24
Si tan solo la semana anterior, una versión suya del futuro le hubiese dicho que de la boca de Derek Fox en completo estado de ebriedad saldría tal frase, la tildaría de desquiciada y enviaría directo a un psiquiátrico con la suposición de haber caído ante tanto estrés que él, y tal vez las Moiras, habrían provocado en su vida.
Pero no, nada de esas estupideces fantasiosas había ocurrido. En realidad, por imposible que sea de creer, él le había confesado su amor. Y por ello surgía la inquietud, ¿fue solo efectos del alcohol? Sea cual sea la verdad, ¿podía empezar a creer en sus palabras? Aunque tampoco es solo escucharlo decir lo que siente, es que lo demuestre en todos los aspectos de su vida, y con ello se refería más que nada a una sola cosa: fidelidad.
Derek es y siempre ha sido un hombre mujeriego, en extremo coqueto, lujurioso y nunca ha estado con una sola. En realidad, nunca ha estado solo, pero tampoco en una relación estable. Todo lo de él, cuando de mujeres se trata, no era más que diversión y juegos sin compromisos. Anaira no quería serlo, para ella era todo o nada. Y aunque él se lo había prometido, no creía que fuese tan sencillo cumplirlo ni mucho menos de la noche a la mañana.
Solo había una opción, darle el beneficio de la duda y esperar que la cumpla de verdad. De lo contrario, si no llegaba a llenar las expectativas, solo lo mandaría a volar. Dolería, por supuesto que sí, pero quería correr el riesgo porque, después de esa noche, ya no pensaba lo mismo de él y ciertas cosas se habían confirmado. En realidad, no era tan indiferente a su encanto.
Derek, después de besarla con tanta dulzura, de decirle cuan enamorado estaba de ella, solo se quedó dormido mientras la abrazaba con fuerza. Su nariz quedó inmersa en su cabello, susurrando que era de sus aromas favoritos en el mundo. Acarició suavemente sus brazos, murmurando entre bostezos que su piel era la más tersa y suave que jamás tuvo el placer de tocar. Que toda ella, todo su ser, era perfecta.
Por más que hubiese querido, sería extraño para ella solo dormir allí y despertar al día siguiente como si nada. ¿Y si no recordaba lo que dijo? Solo tomó sus cosas, llamó un taxi y regresó a casa bien entrada la madruga, pero antes se encargó de cambiar su ropa empapada por algo seco. Eso sí, sus ojos se desviaron a otro punto de la habitación para no distraerse de más.
Sin embargo, y no supo si para su buena suerte, María José había quedado despierta esperándolos.
—¿Como por qué o que llegas mojada? —indagó extrañada y divertida—. ¿Dónde te metiste, bandida?
—¿Matthew llegó? —indagó esperando no dar explicaciones.
—Dudo que venga hoy así que... —alargó aquella última palabra con un suave canturreo— Más bien cuenta, ¿qué tal todo y de dónde vienes? Espera... ¿Tienes un...?
—¿Un qué? —exclamó alarmada.
La fuerte carcajada de María José, más su inusual expresión de sorpresa terminó por sacarla de sus casillas. ¿Qué era eso tan descabellado que le vio para ponerse así? Y no era de extrañarse, en su cuello muy cerca de su clavícula, había una pequeña marca colorada sin forma aparente. En el momento no le había importado, porque de verdad lo disfrutó. ¿Cómo no hacerlo cuando tenía semejante hombre sobre ella acariciándola y besando la sensible piel de su cuello?
Sin embargo, en ese justo momento, la historia era diferente. Tenía un chupetón y todo en él gritaba el nombre de Derek, o por lo menos así lo veía ella.
—¿Estabas con Derek, ah picarona? —expresó María José entre risillas cómplices.
—No, o sea, sí, pero...
—Uy... —le interrumpió— La idea era engatusarlo, no caer los dos como saco de papas, ¿Sabes?
—A ver, como te explico esto —dijo Anaira con nerviosismo—. Sí estaba con él, con todos en realidad, estábamos en la disco bailando y tomando, y después... todos se perdieron, Derek se emborrachó y no tuve de otra que llevarlo a su casa.
—¡Ay pobre! La obligaron, continua —exigió entre risas—, eso no me explica el por qué estas tan mojada y tienes un chupetón bien sexy.
La sola expresión de María José la estaba exasperando, si ella siendo la principal implicada en todo eso no terminaba de entender que había de sucedido, ¿cómo espera tener una explicación?
—No pasó nada, solo lo llevé a su casa, lo mojé con agua fría a ver si se le pasaba la borrachera, pero el pendejo me mojó también y luego me be...
—¿Te qué? —exclamó emocionada.
—Me besó, ¿sí? —añadió con un suspiro, pero su ansiosa amiga no se conformó con solo eso—. Y después me dijo que me amaba hasta quedarse dormido.
—Nooooo...
Los gritos de aquella desquiciada en cierto modo le dieron un poco de calma, simplemente porque esperaba algún tipo de regaño por haber incumplido su propia palabra. Aún no aceptaba nada, claro está, pero después de eso nadie le creería si dice que no siente nada por Derek. Sería una completa mentira, incluso eso lo sabía.
—Pero estaba borracho así que...
—Así que es verdad —le interrumpió con la emoción de una niña.
—No creo que...
—An, cariño, los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, ¿sabías? —volvió a interrumpirle—. Si estaba borracho y aun así lo dijo, es porque debe ser cierto. Listo, baby, lo tienes en la palma de tu mano.
—¡Aish! Contigo no se puede hablar —rechistó.
—Ahora sí, tienes dos opciones muy suculentas —añadió María José—, exprímelo o disfrútalo, la decisión y la forma de hacerlo es tuya.
—¿Como que exprímelo? —replicó alarmada.
—Tiene plata y esta sabroso, yo haría las dos cosas —sugirió ella con picardía.
—No eres un buen ejemplo —le reprochó.
No eran las opciones reales, pero sí estaba segura que debía elegir y pensar bien que hacer. Pero de momento, solo fue a su habitación y se duchó una vez más, quitando todo rastro de ese pequeño y delicioso desliz con Derek. No hubo nada más allá que un par de besos demasiado candentes, pero dejó marca muy sensible en ella, en especial después de notar ese y otro chupetón un poco más abajo, pero más fácil de ocultar.
Al estar más cómoda y seca, decidió llamar a Matthew para saber que había ocurrido, cual había sido esa extraña razón para que todos la abandonaran en manos de un borracho chistoso. No se quejaba, los resultados de la noche fueron aceptables, pero eso no eliminaba el haber tenido que arrastrarlo hasta su apartamento. Ella chaparra, el alto y fornido, una mala combinación.
Su teléfono sonó muchas veces, pero nunca atendió por lo que empezaba a preocuparse. Sin embargo, recordó haberlo visto casi toda la noche con Camilo. Por lo tanto, esperaba y rezaba para que sepa algo de él.
Al tercer tono, contestó.
—An, cariño, es algo tarde, ¿Podemos...?
—Cami, ¿Matt está contigo? Todos ustedes se me perdieron de la discoteca y el aún no ha llegado a la... —se vio interrumpida al escuchar un extraño ruido, como un quejido.
—Sí, está conmigo, salimos un rato a comer algo y... —se interrumpió, un disimulado gemido se escuchó detrás de su voz.
—Cami, ¿qué haces? —preguntó con divertida curiosidad.
—¿Nada? —carraspeó y dijo, pero un nuevo jadeo se escuchó de fondo.
—Espera, ¿tú y Matt están...?
—No, nada de... hablamos mañana —y colgó.
—Bueno, alguien sí aprovechó la noche —se burló.
Se dejó llevar por el cansancio de la madrugada, pensando con una sonrisa en el rostro que por lo menos alguien estaba disfrutando sin complicaciones. O por el momento, hasta donde sabía, así era. Aún estaba alguien más en la ecuación, y por esa misma persona Camilo había estado decaído los últimos días. Sin embargo, seguía siendo una sorpresa que bateara para ambos equipos, motivo más para pensar que esos dos eran tal para cual.
El sonido de su celular fue el que la despertó, siendo apenas solo las ocho de la mañana estaba más que cansada, así que solo esperaba poder decir las mil groserías que merecía sea quien sea que enviara tantos mensajes.
(D) Hola, mi amor, ¿dormiste bien?
(D) Gracias por dejarme en mi casa, espero no haber sido mucha molestia, aunque sé que eso es casi imposible.
(D) Ya me haces falta, ¿qué tal si te invito a salir?
(D) ¿Me concederías el honor de darme un poco de tu tiempo?
En efecto, cuando quería, Derek podía ser un hombre muy dulce y hasta cursi, como en ese justo momento. Anaira no paraba de sonreír ante aquellos mensajes, dejando de lado toda la rabia asesina que el despertarla de esa manera le había provocado. Aun así, podía hacerlo sufrir un rato solo por diversión, ¿por qué no?
(A) Según tu vocabulario, jefecito, define molestia, porque en el mío eres el equivalente a un grano en el culo.
No era mucho, pero era trabajo honesto. Con cosas como esa antes era tan sencillo sacarlo de sus casillas, pero dado su total cambio de actitud significaba solo darle cuerda a su lado bromista. Era mejor, millones de veces mejor.
(D) No te conocía ese lenguaje, pero sí, lo acepto. Soy un desastre, ¿contenta?
(A) No mucho, me tocó ser niñera de borrachos, ¿sabes?
(D) De acuerdo, déjame compensarlo, dime un lugar que quieras conocer y te llevo hoy mismo.
(A) Me suena a que te estas aprovechando para invitarme a salir.
(D) Efectivamente, mi querida Watson. En este justo y preciso momento es lo que más deseo, tener una cita contigo.
¿Cita? ¿Siquiera había pensado en ello con el nombre de Derek en la misma oración? A medida que hablaba con él, más recordaba la textura de sus labios y el calor de su cuerpo, y más se emocionaba internamente. Pero había algo que no la dejaba aceptarlo, quería asegurarse primero al escucharlo una vez más sin alcohol de por medio.
(A) No sabía que eras de los que tienen citas, impresionante.
(D) Hay muchas cosas que aún no sabes de mí, y cosas que sé que desconozco de ti, pero para eso serán nuestras citas. Quiero conocerte, cada detalle de ti para poder entenderte y complacerte en lo que quieras.
(A) Espera, ¿lo que quiera?
(D) Todo lo que quieras, entonces, ¿qué dices?
—Dios, ¿por qué es tan difícil? —se quejó dando vueltas en su cama y pataleando como niña.
(A) De acuerdo, comprobemos, quisiera ir al acuario. ¿Qué tal?
(D) Paso por ti en una hora, de paso desayunamos por ahí, ¿te parece?
(A) De acuerdo, una hora.
Y el reloj empezó a correr, debía ducharse y alistarse lo más casual que podía, verse demasiado arreglada podría dar demasiadas sospechas en sus intenciones. Que no serían tan erróneas, pero tampoco quería delatarse aún. Autocontrol, solo eso debía tener.
Un vestido floreado turquesa, ajustado al torso y de amplia falda plisada, descartado; una falda de tiro alto, blusa estilo top con una corta chamarra, descartado; todo como salía iba de regreso al closet desperdiciando más de quince minutos en ello.
—An, ¿sigues viva? —indagó María José—. ¿Qué haces?
—Voy a salir con Derek y no sé qué ponerme —contestó apresurada, arrepintiéndose al instante, después de escuchar el grito de su amiga—. Relájate, solo quiere compensar el fastidio de anoche.
—Sí, claro, fastidio —se burló, acercándose y haciéndola a un lado—. Si fuese a tener una cita con ese bombonazo y tuviera tu trasero, usaría esta arma mortal.
Sacó, de entre tanto atuendo desperdigado por ahí, un enterizo color crema que hace un tiempo no usaba, con espalda descubierta hasta la mitad y amarrado al cuello. Era una corta falda, una que realzaba su ya bastante amplia cadera. Acompañado de un calzado sencillo, maquillaje suave y un par de accesorios, quedó más que despampanante sin restar lo casual del atuendo. Sencillo, pero sexy.
—Lo vas a matar con eso... —dijo María José con un gruñido según ella sexy.
—¡Uy, pero quien pidió pollo! —expresó Matthew al asomarse.
—Al único que quiero matar acaba de entrar —vociferó Anaira, levantándose y enfrentando al recién llegado—. ¿Por qué demonios todos se perdieron sin decir nada? ¿Sabes lo que me tocó hacer anoche?
—Gozar la vida, solo eso —murmuró María José, mientras Matthew se sentaba en el sofá como niño regañado, pero tratando de aguantar una carcajada.
—Tú cierra el hocico, que quien disfrutó mucho la noche fue otro, ¿no? —le recriminó.
—Bueno, ahí sí me toca intervenir —dijo por fin Matthew—. En primer lugar, Noa y Alice se fueron primero porque estaban cansados del viaje. Luis dijo que, como ustedes estaban tan ocupados, solo se iría a descansar. Y yo, pues... salí a comer.
—A Camilo —añadió ella cruzándose de brazos.
—Sí, con él y a él, ¿cuál es el problema? —replicó.
Anaira lo adoraba, pero también era consciente de muchas de sus embarradas. Esa, sino aclaraba las cosas, sería una de ellas. Solo se sentó a su lado, dejó de lado todas las bromas y habló con él con tranquilidad.
—Me parece increíble, en serio, pero no quiero que esto se te salga de las manos —empezó—, por lo menos no con él.
—¿A qué te refieres? —se cruzó de brazos indignado.
—A Cristal, a ella me refiero —argumentó con severidad—. Si estas saliendo con ella así sea por diversión, no enredes a Camilo en eso, no lo merece.
—No pienso...
—No es solo que lo pienses, analiza las cosas, a él le estas gustando de verdad y no es de los que se va de aventuras, ¿sabes? —replicó.
—¿Me estás dando consejos de amor? ¿Tú? ¿A mí? —exclamó indignado.
—Sí, yo, soy de las que predica y no aplica, lo sé, pero esto es por un bien mayor, no quiero ver lastimado a Camilo, en serio, es un buen chico y me agrada de verdad.
—A mí también, pero... lo pensaré.
—Pero con la cabeza de arriba, ¿quieres? —le advirtió.
—Claro, doña chupetones —se burló y salió corriendo por su vida.
—Hijo de...
Fue interrumpida, no solo resonaron las carcajadas de Matthew y María José, los golpes en la puerta le recordaron que había quedado en salir con alguien. Ese mismo a quien quería asesinar en ese justo momento, y tal vez comerse a besos. Solo detalles.
Abrió la puerta y en efecto era él, esperándola con una amplia y radiante sonrisa soñadora. Sin embargo, esta misma se fue transformando en una divertida al ver su expresión de enfado.
—¿Buenos días? —dijo entre risas camufladas—. ¿Estás molesta? ¿Hice algo anoche?
—¿Te lo recuerdo o quieres hacerlo tú mismo por las buenas? —amenazó.
—Depende de los métodos que... —se interrumpió al ver como Anaira apartaba una parte de su lindo atuendo, mostrando dos pequeñas marcas en su cuello— Ok, ¿puedo pasar? No querrás asesinarme acá afuera con tantos testigos.
Se dio la vuelta dándole espacio para que entrara, llegando hasta la sala donde los esperaban unos muy risueños Matthew y María José. Debía deshacerse de ellos, por lo pronto mientras acribillaba a Derek.
—Bienvenido a nuestra humilde morada, jefecito —se burló Matthew.
—¿No es muy temprano para que me busquen la lengua? —le advirtió.
—¡Ay, pero no sea así, jefecito! —añadió María José de la misma manera—. Tan bien que me cae, ¿verdad?
—¿Podrían dejarnos a solas un momento? —exigió Anaira, insistiendo con el peso de sus ojos por sobre los de ellos.
En medio de carcajadas mal disimuladas, se refugiaron en la habitación más cercana con la idea de estar al tanto, su telenovela favorita desarrollaría un episodio más en vivo y directo. Le indicó a Derek donde sentarse, caminó un poco en círculos esperando dejar de escuchar a los demás, y una vez más centró su mirada molesta en él.
—Bien, ¿puedo decir algo en mi defensa? —indagó divertido.
—Si es posible, adelante.
—Acércate un poquito más.
Con algo de desconfianza, se acercó hasta quedar delante de él. Este tomó su mano, la acarició con suavidad y luego la jaló hasta sentarla en su regazo. Con sorpresa, solo se dejó llevar por las sensaciones que su suave tacto y calor de su aliento le provocaban, rosando una vez más la sensible piel de su cuello. Eso, solo ese pequeño gesto se estaba convirtiendo en su adicción. La estremecía, le provocaba cosquillas no tan inocentes terminadas en jadeos incontrolables.
—¿Qué... haces? —titubeó entre susurros.
—Me encanta tu aroma, ¿sabes? —susurró de vuelta, sin apartar su rostro de su cuello.
—Se supone que hablaríamos y me explicarías porqué tengo marcas en el cuello, ¿no? —agregó entre titubeos.
—¿De verdad? —dejó un suave y cálido beso en su piel, escuchando con deleite un jadeo ahogado—. Eres tan hermosa, tan adorable y al mismo tiempo tan firme, que me enloqueces.
—Sí, bueno, deberíamos... digo, que podríamos salir... —solicitó, tratando de mitigar las sensaciones que sentía.
—Está bien, pero... —la tomó de la barbilla hasta conectar su mirada— solo uno más, ¿sí?
Sin esperar respuesta alguna, se sirvió de su nuevo aperitivo favorito, los labios de Anaira. Degustó y disfrutó de ellos a su antojo.
Para ella, la delicadeza con la cual tomó su rostro, no la había sentido con nadie antes. Tan dulce pero tan candente al mismo tiempo, suave y pasional, una mezcla arrolladora de emociones que no quiso hacer más nada que seguir la corriente. Rodeó su cuello hasta enredar sus dedos en su cabello, deslizándolos a través de la espesura de su cabellera sintiéndolo estremecer ante su tacto.
Mientras, él acariciaba la fina tela alrededor de su cintura deseando más que ello. Sin prisas ni apuros, apreció lo que tenía a su disposición de momento.
—Dijiste solo uno —intervino Anaira, interponiendo su mano sobre sus labios—, te doy un dedo y te tomas la mano.
—Me declaro culpable —se sonrió, besando su mano con cariño—, no puedo evitarlo.
Con un último beso en su mejilla, se dieron a la tarea de salir antes que otro inconveniente los interrumpiera. Estando en su auto, los dotes de caballero de Derek brillaron como nunca: abrió la puerta para ella, le brindó su mano para entrar en él y una vez más, ajustó el cinturón de seguridad, aprovechando para darle un suave y sutil pico en sus labios.
Se mostro en apariencia molesta, porque según ella había roto su palabra de no más besos. Pero el sonrojo en sus mejillas decía otra cosa, una muy diferente.
A lo largo del día hicieron varias paradas, la primera en un restaurante bastante pintoresco donde desayunaron; luego, después de un largo viaje sumidos en una divertida conversación, llegaron al destino principal, el acuario. Allí, con gran asombro, Anaira disfrutó de las mil maravillas que el mundo submarino tenía para ambos.
—Esto es mejor de lo que imaginé —apreció Anaira con la mirada perdida en el enorme acuario que frente a ella brillaba con un azul intenso.
—Conozco algo mejor que esto —presumió Derek.
—¿En serio? No te creo —se burló—, ¿qué puede ser más increíble que esto?
—Tú, tu hermosa sonrisa, la delicia de tus labios, tu carácter de leona —enumeró, rodeando su cintura envolviéndola en un abrazo—, todo de ti es más increíble que un simple acuario.
—No me vas a comprar así, olvídalo —le advirtió sin dejar de sonreír—, sigues siendo igual de pedante, como siempre.
—Está bien, me esforzaré el triple, ¿qué tal?
—Inténtalo.
Almorzaron con las maravillosas vistas del balneario, en el restaurante de mariscos dentro de aquel centro turístico. Recibieron una guía informativa del lugar, las diferentes especies que podía observar y sus datos curiosos. Incluso con aquello, siendo tan trivial y educativo, encontraron el lado cómico e hicieron bromas entre ellos.
Ya cayendo el atardecer, se dirigieron a otro lugar que Derek, en su infinita curiosidad imaginó sería romántico para terminar la velada. El mirador, un espacio abierto al aire libre con vistas a toda la ciudad, siendo aún más atractivo al ser decorado por las maravillas de la naturaleza.
El atractivo atardecer, un espectáculo gratis y colorido que desde allí se podía apreciar aun con más detalle. Los colores anaranjados bañaban todo el lugar, dándole esa aura que tanto encantaba a las parejas.
—An, debo darte las gracias —expresó Derek, atrayéndola hacia sí mismo.
—¿Y eso por?
—Por todo lo de hoy, un día simplemente maravilloso y todo gracias a ti —con suaves caricias, la acercaba cada vez más a su pecho—. Y con eso me quedo corto, ¿sabes? Podría decir que, hasta hoy, ha sido el mejor día de mi vida.
—No bromees...
—No bromeo, es en serio —aseguró, pegando su frente a la de ella—. Tenías toda la razón, soy un tonto infantil con ideas absurdas solo para fastidiarte, pero de cierto modo no me arrepiento de ello.
—¿Y me lo restriegas así de fácil en la cara? Eres el colmo del descaro —se burló entre susurros.
—Lo soy, pero lo digo por una única razón —hizo una pausa, deleitándose con el brillo de sus ojos—. Si no fuese por todo eso, hoy no podía decir cuánto te amo, cuanto me encanta tenerte trabajando día a día conmigo, no para mí, eres mucho más eficiente que yo.
—Justo en tu orgullo —bromeó Anaira llevada por los nervios.
Lo dijo, una vez más y como leyendo sus dudas, Derek lo dijo de nuevo. ¿Qué más quería? Claro, que lo demostrara, pero eso era algo que no solo se ve en un par de palabras o una salida. Para ello debía ser paciente, darle la oportunidad y esperar, el tiempo diría si había tomado la decisión correcta. Pero por el momento lo elegía, creerle a Derek.
—Sí, lo que hago por ti —le siguió la corriente.
—Por tu bien, en serio que te lo advierto, Derek Fox, por tu bien espero todo esto sea verdad —advirtió con toda la seriedad que pudo.
—Y lo es, mi amor, lo dije anoche borracho y lo repito ahora estando sobrio, en mis cinco sentidos, te amo más de lo que imaginé amar a nadie y quiero que me permitas estar a tu lado de por vida. Te amo, An.
¿Vieron eso? Eso sí es de bárbaros
¿A Derekcito le llegó la lección a la cabeza o todavía puede caer en el pecado?
¿Qué dicen?
#AnairaPendeja
#FPorLuis
Elija su bando
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro