5
A pesar de tener un amigo bastante extrovertido, fiestero y popular, nunca fue de las que iba a fiestas o discotecas, aunque el mismo la invitara. Pero necesitaba distraerse, estaba demasiado estresada y sabía que le faltaba un largo camino por recorrer. Sin embargo, el dolor de cabeza que le despertó estaba en otro nivel de pesadilla. La resaca era de infarto, estaba mareada y tenía el estómago revuelto. Y, aun así, no se arrepentía de nada.
—¿Sigues con vida? —preguntó Matthew burlón.
—No grites —se quejó Anaira, escondiendo su rostro bajo la almohada.
—Estoy hablando en mi tono normal, ¿qué más quieres? —continuó con las burlas.
—Susurra o cállate mejor —replicó.
—Sal, te preparé un caldo para esa resaca.
Se levantó con pesadez, arrepintiéndose de inmediato y culpando a Matthew por ello. Sentía que todo le daba vueltas, el suelo tenía más ondas que el mar, y las estrellas del firmamento habían bajado para decorar la habitación. Cerró los ojos y respiró con pausas, calmando no solo el revoltijo de su cabeza, sino el de su estómago. A duras penas, pudo contener las arcadas.
Después de una muy forzada ducha, varios intentos de liberar el alma por la boca y aclarar un poco su visión, salió a la sala solo para tirarse en el sofá como le era costumbre.
—¿Recuerdas lo que pasó ayer? —indagó María José curiosa.
—Tengo resaca, no amnesia —contestó con voz rasposa.
—Entonces recordarás a este papito rico, ¿cierto? —con júbilo mostró un corto video de ella bailando muy acaramelada con Luis, para después comerse a besos.
Todos los colores se le subieron a la cabeza, no esperaba tener evidencias de su falta de juicio de la noche anterior, aunque tampoco le extrañaba conociendo como son sus amigos en realidad. Recordaba todos los detalles, cada cosa que hizo y dijo, hasta el más mínimo detalle incluso de su apariencia. ¿Cómo olvidar semejantes ojos tan hermosos?
—Todo un bombonazo —suspiró con una sonrisa pícara—, que suerte tienen algunas.
—Eres el colmo —le reprochó, tomando su caldito mata-resacas mientras trataba de ignorar el video que se reproducía una y otra vez.
—Yo no besé a alguien que recién conocí en una discoteca, y que probablemente no vuelva a ver en la vida —canturreó entre risas—, aunque siendo sincera espero no sea tu caso, porque ajá. Sería un completo desperdicio, y complemento para tu reciente mala suerte.
—¿Por qué ustedes están bien y yo me veo demacrada? —replicó Anaira ignorándola.
Ambos estallaron en risas, tratando de bajar el volumen de sus voces al darse cuenta de las expresiones de dolor de Anaira, tapándose los oídos con fuerza para mitigar el dolor de cabeza.
—Llevamos años aquí, tenemos calle —contestó Matthew con malicia.
—Alcohólicos de porquería.
—Sí, como sea, tomate esta pastilla y ve a morir al cuarto, no quiero cadáveres en mi sofá de la suerte.
Agradecía que tan solo fuese domingo, pero maldecía la falta de una semana entera de festivos seguidos para no tener que verle la cara a Derek. Por el momento solo le quedaba recostarse, tratar de sobrevivir el día y estar sana para afrontar la pesadilla que le esperaba en la mañana. Sin embargo, el zumbido de su teléfono no le dejaba en paz. Con frustración, lo tomó esperando mandar al demonio a quien sea.
(L) Buenos días, preciosa. Espero la resaca no me haya borrado de tu memoria, pasé una linda noche contigo y tus amigos, claro. ¿No volveremos a ver algún día?
Una solicitud para seguirle en redes sociales y aquel mensaje de texto había hecho tal escándalo, pero toda la molestia había pasado al olvido cuando reconoció ese bello rostro en la foto de perfil. Era Luis.
(A) Buenos días. Aún te recuerdo, no te preocupes, pero gracias por la preocupación. Y sí, sería interesante volver a vernos algún día.
La sorpresa había despejado todos sus sentidos de golpe, sin terminar de creerse que el interés fuese más allá de una noche de baile y alcohol. ¿Será que este es su golpe de suerte después de una semana entera de sufrimiento?
(L) ¿Qué tal hoy? Claro, solo si quieres.
Se estaba debatiendo entre aceptar o no, dado que aún se sentía un poco indispuesta por la resaca. Y claro está, porque no lo conocía muy bien. Sin embargo, no se sentía temerosa de estar con una persona que finge quien es, él no le daba esas vibras y por ello, solo por lo galante y caballeroso que fue, se decidió.
(A) Está Bien, pero un poco más tarde, ¿te parece? Me duele horrores la cabeza.
(L) No eres de mucho salir, ¿verdad?
(A) Para nada.
(L) Interesante, en ese caso te tengo la solución a tus males para que puedas ir a trabajar fresca como una lechuga. ¿Quieres salir a pasear y luego almorzar conmigo? Hay un centro comercial que renta bicicletas, ¿qué dices? El ejercicio es medicinal.
¿Anaira Baret haciendo ejercicio? Eso muy poco se veía, mucho menos un domingo y en esas condiciones en que amaneció.
(A) De acuerdo, suena interesante.
Respiró profundo y trató de dormitar el tiempo que le quedaba antes de su cita, quedando en reunirse en un lugar bastante público y central. La emoción empezaba a crecer en su interior, provocando un hormigueo placentero en su estómago.
—¿Estás demente? —exclamó Matthew molesto.
—La niña está creciendo —celebró María José.
Se esperaba tal reacción de Matthew al enterarse, por lo que planeó todo un sistema de seguridad para que dejara de molestar y le permitiera salir tranquila. No lo veía como si le pidiera permiso, solo le daba las herramientas para que supiese que estaba bien y solo exageraba.
—Solo iremos a almorzar en un lugar público y a la vista de todos —explicó con calma—. No veo problemas en eso, ¿qué tiene de malo?
—Es un desconocido, solo para iniciar —recalcó con obviedad.
—¿Y cómo lo dejará de ser si no sale con él? —preguntó María José en el mismo tono.
—Tú no te metas, no seas alcahueta —le reprochó.
—Y tú no seas celopata.
—A ver, niños —les interrumpió Anaira—. Sí, es un desconocido, pero ella tiene razón. Al fin de cuentas, todos somos desconocidos hasta que coincidimos en el mismo lugar. Eso pasó ayer, nos conocimos y ahora queremos seguir viéndonos a ver a donde llega esto.
Matthew seguía reacio a aceptarlo, cruzándose de brazos y gruñendo de frustración al saber que no puede controlarla. No tenía malas intenciones, siempre ha querido lo mejor para ella y eso incluía alejar a los idiotas. Y aunque sabía que Luis no había demostrado serlo, era hombre y conocía muchas de sus artimañas de ligue. Seguía desconfiando, pero debía darle el privilegio de la duda.
—Bien, pero quiero saber exactamente dónde estás —exigió.
—Sí, papá, como digas —se burló.
Con ayuda de María José, eligió un atuendo entre deportivo y casual; una licra larga que resaltaba sus amplias caderas, una camisilla en T ajustada y una blusa corta holgada para tapar un poco sus pechos. Atendiendo sus exigencias, se maquilló un poco con tonos suaves y naturales, esperando no sudar demasiado durante su tarde de ejercicios.
—Ve con toda, como una diva empoderada —sugirió María José.
Ignorando aquello, emprendió el camino a su destino. El dolor de cabeza era suave, dos horas de sueño adicionales habían surtido efecto. Sin embargo, dudaba poder comer debido al dolor de estómago, era lo único que no disminuía. Llegó al punto de encuentro, viendo a su alrededor pocas personas circulando inmersos en sus asuntos.
—¿Buscas algo, preciosa?
Distraída como estaba, no sintió en qué momento llegó junto a ella. Estaba igual de atractivo que la noche anterior, y se veía igual de fresco que Mathew y su hermana. ¿De verdad era la única afectada por un par de tragos?
—Mi alma, tal vez —bromeó—, se acaba de ir con el susto que me diste.
—¿En serio? Te ayudo a buscarla —se burló.
—¿Cómo es que te ves tan bien después de tomar tanto ayer? —reprochó Anaira cruzándose de brazos.
—Tengo amigos mala influencia, pero no hablemos de eso, mejor... —se acercó a ella hasta darle un suave beso en la mejilla— ¿Qué tal si te dejas atender por mí? Si no estás recuperada al final de la tarde, dejaré que me demandes.
—¡Trato! —aceptó con gusto, devolviéndole con descargo el beso muy cerca de la comisura de sus labios.
Caminaron un rato por los alrededores mientras veían los aparadores de las tiendas, juguetes y dulces. Conversaban con tanta facilidad, que nadie creería que fuese la segunda vez que se ven. Anaira se estaba convenciendo, en Luis no había nada de qué preocuparse por el momento.
—¿Empezamos con tu recorrido medicinal? —sugirió Luis muy sonriente.
—Te juro qué si esto no funciona, te demando de verdad —le amenazó sin dejar de sonreírle contagiada por su expresión—, a mí nadie me obliga a hacer ejercicio, pero esta vez es necesario.
—Remedio asegurado y verificado por mí —se burló, tomando su mano con suavidad.
Recibieron sus bicicletas y salieron a la ciclorruta, andando despacio mientras se acostumbraba tanto al pedaleo, como al tamaño de la cicla. Desventajas de ser bajita, todas las bicicletas eran muy grandes para ella y se negaba a usar la de niños.
—Odio ser chaparra —se quejó entre lloriqueos.
—Así estas muy linda, no llores —le dijo con dulzura, pero en su rostro se notaba que quería reír.
—Añade una nueva demanda a la lista, por burlarte de mí estatura —replicó con fingida indignación.
Pasaron un buen rato conversando sobre sus vidas, en especial la de Luis, bastante interesante comparada con lo aburrida de su corta existencia.
Sus padres manejaban una empresa de bienes raíces, pero recientemente se habían aventurado a invertir parte de sus ahorros en negocios varios, incluyendo la tecnología. Él, por su parte, también estaba invirtiendo y haciéndose socio en ciertos proyectos empresariales.
—Veintiocho años, A+, heterosensual y disponible por si acaso a alguien le interesa —concluyó con una sonrisa pícara.
—¿En serio? Que interesante... —contestó Anaira— me puedes donar sangre.
—¡Ah! Acabas de herir mi corazoncito.
Más que cansada, terminó con ganas de seguir el trayecto junto a Luis, pero el hambre también los llamaba a parar. Era muy agradable conversar con él, incluso más que eso, se le hacía fácil coquetearle. No lo ocultaría, el interés era mutuo y muy evidente.
Al terminar, la guio fuera del centro comercial buscando un restaurante justo enfrente del mismo. Era mucho más elegante, tanto que se sentía fuera de lugar teniendo en cuenta su vestimenta. Pero el verlo a él tan tranquilo, le daba un poco más de calma y seguridad.
Continuaron la charla, riendo y tomando pequeños tragos de un vino bastante exquisito. Pese a su inicial reticencia por su reciente resaca, el aroma y sabor del mismo terminó por convencerla. Y por raro que parezca, al terminar la velada no sentía ningún malestar.
—Es extraño, casi olvido que tenía resaca hasta que tuve el vino en las manos —exclamó con sorpresa.
—A la orden, ¿estoy fuera de tus demandas? —preguntó entre bromas.
—No, aún falta la demanda por burlarte de mí estatura, de esa no te salvas —replicó siguiendo su divertido juego.
—Permítame compensar mi falta de tacto —dijo Luis, exagerando una reverencia frente a ella—, ¿te llevo a casa?
—¿Estás seguro?
—No tengo inconvenientes, ¿y tú?
—Mmmm... Ninguno.
Estando en el estacionamiento, se apresuró a abrir la puerta del copiloto para que ella entrara. Subió a su carro, brillante y último modelo, deleitándose ahora con su cercanía al abrocharle el cinturón. Podía sentir su aroma, tan fino y masculino que podía embobarla.
En toda la noche había demostrado ser un caballero, pero vaya joyita resultó ser en realidad, superaba todas sus expectativas. Sin embargo, al regresar a casa y despedirse con un suave beso en la mejilla, un balde de agua fría cayó sobre ella al recordar el martirio que le esperaba al despertar.
Evitó la preguntadera de Matthew con la excusa de preparar unos molestos documentos para el trabajo, asunto que era cierto, pero podía esperar a llegar a la oficina. Se encerró en su habitación donde, por obligación, le tocaba aguantar a la acosadora de María José.
Centró su atención en los documentos, cerrando sus oídos con música relajante y esperando a que se diera por vencida. Reportes de quejas por citas incumplidas, llamadas no contestadas y otras tantas anotaciones en las últimas semanas que ponían a Derek en el ojo del huracán, uno llamado Daniel Fox.
De cierto modo se alegraba, por fin un poco de su propia medicina al ser regañado por el presidente y el fundador de la empresa, nada más que su hermano y padre. Al parecer se excusaba con el desafortunado evento de despedir a su anterior asistente, quien por razones misteriosas había descuidado sus labores como apoyo para la vicepresidencia.
Según los papeleos, la chica no presentaba quejas ni reportes, lo que desmerita la versión de Derek. En ese caso, ¿habrá hecho lo mismo con la pobre chica para que deba despedirla? No le era de extrañar, era tan petulante que cualquiera solo saltaría por la ventana de tener que soportarlo por los dos largos años que ella aguantó.
(L) Fue todo un placer pasar la tarde contigo, espero pueda repetirse muchas veces más. Descansa, cariño.
Aquel mensaje interrumpió por un segundo su concentración, tanta que no había notado que la música también había parado. Pero no podía molestarse, no si se trataba de Luis.
(A) Gracias, la pasé muy bien y de verdad funcionó, te contrataré como mi médico personal. Ten linda noche.
Con aquel mensaje en su cabeza, se alistó para dormir y enfrentar a su verdugo al día siguiente. Sintiendo esa emoción, creía ser capaz de afrontar todo. Sin embargo, Derek la sorprende desmoronando sus ilusiones con facilidad.
—Necesito estos informes corregidos y resumidos para dentro de una hora —exigió con solo verla llegar a su puesto—, tenemos reunión general y sí, debes estar de momento.
—Buenos días, señor, enseguida me pongo en ello —contestó, mirándolo con una sonrisa.
Este, al ver su gesto y no la respuesta que esperaba, solo la miró con detenimiento por un segundo y se marchó sin darle demasiada importancia.
—Idiota —susurró para sí mimas—, no sabe ni saludar como se debe.
Dejó sus cosas y fue por un café a la sala de descanso para empleados, notando que había muy pocas personas presentes y la mayoría parecían haber dormido allí.
—An, amor de mi vida, ¿qué tal el fin de semana? —saludó Camilo muy animado, dándole un suave beso en la mejilla.
—Ni te imaginas, hasta ayer fue todo increíble —expresó, mientras esperaba su café.
—¡Vaya, alguien tuvo una buena racha! —exclamó entre risas— ¿Sucedió algo de interés público?
—El chisme mata, pero si lo dices con esos ojitos no puedo negarme —bromeó—. Fuimos a una discoteca a ver si se me quitaba la amargura, y conocí a un chico divino.
—Detalles, por favor —exigió saber—, es cuestión de seguridad, no más.
—Se llama...
Fue interrumpida por el sonar de su teléfono, una llamada de Derek entrante a su número personal era para preocuparse.
—Los informes, Anaira, ¿por qué no estás en tu escritorio? Tráeme un café de paso, y no te muevas de tu puesto —dijo a gritos sin dejarla hablar y colgando al terminar.
—En serio lo odio —suspiró con desgana, preparando una segunda taza.
Regresó casi quemándose las manos, las servilletas se habían acabado y debía volver lo antes posible.
—Su café, señor —anunció, dejando aquel vaso y soplando disimuladamente sus manos—. Tiene una llamada en espera del señor Daniel, dice que es urgente y que no se atreva a rechazarla o será peor.
—Bien, conéctala —gruñó con fastidio.
Salió de allí, no quería escuchar aquella discusión que, por el semblante de Derek, nunca ha sido del todo agradable. Bebió parte de su café, llenándose de energía suficiente para trascribir y corregir cinco páginas en una hora.
—Manos a la hora —se dio ánimos.
Sus manos tecleaban con desespero, moviendo frenéticamente sus ojos del papel a la pantalla para verificar que no existan errores. Debía cuidar mucho eso, y escribir tan rápido representaba altas probabilidades de equivocarse.
—Buenos días, Anaira —saludó Alice asustándola un poco—. Lo siento, ¿muy ocupada?
—No, tranquila, ya casi termino estos informes —contestó con una sonrisa nerviosa—. ¿En qué puedo ayudarte?
—Noa envía estos informes para que Derek los lea, debe tenerlos en cuenta para la reunión y sería bueno que los leas tú también, te traje una copia —explicaba, dejando dos folios en su escritorio.
—Gracias, ya se lo llevo.
—Por cierto, ya me enteré de lo que quiere hacer Derek y créeme, no le conviene por ahora así que tú no pierdas la confianza, ¿vale? —le decía con una sonrisa lastimera— Él puede ser muy quisquillosos y hasta resentido, pero no siempre se deja llevar. Aunque no lo creas, es una buena persona con una reciente y muy mala racha.
Anaira ciertamente dudaba de ello, no por los acontecimientos de la última semana, sino por esos seis meses que le hizo sufrir en la universidad.
—¿O sea que tal vez pueda no despedirme? —sugirió esperanzada.
—Como también puede igual hacerlo, solo debes evitar a toda costa el volver a contestarle, es bastante sensible en ese aspecto —aseguró con gran seguridad.
—Gracias, trataré de hacerlo.
—Suerte, la necesitas.
—Ya está todo listo, los informes y demás reportes están en perfecto orden —expresó con rabia—. Para eso tengo asistente, ella se encargó.
—Más te vale, Derek, estas en la cuerda floja —le advirtió Daniel—. No quiero más errores, o tendré que darle el proyecto a alguien más.
—No se preocupe, no pasará.
Colgó el teléfono sin siquiera despedirse, tal habito nunca se forjó entre ellos ni mucho menos habiendo discutido tan reciente. Le sacaba de sus casillas, siempre le retaba y amenazaba como si no fuese capaz de hacer las cosas bien. Se lo había estado demostrando por años, desde que tomó la vicepresidencia era responsable y cumplido. ¿Por qué no lo veía? Un solo error y retrocedía siete años de progreso.
—¿Los informes están listos? Debemos ir a la reunión en diez minutos —ordenó desde el intercomunicador.
—Listos, resumidos y ordenados —anunció Anaira entrando casi inmediatamente a su oficina—. Además, Alice acaba de traer este informe que debe leer y tener en cuenta para la reunión de hoy.
—Perfecto, más papel innecesario —rechistó entre dientes.
—¿Se le ofrece algo más, señor? —preguntó con expresión dulce.
—Prepárate para la reunión —exigió, mirándola con ojos entornados.
—Con gusto.
Salió caminando con calma, contoneando esas amplias caderas que podría embobarlo, de no ser por su rencilla con ella. Le parecía extraño verla de esa manera, pero sabía que no era más que artimañas para no despedirla. Para él la decisión ya estaba tomada, sin importar que tan bien haga su trabajo estaba inevitablemente despedida.
—Disfruta tu última semana, niñita —se burló con malicia.
Leyó los informes, en especial ese último que le habían enviado. Había muy buenas ideas, otras demasiado controversiales o inútiles para ser tenidas en cuenta, pero con todo ello se dio cuenta que sería complicado elegir una única propuesta. Tal vez dos, según la utilidad que le puedan encontrar, pero sería imposible dar gusto a todos y cada uno de los inversionistas. Problema número uno encontrado.
—Ya es hora, señor —anunció Anaira.
Suspiró y salió con su porte lleno de seguridad, aunque por dentro estaba en llamas de la ira. Últimamente nada salía como quería, mucho menos estas reuniones y el proyecto en sí. Y de fallar en él, quien sabe cuánto no podría perder por parte de su padre.
—Antes de entrar debes entender algo —farfulló Derek deteniéndose en la puerta—, se les permite entrar solo como punto de apoyo y para tomar notas. En tu caso, solo será anotar todo lo que se diga y las decisiones que se tomen, del resto me encargo yo, así que quiero absoluto silencio. ¿Entendido?
—Como usted diga, señor —contestó Anaira entre dientes
—Perfecto.
Al entrar, ya estaban casi todos presentes en la sala, solo él y uno de los gerentes hacían falta. Y en cuanto estos llegaron, las luces se apagaron para dar inicio a una conferencia donde se expusieron a detalle algunas propuestas, solo las que habían sido elegidas con anterioridad por presidencia.
—Debemos tener en cuenta cada detalle, la funcionalidad, utilidad, costo y tiempo de desarrollo —decía Noa con autoridad—. Sin importar que tan increíble sea la idea, debemos optar siempre por lo más rentable.
—¿Cuáles han sido las tendencias en los últimos meses? —indagó Derek— Si se analizan las estadísticas, puede que, de los últimos dos años, podemos intentar predecir cuáles serán las mejores ideas para el próximo año.
—Es cierto, aunque son un poco variables incluso dentro del mismo nicho, siempre se mantiene sobre una misma línea —intervino el gerente de marketing—. Por ejemplo, redes sociales de contenido visual, en su mayoría videos originales creados por los mismos usuarios. Videojuegos interactivos entre jugadores, con alta variabilidad de creación de personajes. Y ciertamente, tenemos propuestas para casi todo lo que hay en tendencia.
—Pero no todo es viable —suspiró Noa estresado—, hay demasiadas ideas y nada concretado.
La reunión iba de mal en peor, la idea era elegir una única opción para el proyecto y en su lugar, estaban cada vez más indecisos dada la gran cantidad de ideas que existían sobre la mesa. Además de eso, dependía también que tanto apoyo de los inversionistas tendría. No lo habían formulado aún, pero en el fondo todos sabían que invertirían siempre y cuando su idea sea tomada en cuenta. Cuestión de preferencias.
—¿Dirás algo, Anaira? —indagó Noa curioso.
Con rapidez, Derek desvió su atención a Anaira a su lado quien, en efecto y pese a la advertencia que le había dado, levantó la mano como si estuviese aun pidiendo la palabra en la escuela.
—Sí, señor, si me lo permite —contestó antes que él pudiese decir algo.
—Adelante.
La miró fijo, con ojos entornados, esperando notara la amenaza implícita en su expresión. Esta, sin dejarse intimidar, solo lo miró por un segundo, antes de respirar y hablar.
—Hasta el momento todas las ideas se resumen en tres tipos; aplicaciones de comunicación y envío de archivos sin uso de internet, juegos online gratuitos con foros de debate y páginas web de debate e investigación —explicaba Anaira con gran seguridad, centrando la atención de los presentes en ella—. Sin embargo, y para mantener a los inversionistas contentos, es posible reunir estas tres características en un mismo aplicativo.
—¿No crees que se hace demasiado complejo y arriesgado? —indagó Derek echando por la borda toda su idea.
—Aún por separado lo serían, dado que ya hay cientos de opciones que ofrecen todos esos mismos servicios, pero ninguna hasta el momento lo hace en una misma —refutó ella con suficiencia, haciéndolo rabiar aún más.
—¿Cuál es tu idea concreta? —volvió a preguntar Noa con más interés.
Derek no podía creer el rumbo que estaba tomando aquello, no solo por su desobediencia sino por la importancia que le daban a su propuesta.
—Una red social que permita la comunicación entre usuarios, crear avatares personalizados para los juegos que tenga integrados e incluso para sus perfiles, con foros de debate separados con etiquetas donde se pueda intercambiar información, conseguir material de estudio —con cada palabra que decía, el interés aumentaba—. Además, se puede monetizar de diferentes maneras, colocando anuncios, venta de accesorios para los diferentes juegos, e incluso membresías para usarla de forma ilimitada sin uso de internet. Inicialmente y como atractivo, se puede programar para que la mensajería sea gratuita.
Todo quedó en silencio, creyendo que con una idea tan compleja como aquella todos desecharían volviendo al punto de partida. Sin embargo, en la entrada de la habitación se escucharon aplausos que sorprendieron a todos. Era Daniel.
—Excelente, bastante creativa a mi parecer —exclamó sonriente—, ¿qué dices, Gerardo? ¿es posible?
—Es un poco complicada, pero sí se puede —contestó pensativo, siendo el director técnico debía sopesar la viabilidad del mismo.
—Es muy fantasiosa —intervino Derek con indiferencia.
—Es una buena idea —añadió Noa—, pero sigue requiriendo de mucho tiempo.
—Y si...
—Y si mejor regresamos a las ideas base, no perdamos más tiempo —interrumpió Derek.
—Déjala hablar —exigió Daniel—, adelante.
Derek bufó, sabiendo que todo ese rollo de su padre haciendo presencia y contradiciendo sus palabras, no era más que parte de su supuesto castigo. ¿Quía poner a prueba su paciencia? Lo estaba logrando.
—Tengo entendido, por lo que leí en algunos informes, que hace un tiempo se inició el desarrollo de una página y una aplicación para móvil que nunca fue terminada, supongo que la interfaz y todo lo que adelantaron sigue existiendo, ¿no? —dijo Anaira, dejando la idea en el aire.
—Nos estaríamos ahorrando casi el 70% del trabajo —expresó Gerardo con diversión—, no recordaba eso, y sí, aún existe.
—¿En ese caso es viable y posible en menor tiempo? —insistió Noa.
—Podemos tener una versión Beta inicial para dentro de un mes, que sería el evento —explicó—, sin embargo y sin importar que elijan, la versión para móvil debería planearse en conjunto más no lanzarse de inmediato. Ay que tener en cuenta primero la aceptación de su versión web, y sí, también se puede programar para uso sin conexión.
—Perfecto, está decidido entonces —exclamó Daniel con regocijo—. Felicidades, señorita, es oficialmente parte del proyecto.
—¡No puede ser! —susurraron ambos al tiempo, Derek con incredulidad y Anaira con asombro.
Asignaron las nuevas tareas para cada departamento; los de sistemas debían desempolvar aquel viejo proyecto que después de todo, tendrá su utilidad; marketing debía seguir analizando el mercado de los videojuegos y redes sociales, cualquier variabilidad en tendencias afectaba; y ellos, por desgracia para Derek, debían profundizar y redactar todos los detalles para la planificación.
Al terminar con ello, una nueva reunión empezó, esta vez de índole más familiar. No quería, estar con su padre en la misma habitación después de aquello, era aún más incómodo.
—Por fin tienes orden, espero no se vuelva a repetir el incidente con tu asistente —advirtió Daniel.
—No te preocupes, no pasará porque no durará mucho en el puesto —soltó Derek, sobresaltando a todos.
—¿En serio sigues con esa idea después de lo que acaba de pasar? —inquirió Noa con molestia— Técnicamente acaba de hacer tu trabajo, ¿sabes?
—¿Y? Sigue siendo una insubordinada, no sabe acatar órdenes sencillas como mantenerse en silencio —replicó este fastidiado del tema.
—Entonces agradezcamos que no lo hizo, de lo contrario jamás hubiésemos podido escuchar su idea —intervino Daniel.
Derek estaba consternado, no podía entender cómo era posible que tomaran tan en serio a una simple asistente, más todavía siendo ella. La necesitaba fuera de su empresa, no cada vez más inmiscuida en sus asuntos.
—La decisión está tomada, hagan lo que quieran con su idea, pero ella se va —aseguró Derek.
—Anaira se queda, quieras o no hace parte del proyecto —demandó refulgiendo en autoridad.
—No puedes...
—Míralo de esta manera, tienes terminantemente prohibido despedirla, ¿entendido?
#ChupateEsaDerek
¿Ya tienen su team definido?
Y los nominados son:
#TeamLuis porque es un amorsh
#TeamMatt porque es el mejor amigo cool
#TeamCamilo porque es un hombre delicioso... Que diga... Tierno.
#TeamDerek porque ajá
Elijan...
Leo sus comentarios
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro