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EPÍLOGO

El día esperado llegó, meses enteros trabajando y puliendo cada detalle de los nuevos productos, las actualizaciones y mejoras, y los más importante, el proyecto. Esa tarde, a lo largo de más de cuatro horas, se presentaron y probaron ante los las personas más influyentes del país y algunos extranjeros, lo nuevo de Fox Technology.

Esa última semana de trabajo fue pesada, la peor de todas, y a pesar de las fallas que tuvieron, su equipo logró sobrellevarlo y corregirlo con éxito. Greensite estaba listo para usarse y mostrarse al mundo.

—En sus manos tienen el privilegio de ser los primeros en probar, usar y explorar los más nuevo de Fox Technology —anunció Noa con júbilo—, una plataforma todo en uno. Greensite.

En las pantallas gigantes, un video empezó a reproducirse con las principales herramientas de la versión web, los juegos y demás posibilidades que podían tener en un solo sitio. Las personas, entre ellos famosos, empresarios y gente de grandes riquezas, exploraban con fascinación la red social en la que habían trabajado tanto.

—¿Cómo va todo por acá? —indagó Derek sorprendiéndola.

—Va de maravilla, les está encantado la facilidad con la que pueden manejar tantas cosas en una misma página —expresó Anaira con orgullo—, y tú quejándote de mi idea.

—Sí, bueno, en ese momento estaba ciego, sordo y tonto —se burló él.

—Mudo debiste estar, cretino —le riñó con gracia.

—No me regañes, porque no sabes cuanto me estoy conteniendo ahora mismo para no besarte, te ves tan hermosa —añadió con una amplia sonrisa, mientras acariciaba sus mejillas con dulzura—, pero estoy bajo amenaza, así que será después.

—Qué lástima, pero tendrás mucho tiempo para eso, ¿no, cariño?

—¿Mucho cuánto? —indagó con ilusión.

Sin embargo, aquella corta conversación fue interrumpida cuando, uno de los participantes de aquella reunión solicitaba la ayuda de alguien. De esa manera, y al ver a sus compañeros ocupados, Anaira se encargó de instruir al nuevo miembro de Greensite en el manejo de su cuenta. Entre explicaciones y demostraciones, Anaira repasó los cientos de funciones que había aprendido de memoria.

Pero, por más que trate de resistirse, Derek no podía evitar sentir cierta furia que subía por su pecho al ver como la observaban con tanto descaro. Estaba hermosa, para él siempre lo estaba, pero ese día tenía un aura diferente que atraía las miradas de muchos de los presentes. En especial, de aquellos asistontos que tanto le coquetearon durante algunas reuniones, y eso no le gustaba en absoluto.

—¿Podrías calmarte un poco? —le reclamó Luis llegando a su lado—. Creerán que quieres asesinar a alguien, no conviertas esto en una masacre.

—¿Y si quiero hacerlo? Solo un par de ellos, nadie los extrañará —aseguró Derek molesto.

—Está haciendo su trabajo, no lo estropees con tus celos estúpidos —replicó con un bufido—. Aunque, debo aceptar que hoy está indiscutiblemente preciosa.

Derek solo pudo desviar su atención a Luis, aquel hombre atractivo que una vez luchó contra él por el amor de Anaira. Pero que, a pesar de intentar hacer las paces y volver a ser los amigos de siempre, buscaba cualquier excusa para poner a prueba su paciencia, se robaba con descaro la atención de ella y se lo restregaba en la cara, como ese día.

—¿Vas a seguir con eso? —indagó con el ceño fruncido.

—Toda tu mísera vida, así que prepárate, estoy poniendo a prueba tu paciencia, agradece después —y entre risas de satisfacción, se alejó en busca de Anaira.

Los vio caminar entre el gentío, charlar con algunos otros y reírse entre ellos como lo hacían con normalidad. Sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados cuando él, precisamente el ex interés amoroso de Anaira, le sonreía de tal manera en un intento de coqueteo. Aun así, sabiendo todo eso, ella misma desviaba entre veces su atención a él y le sonreía con dulzura. Solo eso, ese pequeño gesto, calmaba su furia interna.

Llegada la noche, el último y gran momento de celebración, las cosas estaba más que activadas. Todos habían dado su voto de confianza a Greensite, las ventas de las nuevas actualizaciones y dispositivos se dispararon, y los regalos por el aniversario de Fox Technology no dejaron de llegar. Sin embargo, aún faltaba culminar la noche con broche de oro para cerrar el día.

Y para él, el nuevo Derek, no había mejor forma que cerrar aquello en compañía de la mujer que logró gran parte de eso, Anaira.

—¿Estás listo? Te toca el discurso de apertura de la fiesta —anunció Anaira acercándose a él—, esto es lo tuyo, ¿no?

—No me agrada ese chiste, pero te perdono —expresó él con fingida seriedad.

—Pobre, ponte pilas, es en cinco minutos —le advirtió.

Ya lo tenía todo planeado, el discurso estaba escrito y ensayado a cabalidad. Sin embargo, el ver a ciertas personas rondar por la fiesta, seguirlo con la mirada llena de rabia, no dudó en hacerlo una vez más. Sabía que, aprovechando el acto de apertura con el baile y la escenografía, Penélope no dudaría en acercarse y buscarlo de alguna forma; por otro lado, estaba Tamara captando y anotando cada mínima cosa que se hiciera. Quién sabe, con todo y lo que hizo, la creía capaz de escribir todo un parlamento de sin sentidos sobre él.

Así que se decidió, con eso dejaría las cosas más claras que el agua. Tomó una copa de champaña y la bebió de un solo trago, con eso sería suficiente para relajarse. Pero tomó otra, y con ella en mano, se dirigió al escenario.

—Buenas noches, damas y caballeros, miembros periodistas y demás personal que nos acompaña esta magnífica noche —dijo Derek atrayendo toda la atención—. Para mí es un honor abrirles las puertas de esta familia llamada Fox Technology, ofrecerles lo mejor de lo mejor por tantos años y muchos que están por venir. Les gradecemos no solo su presencia a lo largo de la tarde, sino el voto de confianza que depositan sobre nuestro trabajo. A ustedes, gracias.

Los aplausos y vítores sonaron, seguidos de innumerables luces de cámara queriendo captar esa bella imagen, un hombre elegante e imponente, dando un magnífico discurso frente a sus pares.

—E igual de importante, quiero hacer un brindis por este maravilloso equipo, todos trabajando mano a mano para poder traerles nuestro nuevo gran orgullo, Greensite —expresó Derek subiendo su copa, siendo imitado por todos los presentes—. Felicidades, lo han logrado. Salud.

—Salud.

Tras un sorbo, los aplausos volvieron a sonar dando fin a un discurso de apertura. Sin embargo, Derek seguía de pie junto al micrófono buscándola con la mirada, y en cuento sus ojos se conectaron, la sonrisa más dulce invadió su rostro. Ella negaba, sospechando las intenciones de este, pero él estaba más que decidido.

—En otras noticias, me enorgullece anunciarles que, aunque muchas lo lamenten, el soltero más codiciado de la ciudad ha dejado esa lista de forma definitiva —anunció, señalando de momento a Anaira, quien fue iluminada por una suave luz azul—. Los créditos son todos para esta dulce y hermosa señorita, mi secretaria, mi novia y espero, futura esposa. Te amo, Anaira, gracias por no asesinarme antes.

—Si quieres lo hago ahora —contestó ella.

—Así estoy bien, gracias —añadió él y las risas resonaron—. ¡Bienvenidos y disfruten de la fiesta!

Bajó de aquel escenario, viendo con alivio el cómo se retiraba Tamara llena de rabia y decepción. Lo lamentaba por ella, pero era necesario y obligatorio dejar toda esa estupidez atrás. Él ya no estaba para juegos, y ella debía entenderlo.

—¿Qué querías lograr con eso, Derek? —le reclamó, rodeando su cuello y acercando sus labios a él—. ¿Querías cómprame acaso?

—No, solo quería marcar territorio, esos babosos me tiene harto con las miraderas —expresó con un puchero—, eres mía, solo mía y nada más que mía.

—Eres una ternura cuando no estás modo psicópata —se burló—, pero me encanta.

Con un nuevo y tierno beso, sellaron frente al mundo aquella unión que nadie romperá. Por más errores que cometan, mientras que exista voluntad, podrán superar barreras. Solo el tiempo lo dirá.

Aquella noche de fiesta, glamour y algunas excentricidades, fue más que memorable para todos.

Anaira se sentía feliz, por primera vez sentía y creía que estaba en el lugar correcto, en el momento oportuno y viviendo los frutos de su esfuerzo. Sí, también creía que todo inició gracias a un golpe de suerte que el destino le dio. Ese día, ver aquella oferta de trabajo recién publicada y con tantos beneficios para una simple asistente, fue tan tentador que no dudó el enviar su postulación pese a ver la distancia a la que se encontraba. ¿Cuántas veces se ve aquello? Muy pocas, y ella no la desperdició.

Gracias a eso, a su paciencia y a las enseñanzas de Liam, todo siguió su curso como debía ser y suceder, aunque para llegar a ello haya tenido que pasar por muchas cosas. Discusiones, rabietas, más discusiones, encontronazos con las arpías, y nuevas discusiones. Claro está, no todas eran con Derek, no era el único insoportable que frecuentaba las instalaciones, pero por desgracia no podía solo correrlo como con las Moiras.

Sin embargo, y pese a todo el alboroto inicial, estaba convencida de no querer cambiar nada de lo ocurrido. Nada salvo una cosa, Luis. Según sus propias palabras estaba bien, no había resentimiento hacia ella solo por el hecho de tenerle aprecio, mucho, a decir verdad, aunque no diga lo mismo de Derek. Aun así, no podía sacarse del pecho esa espinita de remordimiento al saberse la culpable de ese dolor. Ella sufrió en el proceso, pero el de él no estaba segura cuando curaría.

—¿Por qué esa carita? —indagó Camilo—. ¿Hay chisme en ejecución?

—¿Cómo vas con Matt? —preguntó de sopetón.

Había creído que las cosas entre ellos estaban más que bien, pero con solo ver su semblante al mencionar aquello corroboró sus temores.

—No creo que haya un nosotros, en este caso no creo que... —titubeó dolido— no somos solo dos, ¿sabes?

—Y eso te disgusta, ¿no?

—Ni te imaginas —suspiró—, pero tampoco soy quién para quejarme por ello.

Desvió su mirada buscando al susodicho, pasando sus ojos por una María José en extremo coqueta y atrevida, para luego centrarse en ellos. Matthew estaba entre la multitud tomando y riendo muy complacido con Cristal, la manzana de la discordia. Mientras, Camilo estaba allí con ella observándolos con desasosiego y por eso, solo porque se lo advirtió, dentro de ella creció cierto resentimiento hacia su mejor amigo. Porque, así como se está sintiendo Camilo por su culpa, así muy probablemente se sienta Luis al verla con Derek.

No quería eso para Camilo, si podía evitarlo para ambos sería más que perfecto.

—¿Has hablado con él al respecto? Como dos personas adultas sin sexo de por medio, claro, eso solo estropea todo —replicó ella.

—Quisiera, pero... lo arruinamos todo con eso precisamente —se lamentó—, solo me dejé llevar.

—¿Te arrepientes?

—No del todo, solo hubiese querido no embobarme más de lo que ya estaba —expresó con melancolía, regresando su atención a ella—. Me imagino que crees que así es como se siente Luis, ¿no?

—Un poco —fue su turno de suspirar.

Alejados de los demás, sentados en una de las mesas dispuestas para los invitados, se encontraban conversando mientras los demás disfrutaban de aquella velada. Derek por su parte, estaba con Noa y Daniel, en medio de una muy improvisada reunión con los inversionistas excluidos de Greensite. De no ser por eso, estaría con ella evitando pensar en cosas que pudieron o no suceder.

—¿Sabes? Creo que Luis y yo estamos en una situación similar —añadió Camilo con renovada seguridad—, tanto él como yo sabíamos que no éramos los únicos y aun así decidimos correr el riesgo.

—Pero es diferente, yo... —dudó.

—Mi mamá siempre dice que, así como sucedieron las cosas, es como debía pasar —expresó con una sonrisa en su rostro—. Aunque ahora digas todo eso, sé que no quieres cambiar nada porque amas a Derek, aunque te duela ver a Luis así. Pero de una u otra forma así iban a ser las cosas, se le llama destino.

—¿Contigo es lo mismo?

—Sí, aunque mi destino aún no se ha cumplido, solo que no me he atrevido a leerlo —se cruzó de brazos—. ¿Crees que de verdad le guste Cristal? Entiendo que es una mujer demasiado hermosa para ignorarla, tiene su encanto un poco extraño y es divertida. Pero... ¿Gustarle de verdad?

—Eso es lo que no sé, ni creo que él mismo sepa —expresó Anaira confundida—. Pero sabes, pase lo que tenga que pasar, ¿por qué no le ayudas a entenderse? Así tal vez te das cuenta tú también si lo que sientes es real, o solo algo pasajero.

—Me da algo de miedo que no sea tan pasajero lo que siento, pero sí lo que el siente. Aun así —suspiró—, no me quiero quedar con la duda.

Tomó una copa, se la bebió de un trago y se alejó de la mesa rumbo a donde estaban ellos dos. Se integró con tal facilidad a la conversación, que le sorprendió el nivel de control que tenía Camilo sobre sus propias emociones. Allí con ella parecía muy decaído, incluso arrepentido, pero viéndolo de lejos el panorama cambiaba demasiado. ¿Algún día podría ella hacer lo mismo?

Vio, de lejos también, a Luis. Estaba conversando con Alice, ella se veía toda sonrisas y emoción, pero en él había una nota de pesar que no podía ocultar por más que sonriera. Detalló cada vez más la escena, la forma de moverse de ella, el cómo sonreía y sus muy evidentes nervios.

—¿Qué miras, cielo? —indagó Derek, rodeando su cintura con sus fuertes brazos, embriagándose con el aroma de su cabello.

—¿Desde hace cuánto se conocen esos dos? —indagó curiosa—. Luis y Alice.

—Como... cinco años, más o menos, pero nunca han sido cercanos más que saludos y eso —respondió Derek—. ¿Por qué la...?

—¿Ella está...?

—¡Oh sí! —le interrumpió—. Y mucho, me lo dijo hace poco, quiso chantajearme con eso para decirme con quien hablabas el día de la reunión.

—¡Ah, cierto! ¡Celopata! —se burló.

Prefirió dejar el tema ahí, más porque las caricias de Derek sobre su cuello le distraían, que por cualquier otra cosa. Sin embargo, con aquella confirmación ideas locas empezaron a surgir en su cabeza. Tal vez, solo tal vez, aún podía hacer algo por Luis y de paso, por su soplona amiga Alice.

—¿Un brindis, mi cielo? —Derek tomó dos copas burbujeantes recién servidas, dándole una a ella.

—A ver, te escucho —contestó, apoyándose en su pecho en un abrazo.

—Brindo por esa hermosa sonrisa que me enamora todos los días, por nosotros, más por ti que por mí, por tu fortaleza y tu enorme poder para cambiar las cosas, por el amor que te tengo y los estragos que hizo en mi interior —decía con ese nuevo brillo en sus ojos, con una solemnidad que ni el mismo se creía capaz, pero con toda la sinceridad que era posible—, por nuestro futuro juntos, que espero y deseo sea muy largo.

—¡Te amo! —expresó Anaira conmovida.

—¡Te adoro! —depositó un suave y delicado beso en sus labios—. ¿Salud?

—Salud.

Casi de un tirón, Anaira bebió toda su copa y llevó a Derek a la pista de baile donde, con todas las energías que la noche les ofrecía, bailaron muy pegados con algún que otro beso de por medio. Para eso estaban ahí, para disfrutar de la velada y los frutos de su esfuerzo, su trabajo y de ellos mismos. Sin embargo, Anaira no tuvo en cuenta un pequeño detalle. En aquella fiesta, por más dulce y espumoso que fuese aquella bebida, seguía siendo alcohol, y con alto grado.

—Cielo, creo que deberías dejar de tomar —decía Derek, sosteniéndola de la cintura.

—Claro que no, estoy bien, el borracho complicado eres tú, no yo —se burlaba Anaira.

—Pero la que está ebria ahora eres tú, no yo —le contradijo con un suspiro—. ¿Esta es tu venganza, acaso?

—Tal vez sí, tal vez no, pero ni se te ocurra mojarme —le advirtió entre risas, pero rodeó su cuello con seductora lentitud—, aunque no me quejaría si hay besitos y más cositas.

Una vez más acaparó sus labios, degustando el dulce y delicioso sabor de la champaña en su boca. Era una más embriagante, sus labios fríos por la bebida calentaban su sangre y su cuerpo, produciendo un cosquilleo intenso en su interior.

—A casa, en definitiva, estás ebria —aseguró Derek.

—¡Aguafiestas!

Sintió como la llevó con cuidado entre el gentío, la subió a su carro y abrochó el cinturón sobre su cuerpo. Un beso más, solo uno y se iría feliz sin molestar. El alcohol en su cabeza no solo nublaba su juicio, sino que también calentaba a niveles extremos todo su cuerpo. Con ambas cosas haciendo mella en su organismo, ¿qué tanto podía controlarse?

—¡Oye! Esta no es mi casa, ¿qué planeas? —preguntó entre risillas coquetas.

—Dormir, en tu casa no hay nadie, recuerda que Matthew y su hermana están en la fiesta —explicó Derek cargándola en sus brazos—, tú misma la invitaste, ¿recuerdas?

—Tal vez —estalló en carcajadas.

Derek la llevó hasta su cuarto, pensando que lo mejor sería dejarla dormir hasta que se le pasara el efecto.

—¿Quieres café? —preguntó, sentándola en su cama y quedándose en cuclillas frente a ella.

—Quiero... un besito de tu boca —susurró Anaira, acercándose hasta rosar sus labios con los de él.

Cegado por aquello, solo se dejó seducir por el sabor de su boca, el aroma que desprendía y las suaves caricias con las que recorría su rostro. Él, por más que tratara de contenerse, no podía controlar los impulsos que su cuerpo le exigía. Acarició sus piernas, subiendo por ellas mientras subía la falda de su vestido. Apretó, con cierta delicadeza, sus tersos muslos haciéndola jadear. Solo ese sonido lo trajo de vuelta al mundo, sacándolo de la nebulosa de deseo en que se sumió.

—¡An, mi vida, estás ebria! —susurró sobre sus labios—. ¿No quieres dormir, tomar un poco de café antes?

—No, quiero estar contigo, quiero ser tuya —susurró de vuelta, desviando sus labios a su cuello—, hazme el amor, Derek.

Quería, por supuesto que lo deseaba, pero no en esas condiciones, no así.

—Claro, mi amor, pero no ahora —se alejó de ella por unos segundos, viendo como lo miraba con algo de molestia y tristeza mezcladas—. No me mires así, mi princesa.

—No me quieres —lloriqueó haciendo pucheros.

—Te amo, eres mi adoración —expresó Derek entre risas, enternecido por su expresión—, pero no quiero que después de esto te arrepientas.

—No lo haré...

Le dio un suave beso en la frente y empezó a descalzarla, los tacones debían ser algo fastidioso. Sin embargo, luego de despojarla de aquello, levantó uno de sus pies colocándolo bajo su barbilla. De esa manera, alzaba un poco su cabeza para que quedara su atención fija solo en ella. Una imagen más que cautivadora: Anaira sonriendo y mordiendo su labio inferior, tan seductora como tierna.

Una vez más, ese descontrol se apoderó de él por lo que se vio pegado a sus labios con tanta pasión, tanta calentura burbujeando en su sangre. Se subió sobre ella, recostándola en la cama mientras el beso subía a nuevos niveles. Ella acariciaba sus hombros, él recorría la piel de su abdomen, ella desabotonaba su camisa y él mordisqueaba su cuello arrancando más jadeos.

Una vez más, levantó su mirada sobre ella: su rostro sonrojado, un par de marcas en su cuello por los cuales le regañaría, sus delicioso labios rojos e hinchados y sus ojos dilatados por el deseo. Lo quería desesperantemente, tenerla entre sus brazos y sentir su piel desnuda, pero sabía que no era el momento.

—No me hagas las cosas más difíciles, ¿sí? —suplicó Derek, acariciando su rostro con dulzura—. En este estado no tienes control de ti misma, sé que te arrepentirás de esto mañana y no quiero que eso afecte nuestra relación.

—Pero yo quiero hacer el amor contigo —insistió.

—Yo también, te deseo con todas mis ganas, pero más que eso te respeto y te amo —contestó con seguridad—. Cuando lo hagamos quiero que sea algo especial para los dos, que seas consciente de lo que haremos y que disfrutes. Será nuestra primera vez y quiero que sea perfecta, ¿sí?

—Y si... —empezó a bajarse las tirantas de su vestido, mostrando la piel de sus hombros y clavícula.

Detuvo sus manos cuando, a pocos centímetros de hacerlo, casi denuda sus pechos frente a él. La tentación estaba bajo sus dedos, bajo aquella mano delicada que pretendía desnudar su cuerpo solo para él. Si lo permitía, estaba seguro de no poder aguantarlo. Por lo tanto, solo dejo suaves besos en su cuello subiendo a su boca, así como también subía las mismas tirantas hasta vestirla por completo.

—No me quieres, Derek, solo dilo —lloriqueó, dejando salir un par de lágrimas.

—Te amo, eres el amor de mi vida —le dio un suave beso.

Se levantó con cierta duda, pero prefirió ir a la cocina y preparar algo de café para ambos, así tal vez algo de control venía a ella. Al regresar, estaba sentada en su cama de brazos y piernas cruzadas, mirándolo con mucho enfado, pero sin dejar sus tiernos pucheros de lado.

—¡Tengo hambre! —exclamó.

—Toma un poco de café —dijo entre risas.

Se lo bebió con lentitud, buscando entre veces el camino a su boca y el calor de su cuerpo. Pero con suaves caricias, él usaba toda su voluntad y detenía sus intentos.

—¡Tengo frío! —volvió a quejarse.

Le buscó una de sus camisas de algodón, una tela gruesa y bastante cómoda que podría usar como pijama. Dada su baja estatura, esta podría ser incluso un vestido para ella. Y hablando de ello, vio como con tortuosa lentitud y sensuales movimientos, se despojaba de su vestido quedando en ropa interior, un conjunto de encaje azul claro que resaltaba el color de su piel. La suave y deliciosa piel que, muy a su pesar, le llamaba a acariciar y besar sin control.

Aun así, se acercó a ella con camisa en mano y cerró los ojos de la lujuria dentro de él. Se lo colocó pese a sus reclamos, sus quejas de niña berrinchuda y caprichosa. Era una ternura, pero una muy caliente que podía hacerlo pecar, así que representaba un peligro para ambos.

Sin embargo, después de un rato de risas y más quejas, se quedó profundamente dormida en sus brazos. Abrazándola y pegándola cada vez más a su cuerpo, se durmió sintiendo el aroma de su cabello.

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El delicioso aroma del café recién hecho la despertó, estaba en una amplia y cómoda cama que no era la suya, pero que igual reconocía como si viviera allí. Estaba en casa de Derek. De sopetón, las imágenes de sus berrinches y reclamos lujuriosos llegaron a su mente, sintiéndose la mujer más tonta y ridícula del mundo. Sin embargo, una sensación más cálida invadió su corazón y todo su cuerpo.

Derek estaba en la cocina, el desayuno casi listo y su dulce damisela despierta esperando por él. Ella, de puntillas, abrazó su espalda desnuda pegando su nariz a su piel.

—¿Cómo te sientes, mi cielo? —indagó Derek, dando la vuelta para abrazarla.

—Bien, dormí muy rico —contestó sin levantar su rostro, estaba avergonzada—. ¿Y tú que tal dormiste?

—Mejor que nunca, como siempre duermo cuando estás conmigo —expresó, dando suaves besos en su cuello.

Con lentitud, levantó su rostro hasta conectar sus ojos a los de él. Esa oscuridad que vio en sus ojos alguna vez, había sido remplazada por un brillo cálido e hipnotizante. Y ella caía rendida ante ellos.

—Jamás pensé que diría esto, pero... Me enorgullece tu autocontrol —dijo Anaira—, aunque haya sido tan exasperante, no te aprovechaste de eso. Me sorprendes, y estoy tan orgullosa de ti.

—Eras toda una ternura, una muy caliente y caprichosa, pero ternura a todas estas —se burló, dando un beso en sus labios.

El beso fue expandiéndose y creciendo, abrazándola por la cintura y subiéndola al mesón para hacer más fácil la batalla que sus labios tenían. Las manos de ambos ya no conocían de límites, recorrían lo que podían y se deleitaban con la suavidad de sus pieles.

—Cariño, creo que... —jadeó Anaira— podrías ayudarme en algo, súper sencillo.

—Lo que quieras, mi amor.

—No me alcanzo la espalda, ¿sabes? —dijo ella, mirándolo con malicia—. Tendrás que encargarte de ayudarme con eso al bañarme, ¿me acompañas?

—¿Segura? —exclamó sorprendido.

—Totalmente, me muero de ganas —susurró, sellando aquello con un candente beso que, a casi tropezones, los llevó a la ducha por un par de horas.

Ya no había alcohol, estaban ambos en sus cinco sentidos y son adultos que se aman sin reparos. ¿Qué más podía pasar?

Llegó el momento de hacer la lloracion

¿Por qué?

Porque... Colorín colorado, este cuento ha «terminado».

¿Que les pareció?

¿Les gustó el final?

¿Personaje favorito? ¿El menos favorito y por qué Tamara?

¿Escena favorita?

Espero les haya gustado tanto como a mí, una historia que no estaba en mis planes, pero que me sorprendió demasiado con los resultados.

Los amo mis pulguitas.

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