de Zootopia. ―exclamó la liebre despidiéndose mientras la coneja se alejaba del puesto.
«Iré al restaurante. Se veía acogedor de lo que pude notar.» pensó decidida.
***
―Oh Nicky, que gusto es verte. ―la musaraña italiana, sentada en su silla y ésta sobre la pata de su oso ayudante, le sonríe feliz al zorro mientras éste iba entrando en la lujosa mansión del mafioso. Para ser una zona de Tundratown que estaba cerca de los lagos y el rio, estaba demasiado cálida por dentro.
―Papa, ¿Cómo has estado? ―a Nick le salió un poco el acento italiano que había aprendido de la misma musaraña, después le dio un beso de respeto sobre una de sus pequeñas patas y luego saludó con más tranquilidad al guardaespaldas del roedor. Pero a pesar de toda la seriedad y tensión del momento, Nick estaba contento de por fin volver a verlo después de tanto tiempo.
―Bien, mi pequeño. Mi nieta ya se encuentra en la escuela y de lo que me ha dicho mi hija, es una de las mejores de su clase. ―el oso polar, Koslov, después de la musaraña chasqueara sus deditos, giró una media vuelta, dándole la espalda al zorro. La musaraña dijo con su voz carrasposa: ―Nick, quiero mostrarte algo. Sígueme.
A la orden, Nicholas siguió al alto y serio oso polar por las habitaciones y pasillos de la extensa casa de madera hasta llegar a una puerta de madera blanca. Esta tenía el nombre de Nick en medio. Koslov la abrió y se retiró dejando paso a que el zorro quedara justamente debajo del marco. «Pensé que no volvería a ver este pequeño lugar. No después de lo que hice.» pensó con una agradable nostalgia y agrio malestar.
―Hace mucho que dejaste este pequeño cuarto, me trae mucha nostalgia tenerlo sin que tú ya no lo ocupes, Nicky. ―dijo la musaraña tirando un suspiro silencioso―. Todavía te recuerdo como el adorable y pequeño zorro que corría por toda esta casa junto a su amigo fenec haciendo travesuras y pidiéndome consejos para escalar en el mundo de la mafia. ―Nick recordaba esos momentos. A pesar de que había sido una vida de baja honestidad, eso lo había ayudado a que recapacitara y entendiera que su verdadera naturaleza era salvar a las personas, no matarlas. Él agradecía y estaba eternamente agradecido con la musaraña hasta su muerte, sin su ayuda, Nick hubiera sido una pequeña escoria muerta en menos tiempo de lo que hubiera querido sobrevivir en las calles.
Pero como no todo es color de rosas, el zorro conocía muy bien que tras esa entrañable y relajante nostalgia, alguna especie de favor estaba aguardando a salir de los labios de su Padrino.
«No puedo asegurarlo ya que Mr.Big no me ha pedido nada en años a excepción de ser el padrino de su nieta.» pensó dudoso.
―Nick, quiero hacerte una propuesta. ―dijo Mr.Big como el zorro esperaba.
― ¿Qué clase de propuesta? ―preguntó con una curiosa duda.
―Desde hace seis años que te encuentras en la forte, dejaste este trabajo para ser alguien mejor y entiendo esas razones. Pero desde que te fuiste, nadie ha demostrado ser tan hábil como lo fuiste, una leyenda entre ellos, diría atreviéndome exagerar. Te quiero, Nicky. Te quiero como parte de la familia, te quiero como a mi amada hija y por ella haría lo que fuera. Por eso te tengo mucha confianza a pesar de los problemas que hayan sucedido en el pasado. Quisiera que vuelvas a trabajar con nosotros. ―aunque era algo ya era totalmente esperado, no era algo que Nick pudiese responder con facilidad.
Mr.Big había sido la salvación del vulpino. Había sido un padre, la única familia que tuvo en todos los años de problemas en sus trabajos y tratos, y ahora que era adulto también era su familia pero a su vez, lo era Jack también. Ambos son la inspiración para lo que él es hoy en día, pero para el pesar de Mr.Big, Jack tenía un peso un poco más fuerte con la amistad que traían puesto que ambos vivieron lo mismo por su propia cuenta han prosperado.
No podía abandonar a Jack. No en un momento así.
«No puedo volver a aquello que debí evitar desde el principio. A aquello que debí combatir desde el principio, desde que pensaba ser un scout. Lo siento pero esta es mi decisión, Mr.Big.»
―Mr.Big, yo...
―Espera, mi muchacho. ―lo detuvo de inmediato―. Primero déjame contarte la razón. Sé que tu camino ha variado y ha cambiado radicalmente. Aunque me duela admitirlo, ha cambiado para bien pero estos días no te han estado yendo bien y me duele verte fracasar en cada caso. Por eso te propongo volver para que te tengan el respeto que mereces y el orgullo que siempre debiste sentir desde el principio.
―Yo... yo... ―«tentadora... pero no puedo»―. No puedo. Agradezco tu oferta, papa, te lo agradezco como no tienes idea. Sabes que la aceptaría con todo el gusto del mundo y con eso no te miento pero... no gracias. Mi camino, como dijiste, cambió para bien y si hago esto será como traicionarme a mí mismo. Habrá sido como si realmente hubiera fracasado los seis años de mi vida en un segundo. Lo siento con todo mi corazón, y con todo mi respeto hacia ti y tu honor, Mr.Big, pero no lo acepto.
La musaraña también se había esperado una respuesta como esa. Y como él mismo había dicho, quería a Nick como su propio hijo, por lo que con una decidida sonrisa y los brazos extendidos hacia el zorro, le indicó que le diera un beso en cada mejilla como muestra de que no había ningún mal entendido ni resentimiento. Nick agradeció esto internamente.
Después de una hora, Nick decidió finalmente retirarse para ir a comer algo primero y después ir a casa para terminar de manera tranquila su día libre.
―Nicky, que Dios te lleve con bien. Y si es posible, que tu vida de soledad se rellene con un corazón al que lo cuides sin importar qué. Todos necesitamos a alguien así. ―y con esa última frase reflexiva por parte de la musaraña, el zorro se fue.
***
La nieve tan blanca como las nubes caía sobre Tundratown y el sol empezaba su descenso por el anaranjado cielo para comenzar la fría noche que caería en un par de horas. La coneja se había demorado unas dos horas en recorrer algunos de los sitios más famosos del distrito congelado y uno que otro de la Plaza Sahara. Por fin se encontraba a unos cinco metros del restaurante Palacio Helado que la liebre le había recomendado horas antes para tener su esperada cena de delicias congeladas. Ya cerca podía apreciar que era un lugar muy acogedor y con estilo.
Y con el mismo estilo hubiera sido su inmutable paso, de no ser que una pata naranja oscuro, casi café, no se hubiera interpuesto en su camino provocando que ambos, el de la pata café y ella, cayeran intempestivamente al suelo del restaurante, llamando la atención de todos los comensales dentro.
― ¡Excelente! ―exclamaba molesto el ciudadano de pelaje anaranjado rojizo mientras se levantaba inmediatamente, sin intención alguna de ayudar a la coneja―. Lo que me faltaba para terminar mi día.
La coneja quiso reclamarle al que era un zorro, pero ya fue demasiado tarde al tratar de decirle algo. Ya se encontraba en el cajero para pedir su orden mientras ella aún intentaba levantarse y controlar sus pensamientos de enojo. «Idiota» pensó con desagrado mientras volvía a incorporarse y hacer lo mismo el zorro, solo que esta ya se había sentado en una mesa, indiferente, como si nada hubiera sucedido.
«Ahora ya entiendo por qué se respetan todos. Si no fuera así, mataríamos a cualquier idiota que se interpusiera en nuestro camino».
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Hola a todos. Segundo capítulo y las cosas se ponen un poco más intensas. Espero les haya gustado, y nos vemos en el siguiente capítulo.
Hasta luego.
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