6
Por primera vez desde que empezó a trabajar, Anaira lamentó una de sus decisiones. Desobedecer a Derek no era el problema, ciertamente podría hasta disfrutar de ello si lograba darle un poco de su propia medicina. Pero no esta vez, en medio de una reunión de tal calibre en la cual, aunque nadie lo hubiese predicho, estuvo presente el expresidente y fundador de la empresa.
Si tan solo Derek no hubiese sido tan pedante y grosero al dar su orden, ella se habría molestado menos y tal vez, seguir sus indicaciones al pie de la letra. Sin embargo, la misma rabia le dio el valor de exponer sus ideas. Sabía que era arriesgada, pero no estaba viendo más soluciones al problema.
Habló, vio la ira arder en los ojos de Derek y se arrepintió casi de inmediato. Ya no había marcha atrás, pasó de tener una semana a solo unas horas de trabajo. Hasta que...
—Míralo de esta manera, tienes terminantemente prohibido despedirla, ¿entendido?
Escuchar esas palabras de la voz del mismísimo Daniel Fox, le llenó de un orgullo que jamás en su vida había sentido. La había tenido en cuenta y dado importancia, más que eso, le estaba dando cierto poder que no dudaría en usar. En especial, después de oír la insistencia de Derek por sacarla de la empresa aún después de, como dijo Noa, hacer su trabajo.
De todas formas, lo quiera o no, había llegado el momento de ponerse serios en el asunto y esperaba que Derek pensara igual. Si iban a verse las caras por tiempo indefinido, ambos tenían que poner de su parte y dejar esa rencilla infantil de lado. Mientras tanto, no había nada mejor que hacer que poner manos a la obra. Un proyecto le esperaba.
—Espero estés contenta, Anaira —dijo Derek al llegar a su escritorio, mirándola como si hubiese hecho algo imperdonable—, pero ni creas que por esto puedes hacer lo que te venga en gana, sigo siendo tu jefe y por ende debes obedecerme. Conoces el concepto de la palabra, ¿no? Ponla en práctica a partir de ahora, y no quiero visitas por hoy. De nadie.
Entró a su oficina dando un portazo, echando chispas por los ojos de la rabia e incluso, se lo podía imaginar con facilidad humeando por las orejas como una chimenea. Más que molestarle, le dio gracia verlo de esa manera tan ofuscada y berrinchudo.
—¡Ja! Cómo si alguien quisiese verte ahora —se burló.
Sin embargo, suspiró con pesar sabiendo que sus esperanzas momentáneas se habían esfumado. Derek no estaba dispuesto a dejar a un lado nada, por el contrario, podía estar segura que las cosas empeorarían.
Sin darle más importancia, continuó con su labor hasta llegada la hora del sagrado almuerzo, momento en el que decidió ignorar el ki maligno que salía por debajo de la puerta de su jefe como nube venenosa. Sus malas energías se sentían a kilómetros, o tal vez exageraba con ello, pero era su percepción del humor actual de Derek.
Llegando a la cafetería, el delicioso olor del bufet le hace agua la boca. Sin embargo, la larga fila le da golpes a su estómago. Primer problema del día, tenía mucho trabajo pendiente y ello solo la retrasaba.
—Los milagros existen, sigues viva —se burló Camilo, quien estaba casi al frente de la fila.
—Solo porque te extrañé no te voy a acusar, pero deberías compensarlo, ¿sabes? —sugirió, dejando la idea al aire.
—¿Pastica para la chiquita? —sugirió entre risas.
—Eres detestable —replicó dándole la espalda, pero regresando la vista con su sonrisa más tierna—, con pollito y tostadas. Gracias, te quiero.
Se alejó escuchando las carcajadas contagiosas de su amigo, el único que hacía la estancia en ese lugar un poco más llevadera. Viendo la acumulación de personal, decidió apartar una mesa para los dos antes de quedar sin lugar.
—Pastica, con pollito y tostaditas para la niña —volvió a burlarse, llegando con los almuerzos en una bandeja.
—¿Mi puñito también lo quieres? —amenazó Anaira con su más amplia sonrisa.
—¿Quién te ha convertido en un ser de violencia?
—¿Quién crees? —preguntó con obviedad, provocando risas cómplices.
Mientras almorzaban, platicaban sobre los avances en sus labores, siendo Camilo quien más aportara buenas noticias al tener un equipo bastante unido. Pese a ser prácticamente un área nueva en la empresa, se estaban desenvolviendo con mucha facilidad y eficiencia. En especial, con el proyecto en curso y con nuevas direcciones.
—¿Se puede? —indagó Alice— Las mesas están llenas.
—Claro, adelante —contestó Camilo, siempre caballeroso.
—Felicidades, Anaira, y mi sentido pésame de paso —dijo Alice con una expresión casi indescifrable.
No sabía si era broma, si iba en serio o era una mezcla entre ambas. Y más importante, no estaba segura de cual era menos peor.
—¿De qué me perdí? —preguntó Camilo con curiosidad.
Llegó su turno de hablar, contando detalles de la reunión y todo lo que escuchó casi por accidente después de ello. Con cada palabra, veía la emoción brillando en el rostro de su buen amigo extrañándose por ello, porque debería ser ella quien debería estarlo y no él. Aun así, aquello le enternecía y le llenaba de ternura. Algo dulce después de una mañana amarga.
—En resumen, mi jefe me odia, yo lo odio, tengo un proyecto de gran magnitud entre manos y soy técnicamente la protegida del presidente —enumeró tan casual que parecía hablar de alguien más—. ¡Ah! Y aun no cobro mi primera quincena, súper tranqui. ¿Me prestan dinero?
—Diciéndolo así no sé si felicitarte o aconsejarte, y tampoco tengo plata —se burló Alice.
—¿Debo preocuparme? —inquirió Camilo— Lo bueno es que te seguiré viendo, ¿cierto?
—¡Aww, tan tierno!, pero sí, me tendrás por un largo tiempo —añadió entre risas—. Y hablando más en serio, necesito consejos para no matarlo.
—Dale chance, Derek pasó por un muy mal momento antes que llegaras así que... tal vez cree que puede pasar lo mismo, no sé —contestó con algo de pesar—. Además, tampoco es que le haya ido muy bien los últimos días, ya te habrás dado cuenta de eso con las reuniones y por Daniel.
Por alguna razón recordó su primer encuentro, aquel tropezón que le hizo odiarlo sin siquiera saber que sería su jefe. ¿Eso fue culpa de alguna discusión con su padre? Podría entender su rencilla, podría incluso aceptarle que esté constantemente de mal humor por estrés al no tener asistente, pero nada de eso justificaba su mala educación ni mucho menos la forma en que la trató ese día. Desquitarse con otros no le soluciona nada.
—Sí, eso lo sé, pero sigo sin saber qué pasó con la secretaria anterior, no hay nada en los reportes.
—Bueno, no puedo decir todos los detalles porque me metería en problemas, pero sí te diré que fue por temas amorosos —concluyó.
—De ninguna forma será este mi caso, y creo que él lo tiene más que seguro —expresó Anaira con desagrado.
Y más que desagrado, la idea le parecía lo más absurdo que había escuchado. Se preguntó, ¿qué clase de loca se enamoraría de una persona tan grosera, mal educada y narcisista como Derek Fox? Quitando su fortuna y apariencia, no quedaba más que un ser sin atractivo ni cualidades positivas.
Anaira sabía lo que quería, como lo quería y en qué momento podría empezar a buscarlo, y Derek no poseía ninguno de sus requisitos. En pocas palabras, no era su tipo amoroso. Además, ya tenía un candidato más que perfecto en la mira. Pero con calma, todo a su debido tiempo y sin prisas.
Regresó al ruedo con un poco de mejor humor, no el que esperaba después de una grata conversación, pero por el momento debía conformase con ello.
El primer informe oficial sobre los detalles del proyecto estaba casi listo, solo faltaba una revisión más y sería enviado a Derek y presidencia. Ya estaba aprobado, pero siempre era bienvenida una revisión adicional por los jefes, aunque sabía que la opinión de Derek no sería buena dadas las circunstancias. Pero no le importaba, ni se dejaría afectar por él.
—Necesito ver a Derek, ¿está? —indagó con altanería.
Frente a ella, con porte seguro y engreída, se encontraba una mujer bastante tractiva y de buena figura. Más que buena si debía ser sincera, piel trigueña y de aspecto suave, alta y de curvas marcadas, un cuerpo bastante proporcionado y natural. Por si fuera poco, sus ojos claros y labios carnosos terminaban de adornar un rostro igual de bello, dignos de pasarela.
Sin embargo, toda esa belleza se opacaba con las vibras desagradables que desprendía con solo haber pronunciado una oración. ¿Es que acaso las personas estaban olvidando lo que es saludar o los buenos modales? ¿A quién le recordaba?
—Buenas tardes, señorita —saludó Anaira, tragándose lo que en realidad quería decir— ¿En qué puedo ayudarle?
—¿No escuchaste? Quiero ver a Derek, llámalo —insistió cada vez más altanera.
—Lo siento, pero el señor Fox no se encuentra en el momento, si gusta puede...
—A ver niña, primero, no eres quien para darme ordenes —hizo una pausa mirándola de arriba abajo con desagrado—, y segundo, sé que está en su oficina, tengo una... entrevista.
El estómago le empezaba a arder, el malestar que aquella muchacha le causaba terminaba por dañar su día. Respiró profundo y se calmó, lo que menos quería era a dos insoportables gritándole. Por primera vez, iba a obedecer las exigencias de Derek. No dejar entrar a nadie.
—¿Podría darme su nombre? —solicitó con Calma.
—Tamara Benavides, soy periodista —recalcó con ahínco.
—Ok, señorita Tamara, agendaré una cita con el señor Derek lo más pronto posible, para ello...
—¿Agendar? —gritó con rabia— ¿Es que no sabes quién soy? No necesito agenda para ver a Derek, niña. Que seas nueva no significa que puedas darte el lujo de hacer todo mal, niñita inútil.
La ira estaba por estallar en su interior, podría contenerse con Derek porque estaba obligada a ello, pero no con ella, con Tamara. Y al repetir su nombre, sentía que debía recordar algo sobre ella. Pero, ¿qué?
—Con todo respeto, señorita, puedo darme el lujo de decir que soy una asistente bastante eficiente y por ello, porque manejo la agenda del señor Fox, le aseguro que no hay ninguna cita reservada a su nombre. Así que le pido el favor de bajar la voz, calmarse un poco y esperar. ¿De acuerdo?
La miraba con expresión de total asombro, sonriendo con aires de indignación e incredulidad. Al parecer, no estaba acostumbrada a recibir tal negación y como niña caprichosa que parece ser, hacía de ello un berrinche total.
—¿De qué agujero te sacaron, por Dios? —replicó indignada— Mira, niñita, para tu información puedo hacer que con un chasquido de mis dedos te saquen a patadas de aquí, así que no me provoques. Agradece que estoy de buen humor, de lo contrario ya estarías fuera de ese escritorio.
—¿Hará que me despidan? —se burló Anaira.
—Sí, ¿o estás sorda?
—Suerte con eso, linda —contestó entre risas.
—¿Quién te crees que...?
—¿No puedo tener un poco de silencio acaso? —reclamó Derek enfurecido, asomándose por aquella puerta.
—No estaba, ¿verdad? —replicó Tamara con sonrisa triunfante.
Anaira no pudo más que mirarlo con expresión acusadora y poner los ojos en blanco, tanto alboroto para que sea él mismo quien tire por la borda su propia exigencia. Este, por su parte, solo le dio la razón al mostrarse arrepentido de haber salido de su escondite.
—Hola, guapo —expresó Tamara excesivamente coqueta.
Se acercó a Derek con un suave contoneo de caderas, revoloteando de aun lado a otro los pliegues de su vestido escotado. Y con exagerada intensidad, se lanzó a los brazos de este devorando su boca cual delicioso manjar. Sin embargo, dicha escena solo le causó asco y vergüenza ajena.
—Tamara, contrólate —exigió con seriedad, despegándola de su torso.
—No seas así, bebé —hizo un puchero sugestivo—, solo vengo por nuestra entrevista.
—Está bien, entra —dijo a regañadientes.
Esta, justo antes de entrar, regresó la mirada hacia Anaira solo para lanzar esa sonrisa de superioridad que odió de inmediato. Con su expresión más contrariada y asqueada, observaba a Derek haciendo mil preguntas sin siquiera abrir la boca.
—Solo... no dejes que nadie más venga —exigió.
—¿Igual que ahora? —le reclamó.
—Solo obedece, ¿quieres? Estaré ocupado —y cerró la puerta con un portazo.
Gruñó para liberar un poco la frustración, la rabia que Tamara le provocó iba más allá que un simple malestar. Era grosera, antipática y caprichosa, toda una combinación de muerte. Y, con ello recordó de donde parecía conocer el nombre, aquella lista que Derek le había dado los primeros días y que Alice había modificado para su mejor comprensión.
Las Moiras, tres nombres encabezados por el de ella estaban subrayados en rojo. No sabía aún cual era la verdadera relación de estas con Derek, o el porqué del apodo, pero ya estaba empezando a entender las razones de evitarlas. Incluso el mismo Derek las había marcado como indeseables, o por lo menos al recibir las llamadas y mensajes.
Pero si las debía evitar, ¿por qué le fue tan fácil atenderla? Incluso, pese al escándalo formado hace solo un par de minutos, no mostró molestia ni desagrado hacia Tamara, más que un simple arrepentimiento por haberse dejado ver.
—¡Derek!
Y con ello entendió el porqué de todo eso, respondiendo, además, a todas sus dudas anteriores, deseando no haber tenido dichas respuestas. Aquel fue solo la primera de muchas exclamaciones, la mayoría con palabras obscenas y cargadas de erotismo.
Podía ser su jefe, hijo del dueño y heredero de la empresa, pero por más exigencias que quisiera imponer no estaba para aguantarse sus espectáculos. Con asco, se retiró con suma rapidez a la sala de trabajo para empleados. Allá, por lo menos, podría estar más tranquila que en aquel lugar escuchando como su jefe tiene relaciones sexuales, en medio de un horario laboral y en su propia oficina.
—Realmente el colmo —replicaba indignada—, y asqueroso.
No podía sacarse de la cabeza aquellos gritos, sentía que el estómago se le revolvía de asco y podría vomitar. En momentos así, deseaba poder olvidar cosas o que existiese algún aparato que cumpliera esa función, como el neutralizador de los hombres de negro.
—Daría una fortuna por uno de esos ahora mismo, Dios —se quejó para sí misma.
La sala estaba un poco vacía, algunos empleados de diferentes áreas se encontraban en los diferentes escritorios usando los equipos portátiles que dejaban a su disposición. Apenas era solo la segunda vez que entraba, pero le reconfortaba un poco la comodidad que apreciaba y ciertamente, era lo que más necesitaba. Además, un café no vendría nada mal para pasar el mal sabor.
—Dale chance... Sí, claro, para usar la oficina de motel —se quejaba entre susurros.
—¿Muy estresante ser asistente de Derek? —indagó alguien en tono burlón detrás de ella.
Por la impresión casi derramó el café a medio preparar, sorprendiéndose aún más al encontrar frente a ella a Noa, el presidente. ¿Qué hacía la persona más importante de toda la empresa en ese lugar?
—Señor Fox, mil disculpas, yo...
—Tranquila, no debí asustarte, no te preocupes —le interrumpió en tono tranquilizador—. Más bien dime, ¿Cómo has estado? Sé que trabajar con mi hermano es difícil, y más en tu posición actual.
La duda brillaba en su rostro, indecisa en contestar o solo mentir para no llevarse un regaño peor de Derek. Era lo último que deseaba.
—Puedes estar tranquila, nada de esto lo sabrá él —agregó Noa al notar su duda—. No se está comportando como un idiota, ¿verdad?
—Defina idiota —se limitó a decir.
Sabía que era mayor que Derek, alrededor de unos treinta y tantos años, casado y con una bebé en camino. Aun así, sus cálidas expresiones y sonrisa le daban aires más jóvenes. Era muy apuesto, tanto como su hermano.
Tenían su parecido, pero contrario a este, Noa era más delgado sin dejar de estar bien marcado, notándose en la firmeza de los músculos de sus brazos. Sus ojos eran más expresivos, cafés claros y brillantes. La diferencia de actitudes se marcaba bastante, incluso en su propio físico.
—Desde ya me disculpo por él, nunca ha sido muy... carismático con las personas, siempre tan temperamental y poco amable —expresó con un suspiro—. No lo justifico, claro, pero trato de corregirlo.
—Disculpe mi atrevimiento, pero... ¿Si lo cree posible? —indagó con curiosidad y, sin embargo, él solo estalló en risas.
—Se hace lo que se puede, es cuestión de tener paciencia —contestó entre risas—. A todas estas, ¿en que anda el señor mal carácter?
—El señor Derek... está... en una reunión privada —balbuceó nerviosa.
La situación se estaba tornando crítica, no sabía qué sería capaz Derek de saber que, por su culpa, lo descubrieran en aquellas fachas en su oficina. ¿Debía mentir por él y regresar a su puesto, aunque aquel escandalo le causara asco y repulsión?
—¿Qué clase de reunión privada? —indagó Noa curioso.
—¡Eh!... Una de... Con... —titubeaba cada vez más nerviosa.
—¡Ay, no puede ser! —expresó Noa con vergüenza— ¿Cuál de las tres es?
—¿Tres? ¿Hay más? —exclamó Anaira horrorizada.
—Lamentablemente sí, cada una peor que la otra —comentó con decepción—. Si es «entrevista», debe ser Tamara, nunca le ha hecho una en realidad, no verbal claro.
—¿Cómo?
La sorpresa en ella era indiscutible, y la vergüenza en él lo era más todavía. Asumir las desfachateces del vicepresidente, en una compañía tan importante como Fox Technology, era más que humillante.
—Así es, por desgracia no es la primera vez que ese irresponsable hace esa gracia —explicó con fastidio—. En todo caso, discúlpame por hacerte pasar por esto. Es algo incómodo, de verdad.
—Con respeto, señor, no debería disculparse por las cosas que haga su hermano, está demasiado viejo para que otro asuma su responsabilidad —dijo Anaira tomando valor.
—Me agrada tu sinceridad, supongo que por eso no le agradas mucho —se burló.
—Ni el a mí, téngalo por seguro.
—Créeme, es mejor para ambos que así sea y para mi paz mental, de paso —exclamó Noa.
Al igual que ella, preparó un café expreso y cargado en completo silencio, tratando de pensar en su próximo movimiento y el qué hacer de ahí en adelante. Ya no era la única con aquel conocimiento, pero tampoco desea volver y soportar ese escándalo.
—Por cierto, si quieres puedes quedarte un rato más aquí —añadió Noa con calma—, mientras tanto iré a dar una vuelta por ahí, no sé, tal vez a vicepresidencia.
—Pero...
—Tranquila, será solo cosa mía para ver cómo sigue después de la reunión con papá —le interrumpió con gesto tranquilizador—. No tienes que preocuparte, Anaira, no puede despedirte, aunque quiera hacerlo.
Se había jurado cientos de veces que, aunque la tentación le grite al oído, no volvería a usar su oficina para divertirse con ninguna de sus «amigas». Pero incluso el más fuerte caería cuando esta misma se ofrece en bandeja de plata, aún más después de cargar con tanto estrés las últimas semanas. Necesitaba liberarse, no hallaba mejor manera que aquella y su voluntad no daba para negarse.
—¡Derek, sí! —gritaba Tamara con cada embestida.
No era la primera vez que pasaba justo allí, encima de su escritorio en medio de su jornada laboral, pero sí estando con ella. Las anteriores, solo fueron errores que llevaron a un sin número de desastres. Patricia, su anterior asistente.
A diferencia de ella, Tamara era más sexy y menos complicada. No mezclaba sus encuentros con romance, sabía qué le gustaba, podía complacerlo a la perfección, podían trabajar juntos sin ningún problema y por esas razones, era de las pocas que podía y quería frecuentar.
¿Qué más podía pedir?
—¿Se puede? —indagó Noa entrando abruptamente.
La respuesta llegó de inmediato, privacidad.
—Noa, maldición, ¿no podías tocar? —reclamó Derek furioso, tratando de cubrir el cuerpo semidesnudo de Tamara.
—Repíteme a qué habíamos llegado cuando sucedió el despido de Patricia —replicó este—, parece que hay que refrescarte la memoria.
—¿Siquiera puedes mirar a otro lado por un momento? —exigió— Ella necesita cambiarse.
A regañadientes, Noa se giró mirando la puerta de madera tallada, tan interesante como el espectáculo que acababa de dar Derek. Escuchaba por lo bajo las maldiciones de Tamara, las quejas de Derek y el descaro de ambos por creerse las victimas en aquella situación.
—¿Qué es lo que quieres? —indagó Derek con fastidio— Cualquier cosa pudiste llamar, enviar un mensaje con Alice o solo comunicarte con Anaira, para eso está. ¿No insististe en dejarla ocupar su cargo? Deja que haga el trabajo entonces.
—A ver, Derek, hermanito —respiró con calma girándose para encararlo—. Anaira no tiene nada que ver en esto, si estoy aquí es porque decidí dar una vuelta por mi empresa y ver como seguías después de tu discusión con papá, pero como no vi a nadie allá afuera me pareció algo extraño. Y ya veo la razón.
—¿Cómo que no está? ¿Aun así quieres que siga trabajando aquí? —replicó cada vez más enfadado.
—¿Querías que se quedara a escuchar el escándalo de tu amiguita? —refutó subiendo de tono su voz— No seas cínico, Derek, ya habíamos hablado de esto miles de veces antes. La oficina no es motel, si quieres seguir en esos juegos no es mi problema, pero no aquí. ¿Cuándo madurarás y entenderás eso? No eres un adolescente con las hormonas alborotadas.
—¿Ahora me darás clases de ética y moral?
—Si es necesario... —hizo una pausa notando que Tamara había estado más que silenciosa— Y usted, señorita Tamara...
Se cruzó de brazos, mirando por detrás de Derek el cómo se removía tratando de acomodar su vestimenta, acomodar su cabello y tratar de aparentar la calma que no sentía.
—En vista que él no quiere entender, le pediré encarecidamente que sea usted quien evite este tipo de inconvenientes —exigió con autoridad—. De lo contrario, y sin importar lo que diga o haga Derek, me veré obligado a tomar medidas más estrictas en el asunto. ¿Quedó claro?
—No puedes...
—Claro que puedo, es mi empresa y como tal se respeta —le interrumpió con molestia, haciéndola callar y refugiarse en Derek con temor—. Si usted no quiere hacer lo mismo con su integridad, es su problema y tampoco me interesa. Pero aquí no quiero más escándalos de este tipo, que se la última vez que suceda. Para eso hay lugares, sus departamentos incluso.
Ambos quedaron en silencio, sabiendo que cualquier otra cosa que digan más que ser inútil, será usado para hundirlos hasta el fondo. Sin embargo, para Derek no había más culpable que Anaira, de no haber dejado su puesto nada de eso hubiese pasado. Su culpa, no, pero ella pagaría.
—¿Quedó claro? —insistió Noa.
—Sí, está claro —aceptó Derek a regañadientes.
—¿Y usted, señorita Tamara? Está inusualmente silenciosa, no me diga que le dio pena hablar —se burló Noa— ¿Le quedó claro o quiere que se lo repita?
—Sí... señor, quedó muy claro.
—Perfecto.
Este Man se pasa de vrg
Sorry, hay niños.
Se pasa de pito 😂
¿Que opinan hasta aquí?
Se siente la tensión en el aire, mejor alejen los cuchillos de Anaira porque... Jummm...
A veces se olvida que matar es ilegal.
¿Y si le enseñamos a esconder cadáveres?
Den ideas 😂
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