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27

Solo habían pasado cuatro días, cuatro eternos y malditos días desde que Anaira le había aplicado la ley del hielo y anunciado su pronta renuncia. Nunca, jamás en su vida la indiferencia de alguien le había resultado tan dolorosa como la de ella, ni la de sus padres. La había perdido, y, por ende, con ello se iba todo lo que alguna vez se dio el lujo de tener y presumir como todo un ególatra, tal y como ella se lo recriminó muchas veces.

Aunque nadie le crea, ni siquiera Noa, nada más le importaba en ese momento que recuperarla a ella, aunque se quedara en la calle. Pero no sabía cómo hacerlo, la única culpable de todo ese desastre se negaba a confesar. ¿Cómo, un hombre como Derek con todo su historial amoroso, podía probar haber sido fiel por casi un mes aún sin tener una relación oficial? De tener que ser sincero consigo mismo, ni él se creería tal cosa sin una evidencia física.

De todos modos, sin importar cuales sean las circunstancias y las pocas probabilidades que tuviese de ser tomado en serio, haría todo lo que esté a su alcance para recuperarla. No iba a perder la única oportunidad que tenia de ser, por primera vez en su vida, feliz. Por eso la convenció de ir con él, para que escuchara de su propia boca lo que estaba dispuesto a hacer, y lo que ya había hecho también.

—Ya era hora que... —se interrumpió Daniel al ver el rostro apenado de Anaira a mi lado— ¡Oh, An, cielo! Que sorpresa verte aquí, ¿acaso te obligó?

—¡Dios! Esto es insoportable... —se quejó entre gruñidos.

—No, yo vine... ¿Porque era necesario? —titubeó Anaira.

Habían sido interceptados en plena entrada, con la mirada molesta de Daniel sobre su hijo menor al creerse desplantado, como era de esperase.

—Bienvenida a mi dulce morada, sigue adelante, por favor —le dijo todo sonrisas.

Con su edad, casi rayando en los sesenta años, debería ser más consciente de lo inadecuado de ir tonteando como un adolescente con ella, o por lo menos eso se le pasó por la cabeza a Derek. Mientras, él los seguía en silencio hasta llegar la sala donde ya estaban todos. Noa los miró con asombro, no esperaba verla allí bajo ninguna circunstancia, pero Alice al parecer ya sabía de ello, su sonrisa mal camuflada la delataba.

También y por desgracia, estaba Verena, su madre, una hermosa señora cinco años menor que su esposo, pero que conservaba la vitalidad y energía de la adolescencia. Todo un fastidio, en extremo cariñosa y juguetona. Sin embargo, todas aquellas cualidades que la gente le elogiaba eran aprendidas en los últimos años. Porque, de ser viejas, nada de lo que sufrió en su infancia hubiese sucedido. Indiferencia, rechazo, soledad.

Por último y la excepción en la ecuación, Liz, su cuñada con su bella panza a punto de reventar. De todo eso, de cada estúpida reunión de los últimos meses, había accedido a ir solo porque al igual que Noa, esperaba la llegada de esa pequeña niña. No era tan insensible para ignorar el hecho, uno que le seguía siendo increíble, que sería tío. Estaba más que encantado con la idea, y viendo los cambios que estaba haciendo en su vida, no estaba de más ser un buen ejemplo para la pequeña Danna.

—Hola, Liz, ¿ya cuánto falta? —saludó.

—Ya poco, no te estreses, estás peor que Noa —se burló ella.

—Se está demorando mucho, ¿no? —replicó este, inclinándose un poco para hablarle directo a la bebé—. Hola, nena, te habla tu tío. ¿Estás muy cómoda allá dentro? Eso no es hotel, ¿sabes? Si quieres te compro uno, pero sal, tío Derek quiere darte un besito y malcriarte.

—No se te... —se vio interrumpida cuando, con un suave movimiento, la bebé respondió ante la voz de su tío—. Esta niña, no ha salido y ya tiene su favorito.

—Soy más guapo que Noa, era de esperarse —bromeó, haciéndola reír.

Mientras, Anaira seguía conversando con un poco de incomodidad con sus padres, siendo Alice quien la salvara de esos dos. Se alejó con ella, llevándola por uno de los pasillos y regresando casi de inmediato, uno de los camareros contratados para la ocasión anunciaba el momento: todo un banquete excesivamente pretensioso, como ellos dos.

—¡Tomen todos asiento, la cena está servida! —anunció el camarero principal—. ¡Buen provecho, señores!

Todos se dirigieron al comedor y se sentaron, siendo Daniel y Verena las cabecillas en aquella incomoda reunión. Anaira se había sentado junto a Alice, mientras que Derek le tocó conformarse con solo tenerla frente suyo. Tal vez por eso, por ese constante cruce inevitable de miradas entre ellos dos, ella mantenía los ojos fijos en la mesa o cualquier otra cosa inanimada.

De vez en cuando charlaba con Alice, pero trataba de ser invisible en especial para Derek. Misión imposible, no había nada en esa sala más que quiera ver que a ella.

—Señores, y señoritas, levanten sus copas, quiero hacer un brindis —anunció Daniel—. Quiero brindar por el crecimiento de esta familia, ya falta poco para que la pequeña Danna llegue a casa. Además, recibimos con gusto a Anaira, y por favor, disculpa cualquier inconveniente que cierto imprudente pudo cometer, cariño. Muchas cosas no cambian.

—No se preocupe, señor, todo está bien —contestó ella apenada.

—En ese caso, bienvenida —expresó sonriente—. ¡Salud!

—Salud —contestaron todos, menos Derek.

—Bien, ¿qué hay de nuevo? —indagó Daniel.

Con la mirada fija en Anaira, se vio obligada a dar todos los avances del proyecto hasta el momento, incluso del evento que se realizara en contados días, una semana más y todo acabaría. En su rostro, pudo ver una vez más la emoción y el orgullo de sentirse importante, de haber logrado algo grande en su vida. Y se enamoró aún más.

Pero le oprimió aún más el corazón el saber que estaba a nada de perderla, por una simple y completa estupidez. Todo un malentendido que muy posiblemente no podía probar, pero que tampoco era tan estúpido como para buscar a la culpable. Eso es preciso lo que ella espera, y no le dará ese gusto.

—Derek, cariño, ¿por qué esa cara? —indagó Verena con falsa preocupación—. Estas todo achicopalado, nene, ¿qué te preocupa?

Las miradas de todos se centraron en el con cierto desconcierto, lo normal en él es ver su total falta de interés en cualquier cosa que se diga allí, no eso. Sin embargo, el seguía con sus ojos fijos en ella en una súplica silenciosa que casi no podía ocultar.

—¿Podría... —suspiró y carraspeó— decir algo y ser tomado en serio por primera vez?

—¡Sorpréndenos! —dijo Daniel con sarcasmo.

—Debo confesar que he cometido más errores lo los que puedo contar, creí que con eso me libraría de lo que gracias a ustedes vi era una relación, nada más que una alianza, una mentira muy conveniente —la incredulidad brillaba en el rostro de todos, más en el de sus padres—. Pero gracias a alguien, alguien a quien estoy a punto de perder por un mal entendido, mi opinión sobre ello cambió.

—¿Vas a culpa a otros por tus errores? No me extraña —replicó Daniel.

—No estoy culpando a nadie, es solo mi punto de vista según lo poco que me ha enseñado la vida —refutó Derek, regresando su atención a Anaira—. Aunque no lo crean, hace más de un mes no sé lo que es ir a fiestas y terminar la noche con alguna mujer, ni siquiera he tratado a las Moiras más allá de lo laboral.

Una risilla inevitable escapó de la boca de Alice, siendo camuflada con el vano intento de beber un sorbo de agua. Por su parte, Anaira seguía perdida en sus pensamientos sopesando cada palabra.

—¿Sabes que es lo gracioso de eso? —indagó Derek hacia ella, aún con la atención de todos—. Inició solo por ese estúpido juego, pero luego me lo tomé en serio cuando vi que no fui el único en caer en tus encantos. Puede o pudo ser mi mejor, ya no lo sé, pero no iba a dejar que me arrebatara lo único bueno que ha llegado a mi vida así de fácil. Me costó entenderlo y aceptarlo, pero por primera vez quiero hacer un cambio en mi forma de vivir para ser lo suficientemente bueno, ser quien mereces, porque de verdad te amo, An.

El silencio reinó en la sala, con diferentes expresiones en sus rostros observaban la escena: Daniel y Verena no salían de su asombro, porque vieron la franqueza que Derek nunca había demostrado; Alice y Noa estaban asombrados, pero se enorgullecían del cambio que había logrado; Liz, por su parte, siendo total ignorante en lo sucedido, solo se maravilló al ver que su cuñado por fin encontraba un motivo para cambiar. Pero Anaira, con el nudo atorándose en su garganta, solo quería salir corriendo de allí.

—¿Pretendes que con esto simplemente perdone todos tus errores? No estamos hablando de cualquier cosa, Derek, eran nuestros principales accionistas —replicó Daniel.

—Lo siento si sucedió por algo que no tenía nada que ver con la empresa, no soy la única cara de Fox Technology, pero, de todas formas, es poco lo que me está importando en este momento seguir con ese juego —rebatió él—. No importa lo que haga, siempre será poco o nada para ti.

—Sabes muy bien que debes hacer —insistió—, pero por lo visto no eres capaz.

—Lo hice, lo intenté, pero...

—Si me disculpan, debo retirarme, con permiso —anunció Anaira, levantándose y saliendo de la sala.

—¡Vuelve cuando quieras, cariño! —expresó Verena—. ¿Y tú a dónde vas?

—¿A dónde más? —contestó Derek levantándose tras ella.

Dejó a sus padres quejándose de su falta de respeto, la cena no se había terminado y él la había dejado tirada como si nada. Sin embargo, más atrás escuchó las voces de Liz y Noa apaciguando su rabia. Al parecer, ellos se habían convencido, solo faltaba la persona principal.

Anaira le llevaba cierta ventaja, pero logró alcanzarla en el vestíbulo de la casa en dirección a la salida. La tomó de la mano y la abrazó fuerte, aspiró una vez más el delicioso aroma de su cabello y sintió la textura de su piel, esa que tanto extrañaba. La sintió estremecerse en sus brazos, sollozar y luego separase de él con cierto pesar.

—¿Qué querías lograr con esto, Derek? ¿Humillarme más frente a tus padres? —le reclamó con la humedad de sus lágrimas brillando en sus ojos.

—Claro que no, solo quería demostrarte que voy en serio contigo, cada vez que digo que te amo y quiero tenerte por el resto de mi vida es verdad —explicó tomando sus manos—. Una oportunidad es todo lo que te pido, te lo suplico.

—Lo siento, Derek —contestó, apartando con lentitud sus manos de él—, pero hasta no tener una prueba real, tan real como los videos que me tocó ver, no creeré una sola palabra de lo que digas.

—Está bien —susurró con pesar—. ¿Me dejarás llevarte a casa? Es tarde, no quiero que te vayas sola.

—Ok.

Se dirigieron en silencio al oscuro estacionamiento, iluminado con una tenue luz azul de farolas dispuestas a su alrededor. Como siempre, le abrió la puerta y ayudó a subir con cuidado. Dentro, la oscuridad era aún más densa, por lo que la sintió batallar buscando el cinturón de seguridad.

—¡Déjame ayudarte! —dijo él.

—No es... —se vio interrumpida, Derek ya se había inclinado hacia ella.

Encendió una de las luces internas, tanteó junto a ella en busca del cinturón y se lo colocó con delicadeza, no sin antes aprovechar para respirar su dulce aroma. La sentía nerviosa, no incomoda o tensa, solo evitando el contacto de su mirada. Él, sin embargo, se resistía a solo dejarla ir así sin más. No aceptaba esa derrota, jamás lo haría.

Respiraba muy superficialmente, desviando su mirada a la oscuridad tras la ventana. Mientras, él buscaba la manera de atraer su atención con suaves caricias en su mejilla, viendo como cerraba con algo de fuera los ojos, al sentirlo tan cerca.

—Ni siquiera... te atrevas, Derek —susurró, abriéndolos al fin y mirándolo con tristeza.

—Solo dime que debo hacer, no me importa que sea, no quiero que te alejes de mi —le dio un beso en la mejilla—. Te amo, y no me cansaré de decirlo hasta que me creas.

—No... lo... hagas... —titubeó, sintiendo la calidez de su aliento y las caricias de su cercanía.

Esa sensación de plenitud, el dulce sabor de su boca y la suavidad de sus labios, era todo lo que necesitaba y extrañaba. Jamás pensó que un simple beso le hiciera tanta falta, tanta añoranza con solo sentirla tan cerca una vez más.

Sin importar sus propias replicas, Anaira se dejó llevar por la sensación y los suaves movimientos que le incitaban a solo disfrutar. Una y otra vez saboreaban el delicioso néctar del otro. Tanto así que, con la intensidad de aquel beso, Derek la tomó de la cintura hasta sentarla en su regazo, abrazándola con toda libertad.

Sin embargo, el toqueteo en la ventana arruinó el momento.

—¿Qué quieres, Noa? —indagó Derek irritado.

—Solo quería informarte que mañana haremos una reunión para programar las pruebas de Greensite antes del evento, necesitamos un equipo grande para probar la visión web y revisar cómo va la aplicación móvil —explicó con cierta diversión en su rostro, notando el nerviosismo de Anaira.

—Que bien, pero pudiste solo decirlo mañana, ¿algo más? —replicó.

—Nada más, que tengan bien viaje —se burló—. Hasta mañana, An.

—Hasta mañana, Noa —contestó ella.

—Ah, por cierto —añadió Noa, regresando su atención a Derek—, tienes algo de labial por aquí.

Se fue caminando entre risas, mientras Anaira, alarmada por su desliz, revisó con suma atención el rostro de Derek en busca de tal marca. Sin embargo, nada encontró, porque claro, la tensión del momento no le permitió recordar que su labial no se corría con tanta facilidad.

—Pero si no tienes... —murmuró, cayendo en cuenta de la verdadera situación— ¡Tenía que ser tu hermano!

El viaje de regreso fue un eterno martirio, Derek con ganas de volver a besarla y ella negándose a él. Pese a ello, a ese maravilloso momento, sentía que no había avanzado nada. Ni su confesión, ni sus palabras, nada la estaba convenciendo de su realidad y eso lo mataba. Se tiró en su cama queriendo acabar con su sufrimiento, pero no hizo más que hundirse en la almohada y solo dormir. Pero el sueño no llegó.

No podía olvidar sus besos, el color de sus ojos, su bella sonrisa y el sonrojo de sus mejillas. Se la imaginó ahí con él, sentada en su regazo con sus delicadas manos alrededor de su cuello mientras se acercaba a su rostro para besarlo. Y fue en ese momento que, de forma fugaz, una imagen borrosa de sus días en la universidad llegó a su cabeza. Era ella, con su dulce expresión y elocuencia contestando a cada pregunta, impresionando a cada uno de sus compañeros y profesores, en especial a él.

Con la duda en su cabeza, empezó a buscar de forma desesperada evidencias de ello. Pero no daba con ellas. ¿Cómo fue posible que estudió con ella y no la recordaba?

En los viejos archivos de una memoria USB casi olvidada, guardaba muchas cosas de sus estudios universitarios que de vez en cuando repasaba. Le gustaba llenarse de esa sensación de nostalgia cuando, entre risas irónicas, recordaba muchas de sus travesuras en esa época, el control y poder que tenía en ese entonces. Y con ello, el recuerdo llegó más claro todavía.

Aquel estúpido proyecto de primer semestre, el que pudo arruinar su carrera completa, el que él mismo cambio como parte de su venganza. ¿Por qué? Solo porque era mejor que él, mucho mejor en casi todas las asignaturas que veían juntos.

Se dio cuenta, entonces, el principal motivo para actuar de esa manera con él, porque ella lo recordaba. Se maldijo, una y otra vez por ser tan estúpido, porque siempre fue un egoísta, porque Luis se había equivocado: no se convirtió en una basura, ya lo era.

Al despertar se sentía pesado, cansado y dolorido. Pero al llegar a la oficina, su bello rostro fue lo único que apaciguó su nube de inquietud. Aun así, ella seguía indiferente.

—Qué bueno que llegas, hermanito —saludó Noa saliendo de su oficina—, ya empieza la reunión.

Sin más opción, tuvo que seguir la corriente y asistir la reunión. Dentro ya estaba Alice y Noa esperando, con algunos folios desperdigados por su escritorio y un computador encendido. Palabra tras palabra, el nuevo cronograma de pruebas iba llenando espacios a lo largo de la semana.

—Matthew me acaba de decir que la aplicación esta casi lista, solo falta ingresar los juegos para darle una primera prueba —explicó Anaira—, ¿se incluye en el cronograma?

—Podría, pero tendría que integrar nuestro juego, ya está terminado según nos dicen —intervino Alice.

—En ese caso...

Un insistente canto interrumpe la reunión, una canción proveniente del teléfono de Anaira, quien, con algo de vergüenza, se ve obligada a atender.

—En serio lo siento —dijo, dando pasos hacia la salida—, pero esto es urgente...

—¿Como que urgente? —replicó Derek—. Estamos en una reunión importante.

—Debo contestar —insistió.

—No tienes permitido...

—No me tardo —le interrumpió.

—Anaira...

Pese a los reclamos de Derek y las risillas de su hermano, Anaira sale de la habitación con teléfono en el oído.

—Hola, mi amor... —alcanzó a oír y con ello la rabia interna empezó a rugir.

—¿A quién mierdas le dice mi amor? —estalló.

—Don celoso ha despertado —se burló Noa.

—Alice, hazme un favor, ¿podrías...?

—Claro, el chisme es mi pasión, pero todo tiene su precio, ¿eh? —le interrumpió ella, dejando la sugerencia en el aire.

—¡Hecho!

Un poco de la alegría que había perdido los últimos días regresó cual sereno de primavera, su pequeña sobrina había tomado el teléfono de Liam para llamarla. No se molestó, por el contrario, agradecía esa pequeña pausa. Sin embargo, tendría que aguatarse las quejas de Derek por salir de su reunión sin autorización.

Al regresar, una amplia sonrisa adornaba su rostro, y solo por verla así, Derek le sonrió con más dulzura.

—¿No me vas a regañar por haber salido? —indagó extrañada.

—No, para nada —contestó Derek—, ¿cómo está tu sobrina?

—Está bien —contestó emocionada—, pronto cumplirá así que me llamó para... ¿Escuchaste mi conversación?

Con toda la inocencia del mundo, Derek le miraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro. No contestó, solo señaló a Alice quien se veía a punto de reventar en una carcajada.

—Bueno, creo que hemos terminado por ahora, nos vemos en la próxima —anunció Alice.

—¡Traidora!

Tanto Noa como ella salieron entre risas, llenos de diversión a costa de ellos dos, más de ella que de él. Sin embargo, intuía de quien habría sido la idea de espiar su conversación.

—¿Puedo saber por qué mis conversaciones son de tu incumbencia? —le reclamó, cruzándose de brazos.

—Nada... solo escuché que le decías mi amor a alguien y me dio curiosidad —se encogió de hombros.

—Es muy temprano para esto, no molestes —se quejó y salió de la oficina.

Como se le había hecho costumbre a lo largo de esa semana, se fue directo a la sala de trabajo común donde, por suerte, ya la estaban esperando. Entre charlas triviales, todos continuaron con su labor hasta que la sagrada hora del almuerzo llegó.

—¿Ya van de salida? —indagó Luis sorprendiéndolos en la entrada.

—Sí, ¿quieres venir? Vamos a almorzar fuera de la empresa —sugirió Anaira—, Matthew invita.

—¿Desde cuándo? —replicó este.

—Me encantaría aprovechar la oportunidad —se burló Luis—, pero preferiría almorzar hoy solo contigo. Tengo algo importante que decirte, ¿vamos?

—Claro, siempre somos los abandonados —replicó esta vez Camilo.

—Vamos, cielo, no te juntes con esta chusma —se indignó Matthew.

Con las risas a flote, los dos salieron de la sala rumbo a la cafetería donde podrían seguir con sus conversaciones. Y detrás de estos, la nueva y seria Alice los acompañó en completo silencio. Su actitud había cambiado de la noche a la mañana, y ella seguía sin saber los motivos.

—¿Qué es eso importante? —indagó con Curiosidad mientras salían de la empresa.

—¡Algo... increíble y estúpido! —expresó, notando que observaba un punto fijo.

En aquella dirección, la expresión de desdicha de Derek los siguió hasta perderlos de vista. En su interior, el dolor que reflejaba su mirada invadió todo, sabiendo que estaría imaginando situaciones por completo fuera de contexto y realidad. Pero no quería preocuparse por ello, él no debería tener ninguna importancia.

—Ahora sí me preocupas, en serio —dijo ella al llegar al restaurante.

—Deberíamos ordenar primero, ¿no? —sugirió.

Le hizo caso, el hambre apremiaba y solo tenían una hora para comer. Sin embargo, ella no supo esperar y a media comida continuó con su insistencia.

—Está bien, es solo que... me arrepentiré de esto, lo sé —suspiró y sacó su teléfono.

—¿De qué te arrepentirás? Ya me asustas.

—Por más en desacuerdo que esté, debo aceptar que le creo a Derek, de verdad está enamorado de ti a niveles que ni yo entiendo cómo llegó a eso —empezó cada vez con más aflicción—. Y sé que tú sientes lo mismo, no por nada llorarías de esa manera por él.

—Lu...

—Tranquila, cariño, no es tu culpa de todos modos —le interrumpió—. Lo que sí puedo decirte es que... deberías escucharlo.

La duda empezó a comérsela desde dentro, ¿qué ganaba con eso? Nada, y por eso sopesó sus palabras. Dudaba que Derek lo obligara a ello, o que se lo haya pedido. ¿Entonces?

—¿Por qué? —preguntó Anaira con el corazón en la mano.

—Porque al parecer sí dice la verdad, esos videos son viejos —en su teléfono brillaba una imagen de Tamara, exhibiendo un diminuto bikini en una pose demasiado sugestiva—, esto lo subió a sus redes hace solo unos días.

—¿Qué tiene? —pregunto sin ver nada fuera de lo normal.

—Mira el video y detalla bien, hay algo que allí no tiene, pero en esta foto sí —le sugirió.

Buscó casi con desespero en su papelera de reciclaje, algunas de las fotos aún estaban allí. Y la vio, la detalló y se dio cuenta. En aquella reciente foto, resaltaba un curioso tatuaje en medio de sus senos ubicado casi con exactitud donde ella misma tenía su lunar, pero que en las imágenes que ella recibió no estaba.

—El tatuaje...

—No lo tenía en el video, pero en estas fotos sí —terminó Luis por ella—. Al parecer a Tamara no le gustó que le terminaran, así que... bueno, ya sabes lo que hizo.

En su interior, el saber aquello le llenó de una inevitable emoción y culpabilidad que la tenían contrariada. Derek no había mentido, pero ella le había rechazado tan de mala manera que el remordimiento le pesaba. Además, también había recibido un buen golpe por ello. Sin embargo, una duda más debía ser resuelta.

—¿Por qué haces esto, Lu? —inquirió casi en un susurró.

—No lo sé, no debería estar haciendo esto porque te quiero, me gustas mucho, An —aceptó con una sonrisa amarga—. Pero, viendo a Derek como está, destruido por dentro, creo que es mejor para todos que solo me retire de la ecuación. De todos modos, tampoco tendría oportunidad contigo sabiendo que... también lo amas.

No supo cómo responder ante aquello, él tenía razón, por más que hubiese querido negárselo a sí misma, ella amaba a Derek con locura.

—Lo siento... —murmuró y un par de lágrimas corrieron por sus mejillas.

Él se limitó a abrazarla, con fuerza y ternura como siempre lo hacía. Y ella, con el corazón encogido, le devolvió el gesto con el doble de cariño que pudo dar.

Terminaron de almorzar con completa calma, pese al momento de sinceridad que habían tenido. Su amistad no se rompería con aquello, pero Anaira deseaba que solo olvidara ese episodio y sea feliz. Tal vez no con ella, pero sí con alguien que de verdad lo merezca. Luis era todo lo que estaba bien en su vida, y por ello esperaba que fuese feliz.

Regresó a la empresa con una nueva sonrisa de alivio en su rostro, yendo a la cafetería en busca de sus amigos para contar la nueva buena y así, solo como consejos, tener sugerencias de que hacer de ahí en adelante. Sin embargo, no hubo señales de ninguno, solo de la indeseable número uno.

—¿Sigues aquí? Que obsesión tienen contigo, en serio —replicó Tamara al verla.

—Tú sigues entrando aquí y no me estoy quejando —rebatió.

—Y lo seguiré haciendo, querida —se burló con ironía—. Quieras o no, Derek y yo llegaremos al altar de una u otra forma. ¿Aún no lo entiendes?

—Entiendo que estás desesperada —dijo entre risas.

La molestia fue lo único que su rostro demostraba, sabiendo que Anaira ya no caía en sus insistentes sugerencias. Pese a ello, ella siempre buscaba la forma de sacarla de sus casillas, así que ese día no sería la excepción.

—¿Te gustó mi regalito? —añadió con burla—. Eso es solo un adelanto, ¿sabes? Hay mucho más de donde salió ese, todos estos días ha estado pegado a mi desde que sale de la empresa, estando aquí es donde se pone pesado, pero es solo para evitarse problemas con el vegete.

—Sí, aja, como digas —suspiró, preparándose un café.

—Que te cueste creerlo no es mi problema, no más recuerdo lo rico que la pasamos ese domingo juntitos en su casa para alegrarme el día completo —expresó emocionada entre suspiros.

—Sí, cla.... ¿Domingo? —dudó—. ¿Hicieron qué?

—Como escuchas, niña, el domingo de la semana anterior fue que sucedió lo del video, para que no te queden más dudas —expresó con presunción—. Todo lo que nunca tendrás está ahí, disfrútalo, aunque de allí no saldrá.

—¡Dios, esto es una broma! —exclamó Anaira estallando en risas.

¿Domingo? Ya estaba más que segura, Derek no podía hacer nada para probar su inocencia, porque Tamara, por accidente, lo había hecho. Ella mismo se tiró la soga al cuello.

—¿Y ahora te ríes sola?, ¿eres tonta o estás loca? —replicó con fastidio.

—Tienes razón, soy demasiado tonta, pero ¿sabes? —le dijo entre risas—. Es la primera vez que agradezco que seas tú.

—¿Como yo? —indagó confundida.

—Presumida, con aires de grandeza y arrogante —enumeró Anaira sin dejar de reír—, gracias por eso, linda.

—Hija de...

Se marchó de aquella sala con un café en mano, pensando en cuál sería su siguiente movimiento al tener a Derek frente a ella. ¿Le daría un beso o solo le diría que le cree? Tal vez podría hacer ambas cosas, había tiempo suficiente para ello. O quizá, por muy maquiavélico que sea, esperar a la salida para darle una sorpresa.

Sea cual sea su elección, la vio más lejos de lo normal. En su oficina, con expresión de completa derrota estaba Derek, y frente a este, Daniel.

Amo a Noa, pero...

Debo confesar que me cayó mal por interrumpir

Amo la escena del carro, ¿ustedes no?
So cute.

Pinche Alice, traidora chismosa

Más amigos así 😂

Los amo mis pulguitas, mientras me voy a clases

Doy tutorias de mates, biología, química y física (?)

Pa eso estudio joda 😂

Ay no, ignorenme jajajaja

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