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28

—Qué bueno que llegas, An —expresó Daniel con una sonrisa—, estaba comentándole a Derek los cambios que se harán en la empresa, aunque este cambio ya lo sabía, solo se adelantó.

Sabiendo la relación de ellos dos, la expresión en Derek y el hecho de que él este allí, el miedo empezó a apoderarse de ella. Nada bueno tenía que ser.

—¿Qué cambios, señor Daniel? —indagó con temor.

—Tranquila, cariño, eres una excelente asistente así que tú permaneces aquí, el puesto estás más que asegurado —comunicó sin dejar de sonreír—. No será mucho, solo que desde la próxima semana después del evento habrá una nueva dirección, así que espero seas igual de buena con él.

—¿Qué? ¿Cómo...?

—Vendrá un nuevo vicepresidente, así que espero me dejen todo ordenado y desocupado, él mismo querrá decorar su nueva oficina —se burló con sarcasmo—. Nos vemos después, cuando ya hayas empacado tus cosas, Derek.

La sorpresa de aquello la dejó muda, helada. Sin embargo, en Derek solo podía observar la derrota y la resignación. Al parecer, se había rendido ante aquella situación. Pero, ¿por qué? Ese no era ni de cerca el prepotente y orgulloso hombre que una vez conoció, que volvió a topar y que no había cambiado en absoluto.

El Derek que ella conocía, que le sacó canas verdes y que, por alguna extraña razón, amaba con locura, no hubiese permitido que le quitaran el puesto que tanto ha batallado por años. Mucho menos, se habría dejado pisotear por Daniel, aunque su padre, la persona que menos apreciaba en la vida. Él, el Derek que conoció, habría hecho algo al respecto.

—¿Ya sabías que haría eso? —indagó sobresaltada.

—Sí, desde la última vez que vino —dijo casi en susurros.

—¿Por qué no me lo dijiste? —replicó indignada.

—Para que preocuparte por algo que solo es mi culpa —se encogió de hombros, acercándose cada vez más a ella—, estoy pagando por cada uno de mis errores.

—Pero...

—Solo es algo material, nada de esto me interesa —señaló su alrededor, restándole importancia a todo ello—, de todas formas, sabía que en algún momento iba a pasar.

Estaba tan cerca que sentía su dolor, escuchaba el acelerado latir de su corazón, y podía sentir su aroma llenando sus pulmones. Estaba sufriendo, y ella quizá no podía hacer nada por él.

—Pero sí hay algo que me duele más que todo eso —continuó—, perderte a ti.

—Derek tienes que... —intentó hablar con la verdad, pero...

—Solo escúchame, todo esto que traté de hacer fue por ti, porque sé que siempre fui un imbécil y no hiciste más que abrirme los ojos —le interrumpió, dejando escapar las primeras lágrimas—. Hace siete años casi arruino tu vida, ya lo recordé, y en realidad esas actitudes infantiles no habían cambiado y me pesa no haberlo hecho. Tal vez las cosas ahora fuesen diferentes, tal vez también te hubieses enamorado de mi como yo lo hice contigo. Porque de verdad te amo, An, más que a nada. Y lo siento por Luis, es mi hermano, pero no pude evitar quemarme en mi propio juego.

Jamás había pensado ver tal cosa, Derek llorando a lágrima tendida mientras sostenía su rostro con ambas manos con suaves caricias. Además, la había recordado, y se estaba disculpando por ello. ¿Un error de hace más de siete años? Eso ya era cosa del pasado, este es un nuevo Derek y ella lo aprovecharía.

—No puedo pedirte nada —continuó entre dolorosos sollozos—, no estoy en condiciones de hacer tal cosa, pero sí quiero que puedas perdonarme y no te alejes de mí. Por favor, eso me mataría.

Con toda la dulzura y amor, le dio un cálido y húmedo beso en la mejilla. Se alejó de ella dándole la espalda por un momento, acercándose a su escritorio.

—¿Cuál es la condición? —indagó Anaira, no se quedaría de brazos cruzados.

—¿Para qué? —preguntó confundido.

—Para regresarte tu puesto, ¿puso alguna condición? —insistió.

—¿Quieres que recupere mi puesto? —preguntó aún más confundido, y eso le dolió a ella—. ¿Después de todo?

—Es mejor malo conocido que bueno por conocer —se le ocurrió decir, los nervios le pesaban—. ¿Cuál es la condición?

—Amo eso de ti, ¿sabes? Pero creo que... —dudó— aunque quisiera, cosa que sí hago porque me muero por hacerlo, no depende de mí cumplirlo.

Aquella confesión no la esperaba, ¿qué tanto debía hacer? Por un segundo odio a Daniel, podía ser su protector si quería, pero hacerle eso a su propio hijo era inaudito. De todas formas, muchas de las conductas de Derek eran debido a él y Verena, precisamente.

—¿De quién? —inquirió con temor.

—De ti.

—¿De mí? ¿Cómo? —exclamó confundida.

—El viejo está a harto de mi vida amorosa y solo quiere que me case de una vez —aseguró Derek.

—¿Casarte? Pe-pero... —volvió a exclamar.

—Por eso no depende de mí, con la única persona que quisiera hacer eso es contigo, y no creo que quieras, ¿cierto? —añadió Derek con una sonrisa triste—. Es una pesadilla para ti y no quiero darte más problemas.

Una nueva duda creció en su interior, estaba dispuesta a perdonarlo y darle una nueva oportunidad. Pero, ¿matrimonio? Era demasiado pronto para pensar en eso, demasiada responsabilidad, y muchas cosas que confirmar antes de ello.

Aun así, pese a todas esas inseguridades, tomó el teléfono de Derek y empezó a marcar su número con total decisión.

—An, ¿qué haces? ¿A quién...?

—¿Ahora qué quieres, inútil? —contestó Daniel del otro lado irritado—. Si llamas para que me retracte estás muy...

—Señor Daniel, soy Anaira —le interrumpió con firmeza—, disculpe que lo llame así de repente y habiendo estado aquí hace tan poco.

—An, cariño, discúlpame tú a mí, creí que eras el inútil de mi hijo —se burló y ella se irritó más—. ¿En qué puedo ayudarte, cielo?

—¿Cielo? —susurró Derek a su lado, fastidiado.

—Bueno, quería pedirle un favor bastante grande, a decir verdad —expresó con toda la dulzura que podía impregnar a sus palabras.

—Te escucho, soy todo oídos —dijo con curiosidad.

La expresión de Derek ante las palabras de su propio padre era de puro fastidio, pero no podía dejar de observarla con curiosidad. Y ella, por su parte, se perdía en la brillante profundidad de sus ojos húmedos.

—¿Qué haces? —murmuró Derek observándola con curiosidad.

—Sobre el trabajo de Derek, ¿podría considerar dejarlo en el cargo? —sugirió con súplica—. Así sea con un año de prueba para medir su rendimiento y comportamiento, ya sabe, que no vuelva a las andanzas.

Con la mirada fija en él, las amenazas de sus palabras quedaron impresas en su rostro, sin embargo, este no podía salir de su estupor al escuchar aquello de ella. No era como se lo imaginaba, pero la situación ameritaba hacer algo antes de salirse, aún más si era posible, de control.

—Lo siento, linda —contestó Daniel—, lo haría con gusto, pero hay condiciones que ese debe cumplir para considerarlo. No es que no quiera, es que debe aprender a las malas cómo comportarse, ya no es un niño y por eso...

—Acepto —contestó con seguridad sin dejar de mirar a Derek a los ojos con una leve sonrisa.

—¿Qué? —exclamaron los dos con sorpresa.

—O sea... —titubeó nerviosa al ver la fascinación en el rostro de Derek entendiendo lo que decía— Me refiero a que podría... no casarme ya, eso... puede esperar, es demasiado pronto para considerarlo realmente.

—Eso quiere decir... —Daniel dejó la idea al aire notando cierta emoción en su voz.

—Quiere decir que podría considerar...

—¿Ser mi novia? —susurró Derek lleno de ilusión.

—Ser su novia —terminó ella dejándose llevar por su expresión.

Una vez más las lágrimas invadieron los ojos de Derek, pero contrastaban con la enorme sonrisa y el alivio que su rostro reflejaba. A decir verdad, se sentía como si sus energías hubiesen cambiado de color y olor. Ya no era gris, ahora era brillante; ya no se sentía amargo, ahora tenía un olor dulce y delicioso. Y quería volver a probarlo.

—¿Sabes? Si te soy sincero, pensaba casarlo con quien sea a la fuerza, por lo que noté entre ustedes las cosas no iban bien —explicó entre risas—. Porque claro, ya no estoy allá, pero me entero de todo.

—Espere... ¿quería que se casara conmigo desde un inicio? —indagó sorprendida.

—Claro, nadie ha logrado sacarlo de sus casillas como tú, cielo —y Derek puso los ojos en blanco al escuchar eso—, así que quien mejor para mantenerlo a raya.

—Ok, eso es... interesante. Y entonces... —dejó la frase en el aire.

—Entonces me parece perfecto, regresa al cargo, pero... —advirtió Daniel entre risas— lo quiero oficial sino no hay trato. ¿Vale?

—De acuerdo —aceptó con alivio.

—Llámame más seguido, y si el inútil está cerca, espero que escuché y aprenda cómo se hacen las cosas.

—Viejo... —murmuró Derek, siendo callado por la mano de Anaira en su boca.

Las miradas llenas de amenazas no paraban, estaban logrando algo y él podría arruinarlo con sus imprudencias.

—Claro, estoy segura que aprendió la lección —se burló ella—, esta vez sí y se comportará como el hombre hecho y derecho que se supone es.

—Maravilloso, nos vemos en el evento, linda —exclamó y cortó la llamada.

Anaira se había quedado perpleja por unos segundos al cortar la llamada, no esperaba tal confesión, mucho menos la aceptación a su petición tan fácil. ¿De verdad esperaba que eso sucediera? ¿A dónde se había ido la lógica del mundo? Aun así, si las cosas se pondrían así de serias, ella debía poner los puntos sobre las íes. Le creía, eso era seguro, pero aún debía dejar algunas cosas en su futura relación.

—No te emociones tan rápido, aún hay...

Se vio dulcemente interrumpida por un beso, uno que necesitaba más de lo que creía posible, uno que de todas formas quería dar y recibir, tan tierno y caliente como solo podía dárselo él. Porque sí, Derek no era el hombre frio y calculador que siempre quiso aparentar, por dentro ella pudo ver ese niño dulce que necesitaba compresión y cariño, cosas de las que tanto huía por miedo.

Pero todo eso, esa faceta llena de orgullo y excentricidades esperaba quedara atrás. De ahora en adelante, vería al verdadero y nuevo Derek Fox. Eso deseaba.

—... que hablar... —terminó ella.

—Lo siento, no debí, pero me moría por hacerlo —susurró aún sobre sus labios.

La abrazaba por la cintura con fuerza, apoyados sobre el escritorio e inclinado hacia ella, así poder tener completo acceso a su rostro, sus labios, todo de ella.

—Y no habrá más hasta que le hagas caso a tu papá —replicó ella, interponiendo sus manos por encima de sus labios, acariciando con suavidad sus mejillas—, es oficial o nada. Tu verás.

—En ese caso le encargaré a mi linda secretaria un par de consejos, no sé, tal vez... —depositó en su mejilla un suave beso— algo especial que quiera hacer, un lugar lindo que visitar... —pausó sus palabras para darle uno más— donde pueda decirle a mi linda chaparrita cuanto la amo, disculparme por lo idiota que soy y de paso, proponerle que sea mi novia, porque esposa aún no me deja.

—¿De verdad quieres eso, Derek? ¿Tú, que ni novia pensabas tener, quieres casarte conmigo? —expresó Anaira entre sorprendida, asustada y conmovida.

—Quiero todo de ti, tus besos, tus sonrisas, tus rabietas, todo tu amor, y porque no, tu lindo cuerpo también —aseguró con toda la sinceridad que era posible trasmitir—, y lo quiero solo para mí, no te compartiré con nadie. Llámalo como quieras, noviazgo o matrimonio, pero quiero que seas mía.

—Eres un egoísta —se burló, dándole un suave beso en la nariz—, pero ¿sabes?, tengo una sobrina muy acaparadora.

—No importa, me sé ganar a los niños —añadió convencido.

—Quiero ver eso —reía a carcajadas—, además, tengo un mejor amigo que también es celoso.

—Lo siento mucho por Matt, pero perdió su oportunidad, eres mía y solo mía.

—¿Según quién?

—Según yo —contestó y una lluvia de besos por todo su rostro empezó a caer, mientras ella se dejaba llevar por el momento.

Instantes como ese, tan espontáneos e increíblemente tiernos, era los que más empezaba a gustarle. ¿Quién imaginó que sería así de meloso, de tierno, dulce y amoroso? Por eso dicen que, con la persona adecuada, tus mejores cualidades salen a la luz.

—Aún quiero saber, ¿por qué decidiste creerme? —indagó Derek con curiosidad.

—Ah bueno, hablando de eso, creo que debería también disculparme por... lo que dije en mi momento de rabia —expresó ella con la mirada gacha, aún culpable.

—Nada de eso —dijo Derek con una enorme sonrisa, levantó su mirada hasta conectar con la de él—, era lógico que pensaras eso con todo lo que he hecho, no te culpo.

—Aun así, no estuvo del todo bien, pero sabes, deberías hablar con Luis y disculparte con él —sugirió ella con seriedad, interrumpiéndolo antes que replicara—. Sabes perfectamente que, aunque tú y yo arreglemos este lado del problema, con él la cosa es mucho más seria. Es tu amigo, y aunque siente cosas por mí, te dejó el camino libre y me demostró tu inocencia.

—¿Cómo?

Con asombro, Derek escuchó cada palabra que Anaira decía, explicando el motivo de su reciente salida de la empresa. Una que, en su mente destrozada por el dolor, creía el fin de sus oportunidades. Pero no lo fue, por el contrario, le solucionaría su principal dilema.

—Se lo debes, aunque te haya casi roto la nariz —concluyó Anaira.

—Me lo merecía, la verdad —aseguró—. Y sí, hablaré con él, aunque creo que debe estar odiándome.

—Poco a poco lo solucionarán, pero debes poner de tu parte —aseguró ella—, así como conmigo, pones tu orgullo fuera de ti y hablas con él con nada más que sinceridad. Se lo merece.

—Como tú digas, mi reina —susurró para luego acaparar su boca en un intenso, pero a la vez tierno beso.

La emoción de ambos, la nueva perspectiva del porvenir, todo ello los envolvía en un torrente de excitación que muy poco querían controlar, olvidándose de momento en donde se encontraban. Sin embargo, de los dos Anaira seguía siendo la más sensata.

—¡Ah! —exclamó entre risas—, también deberíamos darle un regalito a tu amiguita, Tamara.

—Si quitas el «amiguita» de la oración, por favor —replicó Derek con fastidio—, ya me harta escuchar ese nombre.

—Eso te pasa por buscar cualquier cosa, ahora sufre —se burló con malicia—, pero sabes, creo que deberías agradecerle un poquito también.

—¿Como por qué o qué? —preguntó confundido.

—Ella misma, en su infinita arrogancia, terminó por confirmar lo que me dijo Luis —explicó con diversión—, dijo que fue el domingo que sucedió todo lo que se ve en los videos, y pues, ambos sabemos que pasó ese día en realidad. ¿No?

—El mejor día de mi vida, hasta ahora.

Dios, el universo y todas las energías que fluyen en el mundo para que las cosa lleguen a donde deben, por primera vez en su vida confabularon a su favor. El alivio había regresado a su cuerpo con solo ver la decisión en los ojos de ella, su dulce y fuerte Anaira.

—Acepto —había dicho.

Y por extraño, apresurado y muy cursi que parezca, se la imaginó diciendo eso mismo mientras sostenía sus manos, con un hermoso y pomposo vestido blanco en el altar, anunciando al mundo su amor. Y por ese eterno segundo, la ilusión cubrió por completo su rostro. Ya no le tenía miedo a nada, ni siquiera al compromiso, porque si era con ella y solo con ella, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa.

Pero aún había cosas por arreglar, como con Luis, por ejemplo. Anaira tenía razón, ella podía perdonarlo, pero él no estaba obligado a eso después de todo lo que había sucedido. Era su mejor amigo, el único que lo comprendía y lo apoyaba en sus malas ideas, pero a quien había traicionado de la manera más baja.

—¿Qué quieres, Derek? —contestó a su llamada.

—Necesito hablar contigo, ¿podrías venir a mi oficina?

—Estoy ocupado, no puedo...

—Lu, ambos sabemos que sigues en el edificio —le interrumpió—, solo será un minuto, después si aún quieres, puedes mandarme al demonio.

Lo escuchó chasquear la lengua, estaba molesto de verdad, pero suspiró y contestó:

—Bien.

Esperó con gran paciencia en su oficina, pasaron los minutos y empezó a creer que no llegaría. Era de esperarse, pero aún tenía una pequeña esperanza de poder arreglar ese asunto. Después de todo, lo apreciaba de verdad.

Suaves risas se escucharon fuera de su oficina, era Anaira, por lo que deducía debía estar con él. Una prueba más a sus celos, no dejarse llevar por ellos y solo esperar que las cosas se dieran. De todos modos, ella se aseguró ser solo amigos y le creía.

—Bien, aquí me tienes, ¿qué quieres? —expresó con hastío al entrar.

—Quiero... —titubeó, por alguna extraña razón se sentía nervioso, intimidado por la severidad en la mirada azulada de su amigo— asegurarte que cambié, pero no para mal como todos creen.

—¿En serio? —ironizó—. ¿Para eso me hiciste venir?

—Tenías razón cada vez que decías que era un niñito estúpido con ideas infantiles de venganza, pero te equivocaste al decir que por ello me estaba convirtiendo en una basura —expresó.

La incredulidad en el rostro de Luis era absoluta, tanto que temía volviera a golpearlo en el rostro y esta vez, sin fallar el tiro, romperle la nariz.

—¿Lo dices con ese descaro? —replicó molesto—. Ni sé porque me sorprende, eres tú después de todo, así has sido toda tu vida.

—Digo que te equivocaste porque no me convertí en ello, ya lo era, incluso desde antes que todo esto pasara —aceptó Derek con aprehensión—. Lo fui contigo, con Patricia, con Tamara, con casi todo el mundo y me pesa ahora mismo. Pero, aunque siga siendo egoísta, ninguno me interesa, más que Anaira y tú.

—¿Perdón? —exclamó—. Por desgracia ella te cree, pero yo no. La hayas traicionado o no, para mi sigues siendo un imbécil farsante.

Su mirada cayó por un momento, porque de verdad le dolían sus palabras más que de cualquiera. Si fuese Daniel hasta podría reírse, pero no siendo Luis.

—Puede que no me creas por todo lo que sucedió, entiendo que estes furioso conmigo porque te quité la posibilidad de estar con Anaira —replicó con seguridad, acercándose a él—, pero así mismo, y aunque signifique lanzarme la soga al cuello contigo, puedo asegurar que no me arrepiento de nada.

—Entonces no has cambiado en nada —gruñó Luis indignado.

—Porque cambie es que lo digo, si no fuese por ese estúpido juego no habría intentado acercarme a Anaira y, por ende, no me habría enamorado de ella —argumentó Derek casi con desesperación—. Y de no ser porque de verdad la amo, no habría ningún cambio en mi vida. Seguiría siendo el mismo ególatra del que tanto te quejas, ¿prefieres eso?

—No te creo, ni media palabra.

—Lo siento, Lu, eras mi mejor amigo, a pesar de todo quiero que sigas siéndolo, pero no quiero dejar ir la única posibilidad que tengo de ser feliz con ella —reiteró con seguridad—. Tú mismo lo dijiste una vez, si me llego a enamorar, es mejor preferir morir a dejarla ir. ¿Lo recuerdas?

La indignación y rabia brillaban en sus ojos, estaba contrariado con sus propias emociones. A pesar de todo, él siempre había querido lo mejor para Derek porque, sea un imbécil o no, sabía que era una persona que ya había sufrido demasiado desde su infancia. Y aun así...

—Pero no... ella no... —titubeó furioso.

—Sé que la quieres, pero yo la amo, más de lo que imaginas.

—Pruébalo —gritó.

—Me quiero casar con ella —anunció con gran orgullo—, pero por supuesto debo esperar, es muy pronto y ella misma me lo dijo así que... la paciencia es una virtud.

—Una que no tienes, por cierto —comentó Luis.

—Lo sé, pero debo ponerla en práctica si quiero pasar mi vida con ella. Y por ella es que hago esto también, ella te aprecia de verdad, no quiero que tal vez tu resentimiento hacia mi afecte tu amistad con ella.

—¿Estas... diciendo que no quieres que me aleje de ella? —expresó con sorpresa.

—Absurdo, ¿verdad? —dijo entre risas—. Pero sí, he madurado y los celos son una de las cosas que debo dejar a un lado. Eso y mi orgullo... Así que, lo siento, Lu. Eras mi mejor amigo y te traicioné de la peor manera. No lo merezco, pero espero algún día me perdones.

Ver la expresión de Luis para con él, su actitud y renuencia a creerle le dolió de verdad, tanto como si fuese la misma Anaira quien dudara de su palabra. Lo entendía, por supuesto que lo hacía, pero creía merecer una nueva oportunidad para demostrarle lo que tanto exige: haber cambiado como hombre, como persona y como amigo.

—¿Esperas que volvamos a ser como antes? —ironizó Luis, esta vez más que molesto, muy dolido.

—No, eso sería pedir demasiado, pero sí quisiera hacer el intento, si así lo quieres —con una última pizca de esperanza, extiende su mano esperando con ello, no terminar el asunto, pero si iniciar una nueva faceta.

—Cágala una vez más, Derek —advirtió con seriedad—, y no fallaré en romper tu nariz.

—Eso lo sé, no me quedaron más ganas —contestó con una sonrisa cuando, con alivio, lo vio estrechar su mano—. Aunque... debes aceptar que ese no lo merecía, pero gracias, me salvaste la vida.

—Lo hice por ella, no por ti, iluso.

—También te quiero, hermano.

—Muérete.

Lo vio salir de su oficina, un poco contrariado aún, pero esperaba que se llevara una nueva idea de él en su cabeza. Con ello empezaba a respirar un poco más tranquilo, sabía que los principales errores de su vida estaban en camino a remediarse. Patricia era caso perdido, uno que estaba a punto de solucionar y ganar en el juzgado, porque simple y sencillamente, ella no quiso irse por las buenas por más que se lo pidiera. Una orden de restricción y una disculpa pública por filtrar su intimidad era lo que pediría, no necesitaba más que eso.

Sin embargo, buscó a su hermano para que lo ayudara hacer lo único que le faltaba. Allí mismo en la empresa, esa que tanto los vio discutir y luego enamorarse sin remedio, seria testigo de su relación. Alice, como buena chismosa que es, decidió colaborar porque ella sabía más de eso que Noa. ¿Quién mejor que una mujer para asesorar en temas románticos?

Prepararon una mesa en la azotea de la empresa, desde donde se tiene una vista excepcional de toda la ciudad. Las luces brillantes de los edificios, la luna luminosa y llena en lo más alto del cielo, y la fresca brisa recorriendo sus cuerpos. Decorado, claro está, con algunas luces de colores y unas cuantas flores por ahí. Era sencillo, pero lindo. La cena, su plato favorito: pastas en salsa bechamel con champiñones, un vino suave pero delicioso, y de postre, esperaba que sus labios, el delicioso manjar de su boca.

Al finalizar la jornada, siendo viernes y próximo puente festivo, los trabajadores dejaban la empresa con más prontitud que nunca. Pero ella, llevada de la mano por Derek, con los ojos vendados, se dejó emocionar con la sola idea de ser el motivo de aquella inesperada velada.

—Esta noche, aquí y ahora —decía Derek, sosteniendo su mirada y llenándola con suaves caricias—, con toda la sinceridad que puede mi corazón demostrarte, quiero pedirte que me des el honor de ser tu novio, tu amigo, tu confidente, tu todo. Lo que quieras, pero ser solo tuyo.

—Cada vez me sorprendes más, mi amor —expresó Anaira conmovida—. Me encanta el nuevo tú, y solo a él le digo que sí.

—En ese caso, le diré que se quede de por vida, para que tú también lo hagas y te quedes conmigo.

—Que cursi eres, pero me encanta —se burló.

Cenaron, charlaron y bailaron con suaves movimientos la dulce melodía proveniente de su teléfono. ¿Cómo no terminar la noche con un baile lento y romántico? Un lento vaivén, su mano sobre su cintura, sus bellos ojos cafés fijos en él y su radiante sonrisa cubriendo sus labios. Una imagen grabada a fuego en su corazón.

—¿Sabes? Si aún tienes alguna duda —dijo Derek—, quiero agregar que estoy tan enamorado de ti, que cambiaré muchas cosas en mí, por ejemplo, lo mujeriego. No más de eso, solo te necesito a ti y solo a ti.

—¿De verdad?

—Definitivamente.

—En ese caso, ¿qué te parece si agregas a la lista el cambiar ser ególatra, egoísta con complejo de dictador, mi querido jefecito? —añadió entre risas.

—Mmmm lo pensaré.

—Como que pensarlo, que descaro...

Sus réplicas, aunque divertidas, fueron acalladas por un dulce y suave beso. Mismo que, poco a poco, aumentaba la tensión y el calor entre ellos. Sus cuerpos se rosaban con más descaro, deteniéndose al verse cegados por la pasión que despertaba en ellos.

Lo que empezó como una guerra de poder, terminó en una llena de placer.

Último capítulo mis amores
Derek y Anaira los extrañará mucho

Eso sí, falta el epílogo y sorpresas

Pero solo si contestan...

¿Les gustó el libro? Del 1 a 10, ¿Cuanto?

Chantaje emocional, lo sé, lo que uno hace pa sacar fantasmas

Que ouija ni que nada

Amén!!

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